Adolescentes

Adolescentes


Libre tú pagando yo, va a ser que no

Página 31 de 71

Libre tú pagando yo, va a ser que no

Si fuera mi hijo el que me hubiera dicho que a partir de los dieciocho ya sería completamente libre y que no podría meterme en su vida, le habría dicho algo conciso, preciso y macizo que mi propio padre me dejó muy claro a mí en su día: «Libre tú pagando yo, va a ser que no».

De hecho, se lo he dicho en más de una ocasión que ha venido a cuento, antes de que se le ocurriera decirme algo parecido a lo que les dijo a nuestros amigos su hija. Hay cosas que no podemos dar por supuestas ni dejar de decirlas por no ofender.

Mi padre supo explicarme muy bien que podría hacer lo que yo quisiera, sin consultarles ni darles cuentas, el día que fuera completamente autónoma, autosuficiente y capaz de responder por mí misma de mis actos. A mayor autonomía y responsabilidad, mayor libertad para decidir y actuar por mí misma.

Así mismo se lo he transmitido yo a mis hijos. Uno no puede ir por la vida haciendo lo que quiera y pagando sus padres. No sólo no es justo, sino que a veces es indecente. Es una falta de responsabilidad y, a la vez, una falta de respeto que no podemos consentir.

Últimamente observo con lupa las actitudes y reacciones de mis hijos. Me he propuesto hacerles reparar –amorosamente y seriamente a la vez– en cualquier atisbo de abuso hacia nosotros o hacia cualquier otra persona. No es sencillo hacerles ver la doble lectura que pueden tener a veces sus actos. Suelen ser matices muy sutiles, la mayoría de las veces inconscientes y, por supuesto, involuntarios. Pero no por ello hay que pasarlos por alto.

No lo hago porque tema que vayan a convertirse en unos tiranos. Creo que tienen los valores y la huella familiar necesaria para no serlo, pero no me basta con que no sean desconsiderados. Me gustaría dejar en ellos la semilla de la ternura y que sean capaces de mirar las cosas con los ojos del alma, y, mientras estén bajo mi tutela y sigan bajo mi techo, voy a hacer cuanto esté en mis manos para ello, a pesar de que lo más cómodo sería desistir.

Mostrarles lo que no se ve y hacerles reparar en cómo afecta a otras personas lo que hacen no es cómodo. Ellos no lo ponen nada fácil. Les causa una pereza inmensa, como decía anteriormente, que les hagamos pensar y crecer. Pero es algo irrenunciable por nuestra parte y el secreto radica en ser capaces de hacerlo desde la ternura y la confianza, así como en saber encontrar el momento y acertar en el tono.

Ir a la siguiente página

Report Page