Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 39

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TREINTA Y NUEVE

Todos ustedes son unos cobardes.

—LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE FEN RIORSON (CENSURADO)

XADEN

—Ella va a estar bien —me dice Sgaeyl con un tono suave que nunca se había dignado a usar conmigo. Pero, claro, no me eligió porque yo necesitaba mimos. Me eligió por las cicatrices en mi espalda y el simple hecho de que soy el nieto de su segundo jinete, el que no sobrevivió al cuadrante.

—No sabes si va a estar bien. Nadie lo sabe. —Han pasado tres malditos días y Violet no ha despertado. Tres días interminables que he pasado en este sillón, caminando al filo de la razón y la locura, estudiando cada movimiento de su pecho solo para asegurarme de que aún respira.

Mis pulmones solo se llenan cuando lo hacen los suyos, y el tiempo entre los latidos de mi corazón está lleno de un miedo agudo y brutal.

A mí nunca me pareció frágil, pero ahora sí, tumbada en medio de mi cama, con los labios pálidos y resecos y las puntas del cabello apagadas, sin ese brillo como de navaja. En estos tres días todo en ella se ha sentido como si le hubieran sacado la vida del cuerpo y solo quedara una sombra de su alma bajo la piel.

Pero hoy, la luz de la mañana me muestra que sus mejillas tienen un poco más de color que ayer en la línea oscura de sus goggles de vuelo.

Soy un imbécil, carajo. Debí haberla dejado en Basgiath. O mandarla con Aetos, aunque pesara sobre Sgaeyl y Tairn. No tendría que haber sufrido el castigo del coronel Aetos por un crimen que ella ni sabía que yo estaba cometiendo. Ni siquiera lo sospechaba.

Me paso una mano por el cabello. Violet no fue la única que sufrió.

Liam seguiría vivo.

«Liam». La culpa se nivela con la pena descomunal por su muerte, y el dolor en mi pecho apenas me permite tomar aire. Le ordené a mi hermano de acogida que la mantuviera a salvo, y esa orden hizo que lo mataran. Murió por culpa mía.

Debí haber sabido lo que nos esperaba en Athebyne…

—Debiste haberle dicho lo de los venin. Esperé a que le compartieras la información, y ahora ella está sufriendo —gruñe Tairn. El dragón es la manifestación corporal y con aliento de fuego de mi culpa. Pero al menos el vínculo que nos une a los cuatro sigue ahí, aunque él no pueda comunicarse con ella, lo cual significa que Violet sigue viva.

El dragón puede gritarme todo lo que quiera mientras el corazón de ella siga latiendo.

—Debí haber hecho muchas cosas diferentes. —Lo que no debí haber hecho fue luchar con lo que siento por ella. Debí aferrarme a ella después de ese primer beso como quería y mantenerla a mi lado, debí dejarla entrar por completo.

Mis párpados se sienten rasposos como lijas cada que parpadeo, pero estoy combatiendo el sueño con todo lo que tengo. Cuando duermo, escucho el grito desgarrador de Violet, la escucho llorando porque Liam murió, la escucho diciéndome que soy un maldito traidor una y otra vez.

No se puede morir, y no solo porque hay posibilidades de que yo tampoco sobreviva. No se puede morir porque sé que no puedo vivir sin ella, aunque no me muera. En algún punto entre el shock de nuestra atracción en lo alto de ese torreón, el momento en que me di cuenta de que arriesgó su vida para darle una bota a alguien más en el parapeto aquel primer día y cuando me lanzó las dagas a la cabeza bajo el roble, me tropecé. Debí haberme dado cuenta del peligro de acercarme demasiado la primera vez que la tiré de espaldas sobre la colchoneta y le mostré lo fácil que podría matarme, una vulnerabilidad que no le he permitido ver a nadie más, pero lo minimicé pensando que era una innegable atracción a una mujer particularmente hermosa. Cuando la vi llegar al final del Guantelete y luego defender a Andarna en la Trilla me tambaleé, deslumbrado tanto por su astucia como por su sentido del honor. Cuando entré a su habitación y encontré la mano traidora de Oren en su garganta, la rabia que hizo que fuera fácil matar a los seis sin titubear debió haberme avisado que iba directo hacia un barranco. Y cuando me sonrió tras dominar su bloqueo en solo unos minutos, con su rostro iluminado mientras nevaba, caí, carajo.

Ni siquiera nos habíamos besado, y caí. Me enamoré.

O quizá fue cuando le lanzó sus dagas a Barlowe o cuando los celos me comieron vivo al ver cómo Aetos besaba la boca con la que yo había soñado incontables veces. En retrospectiva, hubo mil pequeños momentos que me lanzaron al abismo de la mujer que está dormida en la cama en la que siempre la imaginé.

Y nunca se lo dije. No hasta que estaba delirando por el veneno. ¿Por qué? ¿Porque tenía miedo de darle poder sobre mí cuando ya lo tenía? ¿Porque es hija de Lilith Sorrengail? ¿Porque le seguía dando segundas y terceras oportunidades a Dain Aetos?

No. Porque no podía entregarle esas palabras sin ser total y completamente honesto con ella, y después de la forma en que me miró en el lago, la absoluta traición…

El sonido de las sábanas moviéndose me hace voltear a ver su cara, y respiro profundamente por primera vez desde que se cayó del lomo de Tairn. Tiene los ojos abiertos.

—Estás despierta. —Mi voz suena como si la hubieran arrastrado sobre un camino de piedras cuando creía que eso solo le había pasado a mi corazón.

Me pongo de pie torpemente y cruzo los dos pasos que me separan de la cama. Está despierta. Está viva. Está… ¿sonriendo? Debe ser un engaño de la luz. Lo más seguro es que esta mujer quiere prenderme fuego.

—¿Puedo revisarte el costado? —El colchón se hunde ligeramente cuando me siento junto a su cadera.

Ella asiente y estira los brazos como un gato que estaba tomando la siesta bajo el sol antes de agarrar las cobijas.

La destapo y desato la bata que cubre el pequeño camisón que le puse la primera noche y lentamente levanto la orilla por la piel sedosa de su cadera, preparándome para encontrar los hilos negros que suplantaron a sus venas durante el vuelo, pero que han ido desapareciendo lentamente desde que llegamos. No hay nada. Solo una delgada línea plateada a un par de centímetros sobre el hueso de su cadera. Mis pulmones sueltan el aire con alivio.

—Es un milagro.

—¿Qué es un milagro? —me pregunta con voz rasposa, viendo su nueva cicatriz.

Mierda. Sería un pésimo curandero.

—Agua. —La mano me tiembla por el cansancio o por el alivio, ni siquiera me importa por qué, mientras le sirvo un vaso de agua de la jarra que está en mi buró—. Seguro te mueres de sed.

Se incorpora hasta quedar sentada, toma el vaso y se lo toma completo.

—Gracias.

—Tú. —Dejo el vaso vacío en el buró y observo esos ojos color avellana en los que no he dejado de pensar desde el parapeto—. Tú eres un milagro —susurro—. Estaba aterrado, Violet. No hay palabras adecuadas.

—Estoy bien, Xaden —me dice en voz baja, y pone su mano sobre mi corazón que late acelerado.

—Creí que te iba a perder. —La confesión sale ahogada, y quizá estoy arriesgándome demasiado después de todo lo que le hice pasar, pero no puedo evitar acercarme y rozar su frente con mis labios, luego su sien. Dioses, la besaría por siempre si con eso pudiera mantener a raya la discusión que se viene y quedarnos en este momento límpido en el que puedo creer que todo va a estar bien entre nosotros, y que no jodí irrevocablemente lo mejor que me ha pasado en la vida.

—No me vas a perder. —Me mira con gesto confundido, como si yo hubiera dicho algo raro. Luego se acerca y me besa.

Aún me quiere. La revelación hace que los latidos de mi corazón se disparen. Llevo el beso más allá, pasando mi lengua por su suave labio inferior y chupándolo con cuidado. Eso es todo lo que se necesita para inundar mi sistema de deseo y pasión. Siempre ha sido así entre nosotros, hasta la más pequeña chispa desata un incendio que consume todo lo que no tenga que ver con todas las formas en las que puedo hacerla gemir. Tendremos una vida entera de esos momentos por delante, cuando pueda desvestirla y rendirle culto a cada curva y hueco de su cuerpo, pero este no es uno de ellos, no cuando no lleva ni cinco minutos despierta. Me separo de ella soltando su boca lentamente.

—Te lo voy a compensar —le prometo, sosteniendo sus delicadas manos entre la dureza de las mías—. No digo que no vayamos a pelear o que no me querrás lanzar tus dagas cuando inevitablemente me porte como un cretino, pero te juro que me esforzaré por ser mejor.

—¿Qué me vas a compensar? —me pregunta con una sonrisa confundida.

Frunzo el ceño. ¿Habrá perdido la memoria?

—¿Qué tanto recuerdas? Para cuando te trajimos aquí, el veneno ya había llegado a tu cerebro y…

Sus ojos se abren de par en par y algo cambia, algo que cae como una piedra en mi estómago cuando de pronto aleja su mano de la mía.

Deja de verme y su mirada perdida me dice que está intentando hablar con sus dragones.

—No te asustes. Todo está bien. Andarna no es exactamente la misma, pero es… ella. —Está enorme, pero eso no se lo voy a decir a Violet. Y, de acuerdo con Tairn, ya no tiene su don, pero ya habrá mucho tiempo para compartir esas noticias—. El curandero me dijo que no está seguro de cuáles pueden ser los efectos a largo plazo del veneno, porque era algo que nunca había visto y nadie sabe en realidad cuánto tiempo te tomará recuperar la memoria si hay daños persistentes, pero te diré…

Levanta una mano y observa el cuarto, como si apenas estuviera notando dónde estamos, y luego se levanta de la cama, cerrándose la bata. La expresión en su mirada me aplasta el pecho mientras va con pasos torpes hacia el enorme ventanal de mi recámara.

El ventanal que es un observatorio sobre la montaña en la que está construida esta fortaleza, con vista al valle, a su arboleda chamuscada que marca donde la tierra fue quemada hasta las piedras y al tranquilo pueblo, que solía ser una ciudad, de Aretia.

El pueblo que hemos reconstruido con el sudor de nuestra frente a partir de una pila de cenizas y escombro.

—¿Violet? —Tengo puesta mi barrera, intentando respetar su privacidad, pero dioses, necesito saber lo que está pensando.

Está observando todo el pueblo con los ojos muy abiertos, pasando de estructura en estructura con sus techos verdes idénticos, y se detiene en el Templo de Amari, que era el edificio más reconocido además de nuestra biblioteca.

—¿Dónde estamos? Y no te atrevas a mentirme —ordena—. No otra vez.

«No otra vez».

—Sí te acuerdas.

—Sí me acuerdo.

—Gracias a los dioses —murmuro, pasándome una mano por el cabello. Es bueno, porque demuestra que sanó por completo, pero… mierda.

—¿Dónde. Estamos? —Escupe cada palabra y sus ojos se entrecierran sobre mí—. Dime.

—La expresión en tu cara me dice que ya sabes. —Es imposible que una mujer así de brillante no reconozca ese templo.

—Parece Aretia. —Señala hacia la ventana—. Solo hay un templo con esas columnas. He visto los dibujos.

—Sí. —Una. Mujer. Brillante.

—Pero Aretia fue quemada. Esos dibujos también los he visto, los que los escribas tomaron de los archivos públicos. Mi madre me dijo que vio las brasas con sus propios ojos. Entonces, ¿dónde estamos? —Sube la voz.

—En Aretia. —Se siente increíblemente liberador decirle la verdad.

—¿Reconstruida o no la quemaron? —Me da la espalda.

—En proceso de reconstrucción.

—¿Por qué no he leído sobre eso?

Comienzo a decirle, pero levanta una mano y espero. Solo le toma un minuto descifrar eso también.

Señala hacia mi reliquia de la rebelión.

—Melgren no puede ver el futuro cuando más de tres de ustedes están juntos —dice—. Por eso no tienen permitido reunirse.

No lo puedo evitar. Sonrío. Esta mujer brillante es mía, carajo. O era mía. Y volverá a serlo, si hay algo que yo pueda hacer al respecto. Aunque probablemente no. Suspiro y de inmediato pierdo la sonrisa. Mierda.

No, no me voy a rendir hasta que ella me lo pida.

Puede que esto sea complicado, pero nosotros también lo somos.

—Eso y que ya no somos lo suficientemente grandes para llamar la atención de los escribas. No estamos escondidos. Solo no… anunciamos nuestra existencia. —Y esa también es la razón por la que este lugar sigue siendo técnicamente… mío. Los nobles no tenían muchas ganas de darle su dinero a una ciudad quemada o pagar impuestos por una tierra que no se podía usar. En algún momento se van a dar cuenta. En algún momento lo voy a perder. Y entonces perderé también la cabeza—. Puedes saber todo lo que quieras. Solo pregunta.

Ella se tensa.

—Dime una sola cosa en este momento.

—Lo que sea.

—¿De verdad… —sus hombros tiemblan mientras toma aire— de verdad Liam está muerto?

«Liam». Siento una nueva puñalada de dolor en las costillas. Pasan unos silenciosos segundos en lo que intento encontrar las palabras correctas, pero no existen, así que saco de mi bolsillo la miniatura tallada de Andarna que Liam acababa de terminar.

Violet se gira para verme y su mirada de inmediato se clava en la figurita, llenándole los ojos de lágrimas.

—Es mi culpa.

—No, es mía. Si te hubiera dicho todo antes, habrías estado preparada. Probablemente nos habrías enseñado a todos cómo matarlos. —Se me parte el alma de nuevo cuando se limpia unas lágrimas gemelas con el dorso de las manos. Le entrego la miniatura—. Sé que debería hacerlo, pero no me atreví a quemarla. Anoche lo despedimos. Bueno, los otros. Yo no he salido de esta habitación desde que llegamos. —Nuestras miradas se encuentran y siento el impulso de abrazarla, pero sé que soy el último lugar en el que buscaría consuelo—. No te he dejado.

—Claro, tienes un interés personal en mi supervivencia —se burla con una sonrisa sarcástica entre lágrimas—. Dame un momento para vestirme y luego hablamos.

—¿Me estás corriendo de mi propio cuarto? —Busco ese tono sarcástico y juguetón que solía salirme tan fácil con ella—. Eso es nuevo.

—Ya, Riorson.

No puedo contener mi gesto de dolor. Nunca usa mi apellido. Quizá es porque no le gusta recordar que soy el hijo de Fen Riorson y todo lo que le costó mi padre, pero para ella siempre he sido Xaden. El cambio se siente como un abismo infinito, como un golpe mortal.

—El cuarto de baño está por allá. —Señalo hacia la pared más lejana y voy a la salida, pasándome mi espada sobre la espalda.

Mi primo está recargado en la pared, hablando con Garrick, que ostenta una nueva cicatriz de quince centímetros desde la sien hasta la mandíbula, pero ambos se callan cuando cierro la puerta detrás de mí. Se tensan y Garrick se yergue cuan alto es.

—Está despierta.

—Gracias a Amari —dice Bodhi, y su cuerpo se relaja. Todavía trae el brazo en un cabestrillo, recuperándose de los cuatro puntos en los que se lo fracturó un venin.

—Va a tener que elegir. —Veo a Garrick y noto la preocupación en sus ojos. Ya me había dicho que cree que Violet guardará nuestro secreto. Esa preocupación es por mi estado mental si ella no me perdona por no decirle antes—. O guardará nuestro secreto, o no.

—Eso es algo que tú tendrás que averiguar —me responde—. Y luego enseñarle cómo esconderlo de Aetos, si eso decide.

—¿Alguna noticia de los pilotos?

—Syrena está viva, si eso es lo que preguntas —dice Bodhi—. Y también su hermana. Pero los demás… —Niega con la cabeza.

Al menos ellas sobrevivieron, y ahora que Violet está despierta, al fin puedo respirar.

—¿Averiguaron qué había en la caja que Chradh estaba buscando en Resson? —pregunto. El dragón de Garrick es particularmente sensible a las runas, lo cual les permitió encontrar y sacar la pequeña caja de hierro de entre los escombros de la torre del reloj.

—Están trabajando en eso. Con suerte, tendremos una respuesta en las próximas horas. Me alegra que esté bien, Xaden. Les avisaré a los demás. —Asiente una vez y se va por el corredor, pues ya casi conoce los caminos de este castillo tanto como yo, considerando que pasó todos los veranos aquí antes de la apostasía, o «secesión», como le dicen los navarros a la rebelión de mi padre.

Es curioso cómo la gente le cambia el nombre a las cosas que los hacen sentir incómodos. Perdimos la fe en que nuestro rey haría lo correcto algún día. Y dicen que nosotros somos los traidores.

Bodhi arruga la nariz.

—¿Qué?

—Hueles a culo de dragón.

—Vete a la mierda. —Pero, tras una olida, no se lo puedo discutir—. Voy a usar tu cuarto.

—Lo consideraría como un favor personal.

Le muestro mi dedo medio extendido y voy a su habitación.

 

 

Una hora después estoy bañado e impaciente, esperando afuera de mi cuarto con ropa limpia y Bodhi, que está haciendo todo lo posible por mejorar mi ánimo, como siempre, cuando la puerta se abre y Violet aparece en el marco.

Casi me ahogo con mi propia lengua al ver su cabello suelto y húmedo cayendo hasta debajo de sus senos. Ni siquiera puedo poner en palabras qué tiene ese pelo que me lleva al límite del necesito-cogérmela-ya, y estoy demasiado ocupado intentando mantener las manos a mis costados como para preguntarme por qué.

Ella existe y yo me excito. En el último año he aprendido a aceptar esa curiosa verdad.

Bodhi sonríe y es un gesto idéntico al que solía hacer mi tía.

—Me da gusto verte bien y de buenas, Sorrengail. —Luego me da un golpecito en el hombro y se va, lanzándome una mirada sobre el hombro—. Voy por el plan B. Buena suerte.

Dioses, quiero tomarla entre mis brazos y amarla hasta que se olvide de todo menos de lo buenos que somos juntos, pero estoy seguro de que eso es lo último que va a querer en la vida.

—Pasa —dice con voz suave, y el corazón me da un vuelco.

—Solo porque me lo pides. —Entro, odiando la desconfianza en su mirada.

Aunque Violet no me crea, jamás le mentí. Ni una sola vez.

Solo nunca le dije toda la verdad.

—¿Todo esto es original? —me pregunta, observando mi habitación.

—La mayor parte de la fortaleza está hecha de piedra —le digo mientras estudia los detallados arcos del techo y la luz natural que entra por el ventanal que ocupa toda la pared al oeste—. La piedra no se quema.

—Claro.

Trago saliva con dificultad.

—Creo que después de todo lo que has visto, la pregunta que te voy a hacer es muy sencilla. ¿Le entras? ¿Estás dispuesta a pelear con nosotros? —Sin problemas podría decidir darnos la espalda. Antes no sabía lo suficiente como para juzgarnos, pero ahora sí.

—Le entro. —Asiente.

El alivio me llena como un torrente más poderoso que el de cualquier cosa que podría canalizar de Sgaeyl, y me acerco a ella.

—Lamento haber tenido que ocultarte… —Las palabras mueren en mis labios cuando da un paso atrás para evitar que la toque.

—No va a pasar. —En sus ojos avellana se refleja un enorme dolor, y siento que me muero—. Que te crea y esté dispuesta a luchar contigo no significa que volveré a confiarte mi corazón. Y no puedo estar con alguien en quien no confío.

Algo se apachurra dentro de mi pecho.

—Nunca te mentí, Violet. Ni una sola vez. Y jamás lo haré.

Va a la ventana, mira hacia abajo y luego se gira lentamente para quedar de frente a mí.

—Ni siquiera es que me hayas ocultado esto. Lo entiendo. Es la facilidad con la que lo hiciste. La facilidad con la que yo te dejé entrar en mi corazón y no recibí lo mismo. —Niega con la cabeza, y entonces lo veo, el amor, pero está enmascarado por las defensas que tontamente la obligué a construir.

Yo la amo. Claro que la amo. Pero si se lo digo ahora, creerá que no lo estoy haciendo por las razones correctas, y la verdad tendría razón.

No voy a perder a la única mujer de la que me he enamorado sin luchar.

—Tienes razón. Guardo secretos —reconozco, acercándome de nuevo, paso a paso, hasta que estoy a menos de medio metro de ella. Pongo las palmas en el cristal a los lados de su cabeza, dejándola ligeramente atrapada, pero ambos sabemos que se podría ir si quisiera. Ella no se mueve.

—Me tomó mucho tiempo confiar en ti, mucho tiempo para darme cuenta de que me enamoré.

Alguien llama a la puerta. Lo ignoro.

—No digas eso. —Levanta la barbilla, pero noto cómo me lanza una mirada a la boca.

—Me enamoré de ti. —Agacho la cabeza y la miro directamente a sus hermosos ojos. Puede que esté enojada conmigo, y con razón, pero que me lleve Malek si no sigue sintiendo lo mismo—. Y ¿sabes qué? Quizá ya no confíes en mí, pero todavía me amas.

Separa los labios, pero no lo niega.

—Te regalé mi confianza una vez, pero eso no se vuelve a repetir. —Esconde su dolor con un parpadeo.

«Nunca más». Esos ojos nunca más volverán a reflejar un dolor que yo le haya ocasionado.

—La cagué al no decírtelo antes, y ni siquiera intentaré justificar mis razones. Pero ahora te estoy confiando mi vida… y la de todos los demás. —Arriesgué todo al traerla aquí en vez de llevar su cadáver a Basgiath—. Te contaré todo lo que quieras saber y todo lo que no. Pasaré todos los días de mi vida recuperando tu confianza.

Se me había olvidado lo que se siente ser amado de verdad. Han pasado tantos años desde que papá murió. Y mamá… No voy ni a pensar en esto. Pero luego Violet me dio esas palabras, me dio su confianza, su corazón, y lo recordé. Y por supuesto que voy a luchar por conservarlos.

—¿Y si no es posible?

—Todavía me amas. Es posible. —Dioses, me muero por besarla, por recordarle exactamente lo que somos juntos, pero no lo haré, no hasta que ella me lo pida—. No le temo al trabajo pesado, especialmente no cuando sé lo dulce que es la recompensa. Preferiría perder esta guerra que vivir sin ti, y si eso significa que tendré que demostrarte que valgo la pena una y otra vez, lo haré. Me diste tu corazón, y lo voy a conservar. —Violet ya tiene el mío, aunque no se haya dado cuenta.

Sus ojos se llenan de una expresión sorprendida, como si al fin hubieran visto la determinación en los míos.

Es hora de que lo sepa todo. Conociendo a Violet, no se va a quedar tranquilita en la seguridad de Basgiath, y mucho menos ahora que sabe lo corruptos que son esos muros.

Va a pelear esta guerra junto a mí.

Vuelven a llamar a la puerta y ahora con más insistencia.

—Qué tipo más impaciente, carajo —murmuro—. Como lo conozco, tienes unos veinte segundos para preguntarme lo que quieras.

—Aún tengo la esperanza de que la carta en Athebyne en realidad fuera sobre los Juegos de Guerra. ¿Crees que haya alguna posibilidad de que simplemente nos cruzamos por casualidad con un ataque de guivernos en ese puesto?

—Por supuesto que eso no fue un accidente, hermanita —dice él desde la puerta abierta.

Suspiro y me hago a un lado, viendo cómo se le desorbitan los ojos a Violet al verlo parado ahí.

—Te dije que conocía mejores maestros del veneno —le digo en voz baja—. No te curaron. Te repararon.

—¿Brennan? —pregunta, sin dejar de ver a su hermano con la boca abierta.

Él solo sonríe y abre los brazos.

—Bienvenida a la revolución, Violet.

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