Bestia

Bestia


CAPÍTULO 17

Página 19 de 59

CAPÍTULO 17

No quiero dejar de besarlo. Sus labios son urgentes contra los míos, y no puedo parar de entregarle todo eso que exige con cada caricia.

No sé en qué momento llegamos al suelo, pero estoy sentada a horcajadas sobre sus piernas. Sus brazos están aferrados a mi cintura, mientras que mis manos se encuentran enterradas entre la maraña salvaje de su cabello.

A pesar de mi postura dominante, es él quien tiene el control de la situación.

Mi corazón no ha dejado de latir con fuerza y la opresión dentro de mi pecho se ha esfumado casi por completo.

Por más retorcido y enfermo que sea, no puedo dejar de sentirme segura entre sus brazos. La sensación tranquilizadora que provocan sus extremidades a mi alrededor, es abrumadora y maravillosa. Ambas cosas al mismo tiempo…

El beso se rompe, de pronto, pero no me atrevo a abrir los ojos. Nuestra respiración es entrecortada, nuestras frentes están unidas y nuestros alientos se mezclan mientras luchamos por recuperar la compostura.

—Nunca sería capaz de hacerte daño, Maya —su voz suena tan ronca, que por un momento no logro reconocerla. Suena como si estuviese siendo torturado por la idea de mí, teniendo miedo de él.

Me obligo a mirarlo para encontrarme de lleno con una expresión cargada de preocupación y angustia. Aparto los mechones de cabello lejos de su rostro y presiono mis labios contra los suyos en un beso suave y casto.

Él parece relajarse un poco, así que me retiro un poco para poder mirarlo a los ojos. Él ahueca mi cara entre sus manos y traza caricias suaves con sus pulgares. El tacto hace que una oleada de calor se apodere de todo mi cuerpo.

No hablamos. No pronunciamos palabra alguna, y tampoco nos movemos de donde estamos. Él roza cada parte de mi rostro con las yemas de sus dedos, mientras yo me aferro a sus hombros con todas mis fuerzas. Mi mente está completamente en blanco. No quiero pensar en todo lo que dijo. Necesito olvidarme de todo eso durante unos instantes o voy a volverme loca.

Una parte de mí, aún siente miedo de él. Miedo de lo que es capaz de hacer y de toda la oscuridad que tiene dentro…

Cuando lo miro a los ojos una vez más, no puedo evitar pensar que hay una lucha constante en su interior: la luz contra la oscuridad. Cuando lo conocí parecía que la oscuridad lo dominaba; sin embargo, he podido notar cómo la luz se ha hecho fuerte con el paso de las semanas.

No sé qué es lo que siento por él. No sé cómo me siento respecto a su pasado o su presente. Mucho menos sé si estoy lista para averiguar algo más acerca de Harry Stevens. Lo único que sé en este momento, es que no puedo alejarme. No quiero hacerlo…

Sus labios se acercan a mi rostro y se presionan con suavidad en la comisura de mi boca. Mis ojos se cierran en el momento en el que la caricia toca mi piel y me permito absorberla lo más que puedo.

—Eres tan hermosa —murmura, y el aleteo dentro de mi pecho hace que todo mi cuerpo se altere. Se aparta para mirarme a los ojos y susurra, más para sí mismo que para mí—: No sé qué demonios has hecho conmigo, Maya.

El silencio se apodera de nosotros mientras inspecciona mi rostro con la mirada. Me siento tímida y torpe, pero no me atrevo a hacer o decir nada.

—¿Sientes algo por mí, Harry? —digo, al cabo de un largo rato. Mi voz suena ronca y áspera, pero él no parece notarlo.

El aturdimiento es tanto, que no soy capaz de sentir nerviosismo o arrepentimiento por mi pregunta. Realmente necesito saber si siente algo cuando me mira.

Una pequeña risa brota de su garganta. Sus ojos se posan en los míos.

—¿De verdad tienes que preguntarlo? —dice, sin dejar de sonreír.

Mojo mis labios con mi lengua, solo porque hormiguean debido al contacto intenso que tuvimos. No se me escapa la forma en la que sus ojos se oscurecen cuando lo hago.

—Me gustaría tenerlo claro —admito. Sueno tímida y asustada—. Eres tan impredecible, que me da miedo asumir algo ahora y que mañana resulte ser algo completamente diferente.

—Siento muchas cosas por ti, Maya —dice, con determinación y seriedad—. No voy a ponerle un nombre a lo que siento, porque odio las etiquetas. La gente cree que puede ponerle un nombre a todo. Vivimos en un mundo que cataloga y divide todo lo que ve, piensa y siente —sus manos toman mis muñecas para recorrer su toque y entrelazar nuestros dedos. Una mirada fugaz hace que note lo pequeñas que son mis manos en comparación con la suyas—. No voy a ponerle un nombre a lo que siento por ti. Me rehúso a ponerle una etiqueta a esto que siento aquí cuando te veo —coloca nuestras manos sobre su pecho.

Mi corazón hace un baile extraño con sus palabras, pero me obligo a mantener mi expresión serena.

—Bien —susurro y le regalo una sonrisa tímida.

Él parece dudar un segundo. De pronto, luce asustado.

—¿Tú?... ¿sientes algo por mí? —su pregunta me toma por sorpresa, pero trato de no hacérselo saber.

—Siento algo por ti, Harry —admito—. Siento muchas cosas por ti. A veces, creo que te detesto —una mueca de fingida indignación lo asalta, pero continúo—: Otras, pienso que eres el chico más dulce del mundo. A veces, quiero estrangularte y otras besarte. A veces, cuando te enojas, quiero que la tierra se abra y me trague para no tener que enfrentarme a ti; y otras, simplemente, quiero gritarte que eres un idiota.

Una risa ronca retumba en toda la habitación. No se me escapa ni un segundo la forma en la que su cuerpo se estremece con el sonido, y cómo su mirada brilla con diversión mientras lo hace.

De pronto, el silencio se apodera del lugar. Sus dedos juguetean con los míos en un gesto distraído. Su mirada está fija en mí, pero no se necesita ser un genio para notar que se encuentra en otro lugar, sumido en sus pensamientos.

—No te convengo, Maya —de pronto, todo vestigio de humor previo, se va. La expresión en su rostro poco a poco se transforma en una mueca torturada y dolida—. Deberías haber huido de mí en el momento en el que te lo dije todo.

Un nudo se instala en la boca de mi estómago.

—¿Quieres que me vaya? —digo, en un susurro ronco—, ¿quieres que huya de ti?

Sus ojos verdes son una tormenta de tonalidades oscuras cuando me mira. Todo su cuerpo se tensa y su mandíbula se aprieta con intensidad.

—Soy demasiado egoísta como para permitirlo.

—Entonces, deja de intentar convencerme de que eres una mala persona —lo miro a los ojos—. ¿Por qué te empeñas en quedar como un monstruo cuando no lo eres?...

—Soy algo más aterrador que eso, Maya —luce cada vez más torturado—. No tienes una idea de cuán jodido estoy. No sé qué me pasa contigo, pero no soy así con todo el mundo.

—Deja de decir esas cosas acerca de ti mismo —trato de sonar dura, pero fracaso en el intento—. No vas a hacer que me aleje de ti. Soy una idiota, estoy jodida, enferma o como quieras llamarlo, pero no voy a irme, Harry.

—Entonces no te quedes ahí y bésame —mi corazón se detiene un nanosegundo para reanudar su marcha a una velocidad antinatural.

Antes de que pueda procesarlo, su mano ahueca la parte trasera de mi cuello y tira de mí en su dirección. Su lengua busca la mía sin pedir permiso y un gemido sorprendido brota de mi garganta.

Me toma unos segundos corresponder a su caricia con avidez. Jamás me había sentido de esta manera. Jamás me habían besado así. Jamás había querido estar tan cerca de alguien. Es como si todo mi cuerpo tratara de fundirse con el suyo; como si no hubiese otra cosa mejor que estar entre sus brazos.

—No salgas con ese idiota —murmura contra mi boca y vuelve a besarme.

—No iba a hacerlo —me sincero, entre besos.

—Sal conmigo —gruñe en respuesta. Suena más como una orden que como una pregunta, pero no me importa realmente.

—¿No vas a plantarme de nuevo? —me aparto para mirarlo.

—¡Oh, tú, pequeña mierda! —exclama, pero está sonriendo—. Ese fue un golpe bajo.

Una carcajada se escapa de mis labios.

—¿De qué hablas? —apenas puedo hablar debido a mi risa escandalosa.

—«Al menos, él no va a dejarme plantada» —hace una mala imitación de mi voz, para después fruncir el ceño con enojo fingido—. Ese fue un golpe muy bajo.

La carcajada que me asalta es aún más ruidosa que la anterior. Hundo el rostro en el hueco entre su hombro y cuello, y su abrazo se vuelve posesivo.

—Me invitó a una fiesta el fin de semana —digo, mientras salgo de mi escondite y le regalo una sonrisa inocente. Su mueca irritada se intensifica.

—¿Sí?, bueno, pues su fiesta puede irse mucho a la mierda —dice casi en un gruñido.

—Como que tengo ganas de ir —miento, sin dejar de sonreír como idiota.

Su mirada se oscurece varias tonalidades antes de envolver su brazo alrededor de mi cintura. De un movimiento rápido, invierte nuestras posiciones. De pronto, mi espalda está pegada a la alfombra del suelo y su cuerpo está sobre el mío. La alarma se detona en mi sistema casi de inmediato.

—Sobre mi cadáver, Maya Bassi —dice y me besa con intensidad.

El pánico estalla cuando sus labios trazan un camino hasta mi cuello. Todo mi cuerpo se tensa cuando succiona la piel de esa zona, y sus manos trazan la curva de mi cintura. El asco y la repulsión se apoderan de mi sistema en ese instante, así que lo empujo con todas mis fuerzas.

—¡No! —mi voz suena más allá de lo aterrorizada.

De pronto, Harry se aparta. Su expresión alerta y confundida se siente como una bofetada, pero no puedo dejar de temblar. No puedo dejar de sentirme asqueada de él y de mí misma.

Lo empujo otro poco y me incorporo en una posición sentada para abrazarme a mí misma. Mis ojos se cierran con fuerza y trato de bloquear todos los recuerdos que comienzan a arremolinarse en mi cabeza.

—Maya… —la preocupación en la voz de Harry hace que las ganas de llorar que tenía hace unos instantes, regresen—. Maya, ¿te hice daño?

—E-estoy bien —sueno patética—. Estoy bien, estoy bien, estoy bien…

Trato de convencerme a mí misma de que realmente lo estoy, pero no puedo detener la sensación enfermiza que se ha apoderado de mi cuerpo. Se siente como si arrancar mi piel a pedazos, fuese la mejor solución para eliminar la repulsión que me asalta.

—Maya, dime… —la súplica en la voz de Harry me rompe en formas que ni siquiera yo misma entiendo, pero no puedo decirle nada. No quiero hacerlo.

Mi mente lucha frenéticamente por inventar una mentira creíble para mi estúpido comportamiento, pero el terror apenas me deja pensar con claridad.

«¡Dile algo!, ¡ahora!, ¡lo que sea, maldición!..».

—N-nunca he… —las palabras salen en un balbuceo incoherente, pero no soy capaz de finalizar la oración. Decirle que nunca he tenido relaciones sería la peor mentira de todas. No quiero mentirle así a él. No lo merece.

—Oh, mierda… —dice, en un susurro preocupado—. Maya, lo siento. No sabía que nunca… ¡Oh, mierda!, lo siento…

—Harry, no es…

—Entiendo —me interrumpe—. Entiendo perfectamente. Lo siento mucho, Maya. No quise hacerte pensar que quería que sucediera. Lo lamento, de verdad.

Quiero desmentirlo. Quiero decirle que no es ese el motivo de mi rechazo…, pero no lo hago. No lo hago porque me aterroriza la forma en la que va a mirarme cuando se entere de la verdad. No lo hago porque nunca nadie me había mirado con la misma intensidad con la que él lo hace.

No quiero que sienta lástima por mí. No quiero que me tenga asco…

—¿Puedo abrazarte? —la preocupación y la angustia en su voz me hacen sentir la peor de las personas.

Él ni siquiera espera por mi respuesta. Se acerca a mí y, con mucho cuidado, me envuelve entre sus brazos.

Me toma unos segundos atreverme a corresponder a su gesto, pero, cuando lo hago, tira de mí en su dirección y me acomoda sobre su regazo.

Quiero sentirme cómoda, pero no puedo hacerlo. No puedo hacerlo porque sé que Harry merece saber la verdad. Merece que sea honesta y le diga todo sobre mí, así como él me lo ha contado todo sobre su vida.

Me digo a mí misma que lo haré. Que buscaré la manera de decírselo y que será pronto. Solo así soy capaz de sentirme un poco mejor conmigo misma. Solo así, soy capaz de abrazar a Harry sin sentir que soy una persona horrible.

~~~

Esta noche es mi primera cita oficial con Harry.

Kim y yo hemos ido a buscar un vestido en nuestra hora de comida y he conseguido que Fred me cubra las últimas dos horas de la jornada.

Harry dijo que estaría en casa pasando las ocho, así que tengo un poco más de una hora para estar lista. Compré, también, un poco de maquillaje y unos zapatos a juego.

Es la primera vez, en mucho tiempo, que gasto tanto dinero en mí. Es la primera vez, en mucho tiempo, que me siento como una chica de mi edad.

El agujero en mi estómago y el latir desbocado de mi pulso no me han dejado en paz en todo el día. Kim no estuvo muy de acuerdo con mi decisión de aceptar salir con él. Dice que debí haberme hecho un poco del rogar después de que me plantó; sin embargo, me ha ayudado a elegir lo que voy a usar sin chistar en lo absoluto.

No le mencioné nada acerca de lo que Harry me confesó. Tampoco le hablé sobre lo que encontré en su armario. No sé cómo reaccionaría si lo supiera. Probablemente, enloquecería; así como yo estuve a punto de hacerlo…

Subo las escaleras a paso rápido y decidido. Corro el tramo que separa el piso de Harry y de mi papá. A pesar de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi, no dejo de sentir miedo.

Es como quien crece temiéndole a algo en específico. Por más tiempo que pase y por más convencido que estés de que no va a dañarte, el pequeño miedo no se va.

Una vez dentro de apartamento de Harry, corro a la ducha. Me aseguro de restregar mi cuerpo con la esponja del baño y mucho jabón. Me cercioro, también, de que mis piernas no necesiten un poco de crema para depilar, y lavo mi cabello varias veces para quitar el olor a comida y especias del Joe’s Place. He descubierto que Harry tiene la manía de hundir su rostro en él, y eso ha hecho que ponga especial atención en su cuidado.

Una vez fuera de la ducha, me enfundo en mi nuevo vestido negro. No es algo elegante o sexi; el escote no es pronunciado y la falda no es muy corta. Es un simple y bonito vestido negro que va perfecto con mis casi inexistentes atributos.

Me aseguro de aplicar un poco más de maquillaje de lo que acostumbro, y trato de acomodar mi cabello hacia a un lado con un par de horquillas en la parte trasera de mi nuca.

Me echo una mirada rápida en el espejo y decido que necesito ponerme un poco más de color en los labios, pero me detengo en el momento en el que el tubo del lápiz labial toca mi piel.

«Harry va a quitarlo de cualquier manera, ¿para qué te molestas en eso?». Susurra la vocecilla de mi cabeza y sonrío como idiota.

Retiro el exceso de producto de mi boca y me miro al espejo por enésima vez. El sonido de la puerta siendo golpeada, me saca de balance.

Mi ceño se frunce en confusión, solo porque nunca nadie viene al apartamento. Harry tiene sus llaves y Johannah también cuenta con un juego para ella.

El golpeteo vuelve a sonar, así que me apresuro por el pasillo hasta llegar a la entrada.

—¡Ya voy! —grito, cuando llaman por tercera vez.

Abro la puerta rápidamente y me congelo en el momento en el que mis ojos se topan con los del hombre que se encuentra de pie en el umbral.

Su mirada fría y calculadora me recorre de pies a cabeza.

—¿Dónde está Bestia?

Ir a la siguiente página

Report Page