Aurora

Aurora


17

Página 26 de 37

1

7

—¡¿Cómo me las arreglaré sin él?! —exclamó Ala de Mariposa con voz estrangulada; tenía los ojos dilatados y temerosos.

—Lo harás bien, Ala de Mariposa —la tranquilizó Carbonilla—. Y habrá tiempo para lamentar su pérdida, pero no será ahora.

La joven aprendiza la miró un instante; luego asintió y salió del claro del curandero para comunicarle a su clan que Arcilloso había muerto. Hojarasca esperó, y poco a poco los gatos del Clan del Río empezaron a cruzar el túnel para presentar sus respetos por última vez a su curandero. Sólo entonces Hojarasca corrió al claro principal.

Ala de Mariposa estaba sentada bajo la lluvia con la cabeza gacha; el agua le corría por los bigotes.

—No puedo creer que Arcilloso se haya ido —maulló.

—No se ha ido muy lejos —la consoló Hojarasca—. Ahora está con el Clan Estelar.

—Eso espero —murmuró Ala de Mariposa.

Estrella Leopardina salió del claro del curandero y se acercó a Estrella de Fuego.

—Sombra Oscura y Tripón se quedarán aquí con tus veteranas —maulló—. Son demasiado viejos para viajar, y desean velar a Arcilloso.

Estrella de Fuego asintió.

—Esperaremos hasta que el Clan del Río esté listo para partir —murmuró.

Alcotán y Borrascoso se acercaron a Hojarasca y Ala de Mariposa. Por una vez, la mirada de Alcotán era tierna al posar el hocico sobre la mejilla de su hermana.

—Nunca pensé que dejaríamos a nadie atrás —suspiró Borrascoso.

—Yo tampoco —coincidió Hojarasca, volviéndose hacia Escarcha y Cola Pintada.

En su mente apareció la imagen de Látigo Gris mirándola desde las entrañas del monstruo.

Estrella Leopardina se situó en el centro del claro y miró a su alrededor.

—¿Está todo el mundo preparado para partir? —preguntó.

—Hoy no hemos cazado —protestó una reina del Clan del Río, protegiendo a su cachorro con la cola.

—Podremos cazar en el camino —contestó Estrella Leopardina.

Había llegado el momento. En silencio, los gatos comenzaron a dirigirse a la salida del cañizal. Escarcha y Cola Pintada permanecieron en el claro, viendo marchar a sus compañeros de clan.

—Adiós, Escarcha —susurró Hojarasca—. Adiós, Cola Pintada. Buena caza.

—Buena caza —respondió Escarcha.

Hojarasca miró hacia el cielo, surcado por las ramas sin hojas. La lluvia le salpicó el rostro, y parpadeó para librarse de las gotas que se le habían pegado a las pestañas. Era como si el Clan Estelar llorara al ver cómo sus clanes abandonaban su bosque. Desolada, Hojarasca se preguntó si sus antepasados viajarían con ellos, o si aquélla sería una despedida definitiva.

—Vamos, Hojarasca. —La voz de Estrella de Fuego sonó suavemente en su oído—. El clan nos estará esperando.

El trayecto a través del bosque resultaba sumamente difícil, pues la lluvia encharcaba el suelo lleno de hojas y todo estaba resbaladizo. Los gatos del Clan del Río permanecían juntos, manteniendo el mismo ritmo que los miembros del Clan del Trueno, pero separados unas cuantas colas de ellos. Acedera caminaba al lado de Hojarasca, y la ayudaba a incorporarse cada vez que tropezaba. Al acercarse al lindero del bosque, donde había una estrecha franja de territorio del Clan del Trueno antes de que empezara el páramo, Hojarasca percibió el olor del Clan de la Sombra. Levantó la cabeza, y pudo verlos debajo de los árboles, apiñados, mojados y temblorosos.

—Pensaba que no llegaríais nunca —se quejó Estrella Negra, sacudiéndose el agua del pelo.

Los gatos del Clan de la Sombra se movieron con impaciencia a su alrededor. No se sentían cómodos bajo los árboles que antes habían pertenecido al Clan del Trueno; incluso Trigueña parecía deseosa de marcharse. Sin embargo, Hojarasca anhelaba quedarse allí un poco más: de pronto, no soportaba la idea de despedirse del bosque por última vez.

Estrella de Fuego miró a su clan.

—Debemos decirle adiós a todo lo que conocemos —maulló.

Hojarasca notó cómo Acedera se pegaba a ella, y advirtió que Esquirolina se arrimaba a Zarzoso.

—¡Quiero irme a casa! —chilló uno de los cachorritos de Amapola, con los ojos abiertos como platos.

—Nos vamos a casa —le prometió Amapola, agitando las orejas—. Nuestra nueva casa.

Mientras la reina hablaba, una gata leonada surgió entre los árboles un poco más allá. Aunque la lluvia enmascaraba su olor, Hojarasca reconoció de inmediato a la recién llegada. Era Sasha.

Ala de Mariposa también la reconoció, porque corrió hacia ella y se lanzó al suelo panza arriba, como una cachorrita. Alcotán siguió a su hermana más despacio, moviendo la punta de la cola de un lado a otro. Los gatos del Clan del Río los vieron ir hacia Sasha con paciente aceptación, pero Hojarasca percibió desconcierto en los ojos de los miembros del Clan del Trueno que no conocían a la gata, y también franca hostilidad en los gatos del Clan de la Sombra.

—¿Qué está haciendo Sasha aquí? —susurró Esquirolina.

—Debe de saber que nos marchamos —supuso Hojarasca.

—Pero ¿por qué ha venido?

Sasha acabó de saludar a sus hijos y se encaminó hacia el grupo de gatos que la observaban. Cenizo bufó amenazadoramente, pero Estrella de Fuego lo hizo callar con una mirada.

—No pensaba que volvería a verte —maulló Estrella Leopardina, inclinando la cabeza ante Sasha.

—Ni yo a ti —admitió la gata—. He venido a pedirles a Alcotán y a Ala de Mariposa que dejen el Clan del Río y vengan conmigo. He visto lo que los Dos Patas están haciendo con vuestros hogares. Ya no es seguro que mis hijos vivan con vosotros.

Ala de Mariposa bajó la mirada al suelo, y a Hojarasca se le paró el corazón un segundo. «¿De verdad estará pensando en abandonarnos?». Pasó ante Sasha y se encaró a la joven curandera del Clan del Río.

—Sé que las cosas han sido duras últimamente, pero tú no nos abandonarías, ¿verdad? —le preguntó a su amiga.

Ala de Mariposa parpadeó.

—N… no lo sé…

—¡Tu clan te necesita más que nunca! —protestó Hojarasca, y se volvió hacia Alcotán—. No abandonarías a tus compañeros de clan, ¿verdad que no?

—La decisión es suya. —La voz de Estrella de Fuego se alzó por encima del ruido de la lluvia—. Pero yo también creo que deberían permanecer con su clan.

Sasha entrecerró los ojos.

—¿Tú quieres que se queden? —preguntó.

De pronto, el viento cesó, y todos los gatos parecieron contener la respiración ante las palabras de la gata:

—¿Incluso a pesar de que sean hijos de Estrella de Tigre?

Hojarasca observó las conmocionadas expresiones de los gatos del Clan del Río. Obviamente, no sabían que Estrella de Tigre era el padre de Alcotán y Ala de Mariposa, y eso a pesar de que ellos dos se habían criado en su clan.

Hubo una larga pausa mientras Estrella de Fuego le sostenía la mirada a Sasha.

—Quiero que se queden, precisamente, porque son hijos de Estrella de Tigre —declaró. Zarzoso hundió las garras en el barro, y a Esquirolina se le dilataron las pupilas pensando en su amigo—. Estrella de Tigre fue un gran guerrero, y estos gatos han demostrado que han heredado su valor. Su clan los necesita ahora más que nunca. —Se volvió hacia Zarzoso y Trigueña—. Los hijos de Estrella de Tigre se han ganado muchas veces su lugar en sus respectivos clanes.

Ahora ya no había secretos. Todos sabían que Estrella de Tigre seguía viviendo en cuatro gatos, y que tres clanes habían alimentado parte de su legado. Ala de Mariposa levantó la vista para observar los rostros de sus compañeros de clan. Alcotán alzó la barbilla como si no le importara lo que pensasen.

Estrella Leopardina asintió.

—Estrella de Fuego tiene razón. El Clan del Río necesita a todos sus guerreros y, sin duda alguna, necesita a su curandera.

—Pero ¡son hijos de Estrella de Tigre!

El bufido de Flor Albina sobresaltó a Hojarasca. La reina del Clan del Río estaba mirando a Estrella Leopardina como si la líder acabara de invitar a un zorro a unirse a su clan.

—¿Y qué? —replicó Esquirolina echando chispas por los ojos—. ¡Eso no significa que no puedan ser leales!

—Alcotán es uno de nuestros mejores guerreros —intervino Borrascoso, mirando a sus compañeros de clan—. ¿Alguno de vosotros ha dudado alguna vez de su lealtad?

—Jamás —murmuró Vaharina.

Estrella Leopardina miró a Alcotán y a Ala de Mariposa.

—¿Os quedaréis con nosotros?

—Por supuesto —contestó Alcotán de inmediato—. Yo jamás abandonaría a mi clan.

Miró a sus compañeros, desafiante. Sus ojos parecían refulgir bajo la intensa lluvia.

Hojarasca notó que le temblaba la cola. ¿Era la lealtad lo que impulsaba esa decisión… o era la ambición? Miró a Zarzoso de reojo. «¿Cómo dos guerreros con el mismo padre pueden ser tan diferentes?», pensó.

Ala de Mariposa miró a su madre, agitando las orejas.

—Yo también quiero quedarme con mi clan —maulló—. Ahora soy su curandera. Me necesitan…

Sasha asintió.

—Muy bien. —Se quedó mirándolos—. Estrella de Fuego tiene razón —murmuró—. Veo a vuestro padre en los dos.

Hojarasca oyó gruñir a Flor Albina.

Sasha se volvió hacia la reina del Clan del Río.

—Estrella de Tigre nunca supo de estos hijos suyos, pero se habría sentido orgulloso de ellos. —Miró a los gatos del Clan del Río—. Sois afortunados al tenerlos a vuestro lado. —Se volvió de nuevo hacia Ala de Mariposa y Alcotán, y se restregó contra ellos—. Deseo que tengáis un buen viaje —maulló.

Luego dio media vuelta y se dirigió al bosque. Los helechos se estremecieron al engullirla, y los gatos de los tres clanes se quedaron mirando en silencio el lugar por donde había desaparecido.

Ir a la siguiente página

Report Page