Abyss

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9 – Incidente internacional

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Tomó su tiempo llevar a Lioso al Taxi Uno, y más tiempo hacer regresar a todo el mundo a la

Deepcore. Afortunadamente, no tenían que perder mucho tiempo en la descompresión: cuando ya estás a seis atmósferas, unos cuantos metros más abajo de la

Deepcore hasta el

Montana y el breve tiempo que los buceadores habían estado allí significaba muy poca diferencia. Un problema mucho más difícil fue el tamaño de Lioso. Era grande. Era pesado. Sacarlo de su traje y llevarlo a la enfermería necesitó muchos esfuerzos, en especial considerando lo cansados que se sentían todos.

La enfermería se hallaba en el mismo trimódulo que la sala común y el comedor. Todo el mundo se quedó por allí mientras Monk y Bud examinaban a Lioso, en parte porque estaban preocupados, en parte porque era allí donde iban normalmente cuando estaban fuera de servicio.

—¿Qué opina? —preguntó Bud.

Monk se negó a hacer ninguna promesa.

—Tengo conocimientos médicos, lo cual es lo mismo que decir que sé poner parches a agujeros. —Aquello era estrictamente cierto, por supuesto. Tenía un entrenamiento excepcionalmente bueno en medicina hiperbárica, porque siempre le había intrigado. No tenía ningún título que le permitiera colgar una placa de doctor en la pared, pero se había preparado lo suficientemente bien como para que el resto de los SEALs de su equipo pudieran confiar en que hiciera siempre lo adecuado.

Así que Monk sabía que, fuera lo que fuese lo que había causado el accidente, el resultado era un coma por envenenamiento por oxígeno. Sabía —y revisó mentalmente— todas las posibles consecuencias. Lioso podía permanecer inconsciente durante unas cuantas horas o días, y luego volver a la conciencia con muy pocas secuelas…, con menos daños cerebrales que los ocasionados por una borrachera de fin de semana o unas cuantas horas a mucha altitud. O podía seguir siempre en coma, o emerger de él con el cerebro irremediablemente dañado. O podía morir.

Sin embargo, puesto que no tenían ninguna forma de saber cuánto tiempo o hasta qué punto el regulador de Lioso había permanecido inadecuadamente ajustado, Monk no podía predecir cuál de los posibles resultados iba a producirse. No deseaba prometer nada. Pero también era malo mostrarse pesimista y herir la moral de los demás civiles.

—Este tipo de cosa…, no hay mucho que yo pueda hacer. El coma puede prolongarse horas, o días.

Monk miró a Brigman. ¿Cómo se lo estaba tomando? Era difícil de decir. Se limitaba a permanecer de pie allí, mirando a Lioso. Monk intentó ponerse en su misma situación. Lioso había formado equipo con Brigman; Brigman había decidido separarse. Si Lioso sufría secuelas permanentes, Brigman se culparía por ello. Yo también lo haría en su situación, pensó Monk. Pero yo no me hallo en su situación, así que desde fuera puedo ver la verdad: Fue Lioso quien cayó presa del pánico. Fue la debilidad personal de Lioso la que provocó todo esto. No podía culparse a nadie. Los sistemas de Lioso funcionaron mal, y ahora su cuerpo tendría que hacer todo lo posible por restablecer sus condiciones. Podían mantenerlo en vigilancia intensiva para que no muriera de shock o de sed o de hambre mientras dormía. Está más allá del alcance de mis manos, más allá del alcance de las manos de cualquiera.

Pero eso no cambia lo que sientes cuando se trata de uno de tus hombres. Monk miró a Brigman y captó algo de su dolor. Él también lo sentía: Gracias a Dios, no se trata de mí.

Coffey interrogó a todo el mundo e hizo su informe para DeMarco. Lo más difícil de creer fue lo que aquella mujer Brigman le contó. Un vehículo de algún tipo, moviéndose increíblemente aprisa, despidiendo una gran cantidad de luz, dirigiéndose hacia las aguas profundas. ¿Hasta qué punto podía tomárselo en serio? Parecía terriblemente nerviosa mientras se lo contaba. Reluctante a decir lo que había visto. ¿Por qué? ¿Porque ni ella misma creía en sus propias observaciones? ¿O porque sí creía en ellas, pero pensaba que nadie más la creería? ¿O estaba ocultándole algo?

Una cosa era cierta: estaba emocionalmente alterada, y él tenía la completa seguridad de que no se trataba de nada relacionado con Lioso. Su actitud no era la misma que los demás. Parecía distraída, como sumida en sus propios pensamientos. Lo cual no era una sorpresa. No se trataba exactamente de una persona leal o compasiva, por todo lo que Coffey podía decir…, era una individualidad separada, siempre sumida en sus propios pensamientos, ocupándose de sus propios proyectos, y al infierno con los problemas de los demás. Pero algo respecto a todo aquello

había prendido sus emociones. Debido a ello, no sabía qué hacer con su informe. ¿Estaba ocultando algo? ¿Dudaba de sus propias estimaciones?

Fuera cierto o no, Coffey tenía que decirle

algo respecto a ello a DeMarco. El comandante ejecutivo, aunque estuviera a quinientos metros más arriba en el

Explorer, tenía que conocer toda la información disponible a fin de tomar las mejores decisiones. Así que Coffey tuvo que sentarse allí delante del vídeo y explicar que un vehículo no identificado había sido avistado cerca del submarino exactamente en el momento en que un buceador civil era presa del pánico y estaba a punto de matarse.

DeMarco se mostró tan confuso como Coffey respecto a lo que debía hacer con aquella información.

—¿No lo vio ninguno de

ustedes? —Con lo cual quería decir, y Coffey lo comprendió inmediatamente: ¿Lo vio alguno de ustedes los SEALs, algún observador entrenado?

—No, señor —dijo Coffey—. Sólo la mujer Brigman. —DeMarco la había conocido allá arriba. Que él sacara sus propias conclusiones acerca de la fiabilidad del observador. Pero si realmente había visto algo (y la energía

había descendido), entonces sólo había una nación con la capacidad técnica para construir un vehículo de aquellas características y la voluntad política para exhibirlo ahí abajo sin informar de ello a los Estados Unidos—. Podría ser un artefacto ruso —dijo Coffey. Aquél era el peligro primario en estos momentos…, que los rusos estuvieran compitiendo por el acceso al submarino.

—CINCLANTFLT está subido por las paredes —dijo DeMarco—. Dos submarinos de ataque rusos, un

Tango y un

Víctor, han sido rastreados dentro de un radio de ochenta kilómetros de aquí. Y ahora no sabemos dónde demonios están.

Era sabido que los submarinos de ataque rusos llevaban a cuestas sumergibles más pequeños a fin de llevarlos sin ser observados hasta zonas donde eran necesitados para operaciones submarinas. De modo que ambos sabían cuál era la situación: Había submarinos de ataque soviéticos en la zona, un extraño vehículo no identificado había sido visto posiblemente en las inmediaciones del submarino, y el Comandante en Jefe de la Flota Atlántica —CINCLANTFLT— se mostraba tensamente preocupado por la situación. No había tiempo para que el

Glomar Explorer llegara hasta allá y reflotara el submarino.

—De acuerdo —dijo DeMarco—. No tengo otra elección. Le confirmo que pase a la Fase Dos.

Bien, ahí estaba. Coffey lo había oído. Acababa de encargársele la misión de recuperar una ojiva de combate nuclear y armarla, a fin de que estuviera preparada para ser accionada en el momento en que fuera necesario la primera arma nuclear que los Estados Unidos hacían estallar fuera de sus pruebas desde Nagasaki. Era una mala misión. Demasiadas cosas podían ir mal. Y la peor posibilidad era que tuvieran que pasar a la Fase Tres…, armar el detonador, luego evacuar a una distancia segura antes de que la ojiva de combate estallara.

En medio de un huracán, probablemente una explosión nuclear no causara mucho daño a la marina comercial, puesto que todo el mundo estaría en puerto, si podía. Pero ¿quién podía decir que los rusos no considerarían aquello como una provocación, especialmente si tenían un vehículo en la zona que podía resultar dañado? Aquél era el tipo de situación peligrosa en que las cosas podían ir en cualquier dirección. Sin embargo, no había tiempo ni oportunidad de pedirle a Washington que decidiera. La tormenta se acercaba demasiado rápido, el peligro potencial era demasiado inmediato. DeMarco había aceptado la responsabilidad que se le había otorgado de tomar sobre la marcha, si era necesario, la decisión de pasar a la Fase Dos. No era elección de Coffey. Sin embargo, era Coffey quien debía llevarla a cabo. Su trabajo era realizar lo ordenado sin fallos, con un perfecto juicio en cada momento. Una vez hubiera llevado a cabo la Fase Dos, tendría una cabeza de combate nuclear activa en su posesión, bajo su único control. Ni siquiera el Presidente tenía algo así.

DeMarco respondió al silencio de Coffey:

—¿Hay algún problema?

—Sí. —Pero no era eso lo que Coffey quería decir. ¿Qué era lo que había estado pensando en este momento? ¿Tenía algún problema en mente? No, estaba respondiendo sí a la orden original, eso era todo—. Quiero decir no, señor. Negativo.

DeMarco miró fijamente la pantalla por unos instantes, quizá para ver si Coffey tenía intención de modificar su respuesta. Luego cortó la comunicación. Coffey inspiró profundamente. Como si acabara de eludir un serio problema. Pero no lo había hecho, y lo sabía. Ahora tenía sobre sus hombros el mayor problema en todo el mundo.

Una cosa era cierta. La Fase Dos no podía ser explicada a los civiles. Probablemente Hippy no fuera el único que se sentiría presa del pánico si supiera que se hallaba bajo el mismo océano que una bomba nuclear. Y ninguna de aquellas personas tenía clasificación de seguridad. ¿Quién podría confiar en ellas si supieran que había una ojiva de combate activada a bordo de la

Deepcore? ¿Quién podía adivinar dónde estaban sus lealtades?

No había ningún lugar en la

Deepcore que no fuera utilizado para cinco cosas distintas. Así que Lindsey estaba en la sección fotográfica…, que era a la vez la sala de mantenimiento. La parte delantera era el único cuarto oscuro existente. Era bastante bueno, aunque siempre estuviera atestado. Hermético a la luz, disponía de un fregadero, y no tenías que ir muy lejos para acudir al lavabo.

Lindsey se sentía más bien taciturna mientras recopilaba las imágenes tomadas por la cámara del Taxi Uno. Había visto la expresión de Coffey mientras la escuchaba. Era evidente que no acababa de creer lo que le había dicho. Pero ¿acaso ella se creía a sí misma? Lo había visto, pero no podía extraerle mucho sentido al episodio. Lo único que sabía era que, fuera lo que fuese lo que había visto, era

extraño. Tan extraño que ella, una ingeniero que había memorizado cualquier estructura submarina jamás construida, no hallaba el vocabulario necesario para describirlo.

Se sentía tan impotente como un lego intentando hablar sobre una estructura. «¿Por qué no usar cosas redondeadas en vez de triángulos?». «¿Para qué sirve ese artilugio?». Sus descripciones estaban al mismo nivel:

—Era algo así como redondo, como una turbina arqueada, y parecía como si se flexionara un poco en el agua. —Sí, eso era todo lo que te proporcionaba un sobresaliente en ingeniería estructural. Oyes ese nivel de precisión, y sabes que van a ofrecerte un trabajo en el diseño de aviones, puedes apostar por ello.

Sólo podía describir lo que no era:

—No parecía estar propulsado por un empuje posterior, como un reactor o un cohete. Pero no ondulaba lo suficiente como para estar nadando, e iba tan rápido que parecía que estuviera surcando el aire en vez del agua. —Coffey había asentido como si estuviera de acuerdo cuando ella le dijo eso. Se preguntaba ahora si aquélla no habría sido su forma particular de decir: Tonterías, señora. Y luego había empezado a hablar acerca de si no podría ser un nuevo tipo de sumergible ruso. ¿Acaso pensaba que ella era tan estúpida que no sabía ver por sí misma si tenía el aspecto de un artefacto sumergible?

Y ahora aquí estaba Bud, sometiéndola a un segundo interrogatorio mientras estudiaba los rollos de película revelada. Era evidente que pensaba que todo el asunto era de lo más extraño.

—Así que no conseguiste impresionar nada en las cámaras —dijo. Había un equipo fotográfico de cien mil dólares en el Taxi Uno, y el trabajo de ella junto al

Montana había sido tomar fotos, nada más…, y sin embargo no había pensado en tomar ni una sola foto de la cosa que vio.

—No —explicó ella de nuevo—. No tomé ni una sola foto de ello. —¿Acaso Bud no había descrito su propia pérdida de energía? No hubiera podido tomar ninguna foto ni aunque lo hubiera intentado.

Bud no era lo que más la preocupaba…, y no era que él no lo hubiera intentado. Aquella cosa que había visto la había sorprendido tanto, la había puesto tan nerviosa, que no había recordado que

tenía cámaras hasta que ya había desaparecido. Se sentía como una idiota.

De todos modos, si Bud la conocía algo, sabía que ella no estaba sufriendo alucinaciones ni exageraba, sabía que había visto realmente lo que decía haber visto.

—¿Qué hay del vídeo? —preguntó Bud.

—No. —Evidentemente, él no la conocía en absoluto. Por eso se divorciaba de él, ¿no? Así que no debía molestarle en lo más mínimo que él deseara pruebas objetivas. No debía tomarse aquello como algo

personal—. Mira —le dijo—. Prefiero no hablar de ello.

—Está bien. Si así lo quieres. —Se apartó del domo donde el Garfield de peluche colgaba del cristal con sus ventosas.

Lindsey podía deducir de su voz que estaba un poco disgustado con ella. Estaba actuando como si ella se negara a hablar del asunto por pique personal, porque ella no se

sentía con ganas de hablar. Y, porque ésta era en parte la razón, tenía que contestar.

—Mira, no

lo que vi, ¿de acuerdo? —¿Cómo puedo explicártelo cuando ni yo misma lo comprendo? ¿Crees que puedo convertir un atisbo de algo extraño en una visión clara de algo familiar, sólo porque tú me hagas más preguntas? Si deseas convertirlo en algo más familiar, hazlo tú mismo—. Coffey quiere llamarlo un sumergible ruso: por mí está bien. Es un sumergible ruso. No hay ningún problema.

Estaba intentando terminar con la conversación sin tener que llegar a ninguna conclusión. Pero Bud no la dejaría salirse con la suya. Nunca lo hacía, si podía impedirlo.

—Pero tú crees que es otra cosa. ¿Qué? ¿Uno de los nuestros?

—No. —Si fuera norteamericano, yo lo hubiera sabido. Demonios, hubiera sabido quién lo diseñó, aunque fuera algo tan secreto que nadie lo hubiera visto excepto los militares.

Conozco este campo.

—Bueno, entonces, ¿quién? —Ése era Bud. Siempre empujando de aquella maldita manera. Siempre insistiendo en saber lo que

ella pensaba. Siempre deseando meterse dentro de su cabeza incluso cuando ni siquiera ella sabía lo que pensaba—. Vamos, Lins. Habla conmigo. —¿Cuántas veces había oído aquellas palabras?

Y sin embargo, esta vez, deseaba realmente decírselo. Si sólo supiera qué decir. Todo lo que podía hacer era explicarle su propia confusión.

—Mira, Lioso vio algo ahí abajo, algo que lo asustó mortalmente.

—Su mezcla de aire se alteró. Lioso se dejó dominar por el pánico y

acabó de estropear su regulador golpeándolo contra alguna cosa.

De acuerdo, Bud. Tú tienes tu explicación para lo que le ocurrió a Lioso y la acepto, aunque tu explicación no sea mejor que decir: Este tipo está muerto porque su corazón dejó de latir, sin preocuparte de averiguar

por qué su corazón dejó de latir.

Esta vez él tenía que verlo a la manera de ella. Tenía que darse cuenta de lo extraña que era toda la situación. Era muy importante para Bud comprender que

no se trataba de un sumergible ruso ni ninguna otra cosa que tuviera sentido.

Así que le planteó la auténtica pregunta:

—Pero ¿qué es lo que

vio que lo sumió en el pánico?

De nuevo, él le devolvió la pelota:

—¿Qué es lo que

crees que vio?

Y ahí estaba el quid de la cuestión. ¿Debía decirle lo que ella creía

realmente? ¿Que, fuera lo que fuese lo que ella había visto, no había ninguna huella de pensamiento o experiencia humanos en su diseño? No se atrevió a decirle eso. Empezaría a murmurar acerca de alucinaciones inducidas por la presión. Así que tenía que volver a lo que le había dicho a Coffey.

Pero Bud

no era Coffey, y así, cuando habló, no pudo impedir el que a su voz asomara como una especie de súplica.

—No lo sé,

¡no lo sé! Debería saberlo, pero no lo sé. —Créeme, Bud, estaba diciendo. Tómame en serio por esta vez.

Quizás él la comprendió. Quizá no. La compuerta se abrió en aquel momento, y Hippy asomó la cabeza en la habitación.

—Hey, amigos. Apresuraos, escuchad esto. ¡Lo están anunciando!

El

Explorer estaba retransmitiéndoles la señal de televisión del satélite. No era una reposición de «Los Walton». Estaban en las noticias.

Para Bud significó un alivio. La tapa del secreto se había alzado. Puede que estuvieran solos en el fondo del mar, pero al menos ahora todo el mundo sabía que estaban aquí abajo. Por supuesto, eso significaba que, si fracasaban, todo el mundo lo vería. Pero también significaba que nadie podría hacerles nada sin que se supiera. Eso era lo que más le había asustado cuando Coffey empezó

a hablar de sumergibles rusos. Si los rusos podían construir realmente algo como lo que Lindsey describía, ¿qué podía impedirles destruir la

Deepcore? Ahora, en cambio, bajo los focos de la publicidad, ni siquiera los rusos intentarían algo así.

Todo el mundo se apiñaba en torno al televisor en la sala común, haciendo ruido y diciéndose unos a otros que se callaran.

—Callaos. ¡Callaos!

—Sube el volumen, tío.

Fue Lindsey quien consiguió hacerles callar y que escucharan.

—… y el Kremlin sigue negando que Rusia esté implicada en el hundimiento del submarino Trident USS

Montana. La Marina no ha facilitado los nombres de los ciento cincuenta y seis miembros de su tripulación, todos los cuales se presupone que están muertos en estos momentos.

Barbo se adelantó y empezó a trastear con los controles, intentando ajustar la señal. Arriesgaba su vida haciendo esto. Todo el mundo odia cuando alguien empieza a trastear con el televisor en medio de una historia que desea ver. Mejor tener una señal mediana que acabar de estropearla por completo. Así que prácticamente saltaron a su garganta.

—¡Déjala tranquila, Barbo!

—Empleados civiles de una plataforma petrolífera propiedad de la Benthic Company…

—¡Hey, ésos somos nosotros!

—¡Chisss! —Eran como niños, pensó Bud, excitados al ver su ciudad natal mencionada en las noticias.

—… están al parecer participando en la operación de rescate, pero tenemos poca información acerca de ello. Bill Tyler se halla en estos momentos en la escena del hundimiento. Bill, parece haber una enorme presencia naval ahí fuera…

—¡Mierda! ¡Queremos nombres!

Muy bien, muchachos. Ciento cincuenta y seis muertos en el

Montana, y vosotros queréis que vuestros nombres sean mencionados por la televisión. No era que Bud se sintiera furioso al respecto. No te enfureces con la gente por ser humana. Es sólo que seguía esperando que la gente fuera simplemente un poco mejor que eso, sólo un poco menos preocupada acerca de ser siempre el centro del universo.

Bueno, si sus nombres no podían ser mencionados, al menos obtuvieron algo que les satisfizo. La imagen tomada desde un helicóptero de un conjunto de barcos agitados por una serie de olas peligrosamente altas e irregulares…, y entre ellos, bamboleándose en el agua con mucha mayor estabilidad que cualquiera de los otros, uno que reconocieron inmediatamente.

—¡Hey, es el

Explorer

Lo que atrajo la atención de Bud fue cuántos

otros barcos había allí. Desde el fondo del Caribe, Bud no había imaginado allá arriba más que el

Explorer, unido al cordón umbilical de la

Deepcore, y un montón de viento y agua. Ahora se daba cuenta que en el techo del mar la Marina daba vueltas y vueltas como juguetes en una bañera. ¿Haciendo qué? Se acercaba un

huracán, ¿acaso no lo sabían? Los barcos no tenían nada que hacer allí arriba con aquellas aguas.

Y si Bud sabía eso, la Marina también lo sabía. De modo que debían estar realmente asustados de los rusos, si sentían la necesidad de mantener una escolta para el

Explorer con aquel mar.

El periodista dejó claro que la situación era aún peor de lo que parecía.

—Con Cuba a sólo ciento treinta kilómetros, la enorme congregación de buques y aviones de los Estados Unidos en la zona ha dado lugar a una protesta oficial de la Habana y Moscú, y ha conducido a una redirección de la flota soviética hacia el teatro caribeño.

Bud pudo captar el cambio de humor en la sala. Ya no más excitación de estamos-en-la-tele. Buques soviéticos en el Caribe. Lo que preocupaba a Bud era la forma en que todo parecía ir ascendiendo en círculos. La Marina tiene miedo de que los rusos puedan echarse sobre el

Montana, así que traen una amplia escolta para proteger el lugar. Luego los rusos ven la enorme congregación de nuestras fuerzas militares, así que se dirigen también hacia el

Montana. Como si el propio miedo causara que la cosa temida se volviera cierta.

El locutor formuló la pregunta estúpida estándar que siempre venía a continuación en estos casos, a fin de parecer que hacía algo más importante que simplemente leer las noticias de un papel.

—Bill, ¿cómo describirías la disposición de la gente ahí?

—La disposición es más bien de suspicacia, incluso de confrontación. Un cierto número de palangreros rusos y cubanos, indudablemente barcos de vigilancia, han estado trazando círculos dentro de una zona de unos pocos kilómetros durante todo el día, y se ha advertido repetidamente a los aviones soviéticos que se alejen del lugar.

Era como un hormiguero ahí arriba. Las hormigas rojas y las hormigas negras. Hacía que Bud se sintiera un poco mejor en el fondo del mar. Por todo lo que sabía, aquél podía ser el lugar más seguro de la Tierra en estos momentos.

Cuando terminó la emisión, Bud y Lindsey se encaminaron hacia el pozo lunar. Si las noticias le habían dicho algo a Bud, esto era el hecho de que el

Explorer no iba a poder estar ahí arriba mucho tiempo más. No había esperanzas de que la tormenta pasara lo suficientemente lejos como para que pudieran seguir conectados. Ya era hora de ver si Una Noche tenía el Fondoplano preparado para salir y desconectar el umbilical a fin de que el

Explorer pudiera irse.

Ni siquiera tuvo que decirle a Lindsey dónde se dirigía. Ella sabía lo que había que hacer con tanta seguridad como él. Por un momento pareció como en los viejos días, cuando podían trabajar juntos casi sin necesidad de hablar, debido a que se comprendían tan perfectamente entre sí y a la

Deepcore.

Sólo que esta vez Hippy se unió a ellos. Estaba agitado, casi frenético en

su tono de voz, en sus gestos. Bud había visto a Hippy de aquella manera antes. Las cosas están yendo mal, ¡hay que hacer algo! ¡Hay que hacer algo! Normalmente la solución para Bud era darle a Hippy alguna tarea específica. Cuando Hippy tenía realmente algo que hacer, algo que requiriera su concentración, entonces se calmaba y hacía el trabajo. Pero ¿qué podía darle a hacer a Hippy en estos momentos?

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