Abyss

Abyss


7 – Respirar fluidos

Página 14 de 31

Hippy no sabía esto, por supuesto. Solamente sabía que nadie le había preguntado a Beany si se sentía bien con el experimento. La rata estaba medio muerta de terror. Era una putada hacerle aquello, y el hecho de que Beany no estuviera muerta panza arriba no significaba ninguna diferencia.

—Déjela salir —dijo.

Monk se alegró de obedecer. Ya lo habían visto; eso era suficiente. Además, el líquido aún no había sido calentado, y la rata era muy pequeña. Los roedores no eran como los animales mayores. La hipotermia no hace que el cuerpo de la rata acumule la sangre —y por lo tanto el calor— en el cerebro. Si Monk dejaba la rata demasiado tiempo allí dentro, podía salir con profundos daños cerebrales, y eso sería realmente una putada.

Monk alzó la caja, sacó la rata y la cogió por la cola, colocándola boca abajo sobre el plato para que expulsara el fluido de sus pulmones. Sabía por experiencia que ésta era la parte más dolorosa…, dolía en lo más profundo de tus pulmones, ardía, picaba, de modo que no deseabas hacer aquello cada día. Pero, dolor o no, la respiración mediante fluidos era real. A los pulmones no les importaba lo que sorbían, siempre que contuviera el oxígeno suficiente que pudieran transmitir al torrente sanguíneo. Aquel fluido podía contener un sesenta y cinco por ciento de oxígeno a una atmósfera de presión, incluso más cuando la presión era mayor; eso era más oxígeno del que había en el aire, más del que había en la sangre. Y, puesto que era líquido, limpiaba las bolsas de gas en los pulmones, permitía a un buceador ir más allá de las profundidades en las que los pulmones que respiraban gas empezaban a estallar y a sangrar. Permitía a un buceador ir tan abajo que las sinapsis de tu cerebro empezaban a funcionar mal debido a que la presión estrujaba unas contra otras todas las células de tu cerebro. Tan abajo que tenías que ser dopado hasta la semiinconsciencia a fin de ser capaz de pensar un poco.

Yo nunca, nunca desearía ir tan abajo, pensó Monk.

Hippy le estaba diciendo cosas a la rata mientras ésta colgaba de la mano de Monk. Hippy la estaba tranquilizando como si fuera una madre nerviosa. Seguía queriendo cogerla, y sus manos aleteaban, ansiosas por acariciar a Beany, calmarla.

—Dejemos que expulse el fluido durante un minuto —dijo Monk.

—Tranquila tranquila tranquila tranquila —canturreaba Hippy, como si rezara—. Bien bien bien bien. Dame dame dame dame.

Barbo estaba rezando también, a su manera.

—Esto es la cosa más malditamente sorprendente que he visto en mi vida.

Bien, ¿por qué no? Parecía como un milagro hecho realidad. Monk le tendió la rata a Hippy. Éste empezó a gemir aliviado como si hubiera sido él el que hubiera respirado el líquido. Monk le alargó una toalla. La rata se agitó mientras Hippy la secaba.

—Oh, Beany, ¿estás completamente bien? —Empezó a besarla, canturreándole, acunándola, acariciándola. Parecía exactamente como lo que uno esperaría que hicieran Marta y María después de que Jesús alzara a su hermano Lázaro de entre los muertos.

—¿Lo ve? El bicho está perfectamente —dijo Monk. Hippy le miró con un asomo de desdén.

—Es ella —dijo.

¿Qué se supone que debía hacer?, pensó Monk. ¿Mirar si le colgaba algo entre las patas? Pero no lo dijo. No dijo nada más. De hecho, ya estaba lamentando el haber efectuado aquella demostración. No porque hubiera roto las normas de seguridad: no lo había hecho, nunca lo haría. Era más bien porque se daba cuenta de que había alardeado un poco ante aquellos dos hombres. Realmente deseaba caerles bien. Y eso era preocupante. Ésta era la primera vez desde que se había unido a los SEALs que Monk se había preocupado siquiera un poco de caerle bien a alguien de fuera del equipo.

No era Coffey quien lo estaba perdiendo, se dio cuenta. Era él. Aquél no era el mejor momento para confraternizar.

Ir a la siguiente página

Report Page