Aurora

Aurora


9. Mi nueva vida

Página 12 de 27

—Sí, sí, lo sé. —Se volvió de nuevo a mí—. Bueno, haré lo que pueda por ti, Dawn, pero me temo que aún no he recuperado mis fuerzas. Espero que lo comprenderás.

—Claro que lo hará —contestó mi padre.

—Después de un tiempo, cuando hayas aprendido a comportarte en sociedad, daremos una pequeña fiesta para celebrar tu regreso a casa. ¿Verdad que será agradable? —me preguntó sonriendo.

—Sé cómo comportarme en sociedad —repliqué borrando la sonrisa de su cara.

—Pero claro que no sabes, querida. A mí me costó años y años aprender la etiqueta adecuada y yo fui educada en una casa bien, rodeada de cosas buenas. Gente de buena posición iban y venían constantemente. Estoy segura de que no conoces la forma correcta de saludar a una persona o cómo hacer una reverencia y mirar hacia abajo cuando alguien te hace un cumplido. No sabes cómo sentarte en una comida de etiqueta, los cubiertos que tienes que usar, la forma apropiada de tomar la sopa, de poner mantequilla al pan y coger las cosas. Hay mucho que tienes que aprender ahora. Trataré de enseñarte todo lo que pueda pero tú tienes que tener paciencia, ¿vale?

Desvié la mirada hacia otro lado. ¿Por qué ahora eran importantes para ella todas estas cosas? ¿Acaso no íbamos a tratar de conocernos? ¿Qué se podía hacer para tener una verdadera relación madre-hija? ¿Por qué no tenía interés en lo que yo quería y necesitaba?

—Y también podemos hablar de temas femeninos —dijo. Levanté los ojos con interés.

—¿Temas femeninos?

—Por supuesto. No podemos mantenerte con este aspecto todo el tiempo.

—Va a trabajar en el hotel este verano, Laura Sue —le recordó mi padre suavemente.

—¿Y eso que tiene que ver? A pesar de ello, puede tener el aspecto que debe tener una hija mía.

—¿Qué tiene de malo el aspecto que tengo?

—¡Señor! Cariño, tu pelo necesita un corte nuevo. Haré que mi esteticista te haga un estudio. Y tus uñas. —Hizo una mueca—. Necesitan una buena manicura.

—No puedo hacer camas y limpiar habitaciones y preocuparme de mis uñas —declaré.

—Tiene razón, Laura Sue —dijo mi padre con suavidad.

—¿Tiene que trabajar forzosamente de camarera? —mi madre le preguntó a mi padre.

—Mamá cree que es el mejor puesto para empezar.

Asintió con aspecto de profunda resignación como si todo lo que pensara o dijera mi abuela fuera el evangelio. Entonces suspiró y me contempló nuevamente, moviendo la cabeza con suavidad.

—En el futuro, ponte un traje más agradable cuando vengas a verme —me dijo—. Los uniformes me deprimen, y siempre dúchate y lávate el pelo antes. De otra forma, traerás polvo y suciedad.

Me imagino que debí parecer como un espejo, fácil de leer, pues vio el dolor que sentí en el corazón.

—Oh, Dawn, cariño, debes disculparme si parezco insensible. No he olvidado lo difícil que es también para ti. Pero sólo piensa en todas las cosas maravillosas que podrás tener y hacer. Serás una Cutler en Cutler’s Cove y eso es un honor y un privilegio. Algún día habrá una fila de pretendientes adecuados pidiendo tu mano y todo lo que ha ocurrido parecerá como un mal sueño. Igual que me parece a mí —añadió y respiró profundamente otra vez. Era como si luchara por respirar—. ¡Dios mío! Empieza a hacer calor —anunció, prácticamente sin interrupción—. ¿Podrías poner en marcha el ventilador, por favor, Randolph?

—Por supuesto, querida.

Se recostó contra la almohada y se abanicó con la revista.

—Todo esto es tan abrumador —dijo—. ¡Randolph, tienes que ayudarme! —gimió con una voz delgada y aguda que sonaba como si estuviera a punto de un ataque de histeria—. Ya es bastante difícil para mí el tener que ocuparme de Clara Sue y de Philip.

—Por supuesto que te ayudaré, Laura Sue. Dawn no será un problema.

—Bien —contestó.

¿Cómo podía pensar que podía ser un problema para ella?, me asombré. Yo no era un bebé que necesitaba un cuidado constante y una vigilancia.

—¿Ya sabe todo el mundo que está aquí, Randolph? —preguntó mirando al techo. Cuando hablaba sobre mí en ese tono, era como si yo no estuviera en la habitación con ella.

—La noticia se va extendiendo por Cutler’s Cove, si es a lo que te refieres.

—Cielos. ¿Cómo voy a poder salir? A cualquier sitio que vaya la gente empezará a hacer preguntas y preguntas. No puedo soportar esa idea, Randolph —se quejó.

—Yo contestaré todas las preguntas, Laura Sue. No te preocupes.

—No sabes cómo me late el corazón, Randolph. Acaba de empezarme y me siento el pulso en el cuello —dijo llevando sus dedos a ese punto—. No recupero el resuello.

—Tranquilízate, Laura Sue —aconsejó mi padre. Lo miré expectante. ¿Qué estaba ocurriendo? Él asintió y su cabeza hizo un gesto señalando la puerta.

—Debo marcharme —dije—. Debo volver a mi trabajo.

—Oh… oh, sí, corazón —contestó ella, volviéndose nuevamente hacia mí—. Necesito dormir un poco ahora. Randolph, por favor, dile al Dr. Madeo que vuelva.

—Laura Sue, estuvo aquí hace una hora más o menos y…

—Por favor. Creo que necesito que me cambie la medicación. No me está haciendo nada.

—Está bien —repuso él con un suspiro. Me siguió fuera. Miré hacia atrás una vez y la vi acostada con los ojos cerrados, con las manos aún apretadas sobre su pecho.

—Estará bien —me aseguró mi padre al salir—. Es sólo una de sus crisis. Vienen y van. Es parte de su enfermedad nerviosa. Ya verás, en un par de días se levantará y se vestirá con uno de sus bellos trajes y estará en la puerta del comedor al lado de mamá, saludando a los huéspedes. Ya verás —señaló, dándome golpecitos en el hombro.

Mi padre asumió que mi aspecto triste y preocupado venía de la preocupación que sentía por mi madre, pero ella aún era una extraña para mí. Verdaderamente, en cierta forma nos parecíamos, pero yo no sentía ningún calor entre nosotras y no me podía imaginar llamándola mamá. Ni siquiera había hecho un esfuerzo por besarme. En su lugar, me había hecho sentir sucia y analfabeta, una cosa salvaje que habían traído de la calle, alguien que había que rehacer y educar como a un perro callejero.

Aparté la mirada. Ni el dinero, ni el poder ni la posición social, ni el honor asociados a ser una Cutler podía remplazar un tierno momento de los que había vivido con los Longchamp. Pero nadie se quería dar cuenta de esto o comprenderlo y menos que nadie mis verdaderos padres.

¡Oh, Madre! ¡Oh, Padre!, gemí en la oscuridad de mis atormentados pensamientos. ¿Por qué hicisteis esto? Hubiera estado mejor no sabiendo la verdad. Hubiera sido mejor para todos que la lápida en recuerdo de un bebé robado quedara sin tocar, permaneciendo para siempre en la oscuridad de un silencioso cementerio, como otra mentira.

Pero, para mí, el mundo estaba lleno de mentiras y una más no parecía importar.

Ir a la siguiente página

Report Page