Alas de sangre

Alas de sangre


Capítulo 19

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DIECINUEVE

En respuesta a la Gran Guerra, los dragones se adjudicaron las tierras

del oeste y los grifos las centrales, abandonaron el Páramo y el recuerdo

del general Daramor, que casi destruyó al continente con su ejército.

Nuestros aliados se fueron a casa y nosotros comenzamos un periodo de

paz y prosperidad con las provincias de Navarre uniéndose por primera

vez bajo la seguridad de nuestras protecciones y al cuidado de nuestros

primeros jinetes unidos a sus dragones..

 

—NAVARRE, HISTORIA SIN CENSURA

POR EL CORONEL LEWIS MARKHAM

Qué. Diablos. Está. Pasando.

Es como si todos los que están en mi cuarto se hubieran convertido en estatuas, pero sé que eso no puede ser verdad. El cuerpo de Oren está tibio detrás de mí y su piel es maleable bajo mis dedos mientras me suelto y retiro su brazo ensangrentado, alejándome el cuchillo de la garganta.

Hay una sola gota de sangre en la punta afilada que cae sobre la madera y siento un hilillo húmedo corriéndome por el cuello.

—¡Rápido! ¡No los puedo detener por mucho tiempo! —me dice Andarna con voz débil.

¿Ella lo está haciendo? Trago aire por mi tráquea maltrecha y me escapo del brazo de Oren para luego dar un paso de lado, en silencio.

En el más profundo y espectral silencio.

El reloj en mi escritorio no está avanzando cuando paso entre el codo de Oren y un tipo gigante que solía ser del Ala Dos. Nadie respira. Sus miradas están congeladas. A la izquierda, la mujer a la que le hice el corte está agazapada, agarrándose el brazo, y el hombre al que apuñalé está recargado en la pared a la derecha, mirando su muslo con gesto horrorizado.

Cuento el tiempo por los estruendosos latidos de mi corazón mientras voy al único espacio vacío en mi habitación, pero mi camino hacia la puerta ahora abierta no está libre.

Xaden llena el espacio como un ángel oscuro y vengador, el mensajero de la reina de los dioses. Está completamente vestido y su rostro es una máscara de pura rabia mientras las sombras suben por las paredes a cada lado de él y se quedan suspendidas en el aire.

Por primera vez desde que crucé el parapeto me siento tan jodidamente aliviada de verlo que podría llorar.

Andarna ahoga un grito en mi mente… y el caos vuelve.

Siento que voy a vomitar.

—Ya era hora —gruñe Tairn.

La mirada de Xaden se encuentra con la mía y sus ojos ónix se abren por el shock menos de un milisegundo antes de que entre a la habitación, con sus sombras escoltándolo mientras se pone junto a mí. Chasca los dedos y la habitación se ilumina por unas luces mágicas que flotan sobre nosotros.

—Todos ustedes están muertos. —Su voz suena perturbadoramente tranquila, y eso la vuelve más aterradora.

Todas las cabezas en la habitación se giran hacia nosotros.

—¡Riorson! —la daga de Oren cae al suelo.

—¿Crees que rendirte te va a salvar? —El tono suave pero letal de Xaden hace que se me ponga la piel de gallina—. Atacar a otro jinete mientras duerme va en contra del código.

—Pero ¡sabes que no debió unirse a ella! —Oren levanta las manos y nos muestra las palmas—. Tú más que nadie tienes suficientes razones para querer que la debilucha se muera. Nosotros solo estamos corrigiendo un error.

—Los dragones no cometen errores. —Las sombras de Xaden toman a cada atacante menos a Oren del cuello y empiezan a apretarlos. Los jinetes luchan, pero no sirve de nada. Sus rostros se vuelven morados mientras las sombras los ahogan hasta que caen de rodillas con sus cuerpos arqueados frente a mí como marionetas sin vida.

No puedo sentir lástima por ellos.

Xaden avanza con pasos elegantes, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y extiende una mano con la palma hacia arriba mientras otro tentáculo de oscuridad recoge mi daga que se quedó tirada en el suelo.

—Permíteme explicarte. —Oren ve la daga y sus manos tiemblan.

—Ya escuché todo lo necesario. —Los dedos de Xaden rodean el mango—. Ella debió matarte en el campo, pero es misericordiosa. Ese no es un defecto que yo tenga. —Asesta la daga a tal velocidad que apenas noto el movimiento, y la garganta de Oren se abre en una línea horizontal de donde corre la sangre en un torrente por su cuello y pecho.

Se agarra la garganta, pero no sirve de nada. En segundos se desangra y cae al suelo. Un charco carmesí va creciendo a su alrededor.

—Carajo, Xaden —dice Garrick, que viene entrando, mientras envaina su espada y su mirada recorre la habitación—. ¿No hubo tiempo para hacer preguntas? —Sus ojos pasan sobre mí como si estuvieran catalogando heridas y se detiene en mi garganta.

—No hicieron falta —le responde Xaden. Bodhi entra después y hace la misma evaluación que Garrick. El parecido entre los primos aún me desconcierta. Bodhi tiene la misma piel bronceada y cejas fuertes, pero sus facciones no son tan angulosas como las de Xaden y sus ojos son de un café más claro. Parece una versión más suave y amable de su primo mayor, pero mi cuerpo no se enciende al verlo como lo hace con Xaden. O quizá es solo que el estrangulamiento de Oren me dejó sin sentido común.

Una risa ilógica se escapa de mis labios y los tres hombres se giran para verme como si me hubiera golpeado la cabeza.

—Déjame adivinar —dice Bodhi, frotándose la nuca—. ¿Nos toca limpiar?

—Pidan ayuda si la necesitan —responde Xaden, asintiendo.

«Cadáveres».

«Estoy viva. Estoy viva. Estoy viva». Repito el mantra en mi cabeza mientras Xaden limpia la sangre de mi daga en la túnica de Oren.

—Sí. Estás viva. —Xaden pasa sobre los cadáveres de Oren y de otros dos, y saca mi daga del hombro de la mujer caída antes de llegar a mi armario. Ni siquiera la reconozco, pero intentó matarme.

Garrick y Bodhi sacan los primeros cuerpos.

—No me di cuenta de que lo dije en voz alta. —Las rodillas me empiezan a temblar y la náusea está por ganarme. Carajo, pensé que ya había superado esta clase de reacción a la adrenalina, pero aquí estoy, temblando como una hoja mientras Xaden revisa mi armario como si no acabara de matar a media docena de gente.

Como si esta clase de masacres fueran algo normal.

—Es por la impresión —dice, quitando mi capa del gancho para luego sacar unas botas—. ¿Estás herida? —El ritmo de sus palabras rompe el bloqueo que tenía sobre mi dolor, que vuelve de golpe en una oleada punzante que se centra en mi espalda. Adiós a la adrenalina.

Cada respiración se siente como si estuviera aventando mis pulmones sobre vidrios rotos, así que inhalo poco y superficialmente. Pero logro mantenerme de pie y voy dando pasos hacia atrás hasta que siento la pared de piedra contra el lado que no tengo herido y recargo ahí mi peso.

—Vamos, Violencia. —Sus palabras serias contrastan con la tersura del tono en el que las pronuncia mientras se pone mi capa sobre el brazo y me trae las botas entre los cuerpos que aún están en mi piso—. Contrólate y dime dónde te lastimaron. —Mató a seis personas y no le cayó ni una sola gota de sangre en su ropa negra como la medianoche. Mis botas caen al suelo junto a mis pies y mi capa queda sobre el pequeño sillón en la esquina.

Apenas puedo respirar, pero ¿será riesgoso reconocer mi debilidad actual frente a él?

Sus dedos se sienten tibios bajo mi mentón mientras me levanta la cara para que nuestras miradas se encuentren. Un momento… ¿es pánico eso que se mueve en sus ojos?

—Tu respiración está de la mierda, así que supongo que tiene que ver con…

—Mis costillas —termino, antes de que él pueda adivinarlo. Intentar enmascarar mi dolor no va a funcionar con él—. El que está junto a la cama me dio en un lado de las costillas con la espada, pero creo que solo se me hará un moretón. —No escuché el clásico crujido de los huesos rotos.

—Seguramente fue una espada sin filo. —Enarca una ceja oscura—. A menos que tenga algo que ver con la razón por la que duermes con tu chaleco de cuero.

—Confía en él —me ordena Tairn.

—No es tan fácil.

—Por ahora, tendrá que serlo.

—Es de escamas de dragón. —Levanto el brazo derecho y me giro ligeramente para que pueda ver el agujero en mi camisón de dormir—. Me lo hizo Mira. Por eso he sobrevivido hasta ahora.

Pasa la vista de su cuerpo al mío y su boca se tensa antes de que asienta una sola vez.

—Qué ingeniosa, aunque yo diría que hay distintas razones por las que has sobrevivido hasta ahora. —Antes de que pueda debatir ese punto, su mirada sube a mi garganta y se entrecierra sobre lo que supongo debe ser la huella morada de una mano—. Debí matarlo lentamente.

—Estoy bien. —No estoy bien.

Vuelve a mirarme a los ojos.

—No me mientas nunca. —Lo dice con tanta fiereza y con los dientes apretados, que no puedo evitar asentir a manera de promesa.

—Me duele —reconozco.

—Déjame ver.

Abro y cierro la boca dos veces.

—¿Es una petición o una orden?

—Tú elige, mientras pueda ver si ese desgraciado te rompió las costillas. —Aprieta los puños.

Otros dos hombres entran por la puerta abierta con Garrick y Bodhi detrás. Todos están… vestidos. Completamente vestidos a las… miro el reloj… dos de la mañana.

—Llévense a esos dos y nosotros nos encargamos de los últimos —ordena Garrick, y los otros se ponen a trabajar, sacando los últimos cuerpos de mi habitación. Noto que todos tienen reliquias de la rebelión brillando en sus brazos, pero no comento nada al respecto.

—Gracias —dice Xaden, y luego mueve la mano y mi puerta se cierra con un suave «clic»—. Ahora, déjame ver tus costillas. Estamos perdiendo tiempo.

Trago saliva y luego asiento. Más vale saber desde ahora si están rotas. Le doy la espalda, pero puedo ver su rostro en el espejo de cuerpo completo mientras me saco las mangas sueltas de mi camisón y sostengo la tela sobre mis senos, dejando que caiga hasta mi cintura por atrás.

—Tienes que…

—Sé cómo manejar un corsé. —Su quijada se mueve un poco y algo que me recuerda a un hambre desesperada pasa sobre su rostro antes de que él lo controle y me eche el cabello sobre el hombro con sorprendente suavidad.

Sus dedos recorren mi piel desnuda y lucho por no estremecerme, tenso mis músculos para no arquearme ante su tacto.

¿Qué diablos me pasa? Aún hay sangre en mi piso, pero mi respiración se está entrecortando por otra razón mientras él va soltando las cintas, empezando desde abajo. No mentía. Sabe perfectamente cómo manejar un corsé.

—¿Cómo diablos te metes en esta cosa todas las mañanas? —pregunta, aclarándose la garganta mientras mi espalda va quedando expuesta, centímetro a centímetro.

—Soy increíblemente flexible. Es parte de que se me rompan los huesos y se me destrocen las articulaciones —le respondo sobre mi hombro.

Nuestros ojos se encuentran y siento que algo tibio me revolotea en el estómago. El momento se acaba tan rápidamente como empezó, y Xaden me quita la armadura e inspecciona mi costado derecho. Sus dedos pasan con suavidad sobre las costillas maltratadas y luego las presionan con cuidado.

—Tienes un moretón enorme, pero no creo que estén rotas.

—Es lo que pensé. Gracias por revisarme. —Debería sentirme incómoda, pero por alguna razón no es así, ni siquiera cuando me vuelve a amarrar el corsé y anuda las cintas al final.

—Vivirás. Date la vuelta.

Hago lo que me pide, bajándome el camisón sobre los hombros; él se pone de rodillas.

Mis ojos de abren de par en par. Xaden Riorson está arrodillado frente a mí, con su cabello negro a la altura perfecta para que acaricie su espesura con los dedos. ¿Cuántas mujeres han sentido esas hebras entre sus dedos?

¿Y a mí qué diablos me importa?

—Tendrás que aguantarte el dolor en el camino, y necesitamos hacerlo rápido. —Toma una bota y me da unos golpecitos en el pie—. ¿Lo puedes levantar?

Asiento y lo levanto. Luego me roba todos los pensamientos lógicos de la cabeza al ponerme las botas y amarrármelas una a la vez.

Es el mismo hombre que no tenía problemas con verme muerta hace unos meses, y al parecer mi cerebro no puede abrazar todos sus lados.

—Vámonos. —Me pone la capa sobre los hombros y la abotona en mi cuello como si yo fuera algo muy querido. Así es como sé que estoy en shock, porque no soy ni un poco querida por Xaden Riorson. Su mirada pasa sobre mi pelo y parpadea una vez antes de ponerme la capucha sobre la cabellera negra que se va destiñendo hasta ser clara en la parte de abajo. Luego me toma de la mano y me jala hacia el pasillo. Sus dedos fuertes rodean los míos y me sostienen con firmeza, pero sin apretar demasiado.

Casi todas las puertas están cerradas. El ataque no fue lo suficientemente fuerte ni para despertar a mis vecinos. Ya estaría muerta si Xaden no se hubiera aparecido, aun si hubiera podido escapar de las manos de Oren. Pero ¿cómo pasó?

—¿A dónde vamos? —Los pasillos están tenuemente iluminados por unas luces mágicas azules, de las que anuncian que aún es de noche para los que no tienen ventanas.

—Sigue hablando tan alto que los demás te puedan escuchar y alguien nos detendrá antes de que lleguemos a ninguna parte.

—¿No puedes escondernos entre tus sombras o algo así?

—Claro, porque una nube negra gigante avanzando por el pasillo no se verá más sospechosa que una pareja que anda por ahí a escondidas. —Me lanza una mirada que evita que intente discutirle.

Entendido.

No que somos una pareja.

Aunque no me negaría a treparme a este hombre como si fuera un árbol si se dieran las circunstancias correctas. Hago una mueca cuando llegamos al pasillo principal del dormitorio. Nunca jamás en la vida existirán las circunstancias correctas cuando se trata de él, y mucho menos después de que acaba de ejecutar a media docena de personas.

Sin embargo, en mi defensa, y en un sentido enfermo y retorcido, su rescate fue jodidamente sexy, aunque me esté arrastrando por el pasillo a una velocidad insostenible. Aunque solamente lo haya hecho porque mi vida está atada a la suya. Mi pecho suplica un descanso, pero no hay nada de eso mientras Xaden me guía por la escalera en espiral que lleva a los dormitorios de segundo y tercero y a la rotonda.

Mis costillas van a necesitar varias semanas para sanar por completo.

Nuestras botas contra el suelo de mármol son los únicos sonidos mientras entramos al ala académica. En vez de dar vuelta a la izquierda, hacia el gimnasio de lucha, Xaden nos lleva a la derecha, por unas escaleras que sé que bajan hacia una bodega.

Se detiene a media escalera y casi choco con la espada que trae detrás. Luego hace un gesto con la mano de derecha sin soltar la mía de su izquierda.

«Clic». Xaden empuja las piedras y se abre una puerta escondida.

—Carajo —susurro al ver el enorme túnel que aparece frente a nosotros.

—Espero que no le tengas miedo a la oscuridad. —Me mete y una oscuridad sofocante nos envuelve cuando se cierra la puerta.

«Está bien. Todo está perfectamente bien».

—Pero por si acaso sí le tienes miedo —dice Xaden con la voz a todo volumen mientras chasca los dedos y una luz mágica flota sobre nuestras cabezas, iluminando todo alrededor.

—Gracias. —El túnel está sostenido por arcos de piedra y el suelo es suave, como si lo hubieran recorrido más veces de las que aparenta por su entrada. Huele a tierra, pero no está húmedo, y se extiende por lo que parece una eternidad.

Xaden suelta mi mano y empieza a caminar.

—No te quedes atrás.

—Podrías… —Hago una mueca; carajo, me duele el pecho—. Ser un poco más considerado. —Avanzo con pasos pesados detrás de él, quitándome la capucha.

—No te voy a tratar como si fueras un bebé, así como Aetos —dice sin darse la vuelta—. Eso solo hará que te maten cuando salgamos de Basgiath.

—No me trata como bebé.

—Sí lo hace, y lo sabes. Además, lo detestas, de acuerdo con la vibra que he podido percibir. —Se espera un momento para caminar junto a mí—. O ¿te parece que la malinterpreté?

—Cree que este lugar es demasiado peligroso para alguien… como yo, y después de lo que acaba de pasar, no estoy segura de que pueda discutírselo. —Estaba dormida. Es el único momento en que se supone que tenemos garantizada nuestra seguridad en este lugar—. No creo que vuelva a dormir. —Por el rabillo del ojo veo su insoportablemente hermoso perfil—. Y aunque consideres sugerir que vas a dormir conmigo por mi seguridad de ahora en adelante…

Él suelta un resoplido burlón.

—Para nada. No me cogía a gente de primero ni cuando yo estaba en ese año, y mucho menos… a ti.

—¿Quién habló de coger? —le respondo de inmediato, maldiciendo mientras el dolor en mis costillas se intensifica—. Tendría que ser masoquista para acostarme contigo, y te aseguro que no lo soy. —Fantasear con eso no cuenta.

—¿Masoquista? —La orilla de la boca se eleva en una sonrisita.

—No pareces ser del tipo que le gusta cucharear la mañana siguiente. —Ahora a mí me curva los labios una sonrisa—. A menos que te preocupe que yo te mate mientras dormimos. —Doblamos una esquina y el túnel continúa.

—Eso me preocupa exactamente nada. Por más violenta que eres y aunque tienes habilidades con las dagas, no estoy seguro de que puedas matar ni a una mosca. No creas que no noté que heriste a tres hoy y no intentaste matar a ninguno. —Me lanza una mirada de desaprobación.

—Nunca he matado a nadie. —Lo digo en un susurro.

—Vas a tener que hacerte a la idea. Después de la graduación no somos más que armas, y lo mejor es que estemos acostumbrados antes de salir por la puerta principal.

—¿Es allá adónde vamos? ¿Saldremos por la puerta principal? —Ya perdí todo el sentido de la orientación.

—Vamos a preguntarle a Tairn qué diablos pasó. —Mueve la quijada—. Y no me refiero al ataque. ¿Cómo diablos quitaron tus seguros?

Me encojo de hombros, sin molestarme en darle una explicación. No me creería. Apenas puedo creerlo yo.

—Más vale que lo descubramos para que no vuelva a pasar. Me niego a dormir en tu maldito piso como si fuera un perro de guardia.

—Espera. ¿Este es otro camino para llegar al campo de vuelo? —Me esfuerzo por amurallar el dolor de mi garganta y costillas—. Me lleva contigo —le digo a Tairn.

—Lo sé.

—¿Me vas a decir qué fue eso?

—Te lo diría si supiera.

—Sí —dice Xaden, y hay otra curva en el camino—. No es exactamente del conocimiento público. Y te voy a pedir que guardes este túnel en el archivo de secretos míos que estás guardando.

—Déjame adivinar: ¿te enterarás si lo cuento?

—Sí. —Aparece otra sonrisa y desvío la mirada antes de que me descubra viéndolo.

—¿Me vas a prometer otro favor? —El camino comienza a elevarse, y la subida no es nada ligera. Cada respiración me recuerda lo que pasó hace menos de una hora.

—Tener uno de mis favores es más que suficiente, y además ya tenemos un acuerdo de destrucción mutua asegurada, Sorrengail. Ahora, ¿puedes hacerlo sola o necesitas que te cargue?

—Eso suena más a insulto que a ofrecimiento.

—Ya me estás entendiendo. —Pero sus pasos se vuelven más lentos para ir a ritmo con los míos.

El suelo bajo mis pies se mueve como si se estuviera meciendo, pero sé que no es así. Es mi cabeza, el resultado del dolor y el estrés. Mis pasos vacilan.

El brazo de Xaden me envuelve por la cintura y me ayuda a mantener el equilibrio. Odio cómo el contacto con él me acelera el pulso mientras seguimos subiendo, pero no protesto. No quiero agradecer nada que tenga que ver con él, pero su aroma a menta es delicioso.

—¿Qué estabas haciendo tan noche?

—¿Por qué lo preguntas? —Su tono claramente insinúa que no debería hacerlo.

Lástima.

—Llegaste a mi cuarto en unos minutos y no estás vestido como para dormir. —Trae una espada colgando, por el amor de los dioses.

—Quizá yo también duermo con armadura.

—Entonces deberías elegir a personas más confiables para meterlas a tu cama.

Una risita burlona deja ver su sonrisa, aunque desaparece en un instante. Pero fue una sonrisa real. No ese gesto falso y tenso que tanto le he visto o la sonrisita de superioridad. Esta fue una sonrisa honesta, de esas que hacen que te dé un vuelco el corazón, y por supuesto que no soy inmune a ella. Aunque desapareció tan rápido como llegó.

—¿En serio no me vas a decir? —Me sentiría frustrada si no tuviera tanto dolor. Y ni siquiera voy a tocar el tema de por qué tiene que llevarnos hasta donde está Tairn si yo puedo hablar con él cuando y donde quiera.

A menos que sea él quien quiere hablar con Tairn, lo cual es… de alguien con agallas.

—No. Asuntos de tercer año. —Me suelta cuando llegamos al final del túnel que está bloqueado por un muro de piedra. Tras unos movimientos de su mano, se escucha otro «clic» antes de que empuje la puerta para abrirla.

Salimos al gélido aire de noviembre.

—Pero qué diablos… —susurro. La puerta está empotrada entre un montón de piedras gigantes en el lado este del campo.

—Está camuflada. —Xaden agita una mano y la puerta se cierra, perdiéndose entre la roca como si fuera parte de ella.

Escucho un sonido que ya reconozco como el batir de alas y levanto la vista para encontrar a tres dragones que tapan las estrellas mientras bajan. La tierra se estremece cuando aterrizan frente a nosotros.

—Supongo que el líder de ala quiere hablar conmigo. —Tairn da un paso al frente y Sgaeyl hace lo mismo, con las alas bien pegadas a su cuerpo y sus ojos dorados mirándome con suspicacia.

Andarna se mueve entre las patas de Sgaeyl, trotando hacia nosotros. Derrapa en los últimos tres metros, hundiendo sus patas en el suelo para detenerse justo frente a mí y llevar su nariz a mis costillas mientras una sensación ansiosa y desesperada me llena la cabeza, ahogándome en emociones que sé que no son mías.

—No hay huesos rotos —le prometo, acariciándole las rugosidades en su cabeza—. Solo me lastimaron.

—¿Estás segura? —me pregunta, con los ojos llenos de preocupación.

—Segurísima. —Finjo una sonrisa. Venir hasta acá en mitad de la noche vale la pena por aliviar su ansiedad.

—Sí, quiero hablar contigo. ¿Qué clase de poderes le estás canalizando? —exige saber Xaden, mirando a Tairn con la cabeza levantada como si no fuera… Tairn.

«Si. Es alguien con agallas». Todos los músculos de mi cuerpo se tensan, convencidos de que Tairn está por flamear a Xaden por su imprudencia.

—Lo que elija o no canalizar hacia mi jinete no es de tu incumbencia —responde Tairn con un gruñido.

Esto va bien.

—Dice que…

—Lo escuché —me interrumpe Xaden sin siquiera voltear a verme.

—¿Lo escuchaste? —Mis cejas se elevan tanto que casi me llegan al cabello y Andarna se va a reunirse con los otros. Los dragones solo hablan con sus jinetes. Eso es lo que siempre me han dicho.

—Es totalmente de mi incumbencia si esperas que yo la proteja —suelta Xaden, subiendo la voz.

—Te envié el mensaje perfectamente, humano. —Tairn mueve la cabeza como una serpiente y eso me pone en alerta. Está más que molesto.

—Y apenas alcancé a llegar. —Las palabras salen entrecortadas porque no dejó de apretar los dientes—. Estaría muerta si hubiera llegado treinta segundos después.

—Parece que te regalaron treinta segundos. —El pecho de Tairn vibra con un gruñido.

—¡Y quiero saber qué diablos pasó allá!

Inhalo profundamente.

—No le hagas daño —le ruego a Tairn—. Él me salvó. —Nunca había visto que nadie se atreviera siquiera a hablarle al dragón de otro jinete, mucho menos a gritarle, en especial no a uno tan poderoso como Tairn.

El dragón gruñe como respuesta.

—Necesitamos saber qué pasó en esa habitación. —La mirada oscura de Xaden corta la mía como un cuchillo por un milisegundo antes de volver a posarse sobre Tairn.

—No te atrevas a intentar leerme, humano, o te arrepentirás. —Tairn abre la boca y su lengua se curva en un movimiento que conozco demasiado bien.

Me pongo entre los dos y levanto el mentón para mirar a Tairn.

—Solo está un poco exaltado. No lo calcines.

—Al menos estamos de acuerdo con algo —dice una voz femenina en mi cabeza.

Sgaeyl.

Azorada, levanto la vista hacia la cola de daga azul marino mientras Xaden se pone junto a mí.

—Ella me habló.

—Lo sé. Lo escuché. —Se cruza de brazos—. Es porque son pareja. La misma razón por la que estoy atado a ti.

—Haces que suene como todo un placer.

—No lo es. —Se gira para quedar de frente a mí—. Pero así estamos tú y yo, Violencia. Atados. Encadenados. Si tú te mueres, yo me muero, así que claro que merezco saber cómo diablos estabas bajo el cuchillo de Seifert en un momento y un segundo después ya estabas al otro lado de la habitación. ¿Ese es el sello que has manifestado con Tairn? Di la verdad. Ahora mismo. —Sus ojos se clavan en mí.

—No sé qué pasó —le respondo con toda honestidad.

—A la naturaleza le gusta que todo esté en equilibrio —dice Andarna como si estuviera recitando información, justo como hago yo cuando estoy nerviosa—. Eso es lo primero que nos enseñan.

Me doy la vuelta para ver a la dragona dorada y le repito lo que dijo a Xaden.

—¿Qué se supone que significa eso? —me pregunta él sin dirigirse a la dragona.

Supongo que eso quiere decir que puede escuchar a Tairn, pero no a Andarna.

—Bueno, no lo primero. —Andarna se sienta y mueve la cola sobre la hierba cubierta de hielo—. Lo primero es que no debemos unirnos hasta que seamos grandes. —Inclina la cabeza hacia un lado—. ¿O quizá lo primero es dónde están las ovejas? Aunque a mí me gustan más las cabras.

—Por eso los Cola de Plumas no forman vínculos. —Tairn suspira con una fuerte dosis de exasperación.

—Deja que ella lo explique —ordena Sgaeyl, golpeteando el suelo con sus garras.

—Los Cola de Plumas no deben formar vínculos porque pueden darles sus poderes a los humanos por accidente —continúa Andarna—. Los dragones no podemos canalizar, no realmente, hasta que somos grandes, pero todos nacemos con algo especial.

Paso el mensaje.

—¿Como un sello? —pregunto en voz alta para que Xaden pueda escuchar.

—No —responde Sgaeyl—. El sello es una combinación de nuestro poder con la propia capacidad de canalizar del jinete. Refleja quién eres en el fondo de tu ser.

Andarna se yergue e inclina la cabeza hacia un lado con orgullo.

—Pero yo te di mi don directamente. Porque sigo siendo una Cola de Plumas.

Repito lo que acaba de decir la dragona más pequeña sin quitarle la vista de encima. No se sabe casi nada sobre los Cola de Plumas, porque nunca se les había visto fuera del Valle. Están protegidos. Son… Trago saliva. «Un momento». ¿Qué acaba de decir?

—¿Cómo que sigues siendo una Cola de Plumas?

—¡Sí! Probablemente por un par de años más. —Parpadea lentamente y luego bosteza y enrolla su cola bífida.

Ay. Dioses.

—Eres… eres una cría —susurro.

—¡Claro que no! —Andarna echa un poco de vapor—. ¡Tengo dos! ¡Las crías ni siquiera pueden volar!

—¿Es una qué? —La mirada de Xaden va y viene entre Andarna y yo.

Miro a Tairn.

—¿Dejaron que una menor hiciera un vínculo? ¿Que una menor se entrene para la guerra?

—Maduramos mucho más rápido que los humanos —argumenta, y todavía tiene el descaro de poner cara de ofendido—. Y no creo que nadie deje que Andarna haga nada.

—¿Qué tan rápido? ¡Tiene dos años!

—Crecerá en un año o dos, pero algunos son más lentos que otros —dice Sgaeyl—. Y si hubiera creído que iba a formar un vínculo, me habría opuesto más a su Derecho a la Caridad. —Resopla hacia Andarna con obvia desaprobación.

—Un momento. ¿Andarna es tuya? —Xaden se acerca a Sgaeyl y el tono en su voz es algo que nunca le había escuchado. Está… herido—. ¿Tienes dos años ocultándome una cría?

—No seas ridículo. —Sgaeyl suelta una exhalación que le sacude el cabello a Xaden—. ¿Crees que permitiría que mis crías formaran un vínculo cuando aún tienen plumas?

—Sus padres murieron antes de que saliera del huevo —aclara Tairn.

Esto me aplasta el corazón.

—Oh, lo siento, Andarna.

—Tengo muchas personas mayores de mi lado —responde, como si eso lo compensara, pero como yo misma perdí a mi padre… sé que no.

—Pero no las suficientes para evitar que fueras a la Trilla —gruñe Tairn—. Los Cola de Plumas no se vinculan porque su poder es demasiado impredecible. Inestable.

—¿Impredecible? —pregunta Xaden.

—No le darías tu sello a un bebé, ¿verdad, líder de ala? —Tairn refunfuña cuando Andarna se recarga en su pata.

—Dioses, no. Yo apenas podía controlarlo cuando estaba en primer año. —Xaden niega con la cabeza.

Es raro imaginar que Xaden alguna vez no haya tenido el control de algo. Pagaría mucho por verlo cómo lo pierde. Ser la persona con la que lo pierde. «No». Saco esa idea de mi cabeza de inmediato.

—Exacto. Crear un vínculo demasiado jóvenes les permite dar su don directamente, y un jinete podría agotarlos con facilidad hasta acabar con ellos.

—¡Yo jamás haría eso! —Niego con la cabeza.

—Por eso te elegí a ti. —Andarna recarga la cabeza en la pierna de Tairn. ¿Cómo no lo vi antes? Sus ojos redondos, sus patitas…

—Obviamente no podías saberlo. Los Cola de Plumas no deben ser vistos —dice Tairn, mirando de soslayo a su pareja.

Ella ni siquiera pone los ojos en blanco.

—Si los líderes supieran que los jinetes pueden tomar sus dones en vez de depender de sus propios sellos… —dice Xaden, mirando a Andarna mientras ella parpadea cada vez más lento.

—La cazarían —termino en voz baja.

—Y por eso no le pueden decir a nadie lo que es Andarna —explica Sgaeyl—. Esperemos que, para cuando salgas del cuadrante, ya haya madurado, y los ancianos ya están poniendo… restricciones más estrictas sobre los Cola de Plumas.

—No le diré a nadie —prometo—. Gracias, Andarna. Lo que sea que hayas hecho, me salvó la vida.

—Detuve el tiempo. —Su boca se abre en otro bostezo descomunal—. Pero solo por un momento.

¿Qué? El estómago me da un vuelco mientras veo los ojos dorados de Andarna y olvido el dolor, la tierra firme bajo mis pies, hasta la necesidad de respirar, pues la impresión me arranca toda la lógica.

Nadie puede detener el tiempo. Nada puede detenerlo. Es… inaudito.

—¿Qué te dijo? —me pregunta Xaden, tomándome de los hombros para que no me caiga.

Tairn gruñe y una bocanada de vapor nos azota a ambos.

—Yo que tú le quitaría las manos de encima a la jinete —le advierte Sgaeyl.

Xaden afloja un poco las manos, pero no me suelta.

—Dime lo que dijo. Por favor. —Su boca se tensa y sé que esa última parte le costó.

—Puede detener el tiempo —digo al fin, aunque con trabajo—. Brevemente.

El rostro de Xaden se descompone y por primera vez no se ve como el líder de ala fuerte y letal que conocí en el parapeto. Está absolutamente en shock mientras su mirada va hacia Andarna.

—¿Puedes detener el tiempo?

—Y ahora las dos podemos detenerlo. —Parpadea con lentitud y puedo sentir su agotamiento. Canalizarme ese don esta noche tuvo un costo para ella. Apenas puede mantener los ojos abiertos.

—En pequeñas cantidades —susurro.

—En pequeñas cantidades —repite Xaden lentamente, como si estuviera absorbiendo la información.

—Y, si lo uso demasiado, podría matarte —le digo a Andarna con voz suave.

—Matarnos. —Se levanta sobre sus cuatro patas—. Pero sé que no lo harás.

—Me esforzaré por ser digna de ti. —Las implicaciones de este don, de este poder excepcional, me llegan como un golpe mortal que me perfora las entrañas.

—¿El profesor Carr me va a matar a mí también?

Todas las miradas se posan sobre mí y Xaden aprieta las manos sobre mis hombros, con sus pulgares marcando círculos para relajarme.

—¿Por qué lo dices?

—Mató a Jeremiah. —Hago el pánico a un lado para enfocarme en los destellos dorados de los ojos color ónix de Xaden—. Tú mismo viste cómo le rompió el cuello como si fuera una rama frente a todo el cuadrante.

—Jeremiah era inntinncista. —Xaden baja la voz—. Leer la mente es un delito mayor. Y lo sabes.

—Y ¿qué van a hacer si descubren que puedo detener el tiempo? —El terror me congela la sangre en las venas.

—No lo descubrirán —me promete Xaden—. Nadie les va a decir. Ni tú ni yo ni ellos. —Señala con una mano a nuestro trío de dragones—. ¿Entendido?

—Tiene razón —dice Tairn—. No pueden enterarse. Y no se sabe por cuánto tiempo tendrás esa habilidad. La mayoría de los dones de los Cola de Plumas desaparece con la madurez, cuando comienzan a canalizar.

Andarna bosteza de nuevo y casi parece muerta, aunque sigue de pie.

—Ve a dormir un poco —le digo—. Gracias por tu ayuda esta noche.

—Vámonos, Dorada —ordena Tairn, y todos se agachan ligeramente y luego se echan a volar, soltando un ventarrón contra mi cara. A Andarna le cuesta trabajo y aletea con todas sus fuerzas, pero Tairn se acomoda debajo de ella para cargarla y siguen su camino hacia el Valle.

—Prométeme que no le vas a decir a nadie sobre lo de detener el tiempo —me pide Xaden mientras volvemos al túnel, pero se siente más como una orden—. No es solo por tu seguridad. Las habilidades poco comunes, cuando se mantienen en secreto, son la moneda de cambio más valiosa que tenemos.

Frunzo el ceño mientras estudio las duras líneas de la reliquia de la rebelión que le sube por el cuello y anuncian que es el hijo de un traidor, alertando a todos sobre que no se debe confiar en él. Quizá me pide que no diga nada por su propia conveniencia, para que pueda usarme más adelante.

Al menos eso significa que está en sus planes que siga viva en un futuro.

—Necesitamos averiguar cómo entraron los cadetes sin vínculo a tu habitación —dice.

—Había una jinete —le informo—. Salió huyendo antes de que llegaras. Seguramente ella abrió la puerta desde afuera.

—¿Quién? —Se detiene y me toma con suavidad por el codo para jalarme hacia él.

Niego con la cabeza. No me va a creer. Apenas lo puedo creer yo.

—En algún momento tú y yo vamos a tener que empezar a confiar en el otro, Sorrengail. El resto de nuestras vidas depende de eso. —La rabia se mueve en su mirada—. Ahora, dime quién.

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