Anatomía del amor

Anatomía del amor


Notas

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Notas

[1] ETOLOGÌA: el término etología proviene del griego ethos, que significa «modales» o «conducta» (véase Gould, 1982). En general, se considera que la etologia es la observación y análisis del comportamiento animal en su medio natural. Parte de la premisa de que los patrones característicos de conducta de una especie determinada evolucionaron de la misma manera que las características físicas, es decir, a través de la selección natural y la evolución. Darwin sentó las bases para la etología con su análisis de los patrones motrices, como por ejemplo el gruñido y otros gestos faciales, en las diferentes especies (véase Darwin [1872], 1965). <<

[2] Para similitudes entre especies en su lenguaje corporal y expresiones faciales, véase Givens, 1986, 1983; Goodall, 1986; Van Hooff, 1971; Darwin [1872], 1965. <<

[3] Eibl-Eibesfeldt, 1989; Hess, 1975. <<

[4] De Waal, 1987. <<

[5] Smuts 1985, 1987. <<

[6] Ekman, 1985. <<

[7] Darwin [1872], 1965. <<

[8] Ekman, Sorenson y Friesen, 1969; Ekman, 1980, 1985; Goleman, 1981. CARTOGRAFÍA DEL ROSTRO: mediante textos de anatomía, cámaras y un espejo, el psicólogo Paul Ekman y sus colegas aprendieron a contraer sus músculos faciales individualmente y a voluntad. Cuando no estaban seguros de qué músculos estaban usando, se insertaban agujas con conexiones especiales en músculos concretos a fin de aislar la actividad de cada uno. Ekman informa que la «sonrisa amplia» humana es una de las expresiones faciales menos complicadas. Sólo con la participación del «elevador de la comisura de los labios», el «formador de hoyuelos» y el «elevador de las mejillas» nuestra sonrisa se vuelve amplia y sugerente. Las noventa y seis versiones principales del enojo emplean varios cientos de combinaciones musculares, según su intensidad. Véanse Ekman, 1985; Goleman, 1981. <<

[9] Field y otros, 1982; Trevathan, 1987. <<

[10] Givens, 1983; Perper, 1985. <<

[11] TERRITORIOS ESPACIALES HUMANOS: la gente divide el espacio en cuatro tipos diferenciados. Para los norteamericanos, el «espacio íntimo» es en general de cuarenta y cinco centímetros alrededor de la cabeza. Sólo a personas de íntimo conocimiento y a las mascotas se les permite el acceso a este territorio privado durante un tiempo significativo. El «espacio personal» es el territorio de sesenta centímetros a un metro veinte en torno a la persona; los amigos tienen acceso a él. El «espacio social» va del metro veinte a los dos metros cuarenta y se utiliza en la interacción con otras personas en el trabajo y en las reuniones sociales. Los «espacios públicos» son todas las áreas a una distancia superior a los dos metros setenta o tres metros. Las diversas sociedades miden el territorio en torno al cuerpo de diferentes maneras, pero en todas existe un código de la proximidad. Véase Hall, 1966. <<

[12] TÁCTICAS DE CONVERSACIÓN EN EL CORTEJO: cuando una pareja comienza a conversar, busca intereses comunes e intenta establecer compatibilidades. Pueden ponerse mutuamente a prueba mediante el desacuerdo, y luego observar cómo maneja el otro este inconveniente. El objetivo es la confianza. Una persona puede revelar una debilidad y sin embargo presentarla dentro de una imagen de sí mismo positiva. Y cuando el cortejo comienza, uno de los dos puede pedir un pequeño favor, otra puesta a prueba. Existen tres corrientes ocultas que resultan de vital importancia en estas interacciones. La gente hace grandes esfuerzos por «dejar una buena impresión», busca llamar la atención del otro y hace regresiones a los arrullos y a otros comportamientos infantiles. Mientras tanto, intenta trasmitir un conjunto de virtudes, como por ejemplo estabilidad, autocontrol, inteligencia, bondad, consideración, aceptación, competencia, seriedad, valentía, sentido del humor y, sobre todo, disponibilidad. Véase Eibl-Eibesfeldt, 1989. <<

[13] EL CONTACTO: en la primera infancia nuestros antepasados eran tenidos en brazos continuamente y dormían contra el pecho materno, de modo que los seres humanos están condicionados para el contacto constante con la piel de otros. En algunas culturas se sostiene a los niños en brazos de forma tan permanente que nunca gatean; su primera exploración independiente del mundo ocurre cuando intentan caminar. Como resultado de esto, lo natural es que nos guste tocar y ser tocados, a menos que se nos haya educado de otra manera. Véanse Hall, 1959; Montagu, 1971; Morris, 1971; Henley, 1977. <<

[14] Givens, 1983. <<

[15] Eibl-Eibesfeldt, 1989. <<

[16] Hall, 1976. <<

[17] Douglas, 1987. <<

[18] Whyte, 1978. <<

[19] Yerkes y Eider, 1936. <<

[20] Daly y Wilson, 1983. <<

[21] LA COMIDA COMO OFRENDA DE CORTEJO: es posible que la comida como ofrenda de cortejo reproduzca la mecánica de la alimentación del bebé por parte de la madre, lo cual desencadenaría sentimientos de cuidado y protección en el hombre y de aceptación infantil en la mujer, que cimientan el desarrollo del vínculo. Véase Eibl-Eibesfeldt, 1989 <<

[22] Goodall, 1986; Teleki, 1973a. <<

[23] Ford y Beach, 1951. <<

[24] Ibid. <<

[25] Jespersen [1922], 1950. <<

[26] Hunt, 1959, 45. <<

[27] Tennov, 1979. <<

[28] Stendhal [1822], 1975. <<

[29] Ackerman, 1990; Russell, 1976; Hopson, 1979. <<

[30] FEROMONAS: el término feromonas, acuñado en 1959, puede aplicarse a cualquier sustancia química que una criatura excrete como señal inductiva de una respuesta específica, no aprendida, en otras criaturas. A pesar de que las criaturas producen feromonas como repelentes y para otros fines, el término feromonas en general se utiliza para aludir a los que cumplen la función de atraer sexualmente. Véase Shorey, 1976. <<

[31] Hopson, 1979; Ackerman, 1990. <<

[32] Gregersen, 1982. <<

[33] Cutler y otros, 1986; FEROMONAS HUMANAS MASCULINAS: estos datos sobre las feromonas humanas masculinas son hasta el presente puramente especulativos (véase Wilson, 1988). Pero es un hecho que la presencia de un macho estimula el celo en otras especies. Los científicos del Monell Chemical Senses Center sugieren que la «esencia masculina» puede llegar a ser útil en la corrección de ciertos tipos de esterilidad, regulando el ciclo menstrual, mejorando el método rítmico en el control de la natalidad y aliviando algunos de los síntomas de la menopausia. <<

[34] Forsyth, 1985. <<

[35] McClintock, 1971. Entre los que ponen en duda esta información cabe mencionar a Graham y McGrew, 1980; Quadagno y otros, 1981. <<

[36] Preti y otros, 1986. <<

[37] Eibl-Eibesfeldt, 1989. <<

[38] Givens, 1983. <<

[39] Money, 1986. <<

[40] Ibid., 19. <<

[41] PERVERSIONES SEXUALES: John Money (1986) propone que las parafilias o perversiones sexuales comienzan en la infancia cuando algún hecho traumático impide el desarrollo normal de los sentimientos eróticos, sexuales y amorosos, y los impulsos sexuales del niño son en cambio dirigidos hacia esquemas desviados de atracción y excitación. Cuando entra en la adolescencia, el sujeto ha desarrollado un mapa amoroso excéntrico. A estas personas les resulta imposible encontrar un compañero cuyo mapa amoroso se complemente con el propio, y por esta razón buscan compañeros inadecuados que satisfagan sus necesidades de excitación sexual. El vínculo entre amor y lujuria ha sido en su caso cercenado, bloqueado o distorsionado, y el sujeto comienza a permitirse las perversiones sexuales. Para profundizar en el tema de las perversiones sexuales humanas y su etiología, véase Money, 1986. <<

[42] Feinman y Gilí, 1978. <<

[43] Bower, 1990. <<

[44] Ford y Beach, 1951; Frayser, 1985. <<

[45] Buss, 1989. <<

[46] Shepher, 1971; Spiro, 1958. <<

[47] Tennov, 1979. <<

[48] Capellanus, 1959. <<

[49] Jankowiak, 1992. <<

[50] Ibid. <<

[51] Jankowiak y Fischer, 1992. <<

[52] Givens, 1983. <<

[53] Fehrenbacker, 1988. <<

[54] Liebowitz, 1983. <<

[55] Sabelli y otros, 1990. <<

[56] Sabelli, 1991. <<

[57] EL PAPEL DE LA HLHL EN EL ENAMORAMIENTO: es probable que haya varios neuroquímicos más asociados al enamoramiento. Entre ellos está la HLHL, u hormona luteinizante-hormona liberadora. El hipotálamo produce HLHL, que entonces se traslada hasta la vecina pituitaria. Desde allí, la HLHL dispara la producción de hormonas que regulan la producción de estrògeno y progesterona en los ovarios, y los andrógenos en los testículos. En algunos animales la HLHL también viaja directamente desde el hipotálamo a las zonas emocionales e intelectuales del cerebro, suministrándoles la información acerca de cuándo cortejar y copular. La asociación entre el hipopituitarismo y la falta de excitación erótico-sexual sugiere que esta brecha en la retroalimentación hormonal está en relación directa con el enamoramiento. Véase Money, 1980. <<

[58] Money y Ehrhardt, 1972. <<

[59] Money, 1980, 65. <<

[60] Liebowitz, 1983, 200; Bowlby, 1969. <<

[61] LA OXITOCINA Y LA EXCITACIÓN SEXUAL: indudablemente, se descubrirá que otros neurotrasmisores cerebrales y hormonas secretadas por el cerebro contribuyen a nuestro sistema humano de apego y desapego. La oxitocina, por ejemplo, es un péptido sintetizado primariamente por el hipotálamo, que está ubicado en la base del cerebro y forma parte del sistema límbico. Es conocido por la función que desempeña en la estimulación de las contracciones uterinas durante el parto y en la producción de la leche materna humana. Actualmente los científicos piensan que la oxitocina también puede cumplir una función en los impulsos sexuales, en la tendencia a cuidar y proteger a los niños y en las sensaciones de placer y satisfacción en el contacto físico, en la excitación sexual y en la plenitud sexual. Un estudio llevado a cabo con hombres demostró que los niveles de oxitocina en sangre durante el orgasmo aumentaban de tres a cinco veces (Angier, 1991). <<

[62] Daly, 1978. <<

[63] Van Valen, 1973. <<

[64] Hamilton, 1980; Hamilton y otros, 1981. <<

[65] Dougherty, 1955. <<

[66] Parker, Baker y Smith, 1972. <<

[67] EL ORIGEN DE LOS SEXOS: hay varias teorías acerca de por qué surgieron dos sexos. En ciertas algas verdeazuladas primitivas se observan dos tipos reproductores a los cuales se designa con el símbolo + y -, respectivamente, debido a que el sexo no es identificable en ninguno de los dos. Una de las teorías sostiene que los dos tipos reproductores de estas algas evolucionaron para evitar la endoprocreación (véase Daly y Wilson, 1983). La teoría de la «reparación genética» propone que, mediante la reproducción sexual, las nuevas combinaciones podrían reparar el daño mutacional sufrido por el material ADN, que había ocurrido durante las divisiones celulares precedentes (véase Michod, 1989). Otra teoría es conocida como la hipótesis de la parasitación. Los sexos surgieron de la misma manera en que actualmente los virus parasitan a las células receptoras: el virus incorpora su propio ADN a la célula receptora; luego, cuando la célula receptora se reproduce, copia asimismo el ADN del virus. De ese modo, los precursores de los machos eran minúsculos gametos que parasitaban a los gametos femeninos, de mayor tamaño. Para un análisis de las ventajas de la reproducción sexual y asexual, de las implicaciones de la reproducción sexual y de las teorías acerca del origen de la reproducción sexual, véanse Daly y Wilson, 1983; Williams, 1975; Maynard Smith, 1978; Low, 1979; Daly, 1978 Michod y Levin, 1987. <<

[68] Hamilton, 1964. <<

[69] «APTITUD INCLUSIVA» Y ALTRUISMO: la teoría de la aptitud inclusiva la propuso inicialmente Darwin (1859) cuando observó que la selección natural puede operar a nivel de la familia más que a nivel individual. La aptitud inclusiva fue nuevamente anticipada en la década de los treinta por el genetista británico J. B. S. Haldane. Pero la teoría la propuso formalmente en 1964 el genetista demográfico británico William D. Hamilton a fin de explicar la evolución del altruismo: si un hombre ancestral se sacrificaba para salvar a un hermano en trance de perecer ahogado, en realidad estaba salvando la mitad de su propio ADN y, por lo tanto, una parte de su propia naturaleza altruista. Por lo tanto, la aptitud de cada uno se mide por la cantidad de genes propios más los de los parientes de cada uno que sobreviven. Por medio de los conceptos de Hamilton sobre la aptitud inclusiva, muchas otras conductas sociales se volvieron comprensibles: los animales defienden el territorio común; los animales comparten y cooperan; las personas son nacionalistas porque cuando colaboran con sus parientes fortalecen su propio ADN (véase Wilson, 1975). Hoy en día, la aptitud inclusiva, así como el concepto de selección relacionado con ella en el terreno del parentesco, son ejemplos habitualmente utilizados para explicar algunas conductas animales. Véanse idem.\ Barish, 1977; Hamilton, 1964. <<

[70] ESTRATEGIAS REPRODUCTORAS: esta adaptación de los términos ha sido incompleta. Las dos variantes de monogamia —monoginia y mo-nandria— no se emplean para describir los sistemas humanos de matrimonio. Como resultado de esto, las tácticas reproductoras diferentes de hombres y mujeres son en general dejadas de lado. Por ejemplo, se nos informa que los afikpo ibo de Nigeria oriental son «poliginios». Algunos hombres afikpo ibo tienen varias esposas. Pero las mujeres afikpo ibo se casan con un solo hombre a la vez: monandria. De modo que, en realidad, corresponde diferenciar dos esquemas matrimoniales simultáneos: poliginia y monandria, según si se habla de hombres o de mujeres. Cuando los científicos sociales describen una sociedad como poliginia, pasan por alto las tácticas reproductoras femeninas. <<

[71] Wittenberger y Tilson, 1980, 198. <<

[72] Véanse Trivers, 1985; Mock y Fujioka, 1990; Westneat, Sherman y Morton, 1990; Hiatt, 1989; Wilson y Daly, en impresión. <<

[73] Bray, Kennelly y Guarino, 1975. <<

[74] Gibbs y otros, 1990. <<

[75] Lampe, 1987; Wolfe, 1981. <<

[76] DEFINICIONES DE MATRIMONIO: muchos antropólogos han formulado definiciones del matrimonio. La versión de Suzanne Frayser es una de las mejores: «El matrimonio es la relación dentro de la cual la sociedad aprueba que haya relaciones sexuales y que se den a luz niños» (Frayser, 1985, 248). En una definición semejante, el antropólogo Ward Goodenough propone que los tres componentes esenciales del matrimonio son: la dimensión jurídica o legal, la prioridad del acceso sexual y la idoneidad reproductora (Goodenough, 1970, 12). <<

[77] Cherlin, 1981. <<

[78] Fisher, 1989. <<

[79] Murdock, 1967; Van den Berghe, 1979; Betzig, 1986. <<

[80] Betzig, 1982, 1986. <<

[81] EL MATRIMONIO PARA LOS TIWI Y EL PAPEL QUE DESEMPEÑA LA MUJER: las mujeres tiwi no son sólo peones en las guerras matrimoniales de los hombres. Muy por el contrario, desempeñan un papel crucial en las negociaciones. Todo yerno debe hacerse cargo de satisfacer las necesidades de la mujer que dará a luz a sus esposas, y toda suegra puede romper este contrato si sus regalos y su trabajo son insuficientes. De modo que las mujeres tiwi son nodulos poderosos en el sistema matrimonial, así como lo son en otros aspectos de la sociedad. Véanse Goodale, 1971; Hart y Pilling, 1960; Rohrlick-Leavitt, Sykes y Weatherford, 1975; Berndt, 1981. <<

[82] Verner y Willson, 1966; Orians, 1969; Borgerhoff Mulder, 1990. <<

[83] LA POLIGINIA Y LAS MUJERES: las mujeres que viven con otras coesposas son generalmente menos fértiles que las mujeres de los matrimonios monogámicos (Daly y Wilson, 1978). Sin embargo, entre las mujeres que viven con esposos poliginios, la primera esposa a menudo procrea más hijos que las esposas más jóvenes, probablemente porque realiza menos tareas exigentes y tiene acceso a una mejor alimentación (Isaac y Feinberg, 1982). <<

[84] Bohannan, 1985; Mealey, 1985. <<

[85] FORMAS DE POLIGINIA: los machos de la comunidad animal adquieren harenes como mínimo de cuatro formas; cada una tiene su paralelo en la humanidad (Flinn y Low, 1986). La poliginia se observa comúnmente en las especies cuya fuente de alimentación, guaridas, lugares de anidación o áreas de apareamiento aparecen apiñadas. Las hembras tienden a reunirse en estos lugares para comer o alimentar a sus crías, y si un macho logra erigirse en único propietario de uno de estos ricos emplazamientos, puede hacerse un harén con sólo ahuyentar a los otros machos y esperar a que lleguen las hembras. Esta táctica es conocida como POLIGINIA COMO DEFENSA DE LOS RECURSOS (Emlen y Oring, 1977). Entre los kipsigis de Kenia, las mujeres en general eligen casarse con hombres poliginios que sean propietarios de grandes territorios (Borgerhoff Mulder, 1990). El macho de algunas especies rodea a un grupo de hembras y por la fuerza impide que otros machos se les acerquen. Esta técnica se conoce como POLIGINIA POR DEFENSA DE LAS HEMBRAS. Si un marido tiwi, de Australia, sospecha que una de sus esposas le es infiel, puede golpearla o quejarse a la familia de origen de la mujer. Si un muchacho y una adolescente casada se fugan juntos y el varón se niega a arrepentirse, el airado esposo puede matar al ladrón (Goodale, 1971). Esta conducta de guardián es reminiscente de la poliginia por defensa de las hembras observada en otras especies (Flinn y Low, 1986). Otra estrategia es conocida como POLIGINIA POR DOMINACIÓN MASCULINA. Los machos maniobran entre ellos sabiamente para adquirir «estaciones de apareamiento» sobre los barrancos (véase capítulo I), en puntos bien a la vista de las hembras que pasan. Las hembras entonces caminan entre ellos y descansan en las estaciones de apareamiento a fin de aparearse. Los machos mayores y más vigorosos tienden a atraer a la mayoría de las hembras que pasan (De Vos, 1983). Entre los !kung san del Desierto de Kalahari, en el sur de África, algunos hombres son carismáticos, fuertes y saludables, y ocasionalmente obtienen dos esposas sin recursos pero con fuerte personalidad (Shostak, 1981). Los orangutanes, los antes y los abejorros buscan persistentemente hembras receptivas, se aparean y siguen su camino. Esta técnica es identificada como POLIGINIA POR BÚSQUEDA. Una variación de esta técnica para formar un harén es característica de los camioneros, los viajantes de comercio, los ejecutivos internacionales y los marineros que tienen «una novia en cada puerto». Véanse Flinn y Low, 1986; Dickemann, 1979. <<

[86] Frayser, 1985; Van den Berghe, 1979; Murdock y White, 1969. <<

[87] Murdock, 1949, 27-28. <<

[88] Murdock, 1967; Van den Berghe, 1979. <<

[89] Klein, 1980. <<

[90] Alexander, 1974; Finn y Low, 1986; Goldizen, 1987; Jenni, 1974. <<

[91] Lancaster y Lancaster, 1983. <<

[92] TRADICIONES MATRIMONIALES DE LOS NAYAR: los nayar, que habitan la Costa Malabar de Kerala, en la India, tienen una forma de casarse que desafía toda clasificación. Estas personas viven en grupos formados por los hermanos y la madre. El jefe de la familia es un hombre. La ceremonia del primer casamiento de una mujer es breve y sencilla. Después del ritual no necesita mantener relaciones sociales ni sexuales con su esposo. Si desea tener otros amantes está en libertad de hacerlo. El marido y los amantes la visitan sólo de noche, por lo tanto, se los llama esposos visitantes. Las mujeres tienen un mínimo de tres y hasta doce amantes simultáneos. La relación matrimonial cesa cuando el esposo deja de hacerle regalos a su mujer en los festivales anuales. Es esencial que uno o más hombres del grupo social adecuado reconozcan la paternidad cuando una «esposa» queda embarazada, a pesar de que a menudo el padre biológico se limite a respetar posteriormente el tabú del incesto, si está seguro de que la criatura es suya. Para los nayar, el matrimonio sólo cumple la función de proporcionar legitimidad a los hijos. Véanse Gough, 1968; Fuller, 1976. <<

[93] COMUNIDADES DE «AMOR LIBRE»; estudios realizados en seis comunidades norteamericanas indican que sus miembros no practican realmente el «amor libre». En cambio, las reglas sobre sexualidad son rígidas y las funciones sexuales y sociales son jerárquicas y muy estructuradas. Véase Wagner, 1982; Stoehr, 1979; Constantine y Constantine, 1973. <<

[94] Véase Van den Berghe, 1979. <<

[95] Bohannan, 1985. <<

[96] POLIGINIA Y POLIANDRIA: ESTRATEGIAS REPRODUCTORAS HUMANAS SECUNDARIAS: debido a que la poliginia proporciona a los varones ciertas ventajas genéticas, y la poliandria representa para las mujeres beneficios adicionales, algunos antropólogos afirman que estas estrategias reproductivas son primariamente tácticas reproductivas de la humanidad, que los hombres y las mujeres toleran la monogamia sólo porque los hombres son incapaces de obtener los recursos necesarios para formar harenes, y que las mujeres soportan la monogamia sólo porque no logran inducir a más de un varón a suministrarles recursos. En apoyo de esta teoría están las abundantes manifestaciones de poliginia observables entre hombres poderosos (Betzig, 1986).

Pero la estrategia reproductiva variable de la monogamia en combinación con el adulterio proporciona ventajas reproductivas semejantes: los varones tienen la oportunidad de inseminar a múltiples mujeres, y las mujeres logran obtener recursos adicionales. Es más, la mayoría de los seres humanos practican la monogamia en combinación con el adulterio. De modo que, en mi opinión, ésta es la estrategia reproductiva primaria del Homo sapiens, mientras que la poliginia y la poliandria son tácticas reproductivas oportunistas y secundarias. <<

[97] Whyte, 1978, 74; Frayser, 1985, 269. <<

[98] Mace y Mace, 1959. <<

[99] Diana, sin fecha. <<

[100] Carneiro, 1958. <<

[101] PATRONES MUNDIALES DE ADULTERIO: en el 72% de 56 sociedades estudiadas, el adulterio femenino es de moderado a común (Van der Berghe, 1979). De 139 sociedades estudiadas en la década de los cuarenta, el 39% permitía que hombres y mujeres tuvieran relaciones extramaritales ya fuera durante ciertas fiestas o celebraciones, con ciertos y determinados parientes, como por ejemplo la hermana de la esposa o el hermano del esposo, o en otras circunstancias especiales. Las relaciones extramaritales eran extremadamente comunes en 17 de las 85 culturas restantes, y los transgresores rara vez recibían algún castigo (véase Ford y Beach, 1951). En un estudio diferente, el antropólogo George Murdock analizó 148 sociedades, pasadas y recientes, y descubrió que 120 de ellas tenían tabúes contra el adulterio, 5 permitían el adulterio en forma irrestricta, 19 permitían la infidelidad en determinadas circunstancias y 4 desaprobaban pero no prohibían de forma estricta el sexo fuera del vínculo matrimonial (Murdock, 1949). En todos los casos, no obstante, Murdock estaba midiendo el adulterio como una actividad sexual con personas remotamente emparentadas o no emparentadas en absoluto. Esta distinción es importante. Murdock confirmó el descubrimiento de Ford y Beach (1951) de que una mayoría sustancial de sociedades permiten las relaciones extramaritales con individuos emparentados en alguna medida. Suzanne Frayser (1985) también confirmó la existencia ampliamente difundida del tabú del adulterio con sujetos no emparentados. Su informe establece que el 74% de 58 culturas prohíben el adulterio, ya sea a la mujer o a ambos cónyuges. Destaca que el castigo del adulterio varía. En el 83% de 48 sociedades, ambos cónyuges reciben castigo por cometer adulterio; en el 40% de ellas, hombres y mujeres son castigados con igual severidad; en el 31% de los casos, el castigo infligido al hombre es más severo que el que recibe su amante. Ninguna sociedad tolera que la mujer tenga aventuras, y en cambio castiga a los hombres por el mismo motivo; y una mayoría significativa de culturas impone más restricciones a las mujeres que a los hombres. Las sociedades con escasas restricciones contra los vínculos extramaritales de cualquier tipo y con un alto grado de conducta sexual extramarital en ambos sexos incluyen a los dieri de Australia, los gilyak del nordeste asiático, los indios hidatsa de Dakota del Norte, los lesu de Nueva Irlanda, los masai del África oriental, los toda de la India, los kaingang de Brasil y los yápese del Pacífico (Ford y Beach, 1951). Stephens (1963) informa que aun en las culturas donde el adulterio es tolerado, hombres y mujeres tienen celos. <<

[102] Schneider, 1971. <<

[103] Gove, 1989. <<

[104] Westermarck, 1922. <<

[105] Revista People, 1986. <<

[106] Bullough, 1976. <<

[107] Ibid. <<

[108] Lampe, 1987. <<

[109] Lampe, 1987; Bullough, 1976. <<

[110] Bullough, 1976. <<

[111] Canción de Salomón, 3:16. <<

[112] Lawrence, 1989; Foucault, 1985. <<

[113] Lampe, 1987; Bullough, 1976. <<

[114] ORIGEN DE LOS TÉRMINOS SEXUALES: en el siglo IV de la era cristiana el adulterio era tan común en Roma que los funcionarios comenzaron a multar a los transgresores. Los ingresos obtenidos con dichas multas eran tan abultados que aparentemente el Estado construyó con ellos un templo para honrar a Venus (Bardis, 1963). Los términos sexo oral, jelación, masturbación y prostituta provienen todos del dialecto de la antigua Roma (Bullough, 1976). <<

[115] Bullough, 1976; Lawrence, 1989. <<

[116] Véanse Bullough, 1976; Lawrence, 1989; Brown, 1988; Pagels, 1988. <<

[117] Bullough, 1976, 192. <<

[118] Lampe, 1987, 26; Lawrence, 1989, 125; Pagels, 1988. <<

[119] Burns, 1990. <<

[120] Lawrence, 1989, 169. <<

[121] Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948; Kinsey y otros, 1953. <<

[122] Hunt, 1974, 263. <<

[123] Tavris y Sadd, 1977. <<

[124] Wolfe, 1981. <<

[125] Hite, 1981. <<

[126] Lawson, 1988; Lampe, 1987. <<

[127] Marriage and Divorce Today, 1987. <<

[128] Blumstein y Schwartz, 1983. <<

[129] OPORTUNIDAD Y DURACIÓN DE LAS RELACIONES EXTRAMARITALES: la duración de las relaciones extramaritales es difícil de establecer a partir de la bibliografía. En un estudio llevado a cabo con 200 parejas, los esposos mantuvieron sus relaciones extramaritales durante un promedio de 29 meses, mientras las esposas mantuvieran las suyas durante un promedio de 21 meses (Hall, 1987). Kinsey (1953) observó que aproximadamente el 42% de los casos de su muestra de mujeres copuló fuera de la pareja matrimonial durante un período inferior al año, el 23% lo hizo durante 2 a 3 años, y el 35% lo hizo durante 4 años o más. Pero Kinsey no informa la duración de cada aventura sino apenas cuánto tiempo estas mujeres copularon fuera del matrimonio. Un estudio realizado con aproximadamente 600 hombres y mujeres ingleses estableció que los hombres casados en la década de los setenta tuvieron su primera relación extramarital 5 años después del casamiento y que las mujeres fueron fieles a su pareja durante 4 años y medio a contar desde el casamiento. Los hombres casados en la década de los sesenta esperaron un promedio de 7 años; las mujeres esperaron un promedio de 8 años antes de tener su primera aventura. Entre los casados antes de 1960, los hombres tomaron una amante después de un promedio de 11 años, mientras que las mujeres esperaron un promedio de 14 años y medio (Lawson, 1988). <<

[130] Kinsey y otros, 1953, 409. <<

[131] Véanse Bateman, 1948; Trivers, 1972; Symons, 1979. <<

[132] Symons, 1979, V, 291. <<

[133] Ruse, 1988. <<

[134] Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948; Kinsey y otros, 1953. <<

[135] Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948. <<

[136] Shostak, 1981, 271. <<

[137] Hrdy, 1981, 1986. <<

[138] Ford y Beach, 1951, 118. <<

[139] Kinsey y otros, 1953, 415. <<

[140] Werner, 1984; Bullough y Bullough, 1987. <<

[141] Gregor, 1985. <<

[142] Reichard, 1950. <<

[143] Bullough y Bullough, 1987. <<

[144] Nimuendaju, 1946. <<

[145] Beals, 1946. <<

[146] Nadel, 1942. <<

[147] Symons y Ellis, 1989. <<

[148] Véanse Lampe, 1987, 178 y sigs… Brown, 1987; Hall, 1987; Lawson, 1988; Pittman, 1989; Atwater, 1987; Wolfe, 1981, Hite, 1981; Hunt, 1974; Tavris y Sadd, 1977; Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948; Kinsey y otros, 1953. <<

[149] Botwin, 1988. <<

[150] Shostak, 1981. <<

[151] Lampe, 1987, 199. <<

[152] Abu-Lughod, 1987, 24. <<

[153] Abu-Lughod, 1986. <<

[154] Farah, 1984. <<

[155] Ibid. <<

[156] Ibid. 26. <<

[157] Ibid. 20. <<

[158] Murdock, 1965. <<

[159] Weisman, 1988. <<

[160] Murdock, 1965; Betzig, 1989. <<

[161] EL DERECHO AL DIVORCIO DEL HOMBRE Y DE LA MUJER: en 30 de las 40 sociedades tradicionales analizadas por George Peter Murdock en 1950, hombres y mujeres tenían igual derecho a iniciar el divorcio; en el 10% de dichas culturas las mujeres tenían mayores privilegios respecto al divorcio. Murdock llegó a la conclusión de que el divorcio era igualmente accesible a ambos sexos (Murdock, 1965). En un estudio que realizó con noventa y tres sociedades, Whyte confirmó esta conclusión al afirmar: «Observamos que la equivalencia de derecho al divorcio para ambos sexos es evidentemente el patrón más difundido» (Whyte, 1978). Suzanne Frayser informó que, de las 45 sociedades por ella estudiadas, el 38% permitía que tanto el marido como la mujer se divorciaran; uno de los cónyuges o ambos tuvieron dificultades en obtener el divorcio en el 62% de dichas culturas. En muchas sociedades insulares del Pacífico el divorcio era fácil de obtener tanto para hombres como para mujeres. En las sociedades que circundaban el Mediterráneo era más difícil para las mujeres obtener el divorcio, pero en muchas sociedades Áfricanas era en general más dificultoso para los hombres. Véase Frayser, 1985. <<

[162] Murdock, 1965, 319. <<

[163] Betzig, 1989. <<

[164] EL MATRIMONIO COMO ESTRATEGIA REPRODUCTORA: Murdock (1949) sostiene que, dado que el sexo y la reproducción eran accesibles fuera del matrimonio, la cooperación económica y la división del trabajo entre los sexos eran las razones principales para el casamiento. Pero en las 40 sociedades tradicionales que analizó en 1950, observó que la razón principal del divorcio eran los problemas de reproducción (Murdock, 1965). Un estudio de Frayser confirma el importante papel que desempeña la reproducción en el divorcio, y por lo tanto en el casamiento. En una muestra de 56 culturas, los hombres se divorciaban de sus esposas, en primer lugar, debido a problemas de reproducción; en segundo lugar, por incompatibilidad; tercero, debido a infidelidad por parte de la mujer. En un muestreo de 48 culturas, las mujeres abandonaban a sus esposos con mayor frecuencia debido a incompatibilidad de caracteres; segundo, porque el hombre era incapaz de cumplir con sus responsabilidades económicas y domésticas; tercero, a causa de agresiones físicas. Véase Frayser, 1985. <<

[165] EL NUEVO CASAMIENTO: un estudio de 37 pueblos tradicionales demostró que el nuevo casamiento era ampliamente permitido en el 78% de los casos; en los casos en que un nuevo matrimonio era difícil de lograr (en el 22% de estas culturas), en general era más problemático volver a casarse para las mujeres que para los hombres (Frayser, 1985). El nuevo matrimonio se practicaba en las sociedades de la Europa occidental preindustrial, pero por lo general como consecuencia de la muerte de uno de los cónyuges más que tras el divorcio, ya que el mismo era prohibido por la Iglesia católica apostólica romana. En estos pueblos era común la adhesión a la tradición charivari, es decir, a la creencia de que era antiético que las viudas volvieran a casarse. Subyacente a dicho precepto estaban las complejas transacciones y mecanismos de herencia patrimonial que el nuevo casamiento de la viuda ponía en peligro (Dupáquier y otros, 1981). A pesar de que el nuevo casamiento de las viudas (y en algunos casos, de los viudos) fuera desaprobado por los pueblos agricultores europeos de siglos anteriores, los nuevos casamientos se daban con frecuencia y estaban ampliamente difundidos (Dupáquier y otros, 1981; Goody, 1983). El nuevo casamiento por parte de las viudas era dificultoso en la época preindustrial en la India, China y Japón, así como en culturas agrícolas (Dupáquier y otros, 1981; Goody, 1983, 40). Sin embargo, en todas las sociedades de las que se tienen datos, los índices de nuevos casamientos eran más altos en el caso de las mujeres en edad reproductiva. Véanse Dupáquier y otros, 1981; Furstenberg y Spanier, 1984; véase también el capítulo XIV de la presente obra. <<

[166] Cherlin, 1981. <<

[167] Howell, 1979; Shostak, 1981. <<

[168] Howell, 1979. <<

[169] LA AUTONOMÍA FEMENINA Y LOS ALTOS ÍNDICES DE DIVORCIO: las culturas que presentan un alto grado de autonomía femenina así como altos índices de divorcio incluyen a los semang, de la península de Malasia (Sanday, 1981; Murdock, 1965; Textor, 1967); a varias poblaciones del Caribe (Flinn y Low, 1986); a los dobu, que habitan en una isla frente a la punta oriental de Nueva Guinea (Fortune, 1963); a los ngoni de Fort Jameson, a los yao y los lozy de África del sur (Barnes, 1967); a los turu de Tanzania (Schneider, 1971); a los samoanos de Oceanía (Textor, 1967); a los gururumba de Nueva Guinea (Friedl, 1975); a los isleños trobriand de Papúa y Nueva Guinea (Weiner, 1976); a los nativos de Mangaia, Polinesia (Suggs y Marshall, 1971); a los tlingit de Alaska del sur (Laura Klein, Departamento de Antropología, Universidad Luterana del Pacífico, comunicación personal con la autora); a los kaingang del sur de Brasil, a los crow de Montana y a los iroqueses de Nueva York (Murdock, 1965). <<

[170] Lloyd, 1968, 79. <<

[171] Friedl, 1975. <<

[172] Brenda Kay Manuelito, Departamento de Antropología, Universidad de Nuevo México, comunicación personal con la autora. <<

[173] Van den Berghe, 1979. <<

[174] Le Clercq, 1910, 262. <<

[175] Dupáquier y otros, 1981. <<

[176] Evangelio según San Marcos 10:11-12; Lawrence, 1989, 63. <<

[177] Fisher, 1987, 1989. <<

[178] Cherlin, 1981; Levitan, Belous y Gallo, 1988; Glick, 1975; Espenshadé, 1985; Whyte, 1990. <<

[179] LA PROGRESIVA AUTONOMÍA DE LAS MUJERES ROMANAS: los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de las razones ni del momento en que comenzó a aumentar la emancipación y la afirmación de sí mismas de las mujeres de la antigua Roma. Algunos señalan la derrota de Aníbal en el año 202 antes de Cristo; otros, la derrota de Macedonia en el 168 antes de Cristo, y están los que piensan que coincidió con la destrucción de Cartago en el año 146 antes de Cristo. Sin embargo, a consecuencia de una serie de acontecimientos históricos, Roma experimentó una época de opulencia en los siglos que precedieron el nacimiento de Cristo, un aumento concomitante de los poderes económico, político y social de las mujeres y un alza en el índice de divorcios. Véanse Balsdon, 1973; Carcopino, 1973; Rawson, 1986; Hunt, 1959. <<

[180] Burgess y Cottrell, 1939; Ackerman, 1963; Lewis y Spanier, 1979; Bohannan, 1985; London y Wilson, 1988. <<

[181] Whyte, 1990, 201. <<

[182] Cohen, 1971. <<

[183] Levinger, 1968. <<

[184] Bernard, 1964. <<

[185] Guttentag y Secord, 1983. <<

[186] Paul Morgan, Departamento de Sociología, Universidad de Pensilvania, comunicación personal con la autora. <<

[187] Levitan, Belous y Gallo, 1988. <<

[188] Fisher, 1989. <<

[189] DATOS SOBRE DIVORCIO EN EL ARCHIVO DEL ÁREA DE RELACIONES HUMANAS: el Archivo del Área de Relaciones Humanas proporciona información comparada de diversas culturas y las tasas de divorcio. Este archivo, conocido como el AARH, lo inició en los años cincuenta George Peter Murdock, que obtuvo «etnografías» (descripciones antropológicas de culturas concretas) y luego clasificó y registró los libros y artículos mediante diferentes formas de ingreso en la información. Actualmente están catalogadas más de 850 culturas. Sin embargo, los datos sobre divorcio en este archivo presentan diversos problemas. Como lo indica Charles Ackerman (1963): «La mayoría de los etnógrafos informan que el divorcio es “poco frecuente”, “frecuente”, “atípico”, etc. Rara vez un etnógrafo justifica sus aseveraciones acerca de las frecuencias de divorcio con cifras sobre su incidencia real». Ackerman destaca asimismo que la información del AARH impide la comparación de los índices de divorcio entre las diversas sociedades. Es imposible saber si un índice «bajo» dentro de una cultura es equivalente al índice «bajo» de otra. Además, el investigador no tiene forma de saber si el «bajo» índice informado para una comunidad se refiere a los índices de divorcio de las aldeas vecinas o a la misma comunidad en otras décadas. Se carece de datos sincrónicos y diacrónicos sobre el fenómeno del divorcio. Más aún, diferentes etnógrafos de la misma cultura informan diferentes frecuencias de divorcio, y en algunos registros la información se contradice con la proporcionada por científicos sociales en otros artículos de revistas especializadas y en libros (Textor, 1967). Por último, son pocos los etnógrafos que tabulan la duración del matrimonio que culmina en divorcio, la edad a la que el divorcio se produce, el número de niños afectados por el divorcio y otros datos que podrían utilizarse para realizar comparaciones con los pueblos occidentales. <<

[190] Ackerman, 1963; Murdock, 1965; Friedl, 1975. <<

[191] Cohen, 1971. <<

[192] Avery, 1989, 31. <<

[193] Barnes, 1967; Murdock, 1965; Textor, 1967; Friedl, 1975. <<

[194] Fisher, 1989, 1991, en preparación. <<

[195] LA COMEZÓN DEL SÉPTIMO AÑO: el concepto norteamericano de comezón del séptimo año se originó en el empleo demográfico del valor medio a fin de determinar la duración del matrimonio. El valor medio es el número central de un grupo de números. El 50% de los incidentes ocurren antes del valor medio y el otro 50% después del valor medio. En los Estados Unidos, entre 1960 y 1982, la duración promedio del matrimonio que culminó en divorcio oscilaba entre los 7,2 y los 6,5 años, por lo tanto, el 50% de todos los matrimonios se habían disuelto alrededor de los siete años (U. S. Bureau of the Census, 1986, tabla 124). Pero lo que a mí me interesa es determinar lo que la mayoría de las personas hace, el pico o modo de divorcio. El universo estudiado por Naciones Unidas confirma que un promedio del 48% de todos los divorcios ocurre dentro de los siete años de matrimonio —el valor medio—, pero los divorcios se acumulan en torno al pico de los cuatro años (Fisher, 1989). <<

[196] Andrew Cherlin, Departamento de Sociología, Universidad de Johns Hopkins, comunicación personal con la autora. <<

[197] Bullough, 1976, 217. <<

[198] Fisher, 1989. <<

[199] Vital Statistics of the United States, 1981. <<

[200] Ibid. 1964, 1974, 1984, 1985, 1987, 1990. <<

[201] Cherlin, 1981. <<

[202] Bohannan, 1985, 147. <<

[203] PROBLEMAS DE PROCEDIMIENTO QUE DESVIRTUARON LOS DATOS DE LA ONU: en los casos incluidos en la muestra de Naciones Unidas, el tiempo transcurrido desde la petición de divorcio hasta la sentencia que lo concede es de un período que oscila entre unas semanas y alrededor de un año (Naciones Unidas, 1958, 1984). Algunos otros tecnicismos tienden a desvirtuar estas estadísticas sobre divorcio: ciertos países incluyen las anulaciones, que disminuyen la duración del matrimonio; otros incluyen las separaciones legales, que aumentan la duración del matrimonio; los hay también que incluyen el divorcio en ciertas condiciones, como por ejemplo la «separación por dos años», con lo cual se prolonga el proceso de divorcio; otros basan sus estadísticas en las «peticiones de divorcio» en lugar de en las sentencias de divorcio, etcétera. Los problemas de procedimiento, como el hecho de que hacia fin de año se acumulen las demandas de divorcio y las audiencias de los casos, también contribuyen a desvirtuar la información. Afortunadamente, la incidencia de las anulaciones y las separaciones legales es baja. (Véase Naciones Unidas, 1984, tabla 37). Debido a la imprecisión de estos datos sobre duración legal del matrimonio, preferiría estudiar la duración de los vínculos humanos de pareja, a contar desde el momento en que un hombre y una mujer comienzan a salir juntos y a comportarse como una pareja hasta el momento en que deciden dar el vínculo por terminado. Pero estas cifras no están disponibles. <<

[204] Naciones Unidas, 1955, 1984; Fisher, 1989. <<

[205] Johnson, 1983, 1. <<

[206] Fisher 1989, 1991, en preparación. <<

[207] Ibid. <<

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