Asylum

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Capítulo Veinticinco

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La policía encontró al hombre que había matado a Joe al día siguiente, en un bar del centro de la ciudad, con la billetera del prefecto y un garrote. El director convocó a una reunión en el salón Wilfurd para comunicar a los estudiantes que ya se encontraban a salvo, pero que si cualquiera de ellos quería irse a casa, recibiría un reembolso completo del curso. Las clases se reanudarían al día siguiente. Habría terapeutas disponibles para los estudiantes si necesitaban alguien con quien hablar.

Dan encontró a Abby y le preguntó si quería ir a caminar. El jardín carecía de la habitual multitud de chicos lanzando

frisbees o jugando a las bochas. Todos en el campus estaban de un humor sombrío. Decidieron alejarse de allí por un rato, así que tomaron un camino que llevaba hacia el bosque. No habían andado unos metros, cuando el aire se volvió más frío y la luz más tenue por la gran cantidad de árboles que formaban un arco sobre sus cabezas.

—¿Cómo está Félix? —preguntó Abby después de un rato.

Dan se encogió de hombros. Realmente no sabía.

—No estaba cuando desperté y no lo vi en la reunión. Quizás está con uno de los terapeutas.

—¿Y tú? ¿Te sientes bien? —Abby lo tomó de la mano.

—Sí —mintió.

Cuéntale, cuéntale todo. Deja de guardarte las cosas. Pero ¿cómo podría contarle?

Oye, resulta que había un director que fue responsable de todas las cosas horribles que pasaron aquí y, ah, ¿adivina qué? Tenemos el mismo nombre. Ah, y he estado teniendo sueños en los que es como si viera a través de sus ojos. Nada importante.

Al menos, finalmente entendía por qué Sal Weathers y su esposa se habían enfadado tanto cuando les había dicho su nombre.

—Jordan no contesta su teléfono —dijo Abby, e interrumpió sus pensamientos. Las agujas de los pinos crujían bajo sus pies—. Le envié un mensaje de texto anoche cuando llegué a mi habitación y otro esta mañana. Supongo que ya debe haber escuchado que atraparon al culpable, aunque no estoy segura de que haya salido de su habitación. Recibí una respuesta: «Ocupado con tarea». No entiendo por qué se está comportando de manera tan extraña. Es tan diferente del chico que conocí en el autobús…

—Quizá necesita estar solo un tiempo. Es decir, él

vio el cuerpo.

—Quizá… pero todo el tiempo pienso en lo que dijo Yi acerca de que estuviéramos pendientes. Solo estoy preocupada, ¿sabes? Me preocupo —dijo ella—. Intentaré llamarlo más tarde. No pierdo nada con intentar, ¿verdad?

No volvió a verla durante el resto del día. Otra vez en su habitación, se encontró mirando fijamente la pared, con sus pensamientos desordenados. Cuando sonó el celular que tenía en el bolsillo, casi se muere del susto.

Relájate, Dan, solo son tus padres. Contestó el teléfono, sabiendo lo que le esperaba.

—Oh, Danny, acabamos de hablar con el director del curso y nos contó que un chico fue asesinado ahí mismo en tu residencia, ¿qué está sucediendo? ¿Necesitas que nosotros…? —su madre hablaba rápido y sonaba aterrada.

Dan la interrumpió.

—Espera, espera, escucha:

atraparon al culpable, ¿está bien? —se dio cuenta de que casi estaba gritando y bajó la voz—. Estoy bien. Estamos a salvo ahora. Hay terapeutas y además tienen al tipo que lo hizo.

—El director nos dijo que habían «detenido a un sospechoso» —respondió ella de modo estridente—. No sonaba para nada tan convencido como tú.

Dan tenía que sonar convencido, no solo por su madre, sino también por él mismo. Era difícil ignorar el hecho de que, mientras había estado inconsciente teniendo una visión sobre El Escultor, dos pisos más arriba Joe estaba siendo… bueno,

esculpido.

—Si realmente creyeran que estamos en peligro, cancelarían el curso y nos enviarían a casa —hablaba con toda la autoridad que podía, deseando desesperadamente que Sandy le creyera.

—Supongo que tienes razón. Es solo que… se me rompe el corazón de pensar que estás ahí. ¿Estás con tus amigos? ¿Estás bien?

—Estoy bien. Y Abby y Jordan también están bien —

más o menos—. Lo prometo.

—Bueno, si estás seguro…

—Oye, ya que los tengo al teléfono, ¿puedo preguntarles algo?

—Claro, Danny. Espera que te pongo en altavoz —oyó un clic y, de pronto, todo se volvió muy ruidoso del otro lado.

—Hola, papá.

—¿Qué necesitas, Danny? —preguntó Paul.

¿Por dónde empiezo?

—Solo tenía una pregunta acerca de mi… historia familiar, supongo. Quiero decir, lo anterior a ustedes. De cuando era pequeño. Estuve investigando un poco la historia de este lugar, porque, como saben, la residencia solía ser un hospital psiquiátrico y resulta que uno de los directores también se llamaba Daniel Crawford —

con cuidado…—. Me pareció una, emm, coincidencia interesante. ¿Saben si hay algún parentesco?

—Dan —dijo su padre suavemente—. De verdad, ¿necesitas que vayamos a buscarte? Podemos tomar un avión ahora mismo. No es ningún problema.

—¿Qué? ¡No! Eso no es lo que…

—Hablo en serio. Esto no me gusta nada. Deberías volver a casa; tú no siempre eres, ya sabes, muy bueno para situaciones así —dijo su padre. Hacía tiempo que no lo escuchaba tan preocupado.

—Danny, cariño, tu padre solo está preocupado; los dos lo estamos —agregó su madre—. ¿Necesitas que llamemos a la doctora Oberst? Si crees que eso podría desencadenar algún tipo de episodio…

—Pero yo no dije nada acerca de querer volver a casa…

—Hospitales psiquiátricos y directores y… ¿Y qué hay de ti, Danny? ¡No parece que te estés cuidando! —era su padre otra vez, y sonaba tan enfadado que parecía que le salía espuma por la boca.

—Cálmate, Paul. Danny, estamos preocupados por ti, eso es todo. Solo intentamos decirte que, si quieres irte, creemos que sería una buena decisión, una decisión lógica. Siempre supimos que esto podría ser demasiado para ti…

—Miren, no importa. No llamen a la doctora Oberst. Por favor, no se preocupen por mí. Debo irme —colgó mientras sus padres seguían protestando.

Paul y Sandy siempre le habían dicho que lo más que podían contarle acerca de sus padres biológicos era información general que no serviría para identificarlos, como el hecho de que habían ido a la universidad, eran sanos y no tenían más hijos. Aparentemente, todo lo que sus padres biológicos tenían que hacer era marcar una casilla diciendo que no querían revelar su identidad y, de repente, se necesitaba una buena razón y una orden judicial para obtener cualquier tipo de información.

Francamente, a él nunca le había importado saber quiénes eran sus inútiles padres. Paul y Sandy eran más que geniales y él sentía que eran su familia.

Pero, de pronto, descubrir su historia parecía lo más importante del mundo. La pieza faltante en ese rompecabezas exasperante, el vínculo entre él y un asesino despiadado. De todos los lugares a los que podría haber ido ese verano, no podía ser un error que hubiera elegido ese.

Brookline era su destino. Estaba en su sangre.

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