Antifa

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03. El ascenso de los «nazis de corbata» y el antifascismo actual

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La tortura de los antifascistas salió pronto a la luz. The Guardian publicó la información y se formó un pequeño escándalo que afectó al Gobierno griego[275]. A raíz de ello, se convocó ante el Parlamento una manifestación de unos 2000 antifascistas. Otras similares se celebraron en Kavala, Creta y en otros lugares de Grecia. Sin embargo, Yiorgos se lamenta de que el Gobierno consiguió acabar con las patrullas en Atenas, a todos los efectos…, y con la asamblea que las organizaba. Se siguieron celebrando manifestaciones en moto, pero ya no formaban parte de una estrategia continuada de resistencia frente a Amanecer Dorado[276].

Las características de este partido hacen que todo esto sea todavía más significativo. A diferencia del PVV holandés o del Frente Nacional francés de los últimos años, Amanecer Dorado es un partido fascista tradicional al pie de la letra.

Como tal, tiene la intención de controlar las calles. Alimenta una ira populista violenta contra los «inmigrantes ilegales, los anarquistas y todos aquellos que han destruido Atenas varias veces», en palabras de Ilias Panagiotaros, un parlamentario del grupo. Un mes después del arresto de los 15 antifascistas, Panagiotaros mismo dirigió un ataque contra los espectadores de una obra de teatro en la aparecía el personaje de un Jesucristo gay.

El origen de Amanecer Dorado puede remontarse a la fundación de la publicación Chrysi Avgi en 1983, por Nikos Michaloliakos. Este ha sido el líder del partido desde el momento de su creación oficial, en 1985. Aunque Amanecer Dorado prefiere etiquetarse como «nacionalista», sus orígenes fascistas son evidentes: en los flirteos iniciales de Michaloliakos con el nacionalsocialismo; en sus relaciones en prisión con los antiguos líderes de la dictadura militar; en el pequeño detalle de que su emblema sea una greca, dibujada de modo que recuerda a una esvástica, y en que sus integrantes a menudo hacen el saludo romano y organizan desfiles con antorchas, en la mejor tradición nazi.

Durante décadas, Amanecer Dorado fue poco más que una formación política marginal. Todavía en 2009 consiguió solo el 0,29 % de los votos[277]. Pero en 2010 estalló la crisis de la deuda griega. Para evitar la bancarrota, el Gobierno aceptó un enorme plan de rescate que exigía la aplicación de duras medidas de austeridad e importantes subidas de impuestos. Con esta serie de rescates y recortes se consiguió evitar el colapso total de la economía del país. Pero no el de las condiciones de vida cotidianas de muchos de sus habitantes. La recesión llegó al 25 % en cinco años, un índice parecido al de Estados Unidos durante la Gran Depresión de 1929. Las cifras de desempleo eran increíbles: el 25 % del total de la población activa en 2015 y más del 50 % para los jóvenes en 2016. Por ejemplo, el presupuesto de sanidad para salud mental se redujo el 20 % entre 2010 y 2011 y hasta el 55 % al año siguiente.

No resulta sorprendente que la tasa de suicidios aumentase el 35 % durante esta etapa. Como decía el Movimiento 15M en España: «No son suicidios, son asesinatos»[278].

El ascenso de Amanecer Dorado empezó cuando se generalizó la crisis. Obtuvieron su primer representante en el Ayuntamiento de Atenas en 2010. Entraron en el Parlamento por primera vez en 2012, con 18 escaños y el 7 % de los votos. A nivel de calle, organizaron «grupos de ciudadanos» para acosar a los inmigrantes, fuesen parte de los supuestos 350 000 sin papeles o no. Estas patrullas urbanas llegaron a envalentonarse tanto que empezaron a atacar a gente al azar, solo porque pensaban que eran «extranjeros» y a plena luz del día. «Los perseguían por las calles, los sacaban a rastras de los autobuses, les daban palizas y les apuñalaban». Una semana después de entrar en el Parlamento, un grupo de unos 50 integrantes de Amanecer Dorado, armados con palos y escudos, llegaron en moto a la plaza principal del barrio ateniense de Nikaia. El dueño pakistaní de una peluquería contó que los nazis le dijeron: «Tú eres el motivo de los problemas de Grecia. Tienes siete días para cerrar la tienda o te la quemamos, y a ti también».

La inseguridad de los inmigrantes se vio incrementada por el hecho de que un porcentaje muy alto de la policía eran votantes de Amanecer Dorado. De hecho, hay vídeos que demuestran que la cooperación entre ambas organizaciones es bastante habitual. Mientras, un Gobierno tras otro, incluido el de los socialistas de Syriza, aceptaron las medidas de austeridad impuestas por la «troika» financiera. Daban así la impresión de haber cedido la soberanía griega a la UE y al FMI. En este escenario, las propuestas ultranacionalistas y contrarias a la inmigración de Amanecer Dorado empezaron a ganar empuje. Para 2015 ya eran el partido más popular entre los jóvenes de 18 a 24 años[279].

Este partido fascista tiene la presencia callejera más agresiva de toda Europa. Al empezar a crecer, se dio de bruces con el que se puede considerar el movimiento autónomo y anarquista más formidable del continente. El antifascismo militante griego se remonta a la resistencia contra la ocupación de fascistas italianos y nazis alemanes durante la guerra. Después, se prolongó frente a la dictadura militar de 1967-1974. A diferencia de la mayoría de los países del resto de Europa, una buena parte del movimiento no ha adoptado el modelo que reúne a toda la izquierda revolucionaria en las mismas organizaciones. En vez de eso, el antifascismo militante ha pasado a ser un aspecto más de un anarquismo muy amplio, involucrado en una extensa variedad de luchas sociales. Surgió en su forma actual en el país a partir de 1980. Recibió influencias de los autónomos italianos y alemanes, del pensamiento situacionista francés, de la música punk y del legado de resistencia a la dictadura militar.

Para buena parte del público, fue el levantamiento de 2008 el que atrajo la atención internacional sobre el movimiento. En diciembre de ese año, la policía asesinó a Alexis Grigoropoulos, un anarquista de 15 años de edad. Este hecho fue el detonante de un mes de estallido insurreccional sin precedentes en Grecia. Anarquistas, estudiantes, ultras de fútbol, inmigrantes romaníes y otros sectores de la sociedad que se sentían frustrados salieron a la calle. Atacaron tiendas de lujo. Asediaron comisarías y dependencias del Gobierno. Destrozaron e incendiaron bancos. Expropiaron comida de los supermercados y okuparon escuelas, universidades y estudios de radio y televisión. Ni siquiera el enorme árbol de Navidad que se pone todos los años en la céntrica plaza Syntagma de Atenas pudo escapar a las llamas. Muchos trabajadores hicieron huelgas salvajes y surgieron asambleas de estudiantes, trabajadores y en los barrios de todo el país. La policía apenas podía controlar la situación. Reclutó de modo informal a matones fascistas para que les ayudaran. Sin duda, un anuncio premonitorio de lo que se avecinaba. Cuando se despejó el humo de los incendios, los daños ascendían a unos 200 millones de euros. Se había politizado toda una generación de jóvenes griegos[280].

Mural en homenaje al rapero antifascista asesinado, Pavlos Fyssas (Killah P), en Atenas. (Fotografía del autor).

A pesar de lo activo y dinámico de la política revolucionaria en Grecia, el ascenso de Amanecer Dorado pilló a muchos por sorpresa. Cuando visité el país en 2012, meses después de que los fascistas hubiesen entrado en el Parlamento, casi todas las conversaciones que mantuve con los anarquistas locales incluían comentarios del tipo de: «No teníamos ni idea de que esto iba a pasar. Antes no eran más que un chiste»[281].

Las cosas se pusieron aún más serias el 18 de septiembre de 2013. Ese día, el rapero antifascista Pavlos Fyssas (Killah P) fue asesinado por un miembro de Amanecer Dorado. Lo apuñaló después de ver un partido de fútbol en un café de Atenas. Este acto causó una oleada de indignación por todo el país. Los antifascistas, al grito de: «Matemos fascistas en todos los barrios», se enfrentaron con la policía. A la vez, los funcionarios públicos convocaron una huelga general como protesta. Los militantes actuaron sobre todo contra las tiendas de compraventa de oro. Se decía que muchas de ellas eran propiedad de miembros de Amanecer Dorado, vinculados al crimen organizado[282].

La mayor parte de los anarquistas y otros antifascistas autónomos respondieron al asesinato de Fyssas con ataques a la propiedad privada y enfrentamientos con la policía. Pero una rama más pequeña y clandestina del movimiento tomó un derrotero diferente. El 1 de noviembre de 2013, dos personas saltaron de una moto con sus caras cubiertas por los visores de los cascos. Corrieron hacia la sede de Amanecer Dorado en el barrio ateniense de Neo Iraklio. Vaciaron los cargadores de sus armas sobre tres miembros del partido nazi. Dos de ellos murieron en el acto y el otro tuvo que ser hospitalizado. Una célula anarquista, denominada Fuerzas Militantes Revolucionarias Populares, reivindicó el ataque. A lo largo de los meses siguientes, Amanecer Dorado dijo que se habían realizado diez ataques con bomba contra sus locales[283].

Los antifascistas parecen estar de acuerdo en que esta campaña y, sobre todo, las muertes sembraron el pánico entre los fascistas. Al mismo tiempo, la oposición en las calles limitó de forma progresiva su capacidad de hacer campaña en público[284].

Amanecer Dorado sufrió todavía un contratiempo mucho más serio. Unos 70 líderes y parlamentarios del partido, incluido su fundador, Nikos Michaloliakos, fueron detenidos. Se les acusó de organizar los violentos ataques de sus seguidores, en ocasiones mortales, contra inmigrantes e izquierdistas. Entre las acusaciones se incluyó el asesinato de Fyssas[285]. El juicio posterior supuso un freno en el crecimiento de Amanecer Dorado. Al igual que el hecho de que el interés mediático inicial se fue atenuando. Poco después, el partido descubrió que su capacidad de extenderse más allá de sus bases había quedado muy comprometida.

Al descender el número de manifestaciones fascistas, también lo hizo el de actos antifascistas. En vez de estos, los grupos militantes han realizado más acciones a pequeña escala. Como la de abril de 2017, en la que una docena de integrantes de la Brigada Pavlos Fyssas destruyó la fachada de una sede de Amanecer Dorado con martillos pilones a plena luz del día[286].

A pesar de todo ello, Amanecer Dorado alcanzó el tercer puesto en las elecciones de 2015 y sigue siendo la tercera fuerza política en el país a principios de 2017[287].

Desde que empezaron a llegar los refugiados, la mayor parte de los esfuerzos organizativos de los militantes se han dirigido a darles apoyo y solidaridad. Una de las formas más significativas en que se ha manifestado esto es la campaña para okupar edificios abandonados y alojar en ellos a los recién llegados. La primera okupación de este tipo en Atenas se hizo en 2015 en Notara 26. Esta se encuentra en Exarcheia, un barrio anarquista en el que la policía entra rara vez. Tanto Notara como otras okupaciones similares en la zona, incluido un hotel abandonado en City Plaza, se organizan mediante asambleas horizontales. En ellas participan militantes griegos y los propios refugiados. Un palestino de Siria, llamado Rami, explica: «Aquí, en las okupaciones, hay una comunidad. Se siente como un entorno familiar. En Notara nos sentimos como en una gran familia, como en nuestro hogar».

Este hogar se vio en peligro en agosto de 2016, cuando los fascistas atacaron el edificio con gases lacrimógenos e intentaron prenderle fuego. Afortunadamente, nadie resultó herido[288]. Mientras tanto, la represión policial sobre las okupaciones ha alcanzado niveles sin precedentes comparada con el año anterior, a pesar de que los socialistas de Syriza están en el Gobierno. La policía desalojó cinco de ellas entre finales de 2016 y principios de 2017 y arrestó a muchos anarquistas y refugiados[289].

«Si te muestras solidario con los refugiados, eres un antifascista», dice Malamas Sotiriou, un anarquista y practicante de kick-boxing del Movimiento Antiautoritario (AK). Además, participa en el centro social Micrópolis, en Salónica, al norte de Grecia. La primera vez que visité Micrópolis en 2012 me impresionó la enorme cantidad de actividades que acoge. Aparte de un restaurante y un bar gestionados de forma cooperativa, tienen talleres de cerámica y artesanía. Hay un colectivo de ebanistería, un gimnasio de artes marciales, una tienda gratis y muchas cosas más. A lo largo de los últimos años, Micrópolis ha dado la bienvenida a muchos refugiados. No solo al centro social en sí, sino también de la amplia red de «economía solidaria» que alberga. Por ejemplo, unos desplazados que eran panaderos en Siria se encargan ahora de una tahona en el centro social. Elaboran dulces que venden a través de las redes solidarias establecidas a lo largo de los años. Del mismo modo, unos barberos sirios han abierto una peluquería en Micrópolis. Y la mitad del equipo de kick-boxing del centro social son refugiados[290].

Tal vez alguno de ellos llegue a participar en el torneo anual de artes marciales que Sotiriou y sus compañeros pusieron en marcha en 2014. Lo hicieron como respuesta a otra competición, cuyos organizadores invitaron a parlamentarios de Amanecer Dorado para que dieran las medallas a los vencedores. El campeonato alternativo de Sotiriou en Salónica atrae a militantes de toda Europa, que participan con entusiasmo para apoyar el mensaje de que «las artes marciales no son un deporte de fascistas»[291].

Desde entonces, se han organizado torneos similares en Moscú, Madrid, Praga y Santiago de Chile. A menudo, los participantes entrenan en gimnasios del movimiento, como el Gimnasio Popular de Boxeo Antifascista de Turín, el Club de Boxeo Antifascista y Solidario de Marsella o el Club de Boxeo del CSO La Traba, en Madrid[292]. En el momento de escribir estas líneas, acaba de abrir sus puertas un gimnasio «antifascista, antirracista y antisexista» en Chicago (Illinois) al que se ha llamado Haymaker.

La noche del 1 de febrero de 2017, los estudiantes indocumentados de la Universidad de California en Berkeley tenían miedo de salir a la calle. No por los insistentes rumores propagados en el norte de California, de que los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas patrullaban el campus para detener a los universitarios que no tuviesen sus papeles «en regla»[293]. La violencia contra los inmigrantes que les atemorizaba esa noche no tenía su origen en el Gobierno. Se debía al antiguo colaborador de Breitbart News, Milo Yiannopoulos, al que los republicanos de Berkeley habían invitado para dar una conferencia en el campus.

Yiannopoulos salió de un relativo anonimato gracias a su defensa del gamergate. Este consistía en el acoso online a programadores de juegos, feministas o de raza distinta a la blanca. Incluía también a críticos y actores que se habían pronunciado contra el machismo y el supremacismo blanco predominantes en el «mundo de los frikis de la informática»[294]. Poco después, Twitter canceló la cuenta de Yiannopoulos. Desde ella lideraba el incesante acoso online, racista y misógino, contra la actriz de raza negra Leslie Jones. Esta se había atrevido a «profanar» Cazafantasmas, supuestamente una película clásica para varones frikis blancos.

Para principios de 2017, probablemente Yiannopoulos ya era la mayor estrella de lo que se conoce como «derecha alternativa». Para ello, utilizó su identidad de inmigrante homosexual como mitigante de su racismo. De su misoginia («El feminismo es una filosofía ruin, vengativa, rencorosa y asquerosa que odia a los hombres»). De su islamofobia («Los musulmanes violan a todo el mundo»). De su transfobia («No pido perdón por proteger a mujeres y menores de hombres que están confusos acerca de su identidad sexual») y de su defensa de la cultura de la violación (uno de sus titulares en Breitbart decía: «El motivo por el que se debe mantener a las víctimas de violación en el anonimato se llama “remordimientos de puta”»[295]).

Suficiente como para que cualquier estudiante razonable estuviese preocupado por su intervención en el campus. Además, los organizadores del acto en Berkeley anunciaron que Yiannopoulos planeaba «hacer públicos los nombres de universitarios indocumentados». Lo mismo había hecho ya con los estudiantes transgénero en la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. Entonces Juan Prieto y otros sin papeles tuvieron la impresión de que «la seguridad de nuestra comunidad estaba en juego»[296].

Como cuenta Prieto, en los días anteriores al acto los activistas se reunieron con el rector. Escribieron páginas de opinión. Hicieron circular una petición que reunió muchas firmas de estudiantes y docentes. Animaron a los alumnos a llamar al rectorado para quejarse…, pero todo fue en vano. «La universidad dejó muy claro que ningún método pacífico iba a evitar que interviniera —explica Prieto—. Había que impedir el acto por cualquier medio necesario».

La noche de la presentación de Yiannopoulos se celebraron varias manifestaciones en contra del acto. Poco antes de la hora de inicio anunciada, unos antifascistas vestidos de negro se unieron a la más grande de ellas. Retiraron las vallas de la policía, tiraron cohetes, rompieron ventanas e hicieron pintadas. Los daños estimados alcanzaron un valor de unos 100 000 dólares. Lo que no se había logrado tras semanas de diplomacia, debates y diálogo público, se consiguió en unos quince minutos. La policía anunció enseguida que se cancelaba el acto, por problemas de seguridad.

Los medios de comunicación, como CNN, se refirieron a los militantes como «agitadores venidos de fuera», sin tener prueba alguna. Varios de ellos eran, de hecho, alumnos de Berkeley. Desde luego, algunos de los manifestantes en contra de Yiannopoulos no aprobaban los métodos de los antifascistas. Pero tras la cancelación del acto hubo un estallido espontáneo de alegría triunfal y bailes. Lo que evidencia que muchos estudiantes sí aprobaban el resultado de esos métodos. Los medios de comunicación, en general, pasaron por alto este hecho. En última instancia, señala Prieto, «puede que se salvaran las vidas de algunos universitarios esa noche»[297].

Este tipo de altercados, o el temor a que se produjeran, ya habían conseguido que se cancelaran intervenciones de Yiannopoulos en la Universidad de Nueva York, en la Estatal de Iowa y en la Universidad de California en Davis. En esta última, Bárbara, una estudiante transgénero, tenía tanto miedo que abandonó el campus durante todo el día. Pero fue el espectáculo creativo o destructivo de la protesta en Berkeley el que despertó un súbito interés mediático por el notorio «movimiento antifascista»[298].

A lo largo del mes siguiente, se publicaron artículos sobre el tema en Wired, BBC News, Salon, Newsweek y Al Jazeera. Un titular del International Business Times se preguntaba: «¿Qué es el antifascismo?». En el programa de NPR, All things considered, el editor Dennis Johnson criticó el contrato que había firmado Yiannopoulos con Simon & Schuster para escribir un libro por 250 000 dólares. Después de oírme hablar sobre antifascismo en la misma emisora, Dennis me pidió que escribiese este libro. También Vice, 20/20 y Rolling Stone se pusieron en contacto conmigo. Querían integrar a uno de sus periodistas en un grupo del movimiento. Les dije que eso era imposible[299].

Sin embargo, esta última oleada de antifascismo no surgió de la noche a la mañana. Ciertamente, el movimiento que se desarrolló a partir de ARA experimentó una relativa calma desde mediados de la década de 2000 hasta aproximadamente el inicio de la campaña electoral de Trump. Pero no llegó a desaparecer del todo. Los militantes con los que he hablado están en general de acuerdo en que, al empezar la década de 2000, ARA fue «víctima de su propio éxito». El descenso de la actividad de los fascistas llevó al correspondiente declive del antifascismo[300]. Entre otros factores, este proceso se vio acelerado por dos circunstancias. Una, la entrada en la cárcel en 2003 de Matt Hale, el líder de la Iglesia Mundial del Creador, por planear el asesinato de un juez federal. El otro, la muerte en 2002 de William Pierce. Pierce fue el «neonazi más importante de Estados Unidos» durante tres décadas. Autor de la obra de fantasía en torno a una guerra racial Los diarios de Turner, lideró la Alianza Nacional[301].

Tal y como lo expresa Howie, un antifascista de Nueva Jersey, «en cierto momento, el grupo fascista más grande era el Movimiento Nacionalsocialista, con apenas 80 tíos haciendo recreaciones históricas»[302]. Cuando las cosas se pusieron serias en las protestas contra las guerras de Irak y Afganistán, la atención de los militantes se desplazó a lo que consideraban un asunto más urgente.

ARA y otras organizaciones similares persistieron en su actividad. Incluso surgieron nuevos grupos en esta etapa, como ARA de Texas Central. Pero los antifascistas a los que entrevisté recuerdan lo difícil que era justificar su tarea, minuciosa y desagradecida, ante sus compañeros. Por ejemplo, a mediados de la década, Jack formaba parte de la segunda etapa de Antifascistas del Noreste, en Boston. Pasaba «horas y horas solo en un cuarto leyendo Stormfront y foros provinciales de nazis, intentando no dar tregua a ciertas personas por Internet». Al mismo tiempo, tenía «debates con otros revolucionarios que no hacían tareas antifascistas, que le decían: “Esos tíos son unos gilipollas. Deberíamos centrarnos en las prisiones y en el racismo institucional”». Es cierto que los antifascistas también trabajan en esos campos, pero desde el punto de vista de Jack seguía recayendo en ellos «el evitar que ese fascismo político revolucionario lograse un camino de acceso al poder estatal»[303].

Antifa de Rose City (RCA), de Portland (Oregón), es ahora el grupo de este tipo en activo con mayor antigüedad de Estados Unidos. Se han enfrentado a los mismos retos. RCA se creó en 2007, a raíz de un impulso organizativo para oponerse al festival de cabezas rapadas neonazis Hammerfest. Desde el principio estuvo muy influido por el gran número de europeos que participan en él. Esto es evidente en el hecho de que fuese el primer grupo en Estados Unidos en denominarse «antifascista». Como explica un miembro anónimo de RCA, organizaron campañas de propaganda en la localidad contra los miembros del neonazi Volksfront. Intentaron impedir conciertos de bandas racistas de música, como Death in June. Pero siempre se consideraron ligados al movimiento en Europa. No obstante, cuando organizaron actos en solidaridad con los militantes rusos, otros izquierdistas les dijeron: «¿A quién le importa eso? Está muy lejos». En una reflexión sobre el súbito crecimiento del antifascismo una década después, este integrante de RCA cuenta cómo los esfuerzos organizativos del grupo se vieron durante años como «un pasatiempo raro, algo que la mayoría de los izquierdistas pensaba que era una tontería y una pérdida de tiempo». Dice que en ocasiones era posible generar entusiasmo en torno a la oposición a una «agrupación de renombre», como el KKK. Pero cuando intentaron hacer lo mismo contra el Foro para el Renacimiento Americano, lo único que consiguieron fue un «gran bostezo»[304].

Según cifras del Southern Poverty Law Center (SPLC), el número de «grupos de odio» en Estados Unidos ha aumentado de forma gradual desde 1999. En buena medida, están alimentados por el creciente sentimiento de oposición a la inmigración. La elección en 2008 de Barack Obama, el primer presidente de raza negra, disparó este incremento. El fenómeno es evidente en los «grupos de patriotas» opuestos al Gobierno. Pasaron de 149 en 2008 a 1360 en 2012[305]. Estos grupos se encontraron con una población de raza blanca cada vez más receptiva. Se ve alienada por la decadencia de los valores llamados tradicionales y la crisis económica postindustrial la ha puesto en apuros. Después de las elecciones de 2008, empezaron a «montar un programa para que alguien como Trump pudiese salir elegido, ocho años después»[306].

No obstante, después de alcanzar un máximo en 2011, el número de «grupos de odio» descendió de forma gradual a lo largo de 2014. Ese mismo año alcanzaron su nivel más bajo desde 2004. Esto no se debía a que las ideas de ultraderecha estuviesen perdiendo importancia, sino a que cada vez más neonazis se concentraron en Internet y en las redes sociales. Prosperaron en Reddit y en 4chan.

Este desplazamiento al mundo virtual es una parte inseparable de la nueva «derecha alternativa». Este término fue acuñado en 2008 por Richard Spencer, un «racista profesional con pantalones de pinzas» que dirige el Instituto de Política Nacional, un grupo supremacista blanco.

La derecha alternativa ha acabado por convertirse en un enorme paraguas para un amplio conjunto de reaccionarios. Desde «realistas raciales» hasta «arqueofuturistas», pasando por el contrasentido del «anarcocapitalismo». Se define a sí misma por contraposición a los «cobservadores» de la clase dirigente. Con este juego de palabras racista quieren dar a entender que los conservadores tradicionales se parecen a patéticos hombrecillos blancos que observan impotentes cómo sus esposas se acuestan con hombres negros[307]. Desde luego, este término es nuevo. Pero retoma una imagen racista que fue una de las piedras angulares del supremacismo blanco y de la oposición al abolicionismo que estallaron después de la guerra de secesión estadounidense. Según Shane Burley, experto en el tema:

La derecha alternativa se define por su nacionalismo racial, por defender la desigualdad de pueblos y razas, la necesidad de los papeles de género tradicionales y de la jerarquía, por estar en contra, en general, de la democracia y por su antisemitismo. Cuando se la compara con los neonazis, gritones y cargados de pancartas de esvásticas, la diferencia es que la derecha alternativa tiene partidarios que saben usar la tecnología, recurren a ingeniosos memes y se dirigen a un público de clase media alta con estudios universitarios[308].

El núcleo duro de la derecha alternativa ni siquiera se molesta en ocultar su fascismo. El blog The Right Stuff tiene un podcast muy popular titulado The Daily Shoah. Esto es un juego de palabras entre «Shoah», el término hebreo para referirse al Holocausto, y The Daily Show, un conocido programa cómico de izquierdas en televisión. El sitio web que dice ser «la página de la derecha alternativa más visitada del mundo» se llama The Daily Stormer. Una clara referencia a la web neonazi Stormfront y a las tropas de asalto SA de los nazis.

Por el contrario, una parte importante de sus integrantes ha probado a usar mensajes más ambiguos. Intentan darles la apariencia de formatos más intelectuales, científicos y «respetables». Daryle Lamont Jenkins es uno de los fundadores del Proyecto del Pueblo. Se ha dedicado a vigilar a la extrema derecha de cerca desde 2000. Dice que las ideas fascistas empezaron a disimularse a partir del ascenso del grupo de milicia armada Minutemen, contrario a la inmigración, en 2005. Su crecimiento dio «a los nazis una oportunidad para destacar. De repente se vieron formando parte de algo que era generalizado», explica Jenkins[309].

Este cambio de estrategia en la forma de presentarse ha llegado a ser característico de una parte importante de la derecha alternativa. A diferencia de los nazis de la década de 1930, muchos ideólogos intentan ahora sortear la oposición social al discurso de la superioridad de la raza blanca. Para ello, incorporan elementos de la nouvelle droite francesa. Prefieren hablar de diferencias biológicas «inherentes» a las diferentes razas. Estos condicionantes impondrían la necesidad de mantenerlas homogéneas, para que puedan prosperar. En caso de no respetar este imperativo «natural», dicen, el resultado sería un «genocidio blanco», a manos de una población de otras razas que no hace sino crecer y cuyo número se prevé que supere al de habitantes caucásicos en Estados Unidos a mediados del presente siglo. Frente al concepto izquierdista de «privilegio blanco», cada vez más difundido, argumentan que las personas de esta raza ya no son conquistadores, sino «víctimas».

Hasta cierto punto, han intentado lograr este objetivo apoyándose en dos connotaciones del término «alternativo».

La primera es la asociación que tiene esta palabra con la noción de elección. Esta rama de las ideas de la extrema derecha se ha presentado como una nueva «alternativa» para jóvenes conservadores (especialmente estudiantes). Según Milo Yiannopoulos, se sentían frustrados y «cansados de que les dijeran cómo vivir, cómo hablar, qué tipo de lenguaje podían usar, qué libros podían leer, cómo expresarse, qué opiniones se les permitía tener»[310]. En la era Trump, lo «alternativo» está más allá de toda valoración normativa. Las afirmaciones ya no son correctas o incorrectas. Son «hechos alternativos», como ha dicho la consejera del presidente, Kellyanne Conway. Los discursos de Yiannopoulos ya no son invitaciones mal disimuladas al ejercicio de la violencia. Son solo «puntos de vista alternativos»[311]. De este modo, el lenguaje de esta nueva ultraderecha busca reapropiarse de la retórica progresista de la diversidad. Pretende reinventar a la «raza blanca» como un grupo de interés más, en lugar del mito histórico de dominación que es. El nacionalismo blanco sería otra opinión «provocativa» que alguien puede elegir, sin más.

La segunda connotación es la de cultura «alternativa». Como se pregunta Yiannopoulos: «¿Qué puedes hacer si quieres ir contra la sociedad de lo correcto? ¿Cabrear a tus padres? Para lograr eso, en los años setenta hubieses tenido que escuchar a los Sex Pistols, en los años ochenta, a Madonna. Ahora se consigue votando a Trump y eso mola». «Esas gorras de MAGA (Make America Great Again) son de lo más punk», añade[312]. Muchos en la derecha alternativa son más explícitos y constantes acerca de su fascismo. Para ellos, Yiannopoulos, Breitbart y otros medios y personalidades más convencionales, forman parte de lo que llaman la «áltlite»[313]. No obstante, buena parte de la atractiva convencionalidad de Yiannopoulos desapareció de la noche a la mañana cuando salieron a la luz sus comentarios a favor de la pedofilia. La derecha alternativa presenta el feminismo, la liberación gay y el antirracismo como aspectos de una hegemonía contranatural e idiotizante de lo políticamente correcto. Con ello, ha otorgado a muchas personas blancas racistas, especialmente hombres, una formulación «rebelde» con la que dar rienda suelta a lo que venían pensando todo este tiempo. Los fascistas y los supremacistas blancos han aprovechado este filón de reclutas. Se han infiltrado en subculturas mayoritariamente blancas, tales como la escena de los cabezas rapadas, el punk en un sentido más amplio, el metal, el neofolk, el siniestro, los videojuegos y las comunidades de tema fantástico (como quedó claro con el gamergate). También en la cultura hípster (a los hípsteres nazis se les llama «nípsteres»). E incluso en la escena de furries y bronies (hombres a los que les gusta disfrazarse de animales peludos o que son fans de Mi pequeño pony[314]). Esta tendencia demuestra la importancia del antifascismo en contextos subculturales.

El etiquetado convencional propio de las ideas de extrema derecha se abrió camino y llegó a influir en Donald Trump durante su candidatura a la presidencia. Aunque se proclamó a sí mismo como «la persona menos racista que hay», Trump se negó a distanciarse del antiguo líder del Klan, David Duke. Dijo que los inmigrantes mexicanos sin papeles eran «violadores». Afirmó que un juez de ascendencia latina no podía realizar su trabajo de forma adecuada. Calificó a algunos de sus simpatizantes, que habían atacado a un indigente de origen latinoamericano, como «entusiastas». Envió por Twitter un meme antisemita contra Clinton, así como otro de supremacistas blancos con estadísticas falsas sobre criminalidad entre la población de raza negra. Incluso puso a Steve Bannon, el antiguo director ejecutivo de Breitbart News, admirador del ideólogo fascista Julius Evola, al frente de su campaña electoral. Posteriormente le nombró encargado de estrategia de la Casa Blanca. Hasta llegó a incluirlo en el Consejo de Seguridad Nacional durante un corto periodo de tiempo. No cabe duda de que Trump no necesitaba a la derecha alternativa para ser racista. Años atrás, ya el Departamento de Justicia le había demandado en dos ocasiones por negarse a alquilar sus apartamentos a personas de raza negra. Pidió la pena de muerte para los Cinco de Central Park, unos jóvenes que no eran de raza blanca, que fueron injustamente condenados y posteriormente exculpados. Para rematar, encabeza el movimiento de los birthers, que defienden que Obama no nació en Estados Unidos[315].

La derecha alternativa no ha creado a Trump. Pero es evidente que él ha considerado que el potencial político de esta es lo suficientemente alto como para hacerse eco de sus principales propuestas y para deshacerse en halagos hacia sus figuras más destacadas. Es el caso de Alex Jones, el virtuoso de las teorías de la conspiración, a quien elogió cuando fue invitado a su programa de radio, Infowars.

Tanto Trump como la extrema derecha han sabido aprovechar la ansiedad generalizada entre los conservadores blancos ante el rápido declive de los valores «tradicionales» de Estados Unidos. Una preocupación que gira en torno al hecho de que están perdiendo la «batalla» demográfica (en el plazo de una generación ya no van a ser la mayoría de la población); de que están perdiendo la guerra cultural, con la legalización del matrimonio homosexual; de que se acepta cada vez más la noción de «privilegio blanco»; de que la lucha de las personas de raza negra está en alza; de que ya no se tolera la «cultura de la violación», o de que la identidad y los derechos de las personas transgénero ganan legitimidad continuamente. Es más, el elitismo liberal y el neoliberalismo han consolidado sentimientos reaccionarios entre muchas personas blancas de clase obrera.

No obstante, no se puede pasar por alto el hecho de que la proporción del electorado de raza blanca que apoyó a Trump es casi idéntica a la que votó por Mitt Romney, cuatro años antes. Es decir, no hay que exagerar la idea de que su victoria se debe en exclusiva a una reacción de respuesta de estos votantes. En buena medida, no fue Trump el que ganó, sino Clinton la que perdió.

Sea como sea, la campaña de Trump otorgó a la derecha alternativa una tribuna desde la que movilizar la ira blanca contra el feminismo, contra la campaña Black Lives Matter, contra los musulmanes y los inmigrantes latinoamericanos. Su victoria envalentonó a los supremacistas blancos, explícitos e implícitos. Dio nuevas energías a los racistas, más allá de los resultados en las urnas.

También las principales figuras de la ultraderecha europea celebraron su victoria. Marine Le Pen anunció que «hoy es Estados Unidos, mañana será Francia». El líder de la AfD alemana dijo que «este triunfo cambia Estados Unidos, Europa y el mundo». Geert Wilders se regocijaba. El candidato a presidente de la extrema derecha austriaca, Norbert Hofer, lo celebró y el líder del UKIP, Nigel Farage, viajó a Nueva York a reunirse con Trump[316]. Después del brexit, la extrema derecha europea intentó presentar esta victoria como otro paso más en un movimiento de mayor calado para recuperar la «civilización occidental». Este objetivo político fundamental puede estar oculto bajo la superficie en la campaña de Trump. Pero hace tiempo que la derecha alternativa lo planteó de forma explícita. No cabe duda de que el ascenso de esta corriente hasta la Casa Blanca pilló por sorpresa a la mayor parte de la izquierda. Pero no fue así en absoluto en el caso de los pequeños grupos antifascistas, en primera línea del combate contra la extrema derecha antes de la campaña electoral. Esta lucha empezó ya tras la elección de Obama. Entonces se produjo un goteo de nuevos grupos de militantes, incluido Antifa de Nueva York, creado en 2010. Estas organizaciones se denominaron ya antifascistas y no «antirracistas». Esto parece deberse a que conocen mejor el movimiento en Europa, a través de las redes sociales.

Aun así, la red de Acción Antirracista se mantuvo a través de grupos como el Movimiento Antirracista Hoosier (HARM), en Indiana, en referencia al nombre de hoosiers que reciben los originarios de este estado. El 19 de mayo de 2012, un grupo de 18 antirracistas encapuchados, entre integrantes de HARM y otros, llevaron a cabo una audaz acción. Pretendían sofocar los intentos organizativos de los fascistas en la región. Presuntamente, irrumpieron en un restaurante de Chicago para interrumpir físicamente un encuentro de la Asociación por la Herencia Europea de Illinois. Participaban supremacistas blancos del Movimiento Nacionalsocialista, del Consejo de Ciudadanos Conservadores y de otros similares. A raíz de este hecho, cinco antirracistas fueron arrestados y acusados de un «delito de actuación tumultuaria». Alex Stuck, John Tucker y los hermanos Jason, Cody y Dylan Sutherlin fueron sentenciados a entre 42 meses y seis años de prisión. Todos ellos habían salido ya en libertad en septiembre de 2014. Nunca se detuvo a los otros 13 antirracistas. La policía arrestó también a dos de los nazis. Uno, por tenencia ilegal de armas semiautomáticas y el otro, por una orden de busca y captura por posesión de pornografía infantil[317].

En septiembre de 2014 se celebró en Chicago la primera conferencia anual de la nueva Red Antorcha, que recibió el legado de ARA. La Red afirma que en este momento cuenta con 12 grupos locales, incluidos Antifa de Filadelfia, Acción Antirracista de la Zona Sur de Chicago, Antifa de Rose City y Antifascistas de Atlanta.

Como es el caso de muchos otros colectivos antifascistas actuales, el grupo de Atlanta se creó en 2016 como respuesta al incremento de la actividad del Movimiento Nacionalsocialista, de la Liga Sureña y de la Red Juvenil Tradicionalista. Iggy, uno de sus integrantes, que también participo en ARA en las décadas de 1980 y 1990, comenta que hoy en día los nazis «no son tan evidentes» como cuando él empezó. Ahora, Antifascistas de Atlanta lleva a cabo campañas de propaganda pública contra las pegatinas y carteles de los supremacistas blancos de Identidad Europa. Estos «intentan ocultar su identidad para ser lo más anónimos posible». Según Iggy, en cierta forma sus campañas están teniendo demasiado éxito. Tapan la propaganda fascista «tan rápido que nadie sabe que hay un problema con este tema». Para solucionar esto, han impreso unas pegatinas en las que se puede leer: «Aquí había propaganda racista»[318].

Al mismo tiempo que aumentaron los esfuerzos organizativos y de investigación del movimiento, los enfrentamientos públicos hicieron otro tanto. El 27 de febrero de 2016, el KKK convocó una manifestación en Anaheim. Miembros del Klan apuñalaron a tres antirracistas durante las peleas multitudinarias que se produjeron[319]. En junio corrieron la misma suerte otros siete antifascistas, en los altercados que hubo por una manifestación en Sacramento. Dos de ellos quedaron en estado crítico. Los autores fueron miembros del Partido Tradicionalista de los Trabajadores, un grupo supremacista blanco, y de los Golden State Skinheads[320]. Antifa de Sacramento se formó ese mismo año.

Estos enfrentamientos se dieron en un contexto más amplio de radicalización de las protestas contra Trump. Cada vez más, los manifestantes se colaban en los actos públicos del candidato para interrumpirlo. El 11 de marzo de 2016 Trump tenía planeado dar un discurso en la Universidad de Illinois en Chicago. Había tantos manifestantes infiltrados que los organizadores cancelaron el acto, cuando las peleas y los gritos entre ambos bandos alcanzaron niveles intolerables.

Después de la victoria de Trump, el interés en el antifascismo y el entusiasmo por el movimiento crecieron mucho. También a raíz de la oleada de violencia racista que esta desató. Oponerse a la opresión institucional siguió siendo de vital importancia. Pero muchos militantes concluyeron que la auténtica resistencia al presidente necesitaba también desarrollar herramientas para enfrentarse a la violencia fascista en las calles. A consecuencia de ello, se formaron muchos grupos nuevos.

Uno de ellos es Antifa de Nebraska. Aunque es pequeña, esta organización multirracial logró una victoria importante a los pocos meses de su formación. Hizo pública la información privada de Cooper Ward, uno de los presentadores del podcast The Daily Shoah. Ward estaba viviendo en Omaha. Antifa de Nebraska imprimió miles de volantes con su nombre, su foto e información acerca de sus ideas nazis. Los repartieron por toda la ciudad. Esto le obligó a abandonar la universidad. Dio de baja sus redes sociales y desapareció del mapa. A su vez, esta acción causó un importante enfrentamiento interno en Vanguardia Americana, el grupo político al que pertenecía Ward. Le acusaron de ser un soplón[321].

La Coalición Antifascista del Este de Boston y Chelsea (CEBAC) se creó un día después de la elección de Trump. Está compuesta por un abigarrado conjunto de activistas, con experiencia en luchas por la justicia reproductiva y por los derechos de los inmigrantes y de los homosexuales[322].

Otro es Aplasta el Racismo D. C. Uno de sus promotores, Chepe, un veterano militante, explica que el colectivo está compuesto en su mayor parte por personas de raza negra o de ascendencia latinoamericana. «Es un grupo de afinidad en sentido amplio». Trabaja para crear una red local de organizaciones similares. Su objetivo es «hacer que Washington D. C. y el área circundante sean demasiado inseguros para una presencia fascista y neonazi declarada». Para extender su área de actuación, Aplasta el Racismo decidió ser más abierto que la mayoría de los grupos del movimiento. Por ejemplo, en abril de 2017 convocó una presentación pública a la que llamó «antifascismo sin caretas». En ella explicó el «ABC del anarquismo», la «historia de las luchas contra el fascismo lideradas por personas de raza negra» y otros temas parecidos.

No obstante, es probable que el grupo sea más conocido por su proyecto más visible. La noche antes de la toma de posesión de Trump convocaron una concentración frente al acto de celebración de la derecha alternativa, el «deplorabaile». Arrojaron huevos contra los fascistas, que iban vestidos de esmoquin. Prendieron fuego a varias gorras de «MAGA». A la mañana siguiente, un bloque negro «anticapitalista y antifascista» —es decir, un conjunto anónimo de militantes encapuchados y vestidos de negro— partió de Logan Circle. Iban a impedir que «las cosas se desarrollasen con normalidad» durante la jura del cargo y acceso a la Casa Blanca de un hombre al que los progresistas calificaban de fascista al pie de la letra. Algunos de los integrantes del bloque negro, aunque desde luego no todos, causaron destrozos en franquicias de multinacionales. Se buscaba echar por tierra la «pretensión de legitimidad» de Trump. Lo más destacado fue la rotura en un abrir y cerrar de ojos de los escaparates de Starbucks y del Bank of America. Acciones parecidas obligaron a McDonald’s a cerrar. Cajeros y otras propiedades similares de grandes empresas fueron cubiertos de pintadas o destruidos por completo. Se estima que los daños ascendieron a los 100 000 dólares. Puede que el momento más representativo del día fuese cuando se prendió fuego a una limusina.

En total, 214 personas fueron detenidas y acusadas de un delito de altercados, de incitación a los altercados y de preparación para producir altercados. Estas acusaciones pueden acarrear sentencias de hasta 75 años para cada uno de los arrestados. No hace falta decir que estas peticiones superan con creces cualquier sentencia anterior por delitos parecidos. Natasha Lennard es una periodista con un papel destacado a la hora de explicar las estrategias antifascistas y del bloque negro. Señala que la policía ni siquiera pretende que la mayoría de los detenidos haya roto realmente algo. En vez de eso, casi todos están acusados de haber «animado o intimado voluntariamente a otros a participar en los disturbios»[323]. Las detenciones masivas y las acusaciones desproporcionadas son un intento evidente de impedir cualquier manifestación que pueda suponer alguna alteración de la normalidad. Van en consonancia con la legislación recientemente propuesta en 18 estados para criminalizar formas de protesta, como cortar carreteras, taparse la cara y otras. Se están debatiendo leyes en Tennessee, Carolina del Norte y Dakota del Norte que autorizarían a los conductores de vehículos a atropellar a cualquier manifestante que esté en la calzada[324].

Tal vez el incidente público más significativo para el antifascismo reciente en Estados Unidos sea el que ocurrió más tarde, el mismo día de la toma de posesión. Richard Spencer, un supremacista blanco, daba una entrevista en la calle para explicar el significado de Pepe la Rana, la mascota de la derecha alternativa. En ese momento, a plena luz del día, un antifascista vestido de negro le dio un puñetazo en la cara. De hecho, alguien le volvió a pegar después, al poco tiempo. El vídeo del suceso se hizo viral y dio vueltas por todo Internet. Se hicieron versiones y memes con todo tipo de música pop de fondo, desde Whitney Houston a Justin Bieber. Quedaron recogidas en Twitter con el hashtag @PunchedToMusic. La sección «Actualidad del fin de semana», del programa Saturday Night Live, se estuvo riendo de él. Incluso un titular de The New York Times se preguntaba: «¿Está bien pegar a un nazi?»[325]. Un icono de la derecha alternativa, que intentaba ocultar sus ideas nazis bajo un manto de «respetable» intelectualidad, se vio ridiculizado en los memes más populares. Otro motivo de LOLS! para el insaciable apetito virtual de los millennials. Rock contra el Racismo difundió el lema «NF= No Fun» en la década de 1970. Ahora, ver el puñetazo a Spencer al ritmo de DMX convirtió a la derecha alternativa en el «derechazo alternativo» para muchos jóvenes. Aunque solo fuese temporalmente.

Lo que tal vez sea más importante, este suceso representó una aportación significativa a la legitimación del antifascismo. Más concretamente, a la idea del enfrentamiento físico contra fascistas y supremacistas blancos.

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