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Capítulo 11
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Se encontraba cerca del pie de las escaleras, donde tenía intención de esperar hasta que condujeran la litera de Índigo de regreso a sus aposentos, cuando una figura oscura cruzó ante ella.
Grimya se quedó totalmente inmóvil al reconocer el perfil de Shalune en la penumbra. Entonces, de improviso, una segunda figura surgió de entre el grupo de mujeres y corrió a cortar el paso a la gruesa sacerdotisa. Se trataba de Yima. Shalune vaciló, y luego se volvió en el mismo instante en que la muchacha la alcanzaba.
—¡Shalune! Shalune, ¿conseguiste…?
—¡Chisst! —Shalune se llevó un dedo admonitorio a los labios—. ¡Aquí no…, no ahora!
—¡Pero he de saberlo!
Por favor, Shalune… ¿Has hablado con ella?
No habían advertido la presencia de
Grimya unos pasos más allá, y la loba permaneció inmóvil, escuchando.
—Sí —oyó decir a Shalune—. He hablado con ella, y está de acuerdo en llevar adelante el plan. No me satisface demasiado, pero… lo haremos.
Yima emitió un sonido que tanto habría podido ser un jadeo como un sollozo.
—¡Oh, gracias! ¡Gracias!
—¡Chisst! —repitió Shalune, con vehemencia—. No podemos hablar ahora.
—¿Pero qué pasará con Tiam? ¿Qué debo hacer?
—Déjame a mí a Tiam. Yo se lo diré. Será mejor que lo haga yo, no tú, y también más fácil.
—¿Cuándo lo verás?
—Tan pronto como pueda. Mañana por la mañana temprano, quizá; siempre puedo encontrar un buen motivo para ir al bosque. Ahora… —hizo girar a Yima— estoy cansada y quiero dormir. Regresa con tu madre y representa tu papel. Cuando haya encontrado a Tiam y hablado con él, no te preocupes que te lo diré.
Yima se alejó, y Shalune se encaminó a la escalera, dejando a
Grimya paseando la mirada de la una a la otra por turnos, toda confusa. ¿Cuál era el secreto que estas dos mujeres compartían, el plan del que habían hablado? ¿Sería Tiam el joven que había visto con Yima a la orilla del lago, el hombre al que Yima amaba? ¿Y quién era esta «ella» a la que tanto Yima como Shalune se habían referido? No se trataba de Índigo, como
Grimya había supuesto en un principio, ya que Shalune había dicho: «Está de acuerdo en llevar adelante el plan». ¿Quién, pues?
La loba volvió la cabeza por encima del lomo para mirar el círculo de gente iluminado por la luz de las antorchas. Uluye seguía dando audiencia, y pasaría aún un buen rato antes de que volvieran a subir la litera farallón arriba y pudiera hablar con Índigo en privado. Decidió regresar a la cueva y esperar; y también quería vigilar el nivel en el que Shalune tenía sus aposentos. No creía que la sacerdotisa abandonara la ciudadela esta noche, pero no estaría de más estar alerta. Cuando fuera a reunirse con ese Tiam, quienquiera que fuese, tenía intención de seguirla e intentar descifrar el misterio de una vez por todas.