Aforismos

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XI. Las figuras de Lichtenberg

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XI. LAS FIGURAS DE LICHTENBERG

PITÁGORAS pudo, merced a un solo descubrimiento, sacrificar medio centenar de bueyes. Por todos sus descubrimientos, Kepler se hubiera dado por satisfecho con dos bueyes.

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Es posible que convencerse no sea otra cosa que “estudiar” e inventar otra cosa que “remodelar”.

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En cuanto conocemos la naturaleza advertimos que los experimentos no son sino un cumplido. Se trata de una mera ceremonia, pues conocemos las respuestas de antemano. Interrogamos a la naturaleza como los gobernantes a los estados de provincia, en busca de consenso.

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El descubrimiento de las verdades más importantes depende de una refinada abstracción y, para unos más, para otros menos, la vida común (las aptitudes adquiridas, las costumbres, la rutina) es el sostenido intento de impedirla. La tarea de los filósofos consiste en volver a olvidar las ciegas aptitudes inculcadas desde la infancia. Desde niño, un filósofo debería ser educado de manera especial.

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Siempre he visto que la ambición voraz y la desconfianza van juntas.

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Conozco un país donde a las papas se les dice “compatriotas”.

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Cierta clase de personas traban fácilmente amistad con cualquiera, y luego se aprestan a odiarlo o a quererlo otra vez. Si se piensa en el género humano como un todo, donde a cada parte le corresponde un sitio, estos hombres se convierten en piezas faltantes que se puede colocar donde sea. Entre esta clase de personas rara vez hay grandes genios, aunque es a quienes con facilidad se les toma como tales.

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Cualquiera aceptaría que las historias obscenas propias tienen un efecto mucho menos peligroso que las que se le ocurren a otros.

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Cada cosa tiene sus días hábiles y sus días festivos.

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La medida de lo extraordinario somos nosotros. Si buscáramos una medida común, lo extraordinario desaparecería y todas las cosas serían igualmente grandes.

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¿Qué es más fácil para el hombre: reír o estornudar?

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La hora que se le regala al condenado a muerte vale una vida.

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Los espíritus desprovistos de otro mundo que ellos mismos deben ser criaturas extrañas, puesto que la causa de cada pensamiento se encuentra en ellos, las más extrañas asociaciones de ideas son siempre correctas. Llamamos loca a la gente cuyo orden de ideas no se puede comprobar en nuestro mundo ordinario; por eso la acuciosa observación de la naturaleza —o también la matemática— es el remedio más seguro contra la locura. La naturaleza es, por así decirlo, la soga que guía nuestros pensamientos, evitando que se desvíen.

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En vez de antecesor, los campesinos de Osnabrück dicen presucesor.

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Eso es como recostarse en el brazo derecho después de haber estado una hora recostado en el izquierdo.

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El mundo es un cuerpo común a todos los hombres. Los cambios que en él ocurren producen cambios en el alma de todos los hombres que lo encaran.

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Proveer para el futuro debe acarrear curiosas limitaciones para las criaturas que no conocen el futuro […].

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Aprender a criticarse y a ponerse a prueba uno mismo tiene tantas ventajas y no es tan peligroso como rasurarse uno mismo. A determinada edad todo mundo debería aprenderlo, así fuera por miedo a convertirse alguna vez en el blanco del ataque de una navaja mal manejada.

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Hay que preguntarse qué es más difícil: pensar o no pensar. El hombre piensa por instinto. ¡Y quién no sabe lo difícil que es reprimir un instinto! En consecuencia, los espíritus mediocres no merecen el desprecio con que se les empieza a tratar en todas las naciones.

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En realidad eso fue excepcional, pero creo que actuaste en forma excepcional sin serlo. Escucha, no aceptes jugar contigo mismo; no ganas nada. Me gusta ver que alguien es siempre lo que puede ser. ¿De qué te sirve aparentar en este instante lo que será desmentido en el siguiente?

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[…] Vivir cuando no se quiere es repugnante, pero aún más terrible sería ser eterno sin desearlo […].

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¿Quién oye disculpas cuando puede oír acciones?

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En las palabras Vox populi vox Dei hay más sabiduría de la que puede haber en cuatro palabras contemporáneas.[1]

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Las debilidades dejan de ser dañinas en cuanto las conocemos.

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Es cierto que no puedo hacerme mis zapatos, pero, señores, no permito que me escriban mi filosofía […].

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[…] Es una desgracia que un hombre con aptitudes llegue a un puesto por recomendaciones de hombres que tienen una opinión demasiado elevada de él y esperan un desempeño extraordinario que no puede brindar. Siempre es mejor que el puesto esté por debajo de las aptitudes […].

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Cuando uno trata de interpretar racionalmente cosas incomprensibles e insensatas con frecuencia da con pensamientos afortunados. De este modo, el libro de Jakob Böhme puede ser para algunos tan útil como el libro de la naturaleza.[2]

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¿Nos reímos de Jakob Böhme? Como si lo sobrenatural que él desea expresar pudiera sonar natural. Si los habitantes de Mercurio o del Sol nos hablaran en alemán de las observaciones a las que han llegado empleando sentidos muy distintos a los nuestros, ¿sonaría su relato mucho más racional? […]

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¿Es acaso posible tener un conocimiento preciso de la sustancia que nos informa que es la misma de la que estamos hechos? Sabemos poco de nuestra alma y somos ella misma. ¿A quién corresponde conocerla si no a nosotros?, ¿por qué aún hay algo que no sabemos de ella? Me parece que esta última circunstancia es una clara muestra de que estamos destinados a objetivos que desconocemos. Si el único propósito de nuestra existencia fuera dejar que las sustancias próximas nos hicieran cosquillas o nos torturaran, no veo por qué habríamos de desconocernos a nosotros mismos.

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Naturaleza y forma de vida son más que dos.

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Si se enseñara a los hombres cómo pensar en vez del eterno qué pensar, se evitarían los malentendidos. Ésta es una especie de iniciación en los misterios de la humanidad. Quien piensa por su cuenta y se enfrenta a una frase extraña, se aparta de ella si es falsa. En cambio, una frase extraña inculcada por alguien prestigiado puede engañar a miles de hombres irreflexivos. Nunca se puede ser demasiado prudente al dar a conocer opiniones propias que atañen a la vida y la felicidad; en cambio, nunca se puede ser demasiado acucioso al aplicar la duda y la razón. Aquí encaja la sentencia que escribí en otra página: every man’s reason is every man’s oracle.

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La duda no debe ser otra cosa que vigilancia, de lo contrario, puede ser peligrosa.

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Los científicos del pasado sabían menos que nosotros y creían estar muy cerca de la meta: nosotros hemos dado muchos pasos más para finalmente descubrir que aún estamos muy lejos. Los sabios se convencen más de su ignorancia a medida que aumentan sus conocimientos.

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Quien quiera revisar la historia de la filosofía y de las ciencias encontrará que los mayores descubrimientos han sido hechos por hombres que sólo consideraban probable lo que otros daban por seguro, es decir, por partidarios de la nueva academia, que sostienen una postura intermedia, entre el estricto criterio de verificación de los estoicos y la incertidumbre e indiferencia de los escépticos. Esta filosofía es particularmente recomendable en el momento de formarnos una opinión, que es cuando nuestro entendimiento se encuentra más debilitado. Esto último merecería analizarse en relación con el pensamiento religioso.

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No hay falsedad más peligrosa que una verdad ligeramente deformada.

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Estoy enteramente convencido de que el hombre dispone de todos los conocimientos necesarios para ser feliz, aunque posiblemente la felicidad humana como tal no contribuya mucho al bien común. Lo que el hombre hace para el bienestar común difícilmente depende de su voluntad […]. Quien actúa intencionalmente en favor del bien común debe abarcar toda la comunidad, y el hombre no puede hacerlo; en consecuencia, los objetivos comunes niegan la noción de libertad; la libertad irrestricta es ahí una contradicción […].

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¿De dónde procede el espantoso repudio del hombre a mostrarse tal cual es, ya sea en su dormitorio o en sus más recónditos pensamientos? En el mundo fáctico todo está en franca reciprocidad con lo que puede ser. Para nosotros, las cosas son todo aquello que pueden ser entre sí; el hombre, no, y más aún, se diría que es lo que no debiera. El arte de ocultarse, la resistencia a desnudarse moral o espiritualmente alcanza proporciones asombrosas.

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En cada carácter humano hay algo impenetrable: el esqueleto del carácter. Tratar de cambiar esto es como enseñarle a ordeñar a una oveja.

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Realmente es posible poner tal cara al viajar en un carruaje incómodo que el carruaje se vea bien. Lo mismo se aplica al caballo.

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Donde la moderación es un error, la indiferencia es un crimen.

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Nada se juzga con tanta ligereza como el carácter y en nada hay que ser más cuidadoso […]. Siempre he notado que las “malas personas” mejoran al conocerlas mejor y las buenas empeoran.

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El hombre ama la compañía, así sea la de una vela encendida.

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Jamás hay que creerle a quien asegure algo con una mano en el corazón.

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Cada hombre es guiado por supersticiones personales, a veces en broma, a veces en serio. Con frecuencia, juegan conmigo de un modo ridículo, o más bien yo les sigo el juego. Las religiones positivas han hecho un refinado uso de esta tendencia humana. Todos los hombres tienen algo de ella cuando no piensan con precisión, y ciertamente no ha habido ningún deísta tan total como del que se habla en el Compendium. Eso es imposible.

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Una vieja regla: un descarado puede parecer discreto cuando quiera, pero nadie que sea discreto puede parecer descarado.

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Interiorizar una ciencia significa padecer cualquier atentado en su contra como se padece un error gramatical en la lengua materna. Quien no lo ha logrado, aún tiene mucho que aprender.

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[…] Así como el sabio piensa más de lo que dice, así también goza más de lo que quiere y puede expresar.

Cada sentimiento observado bajo el microscopio, se deja ampliar en un libro. ¿Es esto necesario o bueno? Suficiente es que esos oscuros sentimientos nos brinden energía: otros más ociosos se pueden encargar de su desarrollo. Duermo con la mano sobre los pliegues de una cortina de seda: esta sensación puede crecer hasta convertirse en un sueño y florecer tanto que su descripción amerite un libro.

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El hombre tiene un instinto irrevocable para creer que no lo ven cuando él no ve. Como los niños que se tapan los ojos para no ser vistos.

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Toda imparcialidad es artificial. El hombre siempre es parcial y hace bien en serlo. Incluso la imparcialidad es parcial. Él pertenecía al partido de los imparciales.

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Es muy poco y muy simple lo que podemos juzgar con pasión. Todo lo demás son prejuicios o complacencias.

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No hay regla de vida más importante que ésta: frecuenta, tanto como puedas, a hombres más talentosos que tú, aunque no tanto que no los comprendas […].

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[…] Como el color, lo inconcluso no está en los cuerpos, sino en nosotros […].

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Quicquid reciptur, reciptur ad modum recipientis (lo que se aprende, se aprende al modo del aprendiz), una antigua máxima lógica.

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[…] Así como se encuentra agua al excavar, tarde o temprano el hombre encuentra lo incomprensible en todas partes […].

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Creo que es mejor basarse en uno mismo que en Platón, a quien podemos malinterpretar. Siempre estamos suficientemente cerca de simplificar lo difícil y aclarar lo oscuro.

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Que antes de creer una cosa la deje pasar por mi razón no me sorprende ni un pelo más que masticar algo en el pórtico de mi buche antes de tragarlo. Es extraño decir algo así; resulta demasiado obvio para nuestro tiempo, pero me temo que dentro de 200 años será demasiado oscuro.

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Se trata de una verdad muy fructífera; si se conserva en cabeza sana le sucede lo que a las monedas de la suerte: amanece con otra al lado.

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Un experimento físico que estalla siempre vale más que uno silencioso, y uno no se puede cansar de pedirle al cielo que si ha de conceder un invento más vale que sea algo que estalle, que resuene en la eternidad.

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En filosofía nada es tan difícil como abordar una cosa desde el principio sin recurrir a conocimientos prestablecidos. E. g.: tratar de pensar en la inmortalidad del alma sin anticipar una cierta conclusión, una cierta meta; o evitar que ya al 6º silogismo tengamos una certeza y simplemente agreguemos el 8º, el 9º y el 10º, etcétera.

¿Acaso el pensamiento nos parece tan extraordinario porque nosotros mismos somos la materia que piensa? Mientras más nos aproximamos a un objeto en la naturaleza, más incomprensible se vuelve. No hay duda de que el grano de arena no es lo que a mí me parece […].

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Cada estado de nuestra alma tiene su propio santo y seña. La culpa nunca abarca la inocencia. ¡Ya veis qué difícil es parecer original sin serlo!

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Hay una enorme diferencia entre seguir creyendo y volver a creer. Seguir creyendo que la luna influye en las plantas, revela tontería y superstición, pero volver a creerlo es señal de filosofía y reflexión.

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Contra el público: aunque fuéramos eso por lo que nos tomas, aun así tu conducta sería ofensiva en exceso; aunque fueras lo que debieras ser, aun así nuestro respeto sería grande en exceso. Hermoso saldo.

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[…] Un hombre puede elogiar algo malo y condenar algo bueno; el hombre, no.

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No hay que delimitar demasiado, no hay que abstraer demasiado, me parece que los hombres más refinados han hecho el mínimo de descubrimientos. La utilidad de la máquina humana consiste, justamente, en que puede dar sumas.

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Las teorías no sólo sirven para pensar las cosas ordenadamente, de acuerdo con un plan determinado, sino para pensar en absoluto. La segunda utilidad es indiscutiblemente mayor que la primera. Asociación.

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Asociación: una dicha prolongada se debilita por su misma duración.

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Ver el futuro también es fisonomía.

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[…] Aunque no conozco en Alemania provincia alguna donde los intelectuales interrumpan sus obras durante nueve años, sé de un país donde los jueces observan la regla horaciana: suspenden los procesos nueve años y al final sentencian con mucho más candor que en países donde se sentencia a toda prisa.

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No hay seña más firme de integridad intelectual que desconfiar con natural autenticidad de todas las muestras de fortaleza humana.

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[…] El género humano sólo celebra lo bueno; el individuo, con frecuencia lo malo.

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El intelectual sano, aquel que no se enferma al repensar.

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Se podría prescribir una dieta para la salud del entendimiento.

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¿Acaso no hemos ya resucitado? En efecto, provenimos de un estado en el que sabíamos del presente menos de lo que sabemos del futuro. Nuestro estado anterior es al presente lo que el presente es al futuro.

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Los hotentotes llaman al pensamiento “el látigo de la vida”. Que de hottentots parmi nous!, exclama Helvecio. Hermoso lema.[3]

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El mundo no debe ser muy viejo, pues los hombres aún no pueden volar.

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Lema: Nada puede ser observado desde demasiados ángulos; la naturaleza se renueva en cada punto de vista.

Historia de la Academia de París, 1700. Sobre la refracción.

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Nunca hay que pensar “esta frase se me dificulta demasiado, pertenece a los grandes sabios, deseo ocuparme de las otras”. Ésta es una debilidad que fácilmente puede conducir a un completo inmovilismo. No hay que considerarse limitado para nada.

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¡Cómo desaparecerán algún día nuestros nombres, detrás de los inventores del vuelo y cosas por el estilo!

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Un invento siempre puede ser visto como algo que se había perdido y, por así decirlo, se tenía traspapelado en la cabeza. Quien no ha perdido nada en su cabeza, no puede encontrar nada.

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Tal vez lo más cercano a la felicidad total es aprender a concebir que nadie es completamente feliz. En realidad nadie es del todo feliz; sin embargo, hay muchos grados de sufrimiento, y esto es lo malo.

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[…] En mi opinión, la pregunta “¿debe filosofar uno mismo?” ha de responderse con una semejante: “¿debe afeitarse uno mismo?” […].

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[…] el verdadero genio siempre piensa: ¿acaso no podría también esto ser falso? Nunca dice su opinión de manera irreflexiva. Conocí a un hombre de gran talento cuyo sistema de ideas, al igual que su mobiliario, se distinguía por su orden peculiar y su utilidad. No llevaba a su casa nada que no tuviera utilidad definida; adquirir algo sólo porque lo tenían otras personas era para él imposible. Pensaba: “se ha decidido sin mí que debe ser así, quizá se habría decidido de otro modo si hubiera estado presente”. ¡Gracias por estos hombres que aún se alteran ante una imposición! […]

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[…] Incluso la superstición es filosofía local, también ella da su opinión.

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Volverse más sabio significa conocer cada vez más los errores de los que depende el instrumento con el que percibimos y juzgamos. Prudencia en el juicio, esto es lo que hoy en día se debe recomendar a todos y cada uno. Si cada 10 años adquiriéramos sólo una verdad indiscutible de cada filósofo, nuestra cosecha sería suficientemente rica.

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Hay que lograr que los hombres se sientan obligados con nosotros, no en nuestros términos, sino en los de ellos.

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Tal vez para mí esto sólo se ocasionó por una costumbre conservada desde la infancia. ¡Qué opiniones conseguiríamos si pudiéramos refutar nuestro acervo de verdades con algo que, si bien fuera un aspecto secundario, se incrementara al ser continuamente repetido!

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A los espectadores se les dice: The whole man must move together. En el hombre todo debe tener una meta única.[4]

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El viñetista debe formarse emulando ejemplos grandes y elevados. La inexactitud debe surgir del descanso de una mano poderosa y no del esforzado descuido de una poco utilizada.

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El orgullo del hombre es cosa singular; no se puede reprimir de inmediato; en cuanto se tapona el Agujero A, asoma por el Agujero B, y si se le contiene ahí, aparece tras el Agujero C. Etcétera.

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En la frase “2 por 2 son 4” o “2 × 2 = 4” realmente ya hay algo del paralaje del Sol o de la silueta de naranja de la Tierra.

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Como todas las cosas corrosivas, el chiste y el humor deben emplearse con cautela.

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Comúnmente cada transformación de nuestra condición de vida provoca que buena cantidad de cosas nos resulten ya demasiado amplias, ya demasiado estrechas; en pocas palabras: inutilizables. Así como encogemos un par de pantalones, así encogemos el entorno, las bibliotecas, los principios y otras cosas por el estilo. En ocasiones lo hacemos antes de que se hayan gastado y en el peor de los casos antes de que tengamos otros nuevos […].

Siempre he tenido un concepto más alto de las habitaciones que la mayor parte de los hombres; gran parte de nuestras ideas dependen de su disposición, y pueden ser vistas como un segundo cuerpo […].[5]

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En el estudio de las matemáticas, el mejor consuelo ante lo incomprensible consiste en saber que es mucho más difícil entender una reflexión ajena que meditarla uno mismo.

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Las personas que se inclinan a ocuparse de cosas prácticas, o de lo que ahora el mundo intelectual llama “trabajar”, son las que menos se divierten consigo mismas; siempre necesitan que el empujón venga de fuera.

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El amor melancólico, poético, es en realidad una forma particular de percibir el placer. El hombre otorga diversas formas a sus sensaciones interiores.

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La mejor forma de elogiar a vivos y muertos consiste en utilizar toda la sabiduría humana para perdonar sus debilidades. ¡Pero cuidado con atribuirles virtudes que no tienen!, esto lo arruina todo y hace que aun lo verdadero resulte sospechoso. Perdonar errores es un modo enaltecido de elogiar.

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Nada me molesta más en mi conducta que tener que ver el mundo como el hombre común, pues sé que lo ve de manera equivocada.

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Por lo general, no pasa mucho tiempo antes de que algo muy extraño deje de ser inexplicable; lo inexplicable ya no es extraño, y quizá nunca lo fue.

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Hay verdades tan adornadas que deberían ser consideradas falsedades, y sin embargo son verdades puras.

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Antes de criticar siempre hay que ver si es posible disculpar.

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Quien dice que odia toda clase de elogios, y lo dice en serio, aún no ha conocido todas las clases, ni en forma ni en contenido.

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Una experiencia de toda la vida: cuando no se dispone de otros medios, el carácter de un hombre se conoce por una broma que no soporta.

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Primero debemos creer; después, creemos.

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Es evidente que no puedo decir que nos irá mejor con un cambio, pero sí que para mejorar debe haber un cambio.

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[…] Quien carezca de auténtico temor a la muerte, difícilmente sabrá brindar el consuelo que Montaigne ofrece al respecto.

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Los comentarios sobre las ventajas y los prejuicios de la Ilustración pueden presentarse con una fábula sobre el fuego. El fuego es el alma de la naturaleza inorgánica; su uso moderado nos hace la vida agradable. El fuego calienta nuestros inviernos y alumbra nuestras noches; sin embargo, para ello debemos usar velas y antorchas. Incendiar casas es una forma nociva de alumbrar la calle […].

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En cada facultad universitaria debería haber al menos un hombre muy capaz. Si las bisagras son de buen metal, lo demás puede ser de madera.

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Casi siempre el “agudo conocimiento humano” no es más que un reflejo; nuestras propias debilidades reflejadas en los otros.

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Los espíritus libres y racionales son cuerpos leves, que vuelan siempre adelantados y reconocen las regiones donde al final también llegará el cuerpo compacto y pesado de los ortodoxos.

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Donde antes estaban las fronteras de la ciencia, ahora está el centro.

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Quien se conoce bien a sí mismo, pronto conocerá a los demás. Todo es reflejo.

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Hay un tipo de pecador entusiasta, predispuesto a la expiación, que ya al relatar sus descalabros empieza a expiar y encuentra un consuelo en acusarse. Rousseau podría haber sido uno de esos casos […] Mientras más se vaya contra lo establecido, más fiel se debe ser a sí mismo.

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Hoy en día ha desaparecido la ley del puño o el derecho del más fuerte, con excepción de la libertad que cada quien tiene de hacer un puño en el bolsillo.

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Vivimos en un mundo donde un loco produce muchos locos, pero un sabio sólo unos cuantos sabios.

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Cartesius dice en una carta que se debe buscar el aislamiento en las grandes ciudades, y al respecto elogia Ámsterdam, donde la carta está fechada. No veo por qué el zumbido de la bolsa de valores no ha de ser tan agradable como el murmullo de un bosque de encinos, sobre todo para un filósofo que no hace negocios y puede deambular entre los vendedores como entre los encinos. Por su parte, los vendedores, absortos en sus asuntos, se preocupan tan poco del paseante ocioso como los encinos del poeta.[6]

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Las cerezas maduran paulatinamente del verde al rojo. Algo similar ocurre con el sonido de una cuerda: el artista logra que las disonancias maduren paulatinamente en armonías.

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Después de la flor viene el fruto inmaduro. La flor es en sí misma plenitud. Lo mismo sucede con el hombre. El adolescente es considerado como algo más completo que el hombre de 30 o 40 años hasta que sobreviene otra etapa de plenitud, la madurez.

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El ajedrez, la filosofía escolástica, incluso el Talmud son buenos en su aspecto formal, pero su contenido no sirve de mucho; se ejercitan las fuerzas, pero lo que ahí se aprende carece de valor.

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9 de julio de 1791, en el jardín. Hay quienes llegan a una idea y quienes dan con ella (también quienes se tropiezan), quienes caen y quienes decaen en la cuenta (y aun quienes recaen). No se dice “voy a una idea”. Esto sería via regia.[7]

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Una buena historia que no debe ser olvidada: la del carretero que en Wunstorf pasó junto al pantano donde estábamos atascados sin dar señas de querernos ayudar, y que finalmente regresó a pesar de los insultos de nuestro postillón.

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El primer paso de la sabiduría: criticarlo todo; el último: soportarlo todo.

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[…] Dar un paso hacia una puesta de Sol implica un acercamiento, por pequeño que sea. Con el alma ocurre algo muy distinto; incluso sería posible que un acercamiento (a través del microscopio, por ejemplo) nos alejara de nosotros mismos. Un ejemplo: veo una masa singular sobre un monte, me acerco y distingo que se trata de un castillo; me acerco aún más y descubro ventanas, etc.; esto sería suficiente, pero si careciera de una noción de límite y siguiera investigando, desembocaría en el análisis de las piedras, que me alejaría mucho más.

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Una conducta esclava no siempre es la conducta de un esclavo.

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Al interior de uno mismo, los sentimientos se comportan como la masa ante un discurso: sólo escuchan los que están más cerca y sólo aclaman los que están más lejos […].

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Kant dice en algún sitio: la razón es más polémica que dogmática.

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Una relación numérica tan elocuente como la palabra misma: ¿cuántas veces se dijo y se imprimió en Europa la palabra revolución en los ocho años que van de 1781 a 1789 y cuántas en los ocho años que van de 1789 a 1797? Difícilmente la relación estará por debajo de uno a 1 000 000.

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El hombre como producto natural: el hombre genérico, social. El hombre como producto de sí mismo: el hombre culto, civilizado, cognoscitivo

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¿Acaso no somos nosotros también un universo, que conocemos o deberíamos conocer mejor que el firmamento?

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Lo que hace que la amistad auténtica y el vínculo conyugal sean tan fascinantes es la ampliación del yo […].

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Es cierto que uno puede juzgar una cosa con gran precisión y al verse obligado a fundamentar por qué, sólo ser capaz de esgrimir unas cuantas razones que cualquier duelista principiante puede refutar. Por otra parte, a los hombres mejores y más sabios esta clase de refutación se les suele dificultar tanto como tocar el piano o saber cuáles son los músculos con los que toman algo. Esto es muy cierto y merece ser desarrollado.

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Es agradable encontrar cierta uniformidad anímica, temperamental. En Johnson (no en ∏U) todo adquiría cierta dureza; lo que en él arraigaba ya no podía ser arrancado, de ahí su: I love a good hater. Por lo general en un hombre la dureza y la suavidad se mezclan en todo.

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Antes de preparar el ponche, los negros antillanos preguntan: for drunk or for dry? Lo mismo se podría preguntar en las disputas políticas: ¿debemos disputar con sentimientos o con la razón, for drunk or for dry?

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En la vejez uno se precia de una sensibilidad juvenil que nunca tuvo. Así, la vejez perdona los pecados de juventud y mejora el pasado con una segunda mano. Recientemente un viejo (Chenius) me contó que de joven no concebía mayor dicha que salir a las cinco de la mañana (o antes) a recorrer los campos, ya fuera en carruaje, a caballo o a pie, en una muestra de devoción y admiración al Creador. De todo esto no era cierta una palabra. Verdad es que atravesó los campos en carruaje y a caballo y que lo disfrutó, pero los placeres no fueron devotos, seguramente tuvieron que ver con planes para los bailes, etc. Ahora él corrige los tiempos y cree haber sentido entonces lo que sentiría ahora, o al menos debería sentir, con su actual sistema nervioso-muscular-y-óseo. ¿No es algo extraño? En realidad esto ya está en Horacio, aunque con ciertos matices: Laudator temporis acti: se juvene. Él incluso corrige hacia adelante.[8]

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Todos nos sumergimos en el mar de la eternidad; mientras más elástica es nuestra constitución, más dura el tiempo en que emitimos burbujas, pero al final, cuando cesan las burbujas, todos somos olvidados.

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La característica principal de la verdadera libertad y de su verdadera práctica es el abuso que se hace de ellas.

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Ahora la razón se alza sobre el reino de las tinieblas, pero los sentimientos son como los picos de los Alpes sobre las nubes: ven el Sol con mayor claridad y nitidez, pero siguen igual de fríos y estériles […].

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Lema: querer encontrar la verdad es un mérito, aunque uno se equivoque en el camino.

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Llevar la filosofía kantiana a disertaciones prácticas, sin usar la terminología de Kant, obtendría enorme reconocimiento filosófico […].

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No deja de ser sorprendente que se hable tanto de nuestra posteridad y tan poco de nuestra preteridad, de la etapa previa al nacimiento […]. Tomar en cuenta aquel tiempo anterior al miedo nos brindaría más información sobre nuestra condición después de la muerte y seguramente tendría más sentido que la actual palabrería sofística. No se debería decir “después de la muerte”, sino “antes” y “después de la vida” […]. La lámpara antes de encenderse y después de apagarse.

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Creo que a fin de cuentas el hombre es un ser tan libre que no se le puede disputar el derecho a ser lo que cree que es.

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[…] Es realmente una humillación a la naturaleza humana que para opinar algo haya que saber lo que otro ha opinado. En todo caso, esto sirve de apoyo. ¿Por qué los hombres no estudian más física y más matemáticas y buscan a Aristóteles en sí mismos? […]

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Si un hombre puede enloquecer no veo por qué no pueda hacerlo una teoría del mundo. Esto se aplica a la hipótesis de Ptolomeo.[9]

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El mundo no está ahí para conocerlo, sino para educarnos en él. Ésta es una idea kantiana.

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Los conceptos de “ser” y “no ser” son impenetrables para nuestras facultades intelectuales. En rigor, ni siquiera sabemos lo que es ser y en cuanto entramos en definiciones debemos aceptar que algo puede existir sin estar en ninguna parte. Kant dice lo mismo en otro sitio.

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Una regla de oro: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones sino por aquello en lo que sus opiniones los convierten […].

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Para justificar la conducta de un hombre basta que haya vivido en forma tal que sus virtudes provengan del desperdicio de sus errores.

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Por una vez salte del camino y piensa que las cosas no sólo dependen de otras personas; considérate siempre miembro del consejo de decisión.

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Un muchacho que aún era del todo inocente imaginaba el matrimonio de la siguiente manera. El hombre y la mujer están sentados en sube y baja: uno está arriba cuando el otro está abajo. Se había hecho la imagen de esta escena aunque jamás hubiera visto que los novios la practicaran.

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El hombre es una obra maestra de la creación, tan sólo porque a pesar de todo su determinismo cree que actúa como ser libre.

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Berthold Schwarz, que probablemente fue el primero en quemarse los dedos con pólvora, ha encontrado personas capaces de disputarle tan limitado honor.[10]

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Llamo “grande” a un hombre que ha pensado, leído y experimentado mucho y que en cada cosa que emprende (es decir, también en cada libro que escribe) sabe fundir con el mayor provecho todo lo que ha pensado, leído y experimentado y presentarlo de tal modo que cualquiera pueda ver lo que él ha visto por sí mismo.

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Para ver algo nuevo hay que hacer algo nuevo.

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[…] Los locos son hebras sueltas que no se ajustan al carrete de esta hilandería. Son sagrados para algunos pueblos. Los locos nos ofrecen perspectivas sobre el estado general de las cosas que nadie más nos da. Son el ojo presionado que produce figuras eléctricas y soles y destellos de dril.

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Arsénico, cuerda, pólvora, agua, la ventana en un tejado, un cuchillo o como quiera que se llamen los demás medios.

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No hay que decir “hipótesis”, menos aún “teorías”, sino formas de representación.

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En un principio el imán sólo obedecía a los prestidigitadores.

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Un reloj que al cuarto de hora dice a su propietario … a la media hora Tú eres… a los 3/4 Tú eres un… y al dar la hora Tú eres un hombre.

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A partir de aquí, ¿qué tan lejos llega el efecto?

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