Aurora

Aurora


Capítulo 33

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Capítulo 33

Maximiliano no podía creer la providencia que le favorecía, lo que Aurora le había confesado lo hacía feliz, ambos sentían lo mismo y podían corresponderse pero aún había algo más que lo atormentaba y sabía que no era justo para ella. En ese momento todo le pasó muy rápido y ya no supo cómo es que estaban en esa situación, tan cerca y unidos que temía que la magia se acabara y no se equivocó. Justo en el momento en que pudieron besarse por primera vez el teléfono sonó, asustándolos a ambos y haciéndolos reaccionar.

—Debo contestar —susurró él sin remedio.

—Y yo ir a vestirme, el tiempo pasó muy rápido y mi ropa ya debe estar seca —evitó desilusionarse.

—Ve —la instó él ante el escandaloso de la mesita que no se callaba—. Seguramente la llamada es de Los Ángeles para confirmarme.

—Suerte —sonrió.

Aurora se levantó y se dirigió a la secadora, ya su ropa estaba lista, sacó los zapatos de detrás del refrigerador y luego caminó hacia la habitación de Maximiliano mientras él atendía su llamada.

Se miró frente al espejo de su armario, era otra y no se arrepentía de lo que había dicho, ¿para qué negarlo? ¿Por un tonto orgullo que ya no tenía? Sonrió mientras se desvestía, era una lástima quitarse la pijama de Maximiliano pero no había remedio, la dobló con esmero y perfección dejándola en la cama. Se vistió rápidamente sintiendo que en cualquier momento él podía tocar la puerta y ya no quería darle más motivos para fantasear con ella. Sonrió otra vez sintiéndose traviesa.

Luego de estar lista, de calzarse con unos zapatos placenteramente tibios, peinarse de nuevo su cabello y de arreglarse un poco frente al espejo gracias al maquillaje que andaba en su bolso se sintió lista para salir. A través del espejo notó un pequeño librero que el médico tenía en una esquina cerca de la cama y quiso saber —como buena curiosa— qué clase de lectura era de su gusto, sin contar sus libros de medicina. Se acercó y comenzó a ver, en efecto había tomos de medicina veterinaria que seguramente consultaba por las noches, también otros de medicina general y hasta de psicología por eso ya no le extrañó su forma “intelectual” de ser y que le encantaba a ella. También había libros de Tolkien, C.S. Lewis y G.R.R. Martin, sonrió al notar unas pequeñas figuras de Woody y Buzz, también de Simba, Timón y Pumba y hasta del Rayo McQueen que tenía, suspiró y entendió lo del alma de niño por lo que también él había comprendido a Diana.

—Es un precioso niño —se dijo muy sonriente.

Pero antes de retirarse del librero en la parte alta miró otros libros sobre medicina alternativa, natural y hasta oriental que no le extrañaron, salvo uno que si llamó su atención.

“El amor y erotismo según el Tao”

decía el lomo, cuando Aurora miró el libro le pudo la curiosidad no por lo que era el libro que lo sabía a la perfección sino porque estaba dentro de la colección que Maximiliano tenía en su estantería y quiso saber por qué. Se empinó aún más en sus tacones, lo sacó y lo hojeó, la primera parte del índice no le mostraba nada del otro mundo, lo que era el Tao y su breve historia y sus principios, cosas que a ella poco le interesaban porque no era muy dada a la cultura asiática salvo por alguna decoración y en la comida, en las dietas saludables para un mejor estilo de vida porque en lo demás nada. Sólo las películas de uno que otro reconocido actor asiático le gustaban pero de eso a lo demás pasaba, no eran su tipo de hombre, no hallaba atracción física en ellos pero al seguir mirando la segunda parte el índice del libro se dio cuenta del porqué del título del mismo: 1) La técnica del masaje erótico taoísta. 2) El horóscopo sexual basado en el ying/yang. 3) La caricias preliminares entre pareja. 4) ¿Qué y cuál es el beso erótico? 5) Ritual del beso en el cuerpo. 6) El arte de acariciar los pezones. 7) El arte del sexo oral; ¿Cómo debe ser entre hombre y mujer? 8) ¿Cómo debe ser el sexo oral en la pareja para llegar a la cumbre del placer? 9) La importancia de los sentidos a la hora del sexo. 10) Haciendo el amor; ¿conoces las mejores posturas? 11) El placer de la penetración profunda. 12) Reacción a la excitación femenina y masculina. 13) La señal del deseo y sus respuestas. 14) La masturbación. 15) El placer del orgasmo.

Aurora ya no podía ni con el índice menos con lo que todo el libro podía contener, lo medio hojeó y vio que también era ilustrado, tragó disimuladamente, no creyó encontrar algo así entre sus cosas pero al menos entendía lo del gusto por el bonsái y el breve masaje que le había hecho.

Rápidamente observó si por casualidad no estaba también el Kamasutra, pero al escuchar que Maximiliano se acercaba puso el libro en el estante otra vez y corrió a pararse frente al espejo fingiendo arreglarse.

—¿Aurora? ¿Todo bien? —tocó él la puerta al preguntar.

—Sí claro, pasa —contestó con naturalidad, no podía mostrarse nerviosa.

Al verlo entrar en un reflejo apretó las piernas.

Verla él de nuevo como la ejecutiva lo hizo temer porque hubiese algún cambio en ella y que, lo que acababa de pasar no significara nada, se sintió apenado.

Aurora terminó de ponerse un poco de perfume y sonriendo se acercó a él. ¿Cómo era posible que a simple vista pareciera un hombre tímido teniendo mucho conocimiento en materia sexual como buen médico que era? No sabía si era imaginación de ella pero parecía no encajar.

—Es una lástima que debas irte —suspiró él al verla.

—Siento lo mismo pero no tengo remedio, si no atiendo a esta mujer…

—¿Tan importante es?

—Eso dice, el caso es que… debo hablar con ella a solas primero antes de que… es algo familiar, no te preocupes. Esta mujer puede decirme cosas que yo no sé y aunque a veces es mejor no saber… creo que en este caso debo arriesgarme. Es por el bien de mis hermanas.

—Bueno pues siendo así no te atraso más —le indicó que saliera primero de la habitación—. Sólo quiero que sepas que si necesitas algo… más…

—Lo sé —se giró ella para verlo—. Sé que puedo contar contigo.

—Llámame a la hora que llegues a tu casa —insistió él—. Sólo sabiéndote en tu casa yo estaré tranquilo, no importa la hora, yo estaré despierto hasta pasada la media noche.

—Está bien, no creo pasarme de las nueve o diez pero está bien, te agradezco el que te preocupes.

Atravesaron la sala a la vez que él le daba instrucciones de apretar el interruptor interno de su apartamento cuando ella llegara a la entrada del edificio, para así él saberlo y de la misma forma abrirle la puerta para que saliera del mismo. Recordó que había olvidado decirle lo mismo a Diana, pero seguramente tuvo la suerte de salir cuando alguien más lo hacía o entraba. Antes de llegar a su propia puerta y abrirle a la chica, ella misma lo detuvo sujetando su mano.

—Max… —lo miró a los ojos sin parpadear.

—¿Sí?

—No he cambiado de parecer —le hizo saber con seguridad como si adivinara sus pensamientos, él sonrió—. Sigo sosteniendo lo que te dije.

—Yo también —susurró él.

El haberla visto llorando, así tan frágil y vulnerable con eso se daba por satisfecho para saber que bajo su apariencia de mujer fría, existía un ser muy diferente y que podría ser su complemento.

Aurora sonrió y sin decir más se acercó para darle un beso en la mejilla, lento e intenso, luego con el pulgar acarició ese punto y abriendo la puerta salió. Al hacerlo él pudo suspirar extasiado.

Ahora ella se dirigía a otro lugar, a uno muy diferente a la calidez que le había demostrado el médico y su estado de ánimo estaba cambiando otra vez. Con Maximiliano podía sacar lo bueno de ella pero con otras personas era todo lo contrario y sabía que con la dichosa “tía” podía sacar lo peor de ella y hacerle salir canas de todos colores por el coraje que iba a pasar. Aún no le perdonaba a esa mujer el que como “pariente” nunca las buscara ni aún muriendo sus padres, pero sabía que ese asunto ya lo iba a saber por fin y si de algo estaba segura era de no poder justificarle nada.

Quince minutos más tarde llegó a la dirección que tenía. Era una residencia en las afueras de la ciudad muy lujosa, privada y bastante grande, evitó impresionarse al ver el alto muro de piedra cubierto por hiedra que poco dejaba ver la roca. Se estacionó y bajó. Tocó un timbre.

—¿Diga? —salió un guardia de seguridad.

—Busco a la señora Raissa McQueen, soy Aurora Warren y está esperándome.

—Pase adelante —le indicó la entrada.

La chica caminó unos cuantos metros de angosto camino empedrado que la llevaba directo al pórtico de la casa, la misma tenía un clásico estilo italiano como las edificaciones de la Toscana.

Luego de tocar el timbre de la puerta —que sonó igual al Bing Ben— una sirvienta salió y la invitó a pasar y a sentarse. Le ofreció algo de tomar pero la chica se negó, minutos después una regia, elegante y fría mujer bajaba los escalones para encontrarse con ella, se saludaron a distancia como dos completas desconocidas y después de invitarla a pasar a un despacho, se encerraron allí. Era el momento de la verdad.

La visita resultó ser algo que jamás esperó y poco después de las diez de la noche, Aurora regresaba a su casa con una serie de sensaciones que la tenían abrumada y con el mismo peso, de ser quien decidiera hablar con las demás chicas sobre la mujer que había llegado a sus vidas. Exhaló intentando controlarse y no mostrar evidencia anímica de no sentirse bien. Luego de entrar a su casa y cerrar la puerta no se esperaba que sus hermanas estuvieran despiertas y atentas a su regreso, al menos rogaba no volver a hablar en lo que restaba de la noche y meterse de un solo a su cama pero no le había resultado así gracias a la curiosa de Diana, que por poco y le cae encima de un brinco.

—Aurora dime, dime por favor —la llevó a la sala donde también estaba Minerva ya en pijamas—. Dime cómo te fue con él, quiero saberlo todo.

—Esto que hiciste hoy no te lo dejo pasar Diana, te excediste.

—Ay no exageres, más bien agradécemelo, ¿lo conociste más? —se sentó en el sofá.

—¿Quieres saber si estuve con él? —Le levantó una ceja, Diana asintió mordiéndose los labios—. Pues no Diana, lamento decepcionarte, ambos nos comportamos a la altura, no hubo sexo, ni siquiera besos, ¿contenta?

La cara de alegría de la benjamina se transformó en todo lo contrario ante lo que había escuchado por boca de Aurora.

—Aurora voy a ¡¡¡¡MATAAARTEEEE!!!! —gritó Diana a la vez que mordía con fuerza uno de los cojines del sofá acuclillándose en posición fetal.

Tanto Aurora como Minerva se taparon los oídos, a veces los arrebatos de Diana eran como para darle de nalgadas y recordarle que ya estaba bastante grandecita para hacer esas escenas. Todo el escándalo era porque esperaba tener noticias “positivas” de su hermana que obvio no obtuvo.

—Diana no exageres —le dijo la gemela mientras se sentaba en otro sillón.

—Es que ni Ariadna va a perdonarte esto, es más, ella no hubiera sido tan tonta ni perdido el tiempo, ella si hubiera captado mi mensaje —le reprochó molesta.

—¿Mensaje? Mira niña aquí la que te puede dar de nalgadas soy yo, utilizaste un truco muy gastado para hacer que Maximiliano y yo quedáramos solos.

—¿A ver? —Comentó Minerva por fin sentada en otro sillón dirigiéndose a Diana ya que sólo se había limitado a escuchar—. Quiero saber los pormenores del asunto ya que me hiciste salir de la cama y esperar a que llegara Aurora.

—Mina es que ni te imaginas lo que… —comenzó a decir Diana ofuscada sentándose otra vez y encogiendo las piernas, ni siquiera sus Backstreet Boys iba a poder contentarla—. Ay!!!!!! Es que lo planeé tanto.

—Já, lo confiesas —atacó Aurora achinándole los ojos.

—¿Y qué planeaste Diana? —inquirió Minerva con tranquilidad.

—Pues nada más y nada menos que Aurora tuviera un tiempo a solas con su doctor, que pudieran conocerse mejor y que… también lo terminara probando de una vez.

Las dos mayores abrieron la boca ante lo que Diana decía, vaya que era descarada al confesar.

—¿Quieres decir que terminara en la cama con él? —insistió Minerva siendo más específica.

—Sí, eso mismo, ay Mina es que si lo hubieras visto… es alto, mucho, con un cuerpo atlético, una piel nácar que dan ganas de acariciar, el azul intenso de sus ojos es divino a pesar de sus lentes pero eso lo hace más interesante. ¡¡¡Ay!!! y su manera de hablar, el timbre de su voz…

—Parece que la enamorada eres tú —le dijo Minerva.

—No sé qué diablos tiene Aurora en la cabeza —insistía enojada—. ¿Es que piensas volverte monja o qué? —se giró hacia la gemela.

Aurora le torció la boca sin querer contestar.

—Hasta me metí a una página del horóscopo para saber más de Tauro —insistió Diana—. Dice que es tierno, apasionado, sensual, amante de las caricias y que adora tomarse un preámbulo antes del sexo el cual disfruta como él quiera. Le gusta sentir que la temperatura le suba de a poco, tiene una mente abierta y está dispuesto a probar todo, ¿y sabes que es lo mejor? Que es perfectamente recomendado para Libra y seguirle el ritmo.

—Diana dime una cosa —se metió Minerva otra vez evitando reírse—. ¿Piensas que porque Aurora y ese doctor son amigos deban ya… meterse a la cama?

—Pues es él o Alonso. ¿Qué signo será? Voy a averiguarlo, creo que debe ser Aries, estos son dominantes en la cama.

Aurora resopló maldiciendo el momento en que el dichoso horóscopo obsesionara a Diana y Minerva sonrió por las ocurrencias de la menor.

—Es que… —rugió Diana llevándose las manos a la cabeza ofuscada—. No me cabe en la cabeza el que estuvieran solos más de dos horas y no hubiera ni siquiera un beso, ¿sabes qué? —Se volvió a la gemela otra vez señalándola—. Mis planes no saldrán mal.

Se levantó acercándose al teléfono.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntaron al mismo tiempo sus hermanas.

—A llamarlo e invitarlo a cenar.

—¡No! —Aurora se encontró con ella arrebatándole el teléfono.

—¿Te volviste loca? —le dijo Minerva a su hermana menor.

—No harás eso Diana, mira la hora, es muy tarde —le dijo Aurora molesta—. No es hora de cenar, además él no puede dejar solos a los cachorros que tiene a su cuidado, uno de ellos está recién operado, ¡¿puedes madurar por Dios?!

Diana bramó taconeando el suelo y volvió a sentarse cruzándose de brazos, sus mejillas infladas las tenía muy sonrojadas y era por el enojo.

—Ya basta por favor, no peleen —les dijo Minerva cansándose del asunto—. Diana no es tu deber hacerla de Cupido ni buscar excusas si crees que Aurora necesita un hombre y tú Aurora… —se volvió a la gemela—. Será mejor que no te engañes ni te hagas del rogar, ¿cuál de los dos te gusta más? ¿Alonso o el médico?

La gemela miró a su hermana mayor con asombro mientras Diana seguía dando cuerda.

—Sí confiesa, ¿cuál de los dos eh? —la provocó.

—¿Esa es la manera que tienen para apoyarme en lo que decida? ¿Creen que mis sentimientos son un juego? —las miró con decepción.

—Yo sólo te recuerdo que un ex tuyo anda loco y suelto y para colmo gracias a él también hay un Alonso golpeado, ¿puedes manejar eso? —Le hizo ver Minerva—. Me parece que te guste o no tienes un compromiso con él.

—¿Mina insinúas que Aurora debe decidirse por Alonso y corresponderle? —le preguntó Diana.

—Yo no sé qué pensar de todo esto, sólo sé que hay dos hombres interesados en un témpano con cuerpo de mujer que es la indiferencia andante y un tercero dispuesto quien sabe a qué —evitaba ofuscarse también—. Aurora… —se volvió a ella otra vez ya en una súplica—. Por favor, ya estás bastante grandecita como para dejar a un lado tu aversión al género masculino y darte otra oportunidad. Agradece lo que la vida te brinda, pesa en una balanza lo que sientes por uno y por el otro y sencillamente lánzate al agua por el que quieras. Nunca lo sabrás hasta que lo intentes.

—¿Tú me dices eso? —Inquirió con seriedad—. ¿Tú que estabas dispuesta a vestir un luto toda tu vida?

Minerva la miró sin poder evitar un golpe en su corazón al escucharle decir eso, Diana también se sintió mal pues las cosas estaban poniéndose más tensas gracias a ella misma y si había algo que no soportaba, era que entre ellas estuvieran peleadas.

—No chicas… —se metió intentando arreglar la situación.

—Tienes razón Aurora. —Minerva le contestó obviando el nudo que comenzaba a formarse en u garganta, si algo tenía claro era que el recuerdo de Leonardo le pesaba demasiado—. Seguramente yo no soy la más apta para decirte las cosas pero si para hacerte saber lo que es tener una segunda oportunidad de vivir. Leonardo nunca me faltó, él era perfecto, merece que lo que me reste de vida lo dedique a guardar su memoria como lo más sagrado y aún así me doy otra oportunidad, una que sólo Rick puede darme y con quien decido tomarla. ¿Y tú? ¿Sólo porque un estúpido te rompió el corazón decides cerrar las posibilidades a otros? ¿Piensas envejecer habiendo perdido el tiempo en el que pudiste volver amar y dejar que te amaran? ¿Vas a dejar pasar la oportunidad que la vida te brinda de ser feliz, conocer el amor y formar tu propia familia?

Las lágrimas de Aurora se desbordaron por sus mejillas y el mismo nudo que ahogaba a Minerva la estrangulaba también a ella, nada era sencillo. No sólo era de decidirse por uno y probar tener una relación, no sabía cuán pasajero o perdurable podía ser pero la cruz que ella cargaba era demasiado pesada, una que sabía ningún hombre iba a entender por el estigma que significaba y volver a sufrir era algo que no estaba para ser negociado.

Minerva al ver que ella no dijo nada más se secó una lágrima y caminó rápidamente hacia su habitación, nada era más doloroso para ella que el que le tocaran el recuerdo de Leonardo, era muy egoísta en cuanto a eso. Aurora bajó la cabeza y limpiándose las lágrimas subió a su habitación también, Diana quiso detenerla pero se lo impidió, ya no quería hablar más. La menor de las Warren comenzó a llorar también sintiéndose mal, una tonta discusión infantil causada por ella terminó hiriendo a sus hermanas y eso no iba a perdonárselo.

Esa noche cada quien lloró por su lado.

Luego de fingirle estar bien a Maximiliano cuando lo llamó para decirle que ya estaba en la casa, Aurora se desahogó soltando todo lo que tenía encima acostándose en su cama a llorar. Todo lo tenía revuelto y sentía que estaba demasiado sentimental, lloró por Maximiliano y su padecimiento, lloró por la plática que había tenido con Raissa en donde de nada valía arrepentirse de algunas cosas y también lloraba porque una simple broma de su hermana las había distanciado por hablar de más. Le dolía su pecho, le dolía su corazón al haber herido a Minerva y reconocía que sus palabras eran muy ciertas pero ¿y que de ella? ¿Quién la entendía a ella? ¿Por qué no podía compartir con sus hermanas lo que le pasaba? ¿Por qué había decidido sufrir sola y llevar de esa manera ese peso? ¿Es que no había solución? Empapó la almohada con sus lágrimas, algunas situaciones no eran justas y eso ella lo vivía en carne propia. Después de desahogarse y tranquilizarse lo pensó, no iba a poder dormir así, limpiándose la cara y saliendo de la cama se dirigió a la recámara de Minerva. Estando frente a la puerta exhaló impulsándose valor y sin tocar abrió lentamente.

—¿Minerva? —susurró con voz baja al ver que todo estaba en oscuras.

Entró aún sin obtener respuesta y se acercó a la cama con la sola claridad de la ventana.

—¿Mina? —volvió a decir tocándole un hombro.

El cuerpo de su hermana se giró hacia ella soñolienta.

—¿Aurora? —se desconcertó, perdió la noción del tiempo.

Se incorporó encendiendo su lámpara y miró su reloj en la mesita, faltaban quince minutos para la una de la mañana.

—Minerva perdóname. —Aurora la abrazó con desesperación volviendo a llorar.

—Aurora tranquila —la abrazó también acariciándole el cabello—. Fue algo sin importancia, no te preocupes.

—Si hubiese sido así no te habrías molestado por mi comentario y dada por terminada la conversación dejándonos en la sala. Yo tuve la culpa, no debí herirte.

Se miraron de frente y se sujetaron las manos.

—Hablamos de más, eso fue todo y también tuve la culpa —contestó Minerva quitándole las lágrimas a su hermana—. Reconozco que no medí mis palabras, eres como eres y debemos respetarte

así como dijiste, sé que seguramente no soy el ejemplo para decirte algunas cosas…

—No hermana —la interrumpió—. Tienes todo el derecho de decirme tu opinión y tus consejos que sé, que son para mi propio bienestar.

—Pero no lo hice bien.

—Pero me dijiste una gran verdad, Leonardo merece todo lo que decidas hacer por él aunque ya no esté y yo, no tengo porqué seguir con mis estupideces por las experiencias que tuve. Eso no debe frenarme al contrario, deben hacerme crecer y no hundirme.

—Me alegra que pienses así, el reconocerlo ya es un gran paso para ti. Debes vivir Aurora, vive, no tengas miedo de volver a enamorarte, arriésgate. Tanto Alonso como el médico te inquietan, conócelos a ambos pero… tampoco les hagas crecer esperanzas porque luego tendrás un buen lío.

—Y ese es el problema, Alonso… me ha confesado que le gusto y Maximiliano también, el problema con Alonso no es que sea sólo primo de Lucas sino que él todavía hace unos días estaba interesado en Ariadna que fue a la que conoció primero. A mí me conoció en el aeropuerto de Los Ángeles el mismo día que te fuiste con Rick y aunque según él está consciente de nuestras diferencias, también dice estar seguro de lo que siente y según él, yo le atraigo más.

—Vaya, al menos es sincero y no te ocultó eso pero recuerda lo que hay de por medio, peleó por ti y parece que se siente muy a gusto por eso, no es fácil reconocerlo pero eso en parte te compromete con él.

—Alonso está en Cucamonga en reposo y creo que el sábado se va de regreso a Toronto, me dijo que tiene una oportunidad, algo así como una beca con una empresa de allá y le interesa mucho, no puede desaprovecharla.

—Está bien que piense en su futuro pero no creo que a distancia logre algo más contigo y menos, si tienes muy cerca al médico, ¿qué de él? Diana no se cansa de alabarlo, realmente esperaba buenas noticias.

—Apenas y uno sabe algo del otro, no voy a decirles más.

—Aurora… lo que debes hacer es pensar muy bien la clase de relación que quieres con ellos, si es sólo amistad no hay problema pero si ellos van tras otra cosa… si tienes menudo lío y lo mejor es que te sinceres con cada uno.

Aurora bajó la cabeza, eso le preocupaba más y peor estando ya los padres de Alonso de por medio, al parecer se había ganado la simpatía de Deborah y el saber que no iba a poder corresponderle a su hijo iba a meterla en problemas.

—Tú tranquila —insistió Minerva—. Trata de descansar, piensa en lo que sientes por cada uno y decide con tiempo, es tu vida y vívela como quieras.

—Gracias y prometamos que no volveremos a pelear —la abrazó Aurora.

—Olvídalo, nuestros lazos son más fuertes que una tonta pelea —sonrió—. Ya será otro día, otro comienzo y siempre seguiremos siendo hermanas por encima de lo que sea.

—Y aunque tengamos diferencias siempre estaremos unidas.

Las chicas se apretaron en un solo abrazo y después de eso Aurora volvió a su cama. Pensó en ir a despertar a Diana pero sonriendo con picardía desistió, ese sería su pequeño castigo si no lograba dormir por lo que había hecho esa noche.

 

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