Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 36

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TREINTA Y SEIS

Pues ahí, en la tierra más allá de las sombras, había monstruos que

moraban en la oscuridad y se alimentaban de las almas de los niños

que andaban merodeando cerca del bosque.

—«EL GRITO DEL GUIVERNO», LAS FÁBULAS DEL PÁRAMO

Xaden le entrega la carta a Garrick y los demás corremos hacia las almenas para ver a qué nos enfrentamos, pero yo no puedo ver ninguna amenaza en el valle ni en las planicies que se extienden por kilómetros frente a los riscos de Dralor.

—Algo anda mal —dice Tairn—. Lo sentí en el lago, pero aquí es más fuerte.

—¿Puedes definir qué es? —le respondo mientras el pánico me va subiendo por la garganta. Si el papá de Dain sabe que Xaden y los demás le han estado entregando armas a los pilotos de grifos, es muy probable que esto sea una ejecución.

—Viene del valle allá abajo.

—No veo nada desde aquí —dice Bodhi, asomándose por la orilla.

—Pues yo sí —responde Liam—, y si eso es lo que creo que es, estamos jodidos.

—No me digas lo que crees que es, dime de lo que estás seguro —ordena Xaden.

—La carta dice que es una prueba de tus superiores —anuncia el jefe de sección, que está leyendo la carta detrás de nosotros—. Tienes la opción de abandonar el pueblo de nuestro enemigo o abandonar a tu ala.

—¿Qué diablos significa eso? —Bodhi se acerca para agarrar la carta.

—Están poniendo a prueba nuestra lealtad sin decirlo. —Xaden se cruza de brazos y se para junto a mí—. De acuerdo con la carta, si nos vamos ahora mismo, llegaremos a la nueva ubicación del cuartel del Ala Cuatro en Eltuval a tiempo para recibir nuestras órdenes para los Juegos de Guerra, pero si nos vamos, el puesto de comercio de Riorson será destruido con todo y sus ocupantes.

—¿Qué lo va a destruir? —pregunta Imogen.

—Los venin —responde Liam.

El corazón se me va al suelo.

—¿Estás seguro? —pregunta Xaden.

Liam asiente.

—Tan seguro como puedo estar sin haberlos visto nunca antes. Son cuatro. Túnicas moradas. Enormes venas rojas corriendo alrededor de sus ojos también rojos. Una cosa jodidamente aterradora.

—Suena a que sí son. —Xaden se reacomoda en su lugar.

—Me gustaba más cuando solo entregábamos armas —murmura Bodhi.

—Ah, un tipo con un báculo gigante —agrega Liam—. Y juro por Dunne que todo estaba despejado y al segundo siguiente esas cosas ya estaban ahí, avanzando hacia las puertas.

—¿Venas rojas? —pregunta Imogen.

—Porque la magia corrompe su sangre cuando pierden el alma —susurro. Me volteo para ver a Xaden, preguntándome si recuerda lo que dijo Andarna la noche en que cruzamos el túnel hacia el campo de vuelo—. A la naturaleza le gusta que todo esté en equilibrio.

Todos los ojos menos los de Liam me miran.

—Al menos eso dicen las fábulas. —Una parte de mí espera que sean ciertas, porque si no, no sé casi nada del enemigo. Claro que si son reales…

—Siete grifos acaban de aterrizar junto a nosotros —me informa Tairn.

Todos se tensan, pues sin duda recibieron el mismo mensaje de sus dragones.

—Andarna, quédate con Tairn —ordeno. Puede que Xaden confíe en los pilotos, pero Andarna está casi indefensa.

—De acuerdo —me responde.

—El tipo del báculo acaba de… —comienza a decir Liam.

Una explosión hace eco en el valle poco arbolado y es seguida por una columna de humo azul. El corazón me da un vuelco al ver esto.

—Fueron las puertas —anuncia Liam.

—¿Cuántas personas viven en Resson? —pregunta Bodhi.

—Más de trescientas —dice Imogen al mismo tiempo que se escucha otra explosión en el valle—. Es el puesto donde se hacen todos los intercambios anuales.

—Entonces tenemos que ir para allá. —Bodhi se da la vuelta, pero Xaden da un paso atrás y le bloquea el camino estirando una mano—. Es broma, ¿verdad?

—No tenemos idea de a qué nos enfrentamos. —El tono de Xaden me recuerda ese primer día después del parapeto. Está en su papel de mando absoluto.

—O sea que ¿nos vamos a quedar aquí mientras mueren civiles? —lo cuestiona Bodhi, y me tenso. Todos nos tensamos y nos volteamos para ver a Xaden.

—No estoy diciendo eso. —Xaden niega con la cabeza. Tiene que elegir. Eso es lo que decía la carta de los Juegos de Guerra. Puede abandonar a ese pueblo o a sus superiores, que lo esperan en Eltuval—. Esto no es un maldito ejercicio de entrenamiento, Bodhi. Algunos, si no es que todos, vamos a morir si vamos allá. Si nos hubieran asignado a un ala activa, tendríamos líderes mayores y con mucha más experiencia para tomar esta decisión, pero no los hay. Si no estuviéramos marcados con las reliquias de la rebelión, si no hubiéramos ayudado al enemigo… —su mirada se posa brevemente sobre la mía— ni siquiera tendríamos que tomar esta decisión. Así que, olvidándonos de las estructuras de mando, ¿qué piensan ustedes?

—Tenemos los números —dice Soleil, que tiene sus ojos cafés clavados en el campo y está golpeteando la almena con sus uñas verde brillante—. Y ventaja aérea.

—Al menos no hay guivernos. —Reviso el cielo para estar segura.

—Eh. ¿Qué? —Bodhi enarca las cejas.

—Guivernos. Las fábulas dicen que los venin los crearon para competir con los dragones y, en vez de tomar poder de ellos, los venin les canalizan su poder—. Esperemos que sea algo que se inventaron para el libro.

—Sí, no nos creemos más problemas. —Xaden me mira de soslayo y luego estudia el cielo.

—Hay cuatro venin y nosotros somos diez —dice Garrick, alejándose del borde de la almena.

—Tenemos las armas para matarlos —agrega Liam, dándole la espalda al valle—. Y Deigh me dijo que siete pilotos de grifos…

—Aquí estamos —lo interrumpe la morena mayor que estaba en el lago. Viene hacia nosotros desde la esquina sureste del puesto—. Dejé a los demás afuera cuando vimos que su puesto parece estar… abandonado. —Mira sobre la muralla hacia las nubes de humo que salen del valle con un gesto de resignación y la espalda ligeramente curvada—. No les voy a pedir que luchen con nosotros.

—¿No? —Garrick parece sorprendido.

—No. —Ella le ofrece una sonrisa triste—. Cuatro de esos son una sentencia de muerte segura. El resto de mi grupo ya está encomendando sus almas a los dioses. —Se voltea para ver a Xaden—. Vine a decirte que se vayan. No tienen idea de lo que son capaces de hacer con sus poderes. Bastaron dos de ellos para destruir a una ciudad entera el mes pasado. Dos. De. Ellos. Perdimos dos grupos intentando detenerlos. Si ahora son cuatro… —Niega con la cabeza—. Quieren algo, y van a matar hasta la última persona de Resson para conseguirlo. Súbanse a sus dragones y váyanse a casa mientras puedan.

El miedo me aplasta el pecho, pero me duele el corazón de pensar en dejar a estas personas a morir. Va contra todo en lo que creemos, aunque no sean ciudadanos de Navarre.

—Tenemos dragones —dice Imogen con un tono inusualmente agudo—. Seguro que eso ayuda en algo. No tenemos miedo de pelear.

—Y ¿no tienen miedo de morir? ¿Alguno de ustedes ha estado en un combate? —La mirada de la morena nos recorre y de pronto me siento… joven mientras respondemos con nuestro silencio—. Eso pensé. Sus dragones no ayudan. Pueden volar rápido y alto, pero el fuego de dragón no los mata. Solo las dagas que nos han estado trayendo, y esas ya las tenemos. —Ve a Xaden—. Gracias por todo lo que has hecho. Nos salvaste estos últimos años y nos diste la oportunidad de luchar.

—Van a morir allá abajo —dice Xaden como si nada.

—Sí. —La mujer asiente mientras se escucha otra explosión—. Váyanse de aquí. Pronto. —Dándose la vuelta, regresa por la muralla que la trajo hasta aquí con la cabeza en alto, y luego desaparece en la torre al otro lado.

Xaden tensa la quijada y puedo ver en sus ojos la batalla que está librando.

Siento una pesadez insoportable en el estómago.

Si nos vamos, todos ellos van a morir. Todos los civiles. Todos los pilotos. Nosotros no los habremos matado, pero igual seremos cómplices de su muerte.

Si luchamos, lo más probable es que también terminaremos muertos.

Podemos vivir como cobardes o morir como jinetes.

Los hombros de Xaden se enderezan y la piedra en mi estómago se convierte en náusea. Ya tomó una decisión. Lo puedo ver en las líneas de su cara y en la seguridad de su postura.

—Sgaeyl dice que jamás ha huido de una pelea y hoy no será su primera vez. Y yo tampoco me voy a quedar sin hacer nada mientras muere gente inocente. —Niega con la cabeza—. Pero no le voy a ordenar a ninguno de ustedes que vaya conmigo. Soy responsable de todas sus vidas. Ninguno cruzó el parapeto por gusto. Ni uno solo. Lo cruzaron porque yo hice un trato. Fui yo quien los obligó a entrar al cuadrante, así que no voy a juzgar a nadie que elija irse a Eltuval. Elijan. —Se pasa una mano por el cabello—. No quiero que estés en peligro.

En un mundo perfecto, eso sería lo único que necesitaría escuchar.

—Si los demás pueden elegir, yo también.

Tensa la quijada.

—Somos jinetes —dice Imogen cuando suena otra explosión—. Defendemos a los indefensos. Eso es lo que hacemos.

—Nos salvaste a todos los que estamos aquí, primo —agrega Bodhi—. Y estamos agradecidos. Ahora, me gustaría hacer aquello para lo que fui entrenado. Y si eso significa que no podré ir a casa, que mi alma esté con Malek. De todos modos, no me molestaría reencontrarme con mi mamá.

—Te diré lo mismo que te dije después de la Trilla en nuestro primer año, cuando empezamos a contrabandear armas —dice Garrick—. Tú nos mantuviste con vida todos estos años, ahora nosotros decidimos cómo morir. Estoy contigo.

—¡Exacto! —exclama Soleil, tamborileando los dedos sobre la empuñadura de la daga envainada en su muslo—. Cuenta conmigo.

Liam da un paso al frente y se pone junto a mí.

—Vimos cómo ejecutaron a nuestros padres porque tuvieron el valor de hacer lo correcto. Me gustaría pensar que mi muerte será igual de honorable.

El pecho se me aplasta aún más. Sus padres murieron para dar a conocer la verdad mientras mi madre sacrificó a mi hermano para mantener oculto este asqueroso secreto.

—De acuerdo. —Imogen asiente.

Todos lo hacen.

Uno por uno, declaran su lealtad a la causa, hasta que solo quedo yo.

Xaden me mira a los ojos.

«Si crees que vas a convencer a una Sorrengail de arriesgar su cuello por cualquiera que no esté dentro de sus fronteras, eres un idiota». ¿No fue eso lo que dijo la piloto en el lago?

Pues que se joda.

—¿Tairn? —No solo soy yo quien iría a la guerra.

—No vamos a dejar ni sus huesos, Plateada.

Muy gráfico, pero entiendo.

No voy a dejar morir a personas inocentes, sin importar en qué lado de la frontera vivan. No voy a permitir que mis compañeros de pelotón arriesguen su vida mientras yo huyo, pese a la súplica que veo en los ojos de Xaden.

Al menos Rhiannon, Sawyer y Ridoc no están aquí. Vivirán para ser de segundo.

Mira lo va a entender. No me cabe duda de que ella haría lo mismo.

Y mi mamá… La daga en su mesa significa que lo sabe y no ha hecho nada para detenerlo. Supongo que será el segundo hijo que sacrifica para mantener en secreto la existencia de los venin.

—Fui una mujer indefensa —le digo a Xaden, levantando la barbilla—. Y ahora soy una jinete. Y los jinetes luchan.

Los otros sueltan gritos de apoyo a mis palabras.

Mil emociones cruzan su rostro, pero Xaden solo asiente y va hacia las almenas.

—Liam. Dame el reporte.

Su hermano de acogida se para junto a él y enfoca la vista.

—Los pilotos ya están luchando, los siete… seis. Parece que intentan alejar las llamas de los civiles, pero, mierda, los venin están lanzando un fuego que nunca había visto entre los jinetes. Tres rodean la ciudad y uno va hacia la estructura en el centro. Es una torre de reloj.

Xaden asiente y nos divide por objetivos. Garrick y Soleil harán un reconocimiento del perímetro mientras el resto atacamos a los venin en distintos lados de Resson, atentos al que va hacia la torre mientras nos acercamos por el pueblo.

—La única forma de acabar con ellos es con las dagas.

—Eso significa que tendremos que bajar de los dragones y pelear en cuanto llevemos a la gente del pueblo a los lugares más seguros que encontremos —dice Garrick con gesto lúgubre—. No lancen sus armas a menos que estén seguros de que van a acertar.

Xaden asiente.

—Salven a la mayor cantidad de personas que les sea posible. Vamos.

Bajamos por las escaleras hacia el patio silencioso con Xaden a la cabeza. Cuando salimos del puesto nuestros dragones ya nos esperan en la orilla de la montaña, moviéndose nerviosamente mientras observan el puesto de comercio.

Voy directo adonde están Tairn y Sgaeyl.

—Sabía que ibas a tomar la decisión correcta —dice Sgaeyl, viendo hacia donde Xaden viene junto a Liam caminando peligrosamente cerca de la orilla del acantilado a mi izquierda—. Y él también. Aunque no quisiera ponerte en peligro, sabía que ibas a hacerlo.

—Pues parece que me conoce mucho más de lo que yo lo conozco a él —le respondo con una ceja enarcada.

Esto la toma por sorpresa.

—No te pareces en nada a la chica temblorosa que llegó al patio intentando esconder su miedo después de lo del parapeto. Apruebo.

—No me interesa tu aprobación. —Si voy a morir, más vale que aproveche mis últimos momentos para ser honesta.

La dragona resopla y frota su cabeza contra la de Tairn, pero él está concentrado en el puesto de comercio.

El terreno pedregoso cruje bajo mis botas mientras camino debajo de Tairn hacia el punto entre sus piernas en el que está Andarna, viendo el ataque allá abajo. Me pongo frente a ella para bloquearle la vista de lo que debe ser una masacre.

—Quédate aquí y escóndete. —No voy a llevar a una niña a la guerra. Punto.

—«Quédate aquí» —repite con tono sarcástico y gruñón.

Tengo que disimular una sonrisa triste. Qué pena que no voy a poder verla durante sus años rebeldes de la adolescencia.

—De acuerdo. —Tairn baja el hombro—. Eres un blanco, pequeña.

—Es en serio —le insisto a Andarna mientras acaricio su nariz escamosa con una mano—. Si mañana no hemos regresado, o si crees que los venin vienen para acá, vuelve al valle. Cruza las protecciones a toda costa.

Sus fosas nasales se ensanchan.

—No te voy a dejar.

Me duele tanto el pecho que tengo que resistir el impulso de sobarme el área sobre el corazón, pero enderezo los hombros. Tiene que decirse.

—Cuando ya no haya nada que dejar, lo vas a saber, porque lo sentirás. Y puede que se te rompa el corazón, pero cuando lo sientas, échate a volar. Prométeme que te irás volando.

Pasan unos segundos antes de que Andarna al fin asienta.

—Vete —susurro, acariciando su hermosa cara una última vez. Va a estar bien. Volverá al valle. No me puedo permitir creer otra cosa.

La dragoncita se da la vuelta y empieza a caminar hacia el puesto. Yo recupero la compostura y salgo de entre las piernas de Tairn para echarle un último vistazo al valle. Xaden y Liam están a mi derecha, haciendo lo mismo.

Un chillido corta el aire y un enorme dragón gris sale de un valle a dos montañas hacia el sur… del otro lado de la frontera con Poromiel. Pega las dos patas a su enorme cuerpo mientras pasa volando sobre nosotros con dirección a Resson.

—¿Hay una manada cerca? —pregunta Liam.

—No —dice Xaden.

Es como si el suelo bajo mis pies se estuviera moviendo.

«Juraría que vi un grupo de dragones al otro lado de la frontera». ¿No fue eso lo que dijo Mira en Montserrat?

El dragón chilla de nuevo y lanza una ráfaga de fuego azul por la montaña, incendia algunos árboles antes de llegar a la planicie donde está Resson. Fuego. Azul.

No. No. No.

—Es un guiverno. —El corazón se me atora en la garganta—. Xaden, tiene dos piernas, no cuatro. Es un guiverno. —Quizá si lo digo un par de veces más al fin podré creer lo que estoy viendo.

Mier. Da. ¿Eso era lo que los líderes estaban marcando como clasificado?

Se suponía que eran un mito, no seres de carne y hueso. Pero, claro, los venin también.

—Adiós a nuestra ventaja aérea —dice Imogen frente a nosotros, y luego se encoge de hombros—. Que se jodan. También se van a morir.

—Crearon aberraciones —dice Tairn con un gruñido bajo que le hace vibrar el pecho.

—¿Lo sabías?

—Lo sospechaba. ¿Por qué crees que te exigía tanto con las maniobras de vuelo?

—Tú y yo vamos a tener que trabajar en nuestra comunicación.

—Supongo que ya tenemos todos los detalles —comenta Liam.

—¿Alguien quiere cambiar de opinión? —pregunta Xaden, mirándonos de uno en uno. Nadie le responde.

—¿No? Entonces, móntense.

Estoy a punto de subir por la pata de Tairn, pero Xaden me alcanza antes.

—Date la vuelta, Violencia —me ordena, y lo hago, mirándolo. Desenvaina una de las dagas en su costado y la mete en la funda vacía que tengo en las costillas—. Ya tienes dos.

—¿No me vas a sermonear diciéndome que debería quedarme en la seguridad del puesto? —le pregunto, con un caos de emociones al sentirlo tan cerca. Me ocultó todo esto, pero al verlo mi pecho sigue sintiendo lo mismo que antes.

—Si te pidiera que te quedaras, ¿lo harías? —Sus ojos se clavan en los míos.

—No.

—Exacto. Intento no meterme en peleas que sé que no puedo ganar.

Esto me toma por sorpresa.

—Hablando de peleas que se sabe quién ganará, el general Melgren sabrá qué pasó aquí. Seguramente ya puede ver el resultado de la batalla.

Él niega con la cabeza lentamente y señala su cuello, hacia la reliquia de la rebelión que le cruza la garganta.

—¿Recuerdas que te dije que descubrí que es un regalo y no una maldición?

—Sí. —Cuando estaba en su cama.

—Créeme; por esta cosa Melgren no puede ver nada.

Mis labios se separan al recordar que Melgren dijo que le gustaba echarle un ojo a Xaden año con año.

—¿Algún otro secreto que me estés guardando?

—Sí. —Me acuna el cuello y se acerca más a mí—. Sobrevive y te prometo que te diré todo lo que quieras saber.

Esa pequeña confesión hace que el corazón me dé un vuelco. Por más enojada que estoy, no puedo imaginarme un mundo sin él.

—Necesito que salgas con vida de esto, aunque odie que aún te amo.

—Puedo vivir con eso. —Una comisura de su boca se eleva mientras baja la mano y se da la vuelta para ir hacia Sgaeyl.

Tairn baja el hombro de nuevo y lo monto, acomodándome en la silla amarrándome los muslos tras asegurar mi maleta detrás de la montura. Es hora.

—Encuentra un buen lugar dónde esconderte, Andarna. No soporto la idea de que te lastimen.

—Lánzate a la yugular —me dice antes de perderse en el puesto abandonado.

Sgaeyl despega a mi derecha y me agarro con fuerza de los pomos cuando Tairn se lanza al cielo con enormes y fuertes aletazos.

—Hay algo en ese puesto de comercio. Todos lo sentimos —dice mientras da la vuelta junto a Sgaeyl y se lanza en picada con tal velocidad que mi estómago se queda allá arriba. Las bandas de la silla se me entierran en los muslos, pero cumplen su función de mantenerme en el asiento mientras me acomodo los goggles para proteger mis ojos del viento. Volamos hacia las sombras cuando el sol se pierde detrás de los riscos de Dralor, oscureciendo el cielo.

Hay otra explosión y esta derriba uno de los altos muros del puesto. Tairn se eleva, esquivando por poco a un piloto de grifo, y luego empezamos a volar en horizontal sobre el puesto, demasiado rápido como para escuchar algo que no sean los gritos de la gente que corre por las calles, huyendo del éxodo en las puertas de la construcción.

—¿Adónde se fue el guiverno? —le pregunto a Tairn.

—Volvió al valle. No te preocupes, va a regresar.

Ah. Perfecto.

Mis ojos recorren los techos del pequeño puesto hasta que veo a esa cosa… persona… lo que sea. Hay una silueta parada sobre la torre de reloj de madera, vestida con una túnica morada que le llega hasta el suelo y que ondea con el viento mientras quien la porta lanza llamas azules como dagas a los civiles que están abajo.

Es más aterrador de lo que cualquier ilustrador hubiera podido representar, con ríos de venas rojas corriendo en todas direcciones alrededor de unos ojos sin alma consumidos por la magia. Su rostro es enjuto, con afilados pómulos y labios delgados, y una mano con forma de garra sostiene un enorme bastón rojo hecho de una madera extraña.

—¡Tairn!

—Sí, hagámoslo. —Tairn se separa de Sgaeyl con una vuelta cerrada que nos lleva hacia el pueblo. Unos cuantos aleteos después, sale fuego de su boca e incinera la torre del reloj con una sola ráfaga.

—¡Listo! —Me doy la vuelta sobre la silla, viendo cómo la estructura de madera se desploma. Pero solo pasan unos segundos antes de que el venin salga de entre las llamas y sin un solo rasguño.

—Mierda, sigue ahí —grito mientras pasamos sobre el puesto para ir al área que nos asignaron, reprochándome mentalmente por creer que iba a ser tan fácil. Hay una razón por la que estas creaturas son el material de la mayor parte de las pesadillas de los navarros, y no es porque sean fáciles de matar. Tenemos que acercarnos lo suficiente para clavarle una daga.

Vuelvo la mirada al frente justo a tiempo para ver cómo una masa gigante de alas y dientes se atraviesa en nuestro camino con un chillido ensordecedor, y Tairn se estrella con el muro de piedra detrás de mí, tirando la mampostería por esquivar al guiverno.

Apenas logramos ponernos a salvo del ataque de fuego azul que sale de su boca e incendia un árbol cercano.

—¡Volvió el guiverno!

—Ese es otro —aclara Tairn—. Les estoy dando órdenes a los demás.

Como era de esperarse. Xaden es el líder de los jinetes en este campo, pero Tairn claramente es el de los dragones.

El guiverno da la vuelta y se lanza hacia el centro del pueblo, pegando las dos patas a su cuerpo y batiendo sus alas que parecen hechas de telarañas. Sobre él va una jinete con ropa de vuelo en color marrón parecida a la nuestra, y sus ojos son del mismo color rojo que los del venin en la torre del reloj.

—Xaden, hay más de un guiverno.

Hay un momento de silencio, pero puedo sentir la sorpresa de Xaden seguida de su rabia.

—Si te separas de Tairn, llámame, y luego lucha hasta que llegue.

—Eso no va a pasar. No voy a permitir que se baje de mi lomo, líder de ala —gruñe Tairn mientras veo el cielo con atención por primera vez: está lleno de dragones, grifos y guivernos, igual que en la fábula de la creación.

—Soleil encontró una entrada cerrada a lo que parece ser una mina —dice Xaden—. Necesito…

Tairn se da la vuelta de pronto, cambiando de rumbo hacia las montañas.

—… que veas si puedes causar alguna distracción para que Garrick y Bodhi evacúen a las personas —termina—. Liam ya está en eso.

—Lo hago. —Mi pulso se acelera—. Tairn, no puedo apuntar.

—Sí vas a poder. —Lo dice como si fuera una conclusión inevitable—. Se están pasando las órdenes a los grifos.

—¿Los dragones pueden hablar con los grifos? —le pregunto, sorprendida.

—Naturalmente. ¿Cómo creías que nos comunicábamos antes de que se metieran los humanos?

Me pego a su lomo mientras volamos a toda prisa sobre la ciudad, pasando por una clínica, lo que parece ser una escuela y puestos y puestos de un mercado al aire libre que actualmente está en llamas. No hay señal del venin de la túnica púrpura que vimos hace rato mientras volamos sobre el cuerpo derribado de un grifo y su jinete cerca del centro del pueblo. El estómago se me revuelve, especialmente al ver que un guiverno va hacia ellos… y Sgaeyl está en su camino.

—Ella puede defenderse sola —me recuerda Tairn—. Y él también. Tenemos órdenes. Concéntrate.

Que me concentre. Claro.

Pasamos sobre familias que salen corriendo de sus casas en ruinas y luego dejamos atrás los muros de la ciudad para ir hacia el hueco en la montaña donde el Café Cola de Garrote está azotando su cola contra los tablones de madera que bloquean la entrada del túnel abandonado. Hay unas cuantas construcciones a los lados del camino, pero no mucho más.

Tairn gira hacia la izquierda cuando nos vamos aproximando y las correas se me entierran en las piernas por el súbito reajuste de mi peso sobre la silla. Luego abre las alas para detenerse en el aire frente a Soleil, viendo hacia Resson y la multitud que cruza corriendo entre gritos los cien metros entre los muros de la ciudad y nosotros guiada por un par de grifos y sus pilotos que continuamente miran hacia atrás, vigilando el cielo.

Pero lo que ellos no ven es a la venin que viene hacia nosotros desde el lado norte de la puerta, observando el movimiento de la multitud con los ojos entrecerrados. Las venas que rodean sus ojos están más pronunciadas que las del otro jinete, y su larga túnica azul me recuerda que el del báculo sobrevivió al fuego en la torre.

—Ya le avisé a Fuil. Ella protegerá a Soleil —dice Tairn, viendo hacia la amenaza.

—Aléjanos de la gente. —El poder ya está crepitando bajo mi piel.

Un niño se tropieza en el camino y el corazón me da un vuelco cuando su padre lo levanta y sigue corriendo con el pequeño entre sus brazos.

Deigh pasa y lo veo aterrizar por el rabillo del ojo mientras levanto las manos para liberar mi poder, enfocándome en el venin.

Con el primer relámpago, se cae una parte del muro del pueblo.

Mierda.

—Sigue. ¡Deigh dice que necesitan más tiempo! —me avisa Tairn.

Cometo el error de girar hacia atrás y ver que Liam y Soleil ya desmontaron y están guiando a la gente al interior de la mina mientras Deigh y Fuil montan guarda en distintos puntos del camino de evacuación. Si algo pasa, si uno de esos guivernos que están acechando el pueblo decide girar para acá, están vulnerables. Pero también lo está toda esa gente a la que intentan proteger.

Un trío de grifos llega volando con personas entre las garras para dejarlas en la entrada de la mina y volver por otra tanda.

La energía me recorre el cuerpo mientras apunto un rayo hacia la venin, pero termina por destruir una construcción que está en las faldas de una colina a la derecha. Los tablones se rompen y vuelan pedazos de madera por todas partes mientras se desploma.

La venin mira hacia arriba y el estómago se me retuerce cuando me encuentra. No hay más que malicia pura en sus ojos rojos mientras levanta la mano izquierda y la sacude, lanzando una ráfaga de aire.

Las rocas empiezan a caer por la montaña.

Soleil levanta las manos y detiene la avalancha antes de que aplaste a la gente que sigue entrando a la mina. Le tiemblan los brazos, pero las piedras caen a los lados del camino de evacuación, sin afectar la ruta de escape.

Vuelvo a ver a la venin y ahogo un grito.

El poder en bruto se puede sentir en el aire y me pone los pelos de punta mientras la venin baja las manos con las palmas hacia el suelo. La hierba a su alrededor se vuelve café, las flores de los arbustos se marchitan y las hojas se arrugan y pierden su color.

—¿Tairn, está…?

—Canalizando.

Lanzo otro rayo de energía mientras la sequía se sigue extendiendo alrededor de la venin, como si le estuviera chupando el alma a la tierra, pero cae demasiado cerca del camino y de un rezagado que va corriendo para ponerse a salvo, y eso me parece terrible.

—Cuidado. Deigh dice que la construcción al otro lado del camino tiene una caja con el escudo de la familia de Liam —me dice Tairn mientras lanzo otro rayo que cae ridículamente lejos de la venin—. Dice que es altamente…. Inestable —termina, tras hacer una pausa para recibir la información.

—No me preocupa la construcción —le respondo mientras el círculo de muerte se expande bajo los aleteos de Tairn y tomo más poder del dragón para volver a atacar.

Soleil se lanza hacia la venin con Fuil detrás y la daga en mano y lista mientras el resto de la gente del pueblo termina de entrar al túnel.

Todo esto habrá valido la pena si sobreviven.

La oleada de muerte que rodea a la venin se sigue extendiendo hasta alcanzar al civil que va corriendo por el camino. El hombre se cae, grita sin un solo sonido y se pone en posición fetal hasta que su cuerpo se convierte en unos tristes restos.

El aire se congela en mis pulmones y el corazón me late sin ritmo. Esa venin acaba de…

—¡Soleil! —grito, pero ya es demasiado tarde. La de tercero se tambalea hacia la zona muerta y su dragón intenta salvarla, pero ambos se caen. Fuil lanza una nube de polvo por la fuerza del impacto.

En unos segundos quedan disecados. Un puño me rodea el corazón y aprieta con fuerza y, por un momento, no puedo respirar. La venin ahora tiene más poder.

—¡Dile a Deigh! —miro sobre mi hombro y veo a Liam corriendo hacia Deigh. Necesita tiempo.

—Ya lo hice. —Tairn gira a la derecha cuando una bola de fuego viene hacia nosotros, la primera de muchas que provocan que nos repleguemos hacia el otro lado del camino.

—Perdimos a Soleil —le informo a Xaden.

Lo único que recibo como respuesta es una oleada de tristeza, y sé que es suya.

Los grifos se echan a volar y sus pilotos lanzan lo que parece ser magia menor hacia la venin mientras dos guivernos se acercan, ambos sin jinetes.

—Diles que cambien de táctica. No tienen ninguna esperanza, si no se acercan a la venin —le pido a Tairn.

Los grifos cambian de plan y suelto mi poder de nuevo. Esta vez doy más cerca de la venin y ella me mira, pero luego se da la vuelta al escuchar el sonido de alas al vuelo.

Garrick y los otros marcados de tercero vienen para acá. Está acorralada y espero que lo sepa, carajo.

Los grifos se unen para atacar a uno de los guivernos mientras Liam monta y Deigh se echa a volar, escapando del creciente círculo mortal, pero el otro guiverno comienza a descender en su vuelo con dirección a la venin.

Y en su ruta está esa construcción junto al camino.

—Dijiste que la construcción tiene material inestable adentro, ¿verdad? —pregunto.

—Sí.

No puedo estar segura de que le voy a dar, pero…

—Excelente idea.

Tairn nos pone en posición, deteniéndose a unos veinte metros del suelo mientras Liam va hacia los grifos que están arriba de nosotros, lanzando picos de hielo a la garganta ya herida del guiverno. La sangre sale a chorros y el guiverno cae del cielo con un chillido ensordecedor.

Uno menos.

La venin llega al camino y el guiverno aterriza sobre la tierra para que ella pueda montarlo.

—¡Ahora! —grito.

Tairn toma una enorme bocanada de aire y exhala fuego puro mientras el guiverno se echa a volar. La construcción se incendia y detona lo que sea que tuviera adentro. El calor llega hasta mi cara y me chamusca la mejilla tras la explosión que devora todo a su paso.

La tormenta de fuego casi nos alcanza, pero Tairn gira a la derecha, esquivándola por poco.

Grito y hago una señal de triunfo con el puño al aire mientras damos la vuelta y el viento alivia el ardor en mi mejilla. Ya acabamos con un guiverno, evacuamos a una buena parte de la gente del pueblo y no hay forma de que algo haya sobrevivido a esa explosión.

Tairn inclina mucho el hombro y damos una vuelta cerrada, preparándonos para dar otra vuelta sobre el pueblo. Giro a la derecha y ahogo un grito. No solo la explosión no mató al guiverno, sino que su jinete también está sana y salva, y están volando hacia…

Mierda. Mierda. Mierda.

Hay más guivernos que dragones saliendo del valle al sur, y estoy intentando no entrar en pánico cuando una ráfaga de fuego azul pasa junto a nosotros. Giro sobre la silla y veo a un guiverno detrás de nosotros. Se acerca a una velocidad aterradora mientras rodeamos los muros del puesto.

—¿Alguna idea de cómo matar a tantos guivernos? —le pregunto a Tairn, sintiendo el pánico como un ancla en mi pecho que amenaza con hundirme en el caos de mis pensamientos.

Hay al menos seis guivernos hasta donde alcanzo a ver, todos con un poder aterrador en las alas y dientes afilados, y vienen hacia acá.

—Con los mismos métodos que pueden matarnos a nosotros —dice Tairn, alejando al guiverno del centro del puesto, donde Garrick y Bodhi va a pie, persiguiendo al venin del reloj con daga en mano.

—¡Te sorprenderá saber que no tengo una ballesta de fuego a la mano!

—No, pero tienes rayos, y uno de esos detendría el corazón de cualquier dragón.

—Dime que les advertiste a los demás cómo murieron Soleil y Fuil. —Todos a ras de suelo están vulnerables.

—Todos saben que están en riesgo.

Dioses, aún hay niños allá abajo, algunos gritando y otros en un silencio devastador mientras las madres arrastran sus cadáveres.

No hay palabras.

—Tenemos que alejarlos de la ciudad —le digo a Tairn, dándome la vuelta en la silla lo más que me permiten las bandas sobre mis muslos para ver mejor a los guivernos, algunos de los cuales parecen haberse desviado para volar en círculos alrededor de los restos del reloj.

—No sé qué quieren, pero debe estar ahí —señala Tairn.

—De acuerdo con los dos. Hagan lo que puedan para darles tiempo de evacuar —dice Xaden—. Estamos en las afueras del pueblo. —Hace una pausa y una oleada de preocupación cruza nuestra barrera emocional—. Intenta no morirte.

—Estoy en eso.

Un guiverno se lanza en picada, pero vuelve con una pierna humana entre sus dientes.

Damos la vuelta de nuevo y vamos hacia el sur, alejándonos del centro de la ciudad y de lo que sea que estén haciendo Bodhi y Garrick.

—No nos están siguiendo —se queja Tairn—. Tendremos que sacarlos de ahí.

—Me pareció que al venin no le gustó cuando llamé a los relámpagos.

—Eres una amenaza.

—Pues vamos a llamar su atención y amenazarlos.

Él suelta un gruñido de aprobación.

Le abro las compuertas al poder de Tairn, dejando que me llene y arda bajo mi piel.

En cuanto estamos fuera de los muros, levanto las manos y lo dejo salir.

Los relámpagos parten el cielo y atraen a la horda de guivernos, uno de los cuales se echa a volar hacia nosotros, con la cola ponzoñosa ondeando detrás de su cuerpo.

Quizá esta no fue mi mejor idea.

—Ya empezamos y ahora le seguimos —me dice Tairn.

Bueno.

Al fin están fuera de los muros de la ciudad.

Reúno más poder y disparo. Los brazos me tiemblan por el esfuerzo de controlar el raudal de energía bruta. Un rayo azota mucho más lejos del guiverno de lo que me gustaría admitir, y el miedo me llena la boca con sabor a ceniza.

—Inténtalo de nuevo.

—¡No tengo suficiente control!

—¡Inténtalo de nuevo! —me exige Tairn.

Tomo poder de nuevo, y derribo los muros entre Tairn y yo, y me llena aún más la energía que el dragón me está canalizando. Un relámpago parte el cielo crepuscular con un brillo tan intenso que tengo que parpadear.

—¡De nuevo!

Dejo que el poder me tome una y otra vez, concentrándome en la ubicación del guiverno mientras Tairn esquiva una ráfaga de cielo azul. Al fin, un rayo cae sobre el que está detrás de nosotros y lo derriba. La creatura azota contra la colina y el golpe hace un sonido muy satisfactorio.

—¿Qué pasará con el venin al que estaba vinculado? —Estoy temblando por el esfuerzo de controlar el poder y luchando por no permitir que me abrume. Tengo la cara bañada en sudor.

—Con suerte, son como nosotros. Si matas al guiverno, el jinete muere, pero es difícil saberlo cuando hay tantos que no traen jinete.

—«Con suerte» no son mis palabras favoritas en este momento… —Me doy la vuelta sobre la silla y veo con horror que otros dos guivernos sin jinete van saliendo del valle—. Los civiles necesitan más tiempo para llegar a la mina. Tenemos que dárselos.

Tairn gruñe como afirmación y volvemos al puesto.

Xaden tiene a un guiverno agarrado por el cuello, estrangulándolo con sus sombras mientras los de tercero le lanzan hielo a su jinete, y los otros cuatro están haciendo todo lo posible por detener a los recién llegados con una combinación de fuego de dragón y magia.

El poder me recorre en una oleada ardiente tras otra mientras llamo más rayos que nunca en mi vida. Giro un brazo y apunto otro ataque hacia un guiverno que está volando cerca de la puerta principal, o lo que solía ser la puerta principal. No le doy al guiverno, pero sí a una torre vacía de donde vuelan pedazos de piedra en todas direcciones y un enorme trozo le da en la cola a otro guiverno y lo deja dando vueltas en el aire.

Tairn da otra vuelta cerrada y volvemos a nuestro punto de origen. Respiro profundamente y llamo un rayo que le da a un guiverno directo en el lomo y hace un satisfactorio chisporroteo. La enorme bestia chilla y luego se estrella en una colina cercana causando un fuerte estruendo.

Damos otra vuelta y, con la emoción de haber matado a esa creatura, lanzo otros tres rayos seguidos. Desafortunadamente, más velocidad no equivale a más precisión, y la adrenalina no me está ayudando con la puntería. Aunque sí logro provocar otras tres explosiones alarmantes, una de las cuales distrae a un enorme guiverno que iba tras Bodhi, lo que le da un poco de ventaja, y su dragón aprovecha para girar a la izquierda, lanzarse sobre el guiverno por detrás y hundirle los dientes en el cuello gris y reseco. Tras un crujido aterrador, el dragón de Bodhi suelta el cadáver del guiverno y lo deja caer los quince metros hasta el suelo.

—¡A la izquierda! —grito cuando otros dos guivernos aparecen en nuestro flanco trasero.

Le dejo las maniobras evasivas a Tairn y me concentro en llamar tantos rayos como sea posible mientras el guiverno nos va alcanzando. Los brazos me tiemblan y se van debilitando con cada rayo que intento controlar para que no caigan sobre uno de nuestros jinetes.

Sgaeyl está en el lado oeste del puesto y el corazón se me va a la garganta cuando ella baja y Xaden corre por su lomo y se baja con un salto impresionante para caer al suelo con un giro. Casi de inmediato, las sombras aparecen por todas partes y cubren a la gente que grita e intenta huir al refugio para ponerse a salvo de las fauces de un guiverno hambriento.

Una de las creaturas que viene detrás de mí debe notar que Xaden ya no está sobre el dragón, porque pega las alas a su cuerpo por un momento, se lanza en picada y luego las abre en el último minuto para planear sobre las sedosas sombras. Mierda. Va directo hacia Xaden con el hocico bien abierto, como si planeara agarrar a Xaden como un bocadillo de pasada.

—¡Xaden! —grito, pero él ya vio al guiverno y avienta un lazo de sombras que entra perfectamente por la cabeza de Sgaeyl y ella lo jala, quitándolo del camino del guiverno. Un minuto Xaden está colgando de la cuerda de sombra y al siguiente ya está en su asiento mientras Sgaeyl da la vuelta para recorrer de nuevo el pueblo.

Pero estaba tan concentrada en Xaden, que me olvidé por completo del guiverno que viene tras de mí. Tairn no lo olvidó y está subiendo más y más, alejando al guiverno del puesto mientras gana altura a una velocidad que casi me hace vomitar.

—¡Violencia! —grita Xaden—. ¡Debajo de ti!

Miro hacia abajo y ahogo un grito. Una ráfaga de fuego azul viene hacia nosotros.

—¡Gira!

Tairn rueda hacia la derecha y mis nalgas se despegan de la silla. Solo me sostienen las bandas mientras mi dragón nos pone de cabeza para esquivar, y por poco, el ataque. Pero cuando se incorpora, el guiverno aún nos está siguiendo. El corazón se me atora en la garganta cuando la creatura abre la boca y suelta unos mordiscos al aire con sus dientes afilados y llenos de sangre mientras se lanza contra un costado de Tairn.

—¡No! —Levanto los brazos, le lanzo un rayo y me preparo para el impacto.

Un borrón azul pasa entre nosotros y el guiverno es embestido por un enorme cuerpo azul marino… Sgaeyl. Sus fauces destrozan distintas partes del cuerpo del guiverno con mordidas rápidas y brutales. Carne y sangre vuelan por todas partes en la comida aérea más salvaje que he visto. Luego la dragona avienta al guiverno y lo atrapa por la cabeza con su cola de daga, haciendo que su cuerpo devorado caiga desde lo alto para ir a estrellarse en el suelo.

Sgaeyl acelera su vuelo, da la vuelta y pasa junto a nosotros, rozando un ala con la de Tairn en un gesto casi amoroso que contrasta completamente con la mirada amenazante que parece dirigida a mí mientras la sangre del guiverno aún le chorrea de la boca. Mensaje recibido. Su trabajo es cuidar a Xaden y el mío es cuidar a Tairn.

Me muevo sobre mi silla, revisando todos nuestros flancos para confirmar que no haya más guivernos.

—Hay que subir para ver mejor a cuántos nos enfrentamos —le digo a Tairn.

Apenas vamos a unos treinta metros sobre el pueblo cuando veo a Liam y Deigh volando a toda velocidad en dirección opuesta a nosotros y con un venin sobre su guiverno detrás.

—¡Liam necesita ayuda! —exclamo.

—Ya voy —dice Tairn y se da la vuelta. Nos quedamos suspendidos en el cielo por un segundo antes de que sus enormes alas atrapen el viento, haciéndonos girar para ir directo hacia donde está Liam.

El venin levanta una especie de báculo que le lanza unas bolas de fuego azul a Deigh, pero este logra esquivarlas mientras Liam se levanta y corre por el lomo hasta la cola de daga. En el último segundo, Deigh usa su cola para lanzar a Liam al aire hacia el guiverno. Ni siquiera tengo tiempo de gritar antes de que caiga de cuclillas en la parte trasera del guiverno, sacando una daga con runas como las dos que me dio Xaden.

El venin se da la vuelta y levanta su báculo, pero Liam es brutalmente rápido y le corta la garganta con una precisión aterradora. El guiverno deja de aletear en unos segundos y su pesado cuerpo va en caída libre hacia el suelo. Liam salta de su lomo justo cuando Deigh pasa volando y lo atrapa sin problema.

Un guiverno viene hacia nosotros por la izquierda, acercándose con enormes aletazos.

—¡Tairn! —El poder me llena las venas y levanto las manos, pero Tairn rueda y me pone de cabeza para recorrer al guiverno del cuello a la cola con sus garras y su cola de maza, dejando su cuerpo abierto al vuelo. Luego nos regresa a la posición normal mientras el guiverno cae trazando un camino sangriento.

Lo que estoy sintiendo es más que la adrenalina por las acrobacias de Tairn.

Por primera vez desde que aceptamos intentar defender a los civiles en este puesto de comercio, desde que nos dijeron que había cuatro venin y no teníamos posibilidades de ganar, el pánico que me aplasta el pecho se aligera un poco. Tal vez sí podremos salir vivos de esto. Quizá.

De pronto, otro guiverno sale de una nube sobre nosotros y se lanza en picada contra Tairn, ganando velocidad al pegar las alas a su cuerpo, lo que lo convierte en lanza con dientes en la punta.

No hay tiempo para maniobras de evasión. Está a unos segundos, pero en un instante solo puedo ver rojo y Deigh embiste a la enorme bestia gris por el costado.

No siento ningún alivio, porque el choque hace que Liam salga volando del lomo de Deigh y caiga en el cuello de Tairn, de donde se va resbalando a una velocidad mortal.

—¡Violet!

—¡Liam! —Logro agarrarlo de la mano y lo aprieto con todas mis fuerzas, aunque se me escapa un grito cuando el hombro me truena y se subluxa por el tirón al sostener de golpe todo su peso. Tairn da la vuelta para seguir a Deigh—. ¡Agárrate!

Con un gesto de dolor, Liam se arrastra impulsándose con los codos pese al ángulo imposible hasta agarrarse de los pomos de la silla. Me lanzo sobre él, protegiendo su cabeza y agarrándome con todas mis fuerzas mientras Tairn rueda y da la vuelta para no alejarse tanto pero tampoco acercarse demasiado a Deigh y el enorme guiverno gris que están metidos en una batalla cuerpo a cuerpo a unos metros.

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