El verdadero multilateralismo y la diplomacia contra el “orden basado en reglas”

El verdadero multilateralismo y la diplomacia contra el “orden basado en reglas”

Cancillería de Rusia


El mes de mayo destaca tradicionalmente en Rusia por las celebraciones del aniversario de la Gran Victoria. La derrota de la Alemania nazi, a la cual nuestro país con la ayuda de los aliados hizo la aportación decisiva permitió sentar las bases del orden internacional de la posguerra. Se convirtió en su base legal la Carta de las Naciones Unidas, mientras que la propia Organización, encarnando el principio del multilateralismo, adquirió el papel central y coordinador en la política mundial.

Durante los casi 80 años de su existencia la ONU va cumpliendo con la importantísima misión que le fue encomendada por sus fundadores. A lo largo de décadas el entendimiento básico entre los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad sobre la supremacía de los propósitos y los principios de la Carta servía de garantía de la seguridad global. De esta forma se crearon las condiciones para una cooperación auténticamente multilateral regulada por las universalmente reconocidas normas del Derecho Internacional.

En la actualidad, el sistema orientado al papel central de la ONU está atravesando una profunda crisis.

Su motivo primario fue el deseo de determinados miembros de la Organización de suplantar el Derecho Internacional y la Carta de la ONU con un tal “orden basado en reglas”. Estas “rglas” que nunca han sido objeto de transparentes negociaciones internacionales nadie las ha visto. Evidentemente, son inventadas y aplicadas con el objetivo de contrarrestar a los naturales procesos de surgimiento y fortalecimiento de nuevos e independientes centros del desarrollo que representan precisamente una manifestación objetiva del multilateralismo.

Incluso más, estamos presenciando los intentos de limitar a los nuevos centros mundiales del desarrollo con medidas unilaterales e ilegítimas. Está entre las mismas

prohibición del acceso a las tecnologías modernas y a los servicios financieros, la expulsión de las cadenas logísiticas, la confiscación de las propiedades, la destrucción de la infraestructura de importancia crítica de la competencia, la manipulación de las normas y procedimientos universalmente acordados. Como resultado, se produce la fragmentación del comercio mundial, la destrucción de los mecanismos de mercado, la parálisis de la Organización Mundial de Comercio y la definitiva e indisimulada ya transformación del Fondo Monetario Internacional en una herramienta al servicio de los objetivos planteados por EEUU y por sus aliados, incluidos los objetivos de carácter militar.

En un intento desesperado de afianzar su dominio a través del castigo de los desobedientes, EEUU optó por destruir la globalización que durante largos años había sido ponderado como el bien supremo para toda la Humanidad, una herramienta que atendía el sistema multilateral de la economía mundial.

Washington y el resto de los países occidentales que sucumben ante EEUU recurren a sus “reglas” toda vez que necesitan justificar los pasos ilegítimos dirigidos contra los países que vertebran su política acorde con el Derecho Internacional y se niegan a seguir los intereses lucrativos de los “mil millones de oro”. Quienes no están de acuerdo pasan a formar parte de las “listas negras”, siguiendo el principio de “quien no está con nosotros, está contra nosotros”.

A nuestros interlocutores occidentales desde hace tiempo no les parece convennente acordar algo en formatos universales, como, por ejemplo, la ONU. Para ofrecer motivación ideológica a este planteamiento de minar el multilateralismo se puso en circulación el tema de la unión de las “democracias” que se contrastan con las “autocracias”. Además de las Cumbres por la democracia, cuyos participantes son definidos por el portador autoproclamado de la hegemonía son creados otros “clubs para gente selecta” que no tienen por referente a la ONU.

Las Cumbres por la democracia, la Alianza por el multilateralismo, la Alianza Global sobre la inteligencia artificial, la Coalición global por la libertad de expresión de los medios de comunicación, Llamamiento de París para la confianza y la seguridad en el ciberespacio, todos estos y demás proyectos de carácter no inclusivo fueron concebidos para minar las negociaciones que se celebraban sobre los pertinentes temas en el marco de la ONU e imponer estrategias y decisiones que no se habían aprobado por consenso, pero que beneficiaban al Occidente colectivo. Primero alguien acuerda algo en un círculo reducido y más tarde presenta dichos acuerdos como postura de la comunidad internacional. Llamemos las cosas por su nombre. Nadie le permitió a la minoría occidental hablar en nombre de toda la Humanidad. Hace falta comportarse de manera decente y respetar a todos los miembros de la comunidad internacional.

Implantando el “orden basado en reglas”, sus autores reniegan con altanería del principio clave de la Carta de las Naciones Unidas, la igualdad soberana de los Estados.

La quintaesencia de la idea fija basada en exclusividad propia fue la orgullosa declaración del jefe de la diplomacia europea Josep Borrell, quien aseguró que Europa era el jardín del Paraíso, mientras que el resto del mundo era una jungla. Citaré también la declaración conjunta de la OTAN y la Unión Europea del pasado 10 de enero en la que se indica: “El Occidente unido usará todas las herramientas económicas, financieras y, me gustaría subrayar especialmente, militares que tienen a su disposición la OTAN y la UE, para garantizar los intereses de nuestros mil millones”.

El Occidente colectivo se propuso adaptar a sus necesidades los procesos multilaterales que se observan a nivel regional. Hace no tanto tiempo EEUU llamaba a recuperar la Doctrina Monroe y exigían que los países de América Latina limitaran sus contactos con la Federación de Rusia y con la República Popular China. Este planteamiento, sin embargo, se topó con la determinación de los países de la región de reforzar sus propias estructuras multilaterales, sobre todo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de defender su derecho legítimo de afianzar su posición de uno de los centros del mundo multipolar. Estos legítimos anhelos son plenamente apoyados por Rusia.

En estos momentos EEUU y sus aliados están poniendo bastante esfuerzo en la destrucción del multilateralismo en la región Asia Pacífico, donde en torno a la ASEAN durante décadas se fue formando una exitosa y abierta arquitectura de la cooperación en las esferas de la economía y la seguridad. El sistema en cuestión permitía elaborar posturas a través del consenso que eran convenientes para los miembros de la ASEAN y también para sus interlocutores, incluidas Rusia, la RPC, EEUU, la India, Japón, Australia, la República de Corea, siendo garantizado de esta manera el auténtico multilateralismo. Tras formular las Estrategias sobre el Indopacífico, Washington se propuso minar esta estructura sólida.

En la Cumbre celebrada el año pasado en Madrid, la OTAN que siempre convencía a todos de su pacifismo y del carácter meramente defensivo de sus programas militares, hizo declaraciones sobre “la responsabilidad global” y “la indivisibilidad de la seguridad” en la región euroatlántica y en el llamado Indopacífico. Es decir, ahora la línea de la defensa de la OTAN está siendo desplazada hacia las costas occidentales del Pacífico. Las percepciones de bloque que minan el multilateralismo en torno a la ASEAN se plasman también en la creación de la Alianza militar AUKUS, siendo Tokio, Seúl y ciertos países de la ASEAN instados a unirse a la misma. Bajo la égida de EEUU son creados mecanismos de injerencia en los asuntos de la seguridad marítima con el objetivo de garantizar los intereses de los países occidentales en el espacio acuático del mar de China Meridional. El ya mencionado Josep Borrell prometió enviar a dicha región la Marina de la UE. No se oculta que el objetivo de las Estrategias sobre el Indopacífico es disuadir a la RPC y aislar a Rusia. Así es como entienden nuestros interlocutores occidentales “el multilateralismo eficaz” en la región Asia Pacífico.

Tras disolución del Pacto de Varsovia y la retirada de la URSS del escenario político surgió la esperanza de la realización de los principios de un auténtico multilateralismo, sin ningunas líneas divisorias en el espacio de la región euroatlántica.

Sin embargo, para aprovechar al máximo las potencialidades de la OSCE y el principio de la colectividad y la paridad, los países occidentales no sólo conservaron la OTAN, sino, en contra de todos sus juramentos, se propusieron “absorber” los espacios adyacentes, incluidos los territorios donde Rusia siempre ha tenido y siempre tendrá intereses vitales. Tal y como informó el entonces Secretario de Estado de EEUU, James Baker, al entonces Presidente, George Bush, “La principal amenaza para la OTAN es la OSCE”. Da la sensación de que en nuestros días la ONU y los principios estipulados por su Carta presentan una amenaza para las ambiciones globales de Washington.

Rusia pacientemente intentó alcanzar acuerdos multilaterales que beneficiaran a todas las partes y se basaran en el principio de la indivisibilidad de la seguridad que se había proclamado con solemnidad al más alto nivel, en los documentos de las Cumbres de la OSCE celebradas en 1999 y 2010. Allí se indica de manera inequívoca que nadie debe reforzar su seguridad a costa de la seguridad de otros países y que ningún Estado, grupo de Estados u organización pueden gozar de responsabilidad prioritaria por el mantenimiento de la seguridad en la región de la OSCE ni considerar ninguna parte de la región de la OSCE su zona de influencia.

La OTAN pasó por alto estos compromisos asumidos en su momento por los Presidentes y los Primeros ministros de los países miembros y empezó a hacer justo lo contrario, proclamando su derecho a cometer cualquier ultraje. Un ejemplo muy ilustrativo son los bombardeos ilegales de Yugoslavia de 1999. Entre otras, se usaron en las mismas municiones que contenían uranio empobrecido que provocaron más tarde un brote de enfermedades oncológicas tanto entre los ciudadanos serbios, como entre los militares de la OTAN. Joe Biden era en aquella época senador y decía ante las cámaras con cierto orgullo haber llamado personalmente a bombardear Belgrado y hacer soltar por los aires todos los puentes encima del río Drina. Ahora el Embajador de EEUU en Belgrado, Christopher Hill, a través de los medios llama a los serbios a “pasar página” y “dejar de sentirse ofendidos”.

En cuanto a “dejar de sentirse ofendidos”, EEUU cuenta con extensas experiencias. Japón lleva tiempo sin mencionar, como avergonzado, quién había bombardeado Hiroshima y Nagasaki. Los libros de textos no dicen ni una palabra de aquel episodio. Recientemente en una Cumbre del G-7 el Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, lamentó patéticamente los sufrimientos de las víctimas de aquellos bombardeos, sin dignarse a mencionar por quiénes se habían emprendido.

Estas son las normas y nadie puede contradecirlas.

Después de la Segunda Guerra Mundial Washington llevó a cabo decenas de aventuras militares criminales, sin haber intentado siquiera asegurarse la legitimidad multilateral. ¿Para qué hacerlo, si existen unas reglas que nadie conoce?

La vergonzosa invasión de la coalición liderada por EEUU a Irak en 2003 fue llevada a cabo en contra de la Carta de las Naciones Unidas, de la misma forma que la agresión contra Libia en 2011. El resultado es la destrucción de ambos Estados, cientos de miles de víctimas mortales, brote del terrorismo.

Una burdísima violación de la Carta fue la intervención de EEUU en los asuntos de los Estados del espacio postsoviético. Fueron organizadas “revoluciones de colores” en Georgia y Kirguizistán. En febrero de 2014 tuvo lugar en Kiev un sangriento golpe de Estado. En 2000, se emprendieron varios intentos de tomar el poder manu militari en Bielorrusia.

Los anglosajones que lideran entre los países occidentales no solo justifican todas estas aventuras criminales, sino que se jactan de su política de “promoción de la democracia”. Sin embargo, lo hacen muy a su manera: en caso de Kosovo se reconoció la independencia, aunque no se había celebrado ningún referéndum, en caso de Crimea, no se reconoció, aunque el referéndum se había celebrado. Las islas Malvinas son intocables, puesto que allí se había celebrado un referéndum, señaló hace poco el Secretario de Estado para Relaciones Exteriores, James Cleverly. Es ridículo.

Con miras a rechazar el doble rasero, exhortamos a todos que se guíen por los acuerdos de consenso aprobados en el marco de la vigente Declaración de la ONU de 1970 sobre los principios del Derecho Internacional. Proclama claramente que es necesario respetar la soberanía e integridad territorial de los países “que se conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descritos y estén, por tanto dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio”.

Es evidente para cualquier observador imparcial que el régimen kievita nazi no puede representar de ninguna manera a los habitantes de los territorios que se negaron a aceptar los resultados del sangriento golpe de Estado cometido en febrero de 2014 y contra los que, por esta causa, los golpistas desataron la guerra.

Igual como Pristina no puede pretender que represente los intereses de los serbios de Kosovo a los que la UE prometió la autonomía, Berlín y Paris prometieron otorgar el estatus especial a Donbás. Sabemos bien el resultado de dichas promesas.

Como destacó el Secretario General de la ONU, António Guterres, en su discurso a la segunda Cumbre por la Democracia celebrada el pasado 29 de marzo: “la democracia emana de la Carta de la ONU. Sus primeras palabras, ‘nosotros los pueblos’, reflejan la fuente fundamental del poder legítimo: consenso de los gobernados”. El consenso. Lo subrayo otra vez.

Buscando cesar la guerra en el este de Ucrania desatada tras el golpe de Estado, se emprendieron esfuerzos multilaterales enfocados a un arreglo pacífico que se plasmaron en la resolución del Consejo de Seguridad 2202 aprobando unánimemente los Acuerdos de Minsk. Estos Acuerdos los pisotearon tanto Kiev como sus dueños occidentales que hace un rato confesaron cínica e incluso orgullosamente que nunca los habrían implementado y solo querían ganar tiempo para nutrir Ucrania de armas contra Rusia. De esta manera, se proclamó en público que había sido violado el compromiso multilateral de todos los miembros de la ONU consagrado en su Carta, exigiendo que todos países cumplen con las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Se vieron rehusadas arrogantemente nuestras acciones consecutivas encaminadas a prevenir la confrontación, incluidas las sugerencias expresadas en diciembre de 2021 por el Presidente Vladímir Putin acerca de negociaciones de las garantías de seguridad mutuas y multilaterales. Se nos dijo que nadie podría impedir que la OTAN “abrazara” Ucrania.

A pesar de nuestras demandas insistentes, durante todos los años tras el golpe de Estado, los patrocinadores occidentales del régimen kievita no amonestaron a Poroshenko, Zelenski, ni la Rada Suprema ucraniana, cuando erradicaron legislativa y gradualmente el idioma ruso, educación, medios de comunicación, tradiciones culturales y religiosas rusas en general, violando directamente la Constitución de Ucrania y los convenios universales sobre los derechos de las minorías. Paralelamente, los dirigentes kievitas introdujeron en la legislación y la vida cotidiana la teoría y la práctica del nazismo. Organizaban sin vergüenza en el centro de Kiev y otras ciudades pomposas marchas con antorchas bajo los estandartes de las divisiones de las SS. Occidente guardaba silencio y se frotaba las manos. Lo sucediendo encajaba perfectamente en los planes de EEUU encauzados a usar el régimen flagrantemente racista que había incubado para debilitar Rusia por completo, siguiendo el curso estratégico destinado a eliminar a los rivales, menoscabar cualesquier guiones que implicaron un establecimiento de la multilateralismo justo en los asuntos mundiales.

Hoy todos lo entendemos, aunque pocos lo mencionan en voz alta: no se trata en absoluto de Ucrania, sino de cómo progresarían las relaciones internacionales en el futuro: por medio de un consenso sostenible basado en el equilibrio de intereses o de la promoción agresiva y explosiva de la hegemonía.

No podemos examinar la “cuestión ucraniana” desatendiendo el contexto geopolítico. Quisiera reiterar que el multilateralismo implica el respeto de la Carta de la ONU a la luz del carácter interrelacionado de sus principios. Rusia explicó claramente los objetivos que persigue en la operación militar especial: eliminar las amenazas a la seguridad nacional precisamente en nuestras fronteras creadas por la OTAN durante muchos años, así como defender a la gente privada de los derechos que les habían otorgado convenios multilaterales. Además, busca defender a las personas contra las amenazas, lanzadas públicamente por el régimen kievita, de exterminar y expulsarlas desde territorios donde sus antecesores habían vivido durante siglos. Dijimos honestamente por qué y por quiénes luchamos.

Con la histeria en el fondo impulsada por EEUU y la Unión Europea, quisiera preguntar: ¿qué fue lo que Washington y la OTAN hicieron en Yugoslavia, el Iraq, Libia? ¿Había amenazas contra su seguridad, cultura, religión e idiomas? ¿Por qué normas multilaterales se guiaban cuando proclamaron la independencia de Kosovo, violando los principios de la OSCE, destruyendo los Estados estables y económicamente prósperos del Iraq y Libia que se ubican a diez mil millas de las costas estadounidenses?

Al intentar subyugar sin vergüenza a las Secretarías de la ONU y otras instituciones internacionales, los países occidentales amenazaron al sistema multilateral.

Siempre ha existido un desequilibrio cualitativo de recursos humanos en favor de Occidente, pero hasta hace poco la Secretaría trató de mantener neutralidad. Ahora este desequilibrio tiene un carácter crónico y los empleados de las Secretarías se permiten con mayor frecuencia mostrar un comportamiento políticamente motivado e inaceptable para funcionarios internacionales. El Secretario General, António Guterres, debe procurar que todos sus empleados respeten el requisito de imparcialidad según el artículo 100 de la Carta de la ONU. Los altos cargos de la Secretaría tienen que actuar con arreglo a la necesidad de sugerir a los países miembros las vías para alcanzar un consenso y equilibrio de intereses y no seguir el juego de los conceptos neoliberales. En caso contrario, en vez de la agenda multilateral, habrá una escisión más profunda entre los mil millones de oro y la Mayoría Mundial.

Abordando el multilateralismo, no podemos limitarnos solo al contexto internacional: igual que, cuando hablamos sobre democracia, no vale la pena pasarlo por alto. No debe haber doble rasero. Tanto el multilateralismo como la democracia deben respetarse dentro del país y en las relaciones entre Estados. Todos saben que Occidente, imponiendo a otros su visión de la democracia, no quiere democratizar las relaciones internacionales a partir del respeto de la igualdad soberana de los Estados. Pero ahora, al promover sus reglas en el escenario global, Occidente estrangula el multilateralismo y la democracia en su propia casa, aplicando herramientas cada vez más represivas para suprimir cualquier disidencia, tal como lo hace el criminal régimen kievita apoyado por sus maestros, EEUU y sus aliados.

Hoy, igual que en los tiempos de la Guerra Fría, la humanidad se ha acercado a un límite peligroso, o tal vez mucho más peligroso. La situación se agrava porque la gente deja de creer en el multilateralismo, la agresión financiera y económica de Occidente destroza los bienes de la globalización, Washington y sus aliados renuncian a la diplomacia y desean aclarar las relaciones en el campo de batalla. Todo eso sucede en la ONU establecida para prevenir los flagelos de guerra. Las personas que se encaminan a socavar los principios subyacentes de la comunicación interestatal acallan las voces de fuerzas responsables y razonables, las exhortaciones a mostrar sabiduría geopolítica y resucitar la cultura del dialogo. Todos debemos regresar a las raíces: respetar los objetivos y principios de la Carta de la ONU en toda su diversidad e interrelación.

Es obvio que en la actualidad el verdadero multilateralismo requiere que la ONU se adapte a las tendencias objetivas en la formación de la estructura multipolar de las relaciones internacionales.

Es necesario acelerar la reforma del Consejo de Seguridad, aumentando la representación de países asiáticos, africanos y latinoamericanos en dicho órgano. La exorbitante representación actual de Occidente en este organismo principal de la ONU socava el principio del multilateralismo.

Por iniciativa de Venezuela, se creó el Grupo de Amigos en defensa de la Carta de la ONU. Es hora de que los Estados respetando la Carta se adhieran a dicha unión. Es igualmente crucial que se use el potencial constructivo de BRICS, la OCS. La UEEA, la OTSC, la CEI están listas para hacer una contribución. Somos partidarios de que se aprovechen las potencialidades de agrupaciones regionales de países del Sur Global. El G20 puede desempeñar un papel útil en mantenimiento del multilateralismo, si los participantes occidentales dejan de distraer a los colegas de las cuestiones actuales de su agenda, buscando sombrear el tema sobre su responsabilidad por haber acumulado las crisis en la economía mundial.

Todos estamos obligados a preservar la Organización de las Naciones Unidas como un ejemplo del multilateralismo y la coordinación de política mundial ganado con dificultad.

La clave para el éxito es trabajo conjunto, rechazo de reclamaciones por la excepcionalidad de cualesquiera figuras y, reiteraré una vez más, respeto de la igualdad soberana de Estados. Todos firmamos justamente estas cosas cuando ratificamos la Carta de la ONU.

En 2021, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, propuso convocar una cumbre de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Los líderes de China y Francia respaldaron esta iniciativa, pero, desgraciadamente, no se realizó. Este tema se refiera directamente al multilateralismo, y no porque cinco potencias tienen ciertos privilegios en comparación con los demás, sino porque gozan de una responsabilidad especial en el marco de la Carta de la ONU por mantener la paz y seguridad internacional. Es lo que requieren los imperativos del sistema capitaneada por la ONU.

La preocupación por la situación actual la expresan en sus iniciativas de una manera cada vez más fuerte los países del Sur Global: desde Asia oriental y sudoriental, el mundo árabe y el musulmán en general, hasta África y América Latina. Encomiamos su sincera determinación de arreglar cualesquier problemas contemporáneos mediante un honesto trabajo en equipo enfocado a fomentar el equilibrio de intereses fundado en la igualdad soberana de Estados y la indivisibilidad de la seguridad. Seguiremos aumentando nuestra cooperación fructífera con dichos países en aras de sanar la situación mundial, establecer la comunicación interestatal basada en los principios del multilateralismo natural, el Derecho Internacional, verdad y justicia.


https://mid.ru/es/foreign_policy/news/1867330/

Report Page