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—Pero… Robert… —comencé a tartamudear ante mi sorpresa, sin embargo hago un esfuerzo por expresarme de manera coherente—.Creo que estás exagerando un poco.

—¿Exagerando, Allison? Francamente no lo creo. La forma en que se presentó en tu apartamento, dejó mucho que decir.

Lo miro estupefacta, pero me sorprendo al notar como el enfado crece dentro de él.

—Me gustaría intentar resolver este asunto por mi cuenta, si no te molesta.

—Claro que me molesta, no quiero que lo enfrentes sola, teniéndome a tu lado, déjame hacerlo. Déjame desempeñar mi papel.

—Pero… ¿quién eres, Robert? Desconozco esta actitud tan posesiva y dominante —sus rasgos se relajan ante mi comentario—.¿Dónde está mi prometido? ¿Dónde te lo has llevado? Exijo que me lo devuelvas —los dos sonreímos ante mi descabellado comentario.

—Será mejor que pague la cuenta. Debo volver a la consulta.

—¡Oh!, pensaba que te tomarías la tarde libre, para venir con nosotras al aeropuerto —niega con la cabeza colocando la copa en la mesa—.¿Quién buscará a Esther?

—Mía se encargará —contesta haciéndole señas al camarero—.Esta conversación no ha terminado señorita Lowen. Quiero que pienses lo que acabo de proponerte, por favor.

—Lo pensaré. Pero no te prometo nada. ¿Qué hay de esa mujer, Claire?, ¿Qué es exactamente lo que ella quiere?

Esta era mi gran oportunidad para ponerle fin de una vez y por todas a ese tema tan desagradable. Claire era un estorbo y no la quería cerca de mi prometido.

Robert alzó la vista y resopló con fastidiado ante mi pregunta, poco me importaba lo único que deseaba era que se sincerara conmigo.

—Volvemos con el tema.

—Sí, vuelvo con el tema, Robert. Porque cada vez que pregunto te escabulles con excusas, yo quiero que seas sincero conmigo. ¿Acaso te estas acostando con ella?

—¿¡Qué!? —alzó una ceja.

—Lo siento, si no he sido lo suficiente clara, ¿te la estas tirando? —insistí, harta de sus evasivas.

—¡Claro que no! —contestó de inmediato.

Exclamó con tanta fuerza, que parecía indignado, pero yo me sentía de maravilla al sacarme de mi pecho esa espina que no me dejaba vivir. Aunque sabía que una vez más me estaba dejando arrastrar por ese horrible sentimiento, una vez más estaba cayendo en la trampa que esa mujer había tendido para mí.

Robert, no pronunció una palabra desde que salimos del restaurante, hasta que llegamos en su auto a la entrada del edificio. Al abrir la puerta mi corazón latió a mil por hora. Era la primera vez que no estábamos de acuerdo en algo, era la primera vez que el silencio entre los dos se sintió incómodo y eso no me gustaba, no me gusta para nada.

—Te veo esta noche —alzó mi barbilla buscando mis ojos, para depositarme un beso sobre los labios antes de añadir—.No hay razón para que desconfíes de mí.

Se alejó en dirección al coche, dejándome aturdida ante sus palabras y yo me pregunto:

«¿Será verdad? ¿Estaré inventándome todo esto debido a la boda? O es que Robert, no es capaz de admitir que se está arrepintiendo de casarse conmigo».

La maldita duda cubre mi corazón y mi mente, como una niebla que no me deja ver las cosas con claridad.

***

A eso de las cinco de la tarde Mía, pasó a recogerme muy emocionada. Connor, le había al fin dejado su todoterreno para que fuéramos al aeropuerto. Esa tarde él se encontraba de guardia, por eso no nos acompañaba.

—¡Ally! Amiga, ¿por qué tienes esa cara?

—Nos hemos peleado —contesté soltando todo el aire retenido en mis pulmones.

—¿Qué pasó? —no dije nada, voltee mi rostro al cristal de la ventana—.Tienes que contarme. ¡Ah! Ya sé, es acerca de Claire —aseguró.

—Es la primera vez que discutimos —comienzo, pensando que quizá ella podría ayudarme a ver las cosas desde otra perspectiva—.Es acerca de Josh, Claire… no sé Mía, a veces pienso que Robert se está arrepintiendo.

—¿Arrepintiendo? Estas chiflada, Allison —alegó negando con la cabeza—.Mi papá, se muere de amor por ti. Además, ¿qué te hace pensar eso?

—Es que cada vez que trato de indagar acerca de ella, él se escabulle con excusas sin sentido, argumentando que yo no debo sentir ningún tipo de desconfianza. Y te soy sincera, no desconfío de Robert. Pero sí que lo hago de esa mujer que cada vez que lo mira, me hace sentir que lo quiere para ella. Esa mujer me lo quiere quitar Mía, y siento miedo, miedo de que yo con mi inmadura manera de reaccionar termine alejándolo y entregándoselo en bandeja de plata.

—Ally… —su tono es tan suave, que me conmueve y es cuando me doy cuenta que estoy llorando.

—Lo siento amiga, siento tanto todo lo que está pasando. Quizás son los nervios de la boda, quizás me estoy ahogando en un vaso de agua…

—Shhhh, no digas más. No te hagas daño —Mía, apagó el motor del impresionante coche en una de las entradas del aeropuerto Kennedy, y continuó—.Allison, no estás sola aprovecharemos que mi abuela nos cuente quien es esa mujer y trazaremos un plan de ataque. Ya verás que todo va a salir bien.

La miré a los ojos y sonreí queriendo creer en su actitud positiva, esa era la conducta que debía tomar y no dejarme arrastrar por el pesimismo. Debía luchar por Robert, no dejaría que esa arpía me lo quitara.

Sellamos nuestro pequeño pacto con un abrazo antes de bajarme a buscar a las dos mujeres que me ayudarían a terminar de planear la boda, como también de encontrar el vestido más hermoso de toda la ciudad de Nueva York.

***

Esa noche durante la cena, todo volvió a la normalidad. Robert, seguía tan atento y cariñoso como de costumbre. Actuaba como si el incidente que habíamos vivido horas atrás no hubiera ocurrido.

Intenté hacer lo mismo, pero entre mis cualidades no figuraba la de actriz, por desgracia para mí.

—¿Cómo van los preparativos, Allison? —la pregunta de mi futura suegra, me sacó de mis cavilaciones.

—Me temo que no van tan adelantados como me gustaría. Pero es que entre el trabajo y mis obligaciones como madre no me queda mucho tiempo —me excusé.

—Te entiendo, menos mal que hemos podido venir a ayudarte —le dirigió una mirada cómplice a mi madre—.¿Qué tienes en mente?

—Me gustaría una boda sencilla, en la intimidad de la familia y los amigos más cercanos, quizás en la playa. Pero desde que el diario lo anunció, creo que nos ha puesto un poco de presión con algo más grandioso —tomé la mano de Robert, buscando su apoyo.

—Ally, cariño, olvídate del diario. Tendremos la boda que tú consideres perfecta para los dos.

—Es cierto hija —mamá intervino—.Una boda junto al mar me parece muy romántica.

—Entonces no se hable más —comentó, Esther—.Déjamelo a mí querida, seré la encargada de encontrar un lugar precioso en Tampa. Sólo ocúpate de lucir hermosa ese día.

Resolvió Esther con una sonrisa que le abarcaba el rostro. Ambas mujeres comenzaron hablar de arreglos florales, el color de los manteles y hasta planificaron un menú tentativo para la recepción.

Fingí que prestaba atención, pero mi mente estaba en otro lado, mi mente estaba en mis problemas, mi mente estaba en la rubia de piernas interminables y mi ex, quienes habían irrumpido en nuestras vidas como si se tratara de una broma de mal gusto.

Me levanté, dejándolas conversando de quien sabe qué cosa, con la excusa de chequear a las gemelas, quienes se habían quedado dormidas en la habitación de Robert, quien se había excusado momentos antes alegando en responder un par de llamadas.

En mi camino de regreso a la sala, escucho su voz proveniente del despacho, estaba al teléfono. Mi curiosidad era tal que camino de puntillas para no hacer ruido. Quedándome ante la puerta para no interrumpirlo, pero sin querer atrapo algunos fragmentos de conversación que me entristecen.

—Espérame allí —hizo una pausa escuchando a su interlocutor—.No te dejaré sola, cuenta conmigo.

Lágrimas de impotencia se agolpaban en mis ojos, lo escuché despedirse y repetir el nombre del lugar. Pero cuando se giró percatándose de mi presencia, se creó un incómodo silencio entre ambos.

En un reflejo, parpadeo intentando que mis lágrimas no salgan. No quería que se diera cuenta de lo afectada que me encontraba, mucho menos que había estado escuchando su conversación sin ser invitada.

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—Me tengo que ir, se ha hecho tarde. ¿Podrías ayudarme con las niñas?

—Allison… —lo interrumpo alzando la mano, porque no deseo escuchar ninguna explicación, necesito mi espacio. Necesito privacidad para aclarar mis ideas.

—¿Me podrías ayudar? —le repito con tanta seriedad que en seguida se acerca y juntos caminamos hasta el dormitorio.

Robert, se encarga de Tara, mientras yo cargo a Amy, en mis brazos. Lo sigo de regreso a la sala donde las mujeres siguen charlando con entusiasmo. Pero al vernos con las niñas, de inmediato mi madre se levanta captando el mensaje.

—Mañana seguiremos con los preparativos, Pam. Cuéntale a Allison, a ver qué le parece ¿de acuerdo?

—Por supuesto Esther, hasta mañana.

—En seguida vuelvo mamá —comenta Robert.

—Tómate tu tiempo hijo, no te preocupes por mí.

—Gracias por todo, Esther, hasta mañana y buenas noches.

Me despido de ella, a la que no estoy segura si seguirá siendo mi futura suegra, porque después de lo que acabo de escuchar, ya no estoy segura de nada. Lo que si tengo claro, es que debo hablar con Mía. Ella, podrá ayudarme con la información que tengo en mis manos.

Una vez acostadas las niñas en su dormitorio, mi madre y Robert, se despiden en la sala. Los observo desde la puerta, sintiendo como mi corazón se aprieta en mi pecho ante la duda de su amor, ante la duda de que lo que sentimos sea tan fuerte que pueda superar esta prueba para poder seguir adelante.

—Buenas noches —dijo alzando mi barbilla, justo cuando nuestras miradas se cruzan, habría jurado ver tristeza en sus ojos.

—Que descanses —contesto desviando la vista, evitando mirarlo.

Siento sus labios sobre mi frente, y cierro los ojos a punto de desplomarme, pero me mantengo firme. Me dejo abrazar por unos instantes. Los dos sabemos que algo ha cambiado. Pero no lo queremos enfrentar todavía.

Cierro la puerta para ponerme manos a la obra, tengo que mandarle un mensaje de texto a Mía, pero antes tengo que hablar con mamá:

—¿Estás cansada? —le pregunto, buscando dentro de mi bolso el móvil.

—Sí, pero me gustaría tomar una ducha antes de acostarme.

—Siéntete como en tu casa, mamá. En el closet del baño encontrarás toallas limpias —ella asiente sin dejar de observarme.

—¿Estás bien? te he sentido distraída, hija. ¿Qué te preocupa?

«¿Qué me preocupa? Hay mamá si pudiera contarte», pienso mientras le doy un abrazo cariñoso.

—Un poco nerviosa por la boda —le digo acompañándola al baño—.Pero imagino que es lo normal en estos casos, ¿no crees?

—Te creo. Mañana será un mejor día hija —sonríe, al parecer la tranquilicé.

Mientras mi madre se duchaba le mandé un mensaje de texto a Mía:

 

Allison: ¿Dónde estás?

Me serví una copa de vino blanco, mientras esperaba la respuesta de mi amiga, quien al terminar de cenar con nosotros se fue al hospital a entregarle la todoterreno a Connor.

 

Mía: llegando al apartamento de Connor ¿Por qué?

Allison: Tenemos un código rojo.

Mía: ¿Codigo ROJO? ¿Estás segura?

 

Código rojo era una forma de referirnos en clave, que estaba siendo engañada por mi pareja.

 

Allison: No estoy segura. Necesito ayuda. Necesito que Connor, nos ayude.

Mía: Allison, me estas poniendo nerviosa. Llámame.

Allison: Mi madre está en la ducha, no me puedo arriesgar.

Mía: Cierto, lo había olvidado. Déjame preguntarle a Connor, si nos puede ayudar.

Allison: Estaré esperando, pero no te tardes tenemos una hora para llegar al lugar.

 

Las ideas se revuelven en mi cabeza, las palabras de Robert en el teléfono y sobre todo este ataque de celos que me hace dudar tanto. Pero algo si tengo claro, no estoy dispuesta a vivir otro fracaso y mucho menos a salir con mi corazón roto por culpa de un fantasma del pasado.

Apresurada enciendo la portátil, me siento en la mesa del comedor, mientras carga el sistema operativo. Rebusco un pedazo de papel y un lápiz. Estoy tan nerviosa, exasperada y confundida, pero al mismo tiempo decidida a buscar información, aunque mi talento para el espionaje, se limita a Google.

Mis dedos vuelan por el teclado, colocando con rapidez su nombre, C L A I R E F E R G U S O N, y me sorprendo al leer que ella es una personalidad, en el mundo de la fotografía y el diseño de interiores de La Gran Manzana.

El artículo también comenta que de lo único que se arrepiente, es de no haber incursionado en el modelaje. Algo que no me sorprende de hecho goza del físico perfecto para ello. Sigo bajando tratando de encontrar algún chisme jugoso que me pueda interesar, pero no encuentro nada fuera de lo normal para mí desgracia.

En una de las fotografías luce como siempre, falsa y con esa sonrisa practicada, estaba colgada del brazo de un fotógrafo francés, un tal: Gael Faurë. Se rumoraba que mantenían una relación. Aunque él estaba casado.

El sonido del móvil me alertó, con la llegada de un mensaje de texto:

 

Mía: Vamos en camino, estaremos allí en quince minutos, te esperaremos abajo.

Allison: Gracias.

 

«Quince minutos me dará tiempo de hablar con mi madre e inventarle una excusa por mi extraña salida», pero ni modo, tenía que averiguar en que andaba metido Robert y sobre todo confirmar que la llamada que había recibido era de Claire.

Después de todo yo era una mujer enamorada, estaba en mi derecho de averiguar y proteger lo que era mío. Apreté los ojos soltando un largo suspiro antes de apagar la portátil, con una duda dentro de mi pecho:

«¿En realidad, Robert, era mío?»

Le expliqué a mi madre, que tenía que salir con Mía, pero que pronto regresaría, tomé el abrigo, mi bolso, las llaves y el móvil, para salir del apartamento a mi encuentro con mis aliados de esa noche.

El resplandor de unas luces potentes me avisó que eran ellos, caminé hacia el imponente todoterreno, con el corazón palpitando en mi garganta. Los saludé con una sonrisa nerviosa antes de montarme en la parte trasera.

Me sentía dentro de una escena de una película de espionaje, dónde los protagonistas serían atrapados. La incertidumbre me estaba matando en carne viva.

—¿A dónde vamos? —preguntó Connor—.Mía, me contó que esto era un asunto de vida o muerte.

Solté todo el aire que tenía retenido en mis pulmones, sintiéndome abatida por lo que estaba a punto de decirles.

—Vamos a un lugar que se llama: Explotion. ¿Lo conoces? —Hice una pausa buscando el recorrido que había anotado en un papel dentro de mi bolso—.Tengo la dirección —agregué ofreciéndole el arrugado papel a Mía.

Connor, se giró en el asiento encarándome con sorpresa.

—¿Ustedes saben qué tipo de lugar es ese?

—¡No! —respondimos las dos casi al unísono.

—Es un club de intercambio de parejas —nos explicó Connor, con seriedad—.¿A quién estamos buscando?

—¡Oh!, por todos los cielos —exclamó Mía, tapándose la boca con una mano—.Mi papá —respondió tan abochornada como yo.

—Lo escuché sin querer —me sonrojé en el acto—.Escuché que le dijo a la persona con quien hablaba que lo esperara en ese lugar —al fin pude soltar lo que tanto me angustiaba.

—¿Estás segura Allison?

—No Connor. No estoy segura de nada. Pero tengo que saber qué es lo que está pasando con Robert, de una vez por todas. No puedo seguir adelante con la boda si descubro que me está engañando.

Él se giró en su asiento y puso en marcha el motor, yo traté de distraerme mirando por la ventana, pero era imposible concentrarse, porque Mía le estaba reclamando sobre el lugar al que visitaríamos a continuación.

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Una vez que llegamos, Connor se detuvo en un estacionamiento pero antes de apagar el motor se dirigió a las dos:

—¿Es realmente lo que quieren hacer? Digo, ¿entrar a un lugar como este? —nos observó con curiosidad—.Todavía estamos a tiempo de volver a casa.

—Ya estamos aquí, no puedo parar ahora.

—Estoy con Ally, salgamos de una vez de esta incertidumbre. No creo que mi padre te esté engañando amiga, pero nunca se sabe.

Nos encaminamos hasta la entrada del local y al llegar a la puerta uno de los porteros se dirigió a nosotros:

—En este Club, sólo se acepta la entrada de parejas. Una de las dos debe esperar afuera. Son las reglas.

—La pareja de ella —contestó, Connor, apuntándome—.La está esperando en la barra.

El hombre nos estudió de pie a cabeza, no muy convencido de nuestros atuendos para estar en un lugar como ese y agregó:

—Si es así, pueden pasar.

Al traspasar las puertas, Connor, nos dijo que lo siguiéramos. Mía y yo, nos tomamos de la mano intentando seguirle el paso a su novio. Atravesamos un largo pasillo de iluminación escasa. En el ambiente flotaba una agradable y sensual fragancia, una suave música de fondo y el murmullo de los miembros del Club, le daban ese toque misterioso al lugar.

Connor, se detuvo al final del camino que desembocaba en un gran salón, la estancia era enorme, decorada en colores oscuros, grandes cortinas, sofás de diferentes tamaños y formas, y luces tan diminutas que hacían dificultoso ver con claridad.

Al final se encontraba una inmensa barra, chicas y chicos a medio vestir hacían de camareros, todos con hermosos cuerpos, exceso de maquillajes y lociones de aceite.

Connor, barrió el lugar con detenimiento hasta que divisó a Robert:

—¡Chicas! —Llamó nuestra atención—.Acabo de encontrarlo. Es aquel que está al final de la barra, conversando con una rubia. ¿Lo ven?

En cuanto mis ojos se adaptaron a la suave luz, pude enfocarlo. Una oleada de adrenalina corrió por mis venas, el corazón se desbocó en mi pecho al ver su impecable rostro. Mis piernas se movieron solas dando unos pasos hacia delante, pero no lo suficiente para que se diera cuenta de mi presencia.

Sin embargo, Robert alzó la vista para toparse con nosotros. No muy sorprendido por encontrarnos allí. Asintió con la cabeza sacando su billetera del bolsillo al mismo tiempo, colocando un billete sobre la barra para dedicarle unas palabras a la mujer, que efectivamente era Claire, quien desde hoy era oficialmente mi única enemiga.

No obstante, la muy descarada, se voltea con gracia y nos saluda con la misma sonrisa practicada de las fotos de Google.

«¡Arrrrggg!» Me pongo furiosa por su fresca actitud y aunque suene ridículo y un tanto extraño, su gesto me hizo darme cuenta que no estaba dispuesta a perderlo y mucho menos dejárselo con tanta facilidad… Sin pelear.

—Ya nos vio. Quédense aquí. Y por favor, no se muevan vuelvo enseguida —dijo Connor, en tono conciliador.

—¡Connor! —lo tomé del brazo para que me mirara—.Lo siento, no puedo dar un paso más —confesé apenada.

—Robert sabe que estamos aquí, Allison. Así que terminemos de una vez con todo esto.

—¡Connor! —intenté detenerlo, pero era muy tarde, el murmullo de las personas junto con la música hicieron imposible que me escuchara.

—Espero que estemos haciendo lo correcto, Ally —comentó Mía, quién no me soltaba la mano.

Pude percibir por la manera en que Robert fruncía el ceño, que la conversación era tensa. Lucía incómodo y cuando Connor le dedicó unas palabras, la expresión de su rostro cambió a preocupación.

No sé si eran los nervios, la decepción o el enfado conmigo misma, por verme en una situación como esa, pero nunca me había sentido tan engañada en mi vida. Aunque él, no estaba haciendo nada comprometedor, el simple hecho de aceptar encontrarse con esa mujer en un lugar como ese, para mí era suficiente. Además, esta era la tercera vez que los veía juntos y no lo soportaba, sobre todo en ese ambienta tan cargado de sensualidad.

Mía colocó su brazo sobre mi hombro infundiéndome valor, dándome todo su apoyo:

—Por lo menos no lo encontramos haciendo nada malo —trató de defenderlo.

—Quizá es porque hemos llegado a tiempo —suelto con amargura.

—No digas eso, Ally. No lo creo capaz.

La escucho sin despegar mi contacto visual de Robert, y le respondo:

—Ya no sé qué creer, amiga. Pero esta noche me voy a jugar mi última carta con Robert. Sólo espero no arrepentirme —enderecé mis hombros y batí mis cabellos con soltura.

—Ánimo Ally, cuentas conmigo, no lo olvides.

—Mía, le he declarado la guerra a esa mujer —ella me observó con astucia.

—Pelearemos con las uñas.

Estaba decidida a todo, desde destrozar su perfecto peinado, hasta arrancarle las pestañas postizas y regarle el maquillaje… si era necesario claro.

—¿Ally, alguna vez has estado en un sitio como este? —la pregunta de Mía, me sorprende, pero su curiosidad es tan genuina que la miro a los ojos para responderle.

—¿Me creerías si te digo que es mi primera vez? —las dos sonreímos.

—Claro que te creo —me anima a caminar a su lado—.Se me ha ocurrido una idea. Actúa como si él te estuviera esperando… ¿qué dices?

—No me voy de este lugar, sin mi prometido.

—Así se habla, Ally —nos sonreímos siguiendo nuestro camino.

Los dos hombres nos esperaban de pie, a medida que nos íbamos acercando, pude darme cuenta cómo Robert recorría mi cuerpo con sus hermosos ojos azules. Me acerqué para depositarle un muy provocativo beso en los labios, sin dejar de observarlo. Mi intención era marcar territorio demostrándole a esa mujer que su presencia no me afectaba.

—Gracias por esperarme, amor. Tuve que pedirle a los chicos que me trajeran —le guiñé un ojo, para que me siguiera la corriente—.¿No te dijo Robert que venía? —me giré hacia ella clavándole la mirada.

—No, no lo mencionó —respondió abriendo su cartera sacando el móvil, al que revisó con nerviosismo—.Pues sean bienvenidos. ¿Les gusta el lugar chicas?

—A mí me parece un lugar tan divertido como cualquier otro. ¿Pedimos una copa? —dije animosa, aunque lo que quería era salir corriendo de allí.

—A mí también me gusta mucho, sobre todo la decoración —intervino, Mía.

—Pedimos otra ronda de tragos entonces —añadió, Claire, mientras leía la pantalla de su móvil—.Por lo visto mi acompañante llegará un poco tarde, si no es que me ha dejado plantada —comentó irritada.

—¡Nada de rondas! —exclamó Robert con firmeza—.Será mejor que nos vayamos —tomó una de mis manos con ternura —.Te llevo a casa preciosa, este sitio no es para ti.

Asentí soltando un suspiro apretándome de su agarre, necesitaba que se diera cuenta que era importante que me diera mi lugar frente a ella.

—¿Te quedas Claire? —Preguntó Mía, dejándose abrazar por su novio.

—Estoy esperando a alguien, pero no se preocupen por mí —le sonrió con afecto y agregó—.Y… ¡Mía!, recuerda que tenemos un café pendiente.

—Lo recuerdo. Lo dejaremos para después de la boda.

—¿¡Boda!? —expresó Claire, sorprendida.

—Sí, la boda de mi padre con Allison —comentó Mía, guiñándome un ojo— Estoy ayudándolos con los preparativos.

—Claro lo entiendo, no estaba al tanto de que era tan pronto —se acomodó en el asiento y continuó—.Por lo menos espero verlos en el show de fotografía, ¿cierto?

—Allí estaremos —le aseguré, desafiándola con la mirada.

Nos despedimos de ella, dejándola en la barra junto a su trago. Algo en el tono de su voz, me hizo sentir pena por esa mujer. Aunque su vida estuviera rodeada de glamour, éxitos y mucho dinero. Se le notaba que era una persona solitaria, triste, tal vez depresiva.

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