Asylum

Asylum


Capítulo Dieciséis

Página 20 de 44

Por un momento, Dan no entendió. Las palabras no tenían sentido. Entonces, lentamente, fueron volviéndose claras.

Lucy. Abigail. Valdez.

Abby Valdez.

—Es un apellido bastante común —dijo Dan, finalmente, tartamudeando un poco—. ¿No? —observó los grandes ojos de Abby—. ¿No?

Ella sacudió la cabeza, apretando los labios.

—Es mi tía. La tía Lucy. Yo llevo su nombre.

—Vamos, Abby —dijo Jordan—. No es tu tía, eso simplemente no es posible.

Dan se recostó en la silla, en silencio, esperando una explicación razonable. Si es que existía una.

—Me temo que es posible —una ráfaga de viento sacudió las aberturas e hizo temblar los vidrios mientras la lluvia los golpeaba como si fuera granizo. Abby miró por la ventana y luego adentro otra vez. Era claro que estaba tratando de no llorar—. Mis abuelos fueron muy estrictos con mi papá cuando era pequeño. Desde que era una niña, su hermana Lucy nunca se llevó bien con ellos. Nunca los escuchaba, era insolente, gritaba, rompía cosas, ese tipo de actitudes. Un día hubo una gran pelea. Mi papá no sabe de qué se trató; solo tenía cinco años, pero recuerda que Lucy salió corriendo y dio un portazo. Aquella noche se despertó de una pesadilla y Lucy no estaba en su cama. Ella tenía siete años y se había marchado. Simplemente, se había… ido. Mis abuelos se comportaron como si todo fuera normal, y cuando mi papá preguntaba, se enfadaban mucho y le decían que no tenía permitido decir el nombre de su hermana.

Dan estaba desconcertado. La historia cuadraba pero ¿qué probabilidades había?

—Quizás el nombre es solo una coincidencia —dijo, sin creerlo del todo. Quería desesperadamente tener razón.

—Una coincidencia sería que tú y yo escogiéramos pastel de postre —dijo Jordan. Indicó la ficha con su taza—. Lo que Abby sugiere es simplemente extraño.

—¿Qué, no me crees? —dijo Abby. Al principio parecía que estaba bromeando, esperando a que Jordan la contradijera. Pero no lo hizo—. Es eso, ¿verdad? No me crees.

—¿Puedes culparme? Quiero decir, ¿cuáles son las probabilidades de que aleatoriamente termines pasando el verano aquí, en el lugar donde tu tía fue paciente de un hospital psiquiátrico? —Jordan se recostó en el respaldo de la silla con los brazos cruzados—. Creo que hay algo que no nos estás contando. O simplemente no nos estás diciendo la verdad.

Dan notó que los hombros de Abby comenzaban a temblar mientras intentaba sin éxito controlar su respiración. Era demasiado tarde para intervenir y, de todas formas, no se le ocurría nada que decir. Jordan tenía razón acerca de la imposibilidad de la coincidencia, pero Abby no era la clase de persona que les haría semejante broma porque sí. ¿O lo era?, preguntó una vocecita en su mente. ¿Qué tan bien la conocía, después de todo? Su conducta en las últimas veinticuatro horas había sido definitivamente impredecible. Se detuvo. Ella no bromearía con algo así. Simplemente no lo haría.

—Bueno —dijo Abby, recobrando la compostura—. No iba a decir nada, pero supongo que ya hemos cruzado un límite.

Dan y Jordan se miraron, nerviosos. Abby tomó su cuchara y la arrastró suavemente por su plato mientras hablaba.

—Cuando era pequeña solía revisar la ropa de mi madre en busca de sombreros, faldas, pañuelos y otras cosas para jugar a disfrazarme. Ella y mi padre compartían la cómoda y un día encontré… una caja —inhaló profundamente y continuó—. No sabía qué era, pero cuando la abrí, vi muchos papeles y comencé a leerlos. Eran cartas. De mi abuelo. Ya había muerto para ese entonces y mi papá nunca hablaba de él, excepto para decir que había sido un hombre muy malo… Pero esas cartas… Mi abuelo no hacía más que pedir disculpas. Decía que sentía mucho haber enviado lejos a su pequeña Lucy. Lejos, a ese lugar.

—Déjame adivinar: ese lugar era Brookline —dijo Jordan con frialdad. Evidentemente seguía sin estar convencido.

—Tenía que ser —respondió Abby rápidamente—. Hablaba de que era peligrosa y que la había enviado lejos por su propio bien. Y había más… Mi abuelo hablaba mucho de «hacer un viaje a New Hampshire». Nunca mencionó Brookline por su nombre, pero…

—Pero entiendo cómo llegaste a esa conclusión —terminó Dan, tratando de demostrar al menos un poco de apoyo.

Ella asintió.

—Todo tiene sentido. Es decir: yo tampoco creí que fuera posible. Parte de mí siempre pensó que lo estaba imaginando o que había entendido mal lo que había leído. Después de esa vez, papá se enteró de que había leído las cartas y las puso en otro lugar. Pero nunca las olvidé. Y cuando recibí la información acerca de este curso… bueno, pensé que el hecho de que estuviera en New Hampshire era una señal.

—Una señal de lo ridícula que es esta historia —protestó Jordan y se hundió más en su asiento—. ¿Qué, pensaste que vendrías a mejorar tus habilidades artísticas y a encontrar a tu tía perdida al mismo tiempo? ¿Matar dos pájaros de un tiro?

Abby estaba horrorizada.

—Jordan… —dijo Dan, en tono de advertencia.

Pero Jordan continuó con más ímpetu, gesticulando primero hacia Dan y después hacia Abby.

—Déjenme adivinar: inventaron esto entre los dos; pensaron en hacerme una broma inofensiva y reírse a costa mía. Bien: ja, ja. Muy gracioso. No está funcionando, ¿ok? No soy tan crédulo.

—Jordan, ¿por qué inventaría algo así? Es demasiado horrible…

—¿Quién sabe? ¿Para llamar la atención? ¿Para divertirte? Elige el motivo que quieras.

—¡Por Dios, eres tan cretino a veces! —Abby apretó la mandíbula y miró a Jordan como si nunca antes lo hubiera visto realmente.

—Calmémonos y pensemos un minuto —dijo Dan, detestando ver el odio que había ahora entre ellos—. Primero que nada, Jordan, debo preguntarte: ¿realmente crees que me escribí esta nota a mí mismo? ¿Para llamar la atención?

Jordan suspiró.

—No lo sé, amigo. Tú. Abby. No entiendo qué está pasando. Siento que están tratando de hacerme ver estúpido. Como si se estuvieran aliando en mi contra.

—Abby, ¿crees que hay alguna posibilidad de que se trate de una Lucy Valdez diferente? —preguntó Dan.

—No —respondió con firmeza—. Sé que es ella y apuesto a que en algún lugar de la sección antigua hay más pruebas acerca de lo que le hicieron.

Jordan resopló.

De pronto, Abby golpeó la mesa con el puño. Ambos chicos se sobresaltaron. El plato de Dan se sacudió y la colina de macarrones se derrumbó.

—¿Qué tengo que hacer para que confíen en mí?

Jordan no respondió.

—Yo confío en ti —murmuró Dan, intentando calmar los ánimos.

—Ajá: Peeta Mellark te cree. Y en otras noticias, la lluvia es húmeda —dijo Jordan—. Qué sorpresa —recogió su café y su pastel y se marchó sin decir otra palabra. La lluvia y los sonidos del comedor llenaron el silencio que dejó su súbita partida.

—¿Estás bien? —preguntó Dan.

—¿Tú lo estarías?

—No. No, supongo que no.

—Bueno, ahí tienes tu respuesta —tomó una cucharada de su sopa—. Puaj. Está fría.

Dan trató de encontrar algo útil que decir. Todo lo que podía pensar era que si Abby podía guardar tan bien un secreto tan grande, podría haber un sinnúmero de cosas que no le había contado. Aunque él también tenía sus secretos.

—¿Sabes qué? Creo que Jordan todavía está molesto por lo de la cita. Probablemente le preocupa que no podamos ser un dúo y un trío al mismo tiempo.

—Humm, ¿qué? ¿Un dúo? —Abby frunció el ceño, con la mirada perdida—. Ah, claro. Sí, tal vez. Tal vez sea eso.

Dan no quería tomar la respuesta de Abby como algo personal, considerando la pelea que acababa de tener con Jordan, pero se había vuelto fría con la mención de la palabra cita. Todo parecía estar saliéndose de control. Sus nuevos mejores amigos se estaban alejando rápidamente, de él y entre ellos. Tenía que encontrar respuestas y mantener unido al grupo, o se convertirían en desconocidos otra vez. Y entonces, la Hidra realmente estaría muerta.

—No te preocupes, resolveremos todo este asunto —dijo.

—Sé que yo lo resolveré —dijo Abby con frialdad—. Volveré a esa oficina. Como sea.

Ir a la siguiente página

Report Page