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12. Un marciano del siglo XXI

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Un marciano del siglo XXI

 

 

 

Trabaja duro, disfruta, haz historia.

JEFF BEZOS

 

 

«Demasiado comercial», así definen algunos de los que han seguido de cerca la evolución de Jeff Bezos en las últimas dos décadas. Su obsesión por las economías de escala y el consumo de masas han obnubilado en cierta forma su alma de intelectual. «Creo que le ha generado cierta frustración —afirma una de las personas que conoció al fundador de Amazon mucho antes de que la compañía fuera todavía un simple y mero proyecto—. Por un lado, siempre ha tenido una fascinación intelectual por crear y compartir nuevas ideas pero, por otro, su negocio se ha simplificado: millones de personas, ganar dinero, mover dinero… esto puede resultarle muy frustrante», matiza. Jeff ha impulsado el concepto de capitalismo y la economía de masas hasta un nuevo nivel «que podría comérselo vivo», es por ello que «ahora trata de llenar su vacío intelectual, algo que dadas las circunstancias podría ser casi imposible». Ésta es una de las múltiples razones que ofrece su círculo más cercano y aquellos que intentan encontrar alguna explicación a las sorprendentes y variopintas inversiones de este multimillonario, cuya fortuna sobrepasa los 27.000 millones de dólares.

«El reloj es un símbolo del pensamiento a largo plazo.» Con estas palabras Jeff Bezos describe uno de sus proyectos más rocambolescos, un monstruoso reloj construido en la Sierra Diablo, en West Texas, que marcará la hora durante 10.000 años. Las campanadas del reloj serán producidas basándose en un algoritmo que creará secuencias aleatorias de notas musicales, según señala la BBC. En el lugar donde se construirá el reloj también se excavarán cinco salas en las que se conmemorarán diferentes aniversarios de a máquina: un año, una década, un siglo, un milenio y los 10.000 años. Es un espectacular proyecto liderado por Danny Hillis, quien comenzó a esbozar los primeros retazos de esta idea a finales de los años ochenta. «Los seres humanos somos ahora tan suficientemente avanzados en tecnología que no sólo podemos crear prodigios extraordinarios, sino también solucionar los problemas a gran escala de nuestra civilización, pero para ello necesitamos ser propensos a pensar a largo plazo», explica el propio Bezos, cuya inversión en este peculiar plan asciende hasta los 42 millones de dólares. Construido en el interior de una montaña y con más de 60 m de altura, la melodía que acompañará a esta obra coreografiada hasta el mínimo detalle está compuesta por el músico Brian Eno, miembro del consejo de dirección de The Long New Foundation. Este grupo, financiado en buena parte por el propio Bezos y sus más de 5.300 miembros, incluye un sinfín de objetivos como, por ejemplo, el Proyecto Rosetta, que pretende formar la biblioteca digital de idiomas más grande del planeta. Otro de sus planes es PanLex, la creación de un sistema de comunicación universal que permita describir conceptos como «democracia» en cualquier lengua o cultura.

Pero la pasión de Bezos por el universo y por pensar a largo plazo —tanto que su visión va más allá del centenario o el milenio— queda patente en su amor por el espacio. No debemos olvidar aquellas declaraciones recogidas por el Miami Herald cuando sólo rozaba los dieciocho años. En su mente, Jeff quería construir hoteles espaciales, parques de atracciones y colonias para 2 millones o 3 millones de personas que estarían en órbita. «La idea es preservar la Tierra —dijo al diario—. El objetivo es ser capaz de evacuar a los seres humanos y convertir el planeta Tierra en un parque.» Es por ello que otra de sus grandes inversiones a título personal, a través de Bezos Expeditions —una entidad gestionada por Melinda Wilson para controlar el dinero que Jeff invierte entre dos docenas de compañías—, es Blue Origin, dedicada a desarrollar viajes espaciales cuyo lema en latín reza «Gradatim Ferociter», es decir, «Paso a paso, ferozmente». «Estamos trabajando para reducir el coste de los vuelos espaciales», se lee en el portal de la compañía. ¿Su objetivo? Que usted o yo podamos permitirnos el lujo de explorar el sistema solar. «El cumplimiento de esta misión llevará tiempo, por eso estamos trabajando en ello metódicamente», apuntan.

La diferencia con otras compañías en las que Bezos invierte es que Jeff es el fundador de Blue Origin, empresa que registró en el año 2000. Fiel a su misticismo y su discreción, no fue hasta tres años más tarde cuando Brad Stone reveló en la revista Newsweek que el fundador de Amazon era también el patriarca de esta entidad. En aquel momento, la noticia dejó boquiabiertos a muchos, pero no es la primera vez que un multimillonario está ligado a cualquier tipo de proyecto que intente democratizar los viajes al espacio. Desde Serguéi Brin, uno de los fundadores de Google, hasta Elon Musk, el fundador de Tesla Motors, pasando por el archiconocido y carismático Richard Branson, el dueño de Virgin Atlantic Airways.

Bezos, en un intento personal no sólo por conquistar el comercio electrónico sino también el universo, propuso inmediatamente las bases para el proyecto New Shepard, cuyo nombre rinde homenaje a Alan Shepard, el primer astronauta estadounidense. ¿Qué mejor que este referente para bautizar una aeronave diseñada para transportar pasajeros al borde de la atmósfera y posteriormente entrar en órbita a través de un sistema de propulsión? Entre los planes de la compañía, cuya base se encuentra en el condado de Kent, en el estado de Washington, no lejos de Seattle, está el desarrollo de sistemas de despegue y aterrizaje vertical. En estos menesteres, Blue Origin trabaja muy de cerca con la NASA, ya que muchos de sus empleados forman parte de la Administración Nacional Aeronáutica y Espacial de Estados Unidos y dicha agencia otorgó en 2009 más de 3,7 millones de dólares en financiación a la compañía. Sin embargo, Bezos también ha tenido que imponer su puño de acero y enfrentarse a otros competidores como Space X, la empresa creada en 2002 por el que fuera cofundador de PayPal y que actualmente se halla detrás de Tesla Motors, el fabricante de coches eléctricos, Elon Musk. El motivo de la discordia tiene como origen el alquiler de la base de lanzamiento 39A que la NASA posee en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, en Florida, y que la agencia decidió arrendar en parte por no estar en funcionamiento.

Bezos, acostumbrado a ganar este tipo de pulsos corporativos, optó por adelantarse a la decisión de la NASA, que debía estudiar las propuestas de Blue Origin y Space X, y presentar una ante la Oficina de Responsabilidad Gubernamental.

La administración federal desoyó las quejas de Bezos, que alegaba que el uso que Space X daría a la segunda base que alquila a la NASA se alejaba de los objetivos de la agencia espacial. Al fin y al cabo, la meta es sacar el mayor valor comercial al espacio que la NASA no utiliza para sus operaciones. «Creo que es una tontería porque Blue Origin ni siquiera ha hecho un vuelo suborbital al espacio… por no hablar de un vuelo orbital —defendió Musk en declaraciones a la agencia Reuters—. Si hacen el esfuerzo, puede ser que lleguen a la órbita en cinco años, pero eso parece poco probable», sentenció. A la espera de los acontecimientos, Blue Origin probó en diciembre de 2013 en sus instalaciones de West Texas uno de sus nuevos motores para impulsar sus naves en el futuro.

Sin dejar de lado el espacio, otros de los peculiares retos de Bezos es recuperar alguno de los cinco motores F-1 que permitieron el impulso de misiones espaciales como la del Apolo 11 en julio de 1969. Para el fundador de Amazon estos motores siguen siendo «una maravilla moderna», pese a que tras arder durante varios minutos en su impulso de la aeronave cayeron de nuevo a la Tierra, donde sus restos se hundieron en las profundidades del océano Atlántico. Bezos tenía sólo cinco años cuando este programa permitió poner a Neil Armstrong en la Luna. Según sus propias palabras, este hecho incentivó enormemente su pasión por la ciencia, la ingeniería y la exploración. Es por ello que pronto Jeff comenzó a elucubrar en su mente un plan para recuperar los motores con los que se inició la misión de la humanidad al espacio. Utilizando un sónar en las profundidades marinas, el equipo financiado por Bezos encontró los motores del Apolo 11, que según éste se encuentran a 14.000 m bajo la superficie. Poco después se trazó un plan para intentar rescatar alguno de ellos. «No sabemos todavía en qué condiciones podrían estar, ya que llegaron al océano a gran velocidad y han estado en agua salada durante más de cuarenta años», informa Bezos en la página web de Amazon Expeditions. Dicho esto, no debemos olvidar que los motores siguen siendo propiedad de la NASA, por lo que si Bezos fuera capaz de recuperar uno de estos motores F-1 seguramente la agencia espacial de Estados Unidos podría reclamarlos para exhibirlos en el Smithsonian, uno de los museos más importantes de la capital de país. Con todo, Jeff parece haber hecho un pacto con la NASA y, si es capaz de recuperar más de un motor, el segundo de los aparados podría ir a parar al Museum of Flight de Seattle. Aun así debe quedar claro que Bezos no ha recibido ninguna financiación pública para lograr la recuperación de los motores. Al menos eso lo aclara Jeff.

Pero los relojes milenarios y las naves espaciales no son el único objeto de deseo de Bezos a nivel personal. Son, quizá, los más extravagantes. Pero el portafolio de compañías en las que invierte Bezos Expeditions es amplio y extenso. A simple vista, uno de los nombres más conocidos en el que Jeff puso su confianza desde hace algún tiempo es la red social Twitter. En mayo de 2008, cuando esta plataforma todavía estaba en pañales, el fundador de Amazon invirtió 15 millones de dólares en acciones de clase B de la compañía. Por aquel entonces, Twitter contaba con un precio aproximado de 80 millones de dólares, según las distintas valoraciones en el mercado privado. Desde su salida a Bolsa en noviembre de 2013, ha sufrido distintos vaivenes bursátiles y, pese a seguir siendo una compañía que lucha por ser rentable, su capitalización bursátil asciende hasta los 30.000 millones de dólares.

Pero, desde el punto de vista estratégico, Jeff Bezos se ha interesado por empresas que podrían extender aún más los fueros de Amazon. Entre estas compañías se encuentran lo que podríamos calificar como mini-amazons, firmas que han conseguido desconcertar a grandes industrias como, por ejemplo, la hotelera. Bezos es uno de los inversores clave de Airbnb desde julio de 2011. Fundada en agosto de 2008 y con sede en San Francisco, en California, Airbnb es una plataforma que permite el alquiler de apartamentos, habitaciones y vivienda a través de internet o el teléfono móvil. Ya sea un apartamento para una noche, un castillo para una semana o un chalet para el mes, Airbnb pone en contacto a proveedores y usuarios en más de 26.000 ciudades y 192 países. Con un servicio al cliente a nivel mundial y una creciente comunidad de usuarios, Airbnb ha desestabilizado la industria hotelera en todo el mundo, pero especialmente en Estados Unidos y grandes ciudades como Nueva York, donde la guerra de precios es más que evidente. De hecho, las autoridades han tenido que imponer una nueva regulación, gracias a la presión ejercida por las grandes cadenas hoteleras y sus lobbies. La compañía, concebida por Brian Chesky, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk, registró ingresos por valor de 180 millones de dólares, lo que supone un incremento del 198 por ciento en sólo tres años desde su origen.

Otra empresa interesante, en un momento en que el sector sanitario ha cobrado toda la atención en Estados Unidos debido a la reforma implantada por el presidente Barack Obama, es ZocDoc. Esta start-up ha creado una plataforma en línea para poder concertar citas con médicos y dentistas. A través de acuerdos con las distintas compañías de seguros y las propias consultas médicas, ZocDoc ha desarrollado un efectivo sistema para acceder a los distintos especialistas en ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Dallas, Filadelfia, Houston, Phoenix, Washington D. C., Atlanta, San Francisco y Boston. ZocDoc también ofrece acceso a clínicas que no precisan de seguros médicos y abren 24 horas al día. Al igual que Amazon, el portal permite publicar opiniones y valoraciones de los pacientes. A día de hoy, esta compañía cuenta con un valor superior a los 740 millones de dólares en el mercado privado.

Más allá del sector turístico y del sanitario, Bezos también se ha convertido en el ángel de la guarda de Uber, una pequeña compañía tecnológica con sede en San Francisco, pionera en el desarrollo de sistemas móviles que se relacionan con el transporte y la logística. Básicamente, Uber hace posible la experiencia de usar una limusina u otro automóvil como un taxi y la transforma en un servicio bajo demanda. Los trayectos pueden solicitarse en cualquier momento utilizando las aplicaciones de iPhone y Android. Su última ronda para captar capital puso un precio aproximado para la compañía de 3.480 millones de dólares. Jeff también ha sabido echar el ojo a otra de las nuevas tendencias que han irrumpido en el sector tecnológico, como es el caso de la impresión en tres dimensiones. De ahí que no haya dudado en financiar una de las compañías más importantes en estos menesteres, como es el caso de MakerBot. Tampoco ha dado la espalda al mundo virtual conocido como Second Life, donde se replican verdaderas formas de vida online y se permite a sus participantes interactuar a través de los llamados «avatares». Bezos es uno de los accionistas de Linden Lab, compañía especializada en crear espacios de entretenimiento digital, donde los usuarios pueden crear, socializar y compartir sus experiencias.

Bezos es un visionario y tampoco es ajeno a otra de las tendencias del momento, las divisas virtuales en general y los bitcoins en particular. Durante los últimos meses son muchos los rumores que indican que quizá Amazon podría abrir la veda al uso de la popular a la par que polémica moneda. Sin embargo, no debemos pasar por alto que, en 2013, la minorista online puso en funcionamiento su propia divisa, Amazon Coins, a disposición de todos los usuarios de Kindle Fire. Con este método, Bezos ha querido simplificar la compra de aplicaciones para sus clientes, ya que una vez que se adquiere esta divisa, el usuario ya no tiene que preocuparse a la hora de lidiar con tarjetas de crédito y otros métodos de pago en Amazon. Esta peculiar moneda, que nunca caduca, también tiene como objetivo animar a los desarrolladores de aplicaciones a incorporar sus creaciones en la tienda de Amazon y plantar cara a la Play Store de Google y la iTunes Store de Apple. «Es una gran oportunidad de dirigir el tráfico, las descargas y conseguir una mayor monetización —según los ingenieros de la compañía—. Además, no requiere de integración alguna, los desarrolladores cobrarán la misma cuota del 70 por ciento de los ingresos tanto si el cliente decide utilizar monedas de Amazon como si usa dinero real.» Es ésta una dinámica que abre la puerta a que, quizá en un futuro, Amazon podría acabar por aceptar bitcoins para realizar pagos. Éste fue uno de los mitos que circularon días antes de que Jeff Bezos anunciase por sorpresa al programa 60 Minutes de la CBS su plan para utilizar drones.

Demostrada y plasmada su madera de buen visionario, Bezos se encarga de nutrir de forma implícita posibles nichos de negocio con los que seguir expandiendo su descomunal imperio. Imaginen que a los sectores ya incluidos en los fueros de Amazon añadimos el del turismo y la sanidad. El control de Jeff alcanzaría entonces niveles sin precedentes dentro del mundo de internet, un mercado infinito donde Jeff Bezos ha sabido marcar su huella.

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