Aurora

Aurora


Capítulo 18

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Capítulo 18

Salieron al estacionamiento y Aurora no fue consciente de nada, ni siquiera de que salió en los brazos del médico en un mal estado anímico que todos habían notado. Llegaron al auto de Maximiliano donde estaba Peter cuidando de que el bonsái tuviera la suficiente ventilación.

— Ya ven, aquí está sano y salvo, ustedes exageran —les dijo al chico cuando los vio llegar.

—¿Aurora te sientes bien? —le preguntó Maximiliano. Ella negó.

—¿Qué le pasa? —preguntó Peter.

—No lo sé, un tipo estaba cerca de ella y eso le molestó.

—¿Le quiso hacer algo frente a todo el mundo? No lo creo.

—Aurora ¿conoces ese hombre? —Maximiliano la hizo que lo mirara.

—Mi auto está al otro lado, quiero irme a mi casa —dijo con desgane sin poder pensar, evitó contestar lo que Max le preguntaba.

—No puedes manejar así, deja que al menos te lleve.

—No te preocupes —se sujetó la cabeza.

—Pues si debió haber sido algo bien grueso —dijo Peter—. Ni siquiera ha visto el bonsái.

Maximiliano lo miró evitando rodarle los ojos, prefirió no decirle nada volviendo su atención a Aurora.

—Aurora deja que te lleve, estaré más tranquilo dejándote en tu casa, lo haré en tu propio auto y que Peter nos siga en el mío, ¿te parece?

Asintió de manera automática, la chica estaba verdaderamente extraña, quería llorar, estaba conteniéndose las ganas pero no iba a hacerlo delante de Max, no de él.

Maximiliano metió su bolso deportivo al asiento trasero y con cuidado sacó el bonsái, luego le pidió a Aurora lo llevara hasta su auto y al mismo tiempo le indicara el camino a su casa, ella lo hizo porque reconocía que lo necesitaba. Llegando al auto Aurora le dio las llaves, él metió el bonsái en el asiento trasero y luego le abrió a ella la puerta del pasajero. Aurora entró y él luego de entrar también arrancó, le hizo la señal a Peter de seguirlos y de esa manera en un cálido atardecer para ellos pero frío para Aurora, salieron del club dando por concluido el momento de relax que habían intentado tener.

Con la mirada perdida quien sabe dónde la chica no volvió a decir nada más, silencio era lo único que podía ofrecerle a su acompañante en ese momento y él la respetó.

Poco antes de llegar a la casa el móvil de Aurora sonó en su bolso, lo ignoró. Al momento volvió a sonar e hizo lo mismo, ella parecía no escucharlo y eso le preocupó más al médico.

¿Quién

era ese tipo para que la chica estuviera tan afectada por él?

—No podía evitar pensar con seriedad, lo único que sabía era que la mujer que tenía junto a él estaba realmente perturbada y el breve relax en el que la había conocido en otra faceta, se había largado al demonio. No pudo evitar fruncir el ceño con disimulo y tensar los labios. El sonido del móvil lo volvió a desconcentrar y la miró.

—¿No piensas contestar? —le preguntó al ver que ella no reaccionaba.

Aurora parpadeó varias veces reaccionando al escuchar su voz, sacó su móvil para verlo y medio torció la boca, exhaló.

—Ahora no, no quiero hablar con nadie.

—¿Segura no es alguien importante?

—No, no es importante.

Y no era tanto por quien llamaba, sino por lo que involucraba la llamada que era fácil adivinar.

Maximiliano no dijo nada más aunque por su mente pasaron muchas cosas, ¿sería el mismo hombre que ahora la llamaba? Sin querer sacudió la cabeza, no quería pensar eso aunque por la manera tan fría de actuar de Aurora dedujo que no podía ser él, no se había alterado como en el club así que prefirió pensar que la llamada era de algún cliente o uno de sus empleados.

Con ese pensamiento en su cabeza llegaron a la casa de la chica y estacionándose en la acera para entrar por el portón principal, apagó un momento el vehículo.

—Ya llegamos —dijo un poco decepcionado, le hubiese gustado ir un poco más lejos con tal de tener la silenciosa compañía de Aurora.

—Te lo agradezco.

En ese momento el móvil volvió a sonar y al verlo sí contestó.

—Hola Di.

—Aurora ¿ya vienes a la casa?

—Sí ya estoy en Ontario. ¿Cómo estás?

—Yo bien, estoy donde unas compañeras terminando una tarea de diseño y maquetación, en más o menos media hora llego. Te llamaba para recordarte que Mina llega hoy y no quería que llegara y no encontrara a nadie en la casa.

—¿Te llamó?

—No y me extraña, ¿y a ti?

—Tampoco pero no hay que preocuparse, ya sabes cómo son los vuelos, esperemos saber si viene directo desde Miami o hizo alguna otra conexión.

—¿No se habrá ido a Chicago? —la chica sonrió.

—No, no lo creo, recuerda que mañana debe presentarse a su trabajo, ya sus vacaciones obligadas se le acabaron.

—Y la luna de miel, también —se carcajeó.

—Si también, yo ya llegué a la casa, aquí la voy a esperar, estoy muy cansada y no pienso volver a salir. Más le vale que no me llame desde L.A. porque si es así que busque otro vuelo que la traiga a Ontario, yo estoy sumamente agotada y me quiero meter a la cama hasta mañana.

—Como te dije yo llegaré en un rato, a ver quién llega primero si ella o yo, nos vemos luego.

—Si está bien, te espero bye.

—Bye.

Colgó y exhalando se reclinó un momento en el asiento, sentía la mirada de Maximiliano sobre

ella y eso le apenó un poco.

—Gracias por traerme Max y lamento… que hayas sido testigo de… una desagradable escena. —Aurora bajó la cabeza, no quería verlo.

—Tranquila —él se atrevió a sujetarle una mano, de verdad estaba algo preocupado—. No te preocupes, afortunadamente no pasó a más.

—Si no hubieras estado conmigo… —susurró pero a la vez se detuvo, era mejor ya no hablar de más. No quería sentirse vulnerable, no más de lo que ya estaba, se sentía expuesta a él, a un extraño que apenas había conocido hacía unos días atrás y como sea eso le avergonzaba.

—Pero lo estuve y lo agradezco, no tienes que decirme nada —se atrevió a levantarle la cara sujetando su mentón—. Como tampoco debes avergonzarte de nada, no te sientas en la obligación de darme explicaciones, agradezco haber sido útil.

—Gracias —se limitó a decir, el estado anímico de Aurora no estaba bien.

—¿Estarás bien? —preguntó sabiendo que su semblante le decía lo contrario.

—Sí, no te preocupes.

—Tienes mi número, si necesitas algo…

En ese momento volvió a sonar el móvil de Aurora y al ver ella —otra vez— el número en la pantalla resopló fastidiada, le hizo una señal al médico de que la esperara un momento y mejor contestó.

—¿Sí?

—Aurora soy Alonso, disculpa mi insistencia en llamarte.

—Lo siento pero vengo llegando de Los Ángeles. ¿Qué pasa?

—Con razón no has visto las noticias.

—¿Noticias?

Aurora arrugó la frente, si era algo que nunca hacía era ver las noticias a ninguna hora del día, lo peor para ella era comenzar un día con malas noticias a nivel mundial que le pusiera los ánimos por el suelo porque para colmo, el 60% de ellas eran malas y por eso las evitaba.

—Aurora acaban de arrestar a Lucas, la familia no pudo hacer nada, se lo llevaron —insistió él.

—¿Cómo? —Aurora sintió un golpe en el pecho y no por él sino por lo que su hermana iba a sentir al saberlo, se llevó una mano a la boca.

—Mis tíos están muy mal, por favor Aurora avísale a Ariadna, yo veré si consigo un permiso para volar a más tardar mañana por la tarde o pasado mañana, debo estar allá.

Aurora no sabía qué decir, sentía que todo se había juntado en sólo un momento de la tarde.

—¿Aurora?

—Sí aquí estoy, es sólo la impresión, como te dije vengo llegando de Los Ángeles, déjame al menos terminar de llegar a mi casa, además espero la llegada de mi hermana mayor también. Déjame asimilar esto, déjame informarme ya que estoy aquí, dependiendo de eso veré si hablo con Ariadna, te recuerdo que está en Europa por lo tanto… —miró su reloj de puño—. Allá ya es muy noche, debe estar acostada.

—Yo seguiré informándome desde aquí mientras arreglo mis maletas, por favor avísame lo que sea.

—Está bien, seguimos en contacto, adiós.

—Gracias, adiós.

Colgó y volvió a exhalar sujetándose la cabeza.

—¿Problemas? —preguntó Max.

—Más o menos, vaya día, pero no te atraso más, gracias por traerme —salió de su auto para rodearlo y volver a entrar para tomar el volante y llevarlo hasta el garaje.

—Ha sido un placer —él salió sin remedio.

Estando afuera Max pudo ver el gran muro de piedra que rodeaba la enorme casa, silbó asombrado.

—Y gracias por cuidar del enano —le dijo la chica haciéndolo reaccionar.

—¿Enano? —se desconcertó al mirarla.

—Sí, me refiero al bonsái, gracias, veo que sigue igual de precioso, prometo cuidarlo muy bien.

—Ah sí —sonrió permitiéndole a ella entrar al auto otra vez—. Ya te dije, todo ha sido un placer.

—Gracias.

—¿Quieres que te ayudé a abrir el portón —preguntó él notando que era de hierro y muy pesado.

—Tranquilo, no es necesario —al momento ella tocó un pequeño botón de un dispositivo que colgaba de su llavero. El portón comenzó a abrirse haciendo que, el médico a su vez se asustara por el sonido tan lúgubre que había hecho el mismo al moverse—. Somos mujeres y como tales queremos la comodidad, es eléctrico.

Al abrirse, Max evitó también abrir la boca observando la preciosa casa que estaba en el interior y de pronto se sintió algo menos, no imaginaba que Aurora viviera en semejante residencia y comenzó a creer que era una chica adinerada e importante.

—¿Qué pasa? —insistió ella al notarlo.

—No, nada, preciosa casa —susurró él.

—Gracias y de nuevo te agradezco el haberme traído —encendió motores.

—Aurora… —insistió él con valor.

—¿Sí? —se detuvo a mirarlo.

—¿Me aceptas una invitación para almorzar?

Aurora lo miró sin saber qué responderle.

—No sé… como está mi agenda de mañana, déjame chequearla y te confirmo.

Sintió que le habían dado con un mazo de cavernícola en la cabeza, ¿en qué momento abrió la boca sin pensar?

—Está bien —sonrió de lo más natural aunque por dentro se sintiera un completo estúpido.

¿Cómo se le ocurría invitarla a comer? Ella debía estar acostumbrada a otras cosas, además había delatado su interés y en el peor momento. No quería que ella pensara que su casa lo había impresionado y que ahora habían otros intereses materiales de por medio. Exhaló.

Se medio sonrieron y él dejo que ella se dirigiera a su casa mientras él, caminaba para encontrarse con Peter que lo esperaba al otro lado de la calle y quien tampoco dejaba de ver la casa, hasta que el portón se cerró otra vez.

—¡Jesucristo! ¿Aquí vive ella? —inquirió un asombrado Peter mientras se hacía a un lado para que Max se sentara al volante.

—Impresionante ¿verdad? —Suspiró el doctor—. Ella es importante y yo… no puedo aspirar a nada más.

—¿De qué hablas hermano? Tú tienes lo tuyo, no te menosprecies —le sacudió el hombro derecho—. No eres adinerado pero tienes justo lo que necesitas, estabilidad, tienes tu apartamento, un Montero Sport del 2009, tu propia clínica en la que ejerces tu carrera. ¿Qué más quieres?

Max lo miró elevando una ceja encendiendo su camioneta Mitsubishi, el color nacarado del cobre era lo que le gustaba a Peter sin contar la comodidad del interior.

—Y si la quieres a ella también puedes tenerla —concluyó el moreno de lo más tranquilo.

Maximiliano negó suspirando algo desanimado y arrancó.

Entrando Aurora a la sala con todo y maletas luego de dejar su auto en el garaje el teléfono fijo sonó, resopló otra vez porque realmente se sentía cansada y ya no quería saber nada de nadie, además sabía que si era alguien muy cercano la llamaría a su móvil así que ante la insistencia del aparato en sonar y sonar sin parar, decidió contestar.

—Diga —evitó hacerlo de mala gana pero omitió el saludar.

—¿Aurora o Diana? —preguntó la voz de una mujer.

—Soy Aurora ¿quién llama?

—Aurora, gracias a Dios, hola soy Jackie, la amiga y compañera del museo de Ariadna.

—Ah… hola Jackie. ¿Qué tal? ¿Pasa algo? —se sentó un momento en el sofá.

—Aurora ¿no has visto las noticias?

La chica se apretó el tabique, supo por dónde iba.

—No, vengo llegando de Los Ángeles en este mismo momento pero creo saberlo, me lo acaban de decir.

—Lo siento y más por ustedes y Ariadna, ¿crees que deba saberlo?

—No lo sé, dímelo tú, ¿has hablando con ella? ¿Cómo está el ambiente en el museo?

—Pues como ya te imaginas muy mal, es posible que nuestra jefa no regrese en un buen tiempo.

Lo que le pasó es terrible y dudo que lo pueda superar pronto, para colmo esto…

—Jackie supongo que Ariadna está muy bien en Europa, ¿les avisaron sobre la muerte de la chica?

—Tengo entendido que los superiores ya hablaron con el señor Sutherland y están enterados pero aún así, deben cumplir el compromiso y terminar con lo agendado. Además por medio de email nos hemos estado comunicando y sí, Ariadna lo sabe, lo que todavía ignora es lo que acaba de pasar con su ex.

—Y por ese mismo motivo pienso que no debería saberlo, no al menos hoy, además… —volvió a ver el reloj de su puño—. Debe ser media noche allá, no sé, debe estar dormida.

—Sé que hoy tenían un evento en Milán, es posible que aún estén en él y lleguen más tarde al hotel, puede ser que esté despierta.

—Jackie esperemos averiguar todo con mejores detalles, ¿crees que sería justo para ella estar bien en un evento y que luego su gusto se vaya al diablo al saber lo que le pasó a Lucas? Es para que no duerma, va a desesperarse aunque intente disimular que no le importa, para colmo no creo que regrese de inmediato sólo por eso, ella no podrá hacer nada, te aconsejo que no le digas nada, al menos no ahora. Mira yo estoy super cansada y me duele la cabeza, mentiría si te dijera que voy a averiguar más las cosas así que si puedes hazlo tú y si el asunto es bastante feo y crees que ella debe saberlo y que su tranquilidad emocional se vea afectada… pues adelante, no te lo voy a prohibir. Si Ariadna me llama sabré que ella ya está enterada.

—Creo que tienes razón, pero si le ocultamos esto… ¿no crees que se va a molestar con nosotras?

—Es posible, la conozco, Ariadna odia que le oculten las cosas pero podemos correr el riesgo.

—¿En algo tan delicado? Aurora las cámaras de televisión captaron el momento justo cuando sacaban a Lucas de su casa y esposado como cualquier delincuente.

—¿Cómo?

—Así es, fue algo humillante para la familia, el señor Andrew no pudo hacer nada para detenerlos y se vio cuando abrazó a su esposa que casi se desvanece. Fue horrible, ellos como familia no se creen esto, es posible que él y su abogado estén ya en la policía.

—Es triste pero no podemos hacer nada, ni la misma Ariadna sabría qué hacer en este momento.

Haz lo que te digo, averigua todo lo que puedas o está al tanto de lo que los noticieros puedan decir, si el asunto se complica y es lógico que lo hará, entonces comunícate con Ariadna si puedes. Yo prometo… intentar averiguar algo después, tal vez más noche o mañana, como te dije vengo llegando de un evento de trabajo en Los Ángeles y estoy agotadísima. Además no sé si sabes que Minerva no está en la ciudad y también llega hoy, la estamos esperando.

—No te preocupes, haré lo que me dices, esperaré averiguar algo más y si el asunto se complica… veré como me comunico con Ariadna, total, es un asunto que indirectamente afecta al museo y mañana por la mañana esto será la comidilla del lugar, por lo menos sé que al señor Sutherland le avisarán.

—Bueno pues cualquier cosa nos avisas, aquí estaremos en la casa, ¿ok?

—Está bien y descansa, saludes a la demás chicas.

—Igual y gracias por preocuparte por Ariadna.

—De nada, adiós.

—Adiós.

Aurora colgó y reclinándose en el sofá resopló, realmente se sentía agotada, ese domingo le había resultado sumamente agotador y no sólo en el aspecto físico. Primero, la preocupación que tenía por la ingrata de Rebecca desde la madrugada, segundo, su actitud que no sabía cómo catalogarla lo cual ya era algo perjudicial para la agencia, tercero, el regresar a la ciudad y decidir encontrarse con el doctor asunto que aún no tenía claro por qué lo había hecho aunque la excusa del Bonsái le resultara acertada. Luego las llamadas insistentes de Alonso, el problema de los Farrell que la hacía negar con decepción, la llegada de Minerva que la tenía nerviosa porque aún no lo hacía, la llamada de Jackie que la puso un poco nerviosa por querer comunicarse con Ariadna y decirle lo que pasa con su ex, eran tantas cosas que se le habían juntado en un momento que el exhalar no le valía para tranquilizarse. Tenía demasiado en la cabeza y el pensar le hacía que le doliera más pero lo peor de todo había sido lo que pasó en el club, allí radicó su error. Nunca se imaginó que su encuentro con el doctor le fuera a resultar con un sabor tan amargo después, reencontrarse con alguien de su pasado de quien creyó nunca más volver a saber era lo último que se hubiera imaginado, aunque tenía la advertencia de su recepcionista cuando recibió su mensaje, era inevitable y seguiría siéndolo. En el fondo de su corazón sabía que él no iba a desistir y el que la buscara sin la menor vergüenza, era la mayor prueba que tenía de su determinación. Con un cúmulo de sensaciones que la perturbaban llevándose su paz, subió a su habitación para tener un momento con ella misma y poder pensar.

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