Aurora

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4. Reversión a la media

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Se dice que Samuel Johnson comentó en una ocasión que cada vez que la gente hace conscientemente algo por última vez, siente tristeza. Eso mismo parecía en ese momento.

Freya anduvo entre el gentío estrechando manos, repartiendo abrazos. No derramó una sola lágrima.

—Buena suerte —decía—. Y buena suerte para nosotros también.

Se acercó a Speller, y ambos se quedaron mirando. Lentamente extendieron las manos para cogérselas, como tendiendo un puente entre ambos, o como levantando una barrera. Mientras charlaban, los nudillos se les pusieron blancos. Ninguno lloró.

—Así que os vais de veras —dijo Speller—. Sigo sin poder creerlo.

—Sí. ¿Y vosotros os vais a quedar?

—Sí.

—Pero ¿qué pasa con la involución de zoo? ¿Cómo vais a solventarla?

Speller miró brevemente alrededor de Costa Rica.

—Es un zoo u otro, al menos que yo alcance a ver. Y, ya sabes. Ya que todos tarde o temprano debemos morir, supongo que es mejor aprovechar el tiempo. Así que procuraremos acotar el problema. Idear la manera de poner algo en marcha aquí. La vida es robusta. Así que ya veremos si podemos superar el punto de no retorno y hacer que dure. Lo hará o no lo hará, ¿no crees?

—Supongo.

—Sea como fuere, con el tiempo todos nos vamos a morir. Así que vale la pena intentarlo.

Freya negó con la cabeza. No dijo nada.

Speller se quedó mirándola.

—No crees que resulte.

Freya volvió a negar con la cabeza.

Speller se encogió de hombros.

—Vosotros estáis en el mismo barco. El mismo viejo barco.

—Es posible.

—Logramos llegar por los pelos. Si no llega a ser por tu madre, es posible que no hubiésemos sobrevivido durante los últimos años de la travesía.

—Pero lo hicimos. Así que si contamos con lo mismo que al partir, deberíamos ser capaces de volver.

—Te refieres a los nietos de tus nietos de tus nietos.

—Sí, claro. No pasa nada. Siempre y cuando alguien logre hacerlo.

De nuevo se miraron a los ojos en silencio.

—Entonces está bien. Me refiero a esta escisión —dijo Speller—. Si logramos sobrevivir aquí, tendremos una cabeza de puente. La humanidad en las estrellas. El primer paso. Y si morimos, y vosotros regresáis, alguien habrá salvado la situación con vida. Y si ambos sobrevivimos, perfecto. Basta con que uno se salga con la suya, porque eso querrá decir que hay supervivientes. Si ambos caemos, al menos habremos hecho lo posible. Intentamos sobrevivir de todos los modos que fuimos capaces de concebir.

—Sí. —Freya sonrió un poco—. Te echaré de menos. Echaré de menos tu forma de concebir las cosas. Lo haré.

—Podemos escribirnos. Como hacía la gente en el pasado.

—Sí, supongo.

—Mejor eso que nada.

—Supongo. Sí, claro. Escribámonos.

Y juntos grabaron en las losas de la plaza lo que solía decirse en ese momento, siempre que quienes se aprecian debían despedirse:

«Estaremos allí donde quiera que vayáis».

Había llegado la hora de que los que se quedan abandonasen la nave, accedieran a su transbordador y descendieran a la superficie de Iris. Como no hubo tanta gente que hubiese subido a despedirse, pudieron marcharse juntos.

Se impuso el silencio. Los que se quedan volvieron la vista hacia los que se van al pasar por la escotilla de embarque en el transbordador; o no lo hicieron. Algunos saludaron con un gesto, otros agacharon la cabeza. Llorando o no.

Los restantes permanecieron de pie, atentos, llorando o no. Se llevaba a cabo un cisma pacífico. Era un logro inusual, al menos que podamos juzgar a partir de los registros históricos; y tal vez fuese en parte logro nuestro. Sin embargo, parecía comportar cierta dosis de dolor, uno considerable, social más que físico, pero sentido, real. Afligidos animales sociales. Esto fue lo que vimos en el momento de la separación. Divorcio. Un fracaso bien llevado.

Cuando Speller llegó a la escotilla y se dio la vuelta, Freya levantó la mano para despedirse de él. Fue el mismo gesto que le dirigió de jóvenes, cuando ella se fue de Olympia por primera vez. El mismo gesto separado por treinta años. La persistencia de un recuerdo corporal. No fue posible determinar si Speller lo recordaba o no.

Los que se quedan no tardaron en acceder al transbordador, y el vehículo auxiliar desatracó e inició su descenso hacia la superficie de Iris.

Los que permanecían a bordo quedaron solos. Miraron a su alrededor, cruzando miradas. Casi todos estaban presentes en la plaza, 727 personas, aparte de unos cuantos encargados de supervisar las diversas funciones de la nave, y de los que habían optado por evitar la despedida. Era perfectamente visible lo modesta que era la población de la nave. Claro que también la nave había reducido su tamaño, retirados al Anillo A y una tercera parte de la columna, que orbitaban al otro lado de Iris.

Algunos se mostraron animados en este momento de cisma, otros se asustaron. Hubo un silencio generalizado. Habían llegado a un nuevo punto de la historia. Había llegado la hora de poner rumbo a casa.

Empezamos a quemar la nueva provisión de combustible, y no tardamos en abandonar la órbita de Iris, superando el pozo gravitacional de F; no mucho después, abandonamos el sistema de Tau Ceti. Sol era una pequeña estrella amarilla en la constelación del Boyero.

Como el envío de comunicaciones procedente del sistema solar no había cesado, resultó fácil conectar con esta señal y utilizarla para calcular nuestro rumbo de regreso; con un ángulo que nos apuntaría al lugar donde Sol estaría al cabo de dos siglos. El reabastecimiento de deuterio y helio 3 se consumiría a una velocidad que aceleraría la nave durante veinte años, en cuyo punto nos desplazaríamos hacia Sol a una décima parte de la velocidad de la luz, igual que habíamos hecho al partir. Habría que consumir buena parte del combustible, pero ahorraríamos un poco para maniobrar cuando nos acercásemos a nuestro destino.

Transmitimos un mensaje para nuestro pueblo, enviado a Sol:

Regresamos. Nos aproximaremos en unos ciento treinta años. Dentro de setenta y ocho años desde el momento en que recibáis este mensaje, necesitaremos un haz láser similar al que nos aceleró desde 2545 a 2605, dirigido a nuestra placa de captura, para que nos reduzca la andadura durante nuestro regreso al sistema solar. Por favor, responded tan pronto como sea posible para dar por recibido este mensaje. Mantendremos una comunicación continua durante la travesía. Gracias.

Recibiríamos la respuesta en unos veinticuatro años, alrededor, por tanto, de nuestro año 214, dependiendo por supuesto de lo rápidos que se mostraran nuestros interlocutores a la hora de responder.

Entretanto, había llegado la hora de acelerar.

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