Alex

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Segunda parte » Capítulo 48

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Como un disparo en mitad de la noche. El crujido del peldaño de madera que se rompe en cuanto él apoya el pie. Camille está a punto de caerse, recupera el equilibrio y logra tenerse en pie, con el pie derecho aprisionado en la tabla rota. Se ha hecho daño. Trata de liberar el pie y se ve obligado a sentarse. Y de repente se encuentra de espaldas al taller, frente a los faros encendidos de su coche, así fue como vio llegar a los equipos de socorro. Ya no era él mismo, estaba desorientado, más o menos en el mismo lugar donde se halla, sentado, como hoy. O tal vez estuviera de pie, cerca de la barandilla.

Camille se levanta y avanza con prudencia sobre las tablas del porche que chirrían y amenazan también con hundirse. No logra recordar dónde estaba exactamente.

¿Para qué sirve tratar de recordar? Para ganar tiempo.

Así que Camille vuelve hacia la puerta. La clavetearon deprisa, sin cuidado, y no ha servido de nada. Las dos ventanas del frontón están rotas, no queda ni uno solo de los cristales. Salta por la ventana y accede al taller, las viejas baldosas hexagonales se siguen moviendo bajo sus pies, y sus ojos comienzan a acostumbrarse a la oscuridad.

Su corazón late con fuerza y deprisa, a sus piernas les cuesta arrastrarlo. Avanza unos pasos.

Las paredes encaladas están cubiertas de pintadas. En el suelo, un colchón destripado, dos platos con unas velas consumidas y, aquí y allá, latas y botellas vacías.

El viento entra en la habitación. En un rincón del taller, un trozo del techo se ha hundido y deja ver el bosque.

La escena es desoladora. Ya no le queda absolutamente nada a lo que anclar su tristeza. La propia tristeza es un sentimiento distinto. El recuerdo lo asalta violentamente, sin previo aviso.

El cadáver de Irène, el bebé.

Camille cae de rodillas y rompe a llorar.

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