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Hecho de viajes

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De haber sido un video game, la chica hubiera comenzado a registrar “tilt-tilt-tilt” en su pantalla. Se dio la vuelta y fue a buscar a su jefe. El jefe era el basquetbolista, que llegó canchero y con una sonrisa.

—¿Algún problema? —preguntó. Le repetí lo mismo.

—Vas a perder el vuelo —me dijo, entre cómplice y conciliador.

—I lost the flight, OK —aceptamos Tarzán y yo.

Luego doblé la apuesta:

—Call the police, call the Army, no problem. I wait here. —“Llamá a la policía, llamá al Ejército, no hay problema. Yo espero acá”.

—¿Pero qué te pasa? ¿Por qué no querés contestar?

Le dije lo primero que me salió:

—I’m a person. I have rights.

El chico se fue rascándose la cabeza.

LA MÁS ANTIGUA CAPITAL DEL MUNDO

Desde Siria

Al entrar en la medianoche del viernes a Damasco, nadie diría que esta es la más antigua capital del mundo. Para el Nuevo Testamento, San Pablo tuvo una visión de Jesús en el camino a Damasco, y por eso Dimashq (así se dice en árabe) es una ciudad sagrada para los cristianos y los miembros del Islam.

Islam significa “sumisión a Dios” pero en la medianoche del viernes todos parecen más bien desobedientes. Lo poco que se ve de la ciudad, mal iluminada en las autopistas, no tiene un aire secular sino de algo terminado a mano. Los accesos están atestados de automóviles y —como siempre pasa en las ciudades árabes— en cada coche van seis, siete o más pasajeros: mujeres con su shador en la cabeza, jóvenes de bigotito, y niños, niños y más niños con los ojos redondos y muy abiertos que miran devorándose el alrededor. Hay veinticinco grados, lo que significa que por la mañana podrá freírse un huevo con sólo tirarlo en el asfalto.

Dimashq estuvo en manos de Estambul en el siglo VII, y fue la sede de un imperio musulmán; en el siglo XIII, cuando Jerusalén cayó en poder de los cruzados, fue la capital de la resistencia islámica y luego cayó bajo el dominio de los turcos del Imperio otomano. Siglo tras siglo mantuvo un destino invariable: era el punto obligado de reaprovisionamiento para las caravanas de veinte mil personas y diez mil camellos que iban camino a La Meca. Después de pasar por Damasco les faltaba todavía un mes en el desierto. Y antes de todo, antes casi de que comenzara el tiempo, hace diez mil años, en las costas de Siria se desarrolló la civilización fenicia, los inventores del alfabeto y los primeros en circunnavegar el África.

Una, dos, cien torres de luz verde encandilan en la entrada a Damasco. Es una luz verde flúo, parecida a la que se usa en la ruta para atraer a los mosquitos a una muerte segura. Las torres verdes señalan la localización de las mezquitas. Hay setecientas mezquitas en Damasco y todas exhiben su fe fosforescente.

Hasta hace unos meses las autoridades sirias se devanaban los sesos para atraer turistas al país: inventaron el Festival de la Ruta de la Seda, y declararon a Alepo (la segunda ciudad siria) como “Capital Mundial de la Cultura Islámica”. Ahora, la guerra solucionó de golpe las reservas hoteleras. Decenas de miles de personas han estado entrando a Siria por la frontera del Líbano: Damasco y Beirut están a poco más de una hora de auto en condiciones normales. Ahora, el trayecto puede llevar tres o cuatro: han bombardeado los puentes y los taxistas no lo cubren por menos de dos o tres mil dólares, y según el caso. Antes costaba cincuenta.

El fastuoso hotel Four Seasons, por ejemplo, está lleno desde el 13 de julio, y no toma reservas hasta fin de año.

Pero los refugiados no son un tema nuevo para Siria, donde todavía quedan 400 mil palestinos, a los que se han agregado ahora 250 mil libaneses. Los sirios han participado activamente del conflicto de Medio Oriente: pelearon en las guerras árabe-israelíes de 1967 y 1973, en las que Israel ocupó parte de su territorio en la meseta del Golán, que aún no ha sido devuelto. En 1981, durante la llamada “Crisis de los Misiles” en el Líbano, Siria enfrentó a las tropas de la Falange Cristiana Libanesa y luego de vencerla instaló en el Líbano misiles soviéticos tierra-aire SAM-6, lo que provocó la reacción israelí. Un año después Israel invadió el Líbano y destruyó los misiles sirios. Entre 1991 y 2000, Siria negoció con Israel la devolución de sus territorios del Golán, sin conseguir ningún resultado. En abril de 2002 una estación siria de radares en el Líbano fue atacada desde aviones israelíes, respondiendo a un ataque de Hezbollah. En mayo el subsecretario de Estado norteamericano, John Bolton, incluyó a Siria en el denominado “Eje del Mal”, acusándolo de intentar obtener armas de destrucción masiva, al igual que Irak. Desde entonces las relaciones de Siria con Estados Unidos han caído en franco deterioro, mientras mejoraron las que mantiene con algunos países de la Unión Europea, basadas centralmente en la exportación de gas y petróleo. Acercamientos más recientes entre Tony Blair y el presidente sirio, Bashar al-Assad, fracasaron cuando en la mesa fue necesario definir qué entendían ambos por terrorismo.

Como se verá más adelante, los sirios caracterizan a Hezbollah (en el sur del Líbano) y Hamas (en Palestina y los territorios ocupados) como movimientos de resistencia contra la ocupación israelí. El sheikh Hassan Nasrallah es el líder de Hezbollah desde 1992, cuando reemplazó en esa labor al sheikh Abbas Musawi, asesinado por las Fuerzas Armadas israelíes. Nasrallah es, en Damasco, una especie de rockstar: su fotografía, sonriente, se vende en casi todos los puestos ambulantes como póster y un inmenso retrato suyo decora un cruce de autopistas en el centro de la capital. El merchandising Nasrallah también llegó al Souk Al Hamidiyah (el Zoco o mercado árabe más grande del mundo, ubicado en el centro de Damasco, puerta a la Omayad Mousque (Mezquita de Omayad) y allí pueden verse pasacalles convocando en árabe, francés e inglés al apoyo de la “resistencia” en Líbano y Palestina.

Si ves el futuro, dile que no venga

Con esas palabras Juan José Castelli, el orador de la Revolución de Mayo, anunció su pesimismo respecto de la naciente organización nacional. Hoy las mismas palabras bien pueden aplicarse a la segunda guerra del siglo XXI. Sobre el futuro, el ministro de Información de Siria, Mohsen Bilal, la persona más cercana al presidente Al Assad, declaró que “si Israel invade el Líbano por tierra, Siria entrará en el conflicto”.

—¿Cuál es la solución?

—Ellos deben reconocer que Oriente Medio es nuestro, que estamos aquí hace diez mil años. Pueblos de doscientos o quinientos años no pueden darnos lecciones. No pueden decir que quieren “rehacer” Oriente Medio. ¿Con qué derecho la señora Condoleezza Rice puede sugerirlo? ¿Quién es ella para decir eso? Que vean a sus Estados Unidos, hay homeless, marginación, drogas, tienen bastante trabajo por hacer.

—¿Hezbollah es más fuerte que el gobierno del Líbano?

—La resistencia tiene peso moral, material y humano, y tiene su historia. La resistencia en Líbano y Palestina tiene un lugar importante dentro de las naciones árabes.

—¿Siria asiste financieramente a Hezbollah?

—Nosotros dedicamos más del 30% de nuestro presupuesto a la defensa, a gatas nos alcanza para nosotros mismos. Sin duda el pueblo y el gobierno sirios tienen simpatía y apoyo moral por la resistencia del Líbano y Palestina. Cuando fueron las elecciones en Palestina, con el apoyo de Estados Unidos, observadores de la Unión Europea y hasta la presencia de George Bush padre, ganó Hamas. Los europeos y norteamericanos no lo podían creer, y estaban indignados. Nunca vi un caso así: querían controlar las elecciones y elegir al ganador a la vez.

—¿Qué pasaría si hoy, en este contexto, las fuerzas israelíes atacaran a Siria o intentaran entrar por tierra al Líbano?

—En el caso de que Israel continúe su aventura y decida atacar Siria, le daremos una respuesta adecuada sin fijarnos en los medios. También si Israel ataca una zona cercana a Siria, por ejemplo, aquí a veinte kilómetros, el Valle de Bekaa, si llegara hasta aquí por tierra, Siria tampoco se quedaría de brazos cruzados. Si Israel invade el Líbano por tierra, Siria entrará en el conflicto. Esto no significa que Siria esté dando la bienvenida al conflicto; trabajamos con España para lograr un alto el fuego. Pero si las tropas israelíes nos provocan, Damasco no dudará en actuar.

—¿Cómo evalúa la gestión de Rice?

—Fue un fracaso. Estados Unidos nunca pidió el alto el fuego. ¿Cómo se puede destruir nuevamente un país como el Líbano y que nadie pida el alto el fuego? ¿Cuál fue el sentido de la conferencia de Roma?

—¿Hezbollah fue una consecuencia de los doce años de ocupación israelí en el Líbano?

—Cuando hay ocupación, hay resistencia. Esa es una constante desde George Washington. La ocupación israelí del sur del Líbano creó a Hezbollah, y su mala conducta en los territorios ocupados dio a luz a Hamas. ¿Qué ha hecho la ocupación norteamericana en Irak? Ha destruido el país y creado una resistencia de colores múltiples, tremenda, donde no sólo está Al Qaeda.

—¿Usted conoce a Nasrallah?

—No. Querría conocerlo. Para mí es alguien admirable. Su hijo, Hadi, murió en el frente como cualquier otro soldado. Él se llama Hassan Nasrallah o Abu Hadi o Abu Shahid (padre de Hadi o padre del mártir). Hoy en día Nasrallah representa el valor en el mundo islámico, y es un símbolo de la resistencia contra la ocupación. Y esa resistencia es legítima, es legal, incluso para las Naciones Unidas. Cuando uno pierde su territorio tiene derecho a luchar para recuperarlo.

Dios no contesta al teléfono

Dios no contesta el teléfono. Esta guerra no tiene solución. A los cuatro meses de gestión, el gobierno de Olmert se quedó sin agenda política, y su único futuro parece ser el de una ofensiva militar en terreno cenagoso: paga, desde que comenzó, el error de la inteligencia militar israelí de haber subestimado la capacidad de fuego de Hezbollah. Ariel Sharon, el patriarca, muere su muerte vegetativa con su hijo corrupto tomándole la mano; no irá preso mientras su padre agonice. Al norte y al sur, Guernica: todos me dicen que los misiles no se ven caer, a lo sumo se escucha el silbido, metálico y breve, veinte segundos antes de explotar. Para Martin Indyk, ex embajador de Estados Unidos en Israel, el Sharon que agoniza no es uno sino tres: “El primero es el general —le dijo Indyk a El País de Madrid— que sólo cree en la fuerza, que no acepta la teoría de los dos Estados, palestino e israelí, el de la acción militar contra el terrorismo. El segundo es el político, el más brillante de Israel, el que mejor planea coaliciones porque carece de ideología, y el tercero es el aspirante a estadista, que quiere hacer la paz aunque no crea en ella. A ese Sharon sólo le interesa la supervivencia del Estado hebreo. Estos tres personajes no son sucesivos en el tiempo, sino que conviven en él y emergen cuando los necesita”. Ahora los tres se mueren, y cada día se afirma más la idea de que la retirada unilateral en Gaza fue, ante todo, una operación de propaganda: allí se repatrió solamente a 8.000 colonos. Para devolver Cisjordania habrá que evacuar a 800 mil.

Todo es historia

Con un curioso sentido de la oportunidad el Menachem Begin Heritage Center planteó en estas semanas una discusión sobre el tema de las diferencias entre los luchadores por la libertad y los terroristas. Y se hizo en el marco de los sesenta años del atentado terrorista contra el Hotel King David en Jerusalén, del que se cumplieron sesenta años. La diferencia entre este terrorismo y el de Hezbollah o Hamas, es que se trató de terrorismo “del movimiento rebelde hebreo”: el 22 de julio de 1946 la organización clandestina Itzel puso una bomba en el ala sur del hotel. Begin (primer ministro israelí entre 1977 y 1983) era uno de los terroristas e insistió toda su vida en relatar que, antes del estallido, avisaron a los británicos para que evacuaran. Esto no sucedió y murieron 91 personas: 28 ingleses, 41 árabes, 17 judíos y otros de distintas nacionalidades.

El historiador israelí Tom Segev escribió en el diario Haaretz sobre el Congreso: “Netanyahu [primer ministro israelí, 1996-2002] pronunció unas palabras. Dijo que la diferencia entre una operación terrorista y una acción militar legítima se manifiesta en que la intención terrorista es herir a civiles, mientras que los combatientes legítimos intentamos evitarlo. De acuerdo con esa teoría, el secuestro de un soldado israelí por una organización palestina es una operación militar y el bombardeo de Dresden, Hanoi, Haifa o Beirut es un crimen de guerra. Por supuesto, eso no es lo que Netanyahu quería decir. La única conclusión que sacó del atentado contra el hotel fue esta: que los árabes son malos y nosotros buenos”. “La verdad histórica es diferente —escribe Segev—. En los sesenta años transcurridos desde el atentado contra el Hotel King David, Israel ha herido a unos dos millones de civiles, incluidos los 750.000 que perdieron sus casas en 1948, otro cuarto de millón de palestinos obligados a abandonar Cisjordania en la Guerra de los Seis Días y cientos de miles de civiles egipcios expulsados de las ciudades situadas a lo largo del Canal de Suez durante la Guerra de Desgaste. Y ahora, decenas de miles de aldeanos libaneses se ven obligados a abandonar sus casas”.

Begin y otro futuro premier israelí, Isaac Shamir (ocupó el cargo dos veces, entre 1983 y 1984, y de nuevo entre 1986 y 1992), tuvieron como mentor ideológico a Vladimir Jabotinsky, que reinterpretó El Estado judío, el libro fundacional de Theodor Herzl, pero desde el fascismo. Mussolini consideró a Jabotinsky uno de los suyos, y sus milicias juveniles del grupo Betar vestían camisas pardas y estaban organizadas al estilo de los squadristi fascistas. Jabotinsky admiraba a Mussolini y aspiraba a copiarlo en Palestina: “¿Qué queremos? Queremos un imperio judío, al igual que Italia”, decía. Daniel Muchnik escribió en Mundo judío que Jabotinsky “buscaba el ideal de una sociedad monolítica, de hombres todos iguales y obedientes hasta la muerte, capaces de actuar al unísono”.

El sueño de Herzl, por cierto, era otro y aparece descripto con precisión por Andy Faur en el Boletín Informativo del Departamento de Hagshamá de la Organización Sionista Mundial: “Cuando Herzl pensó al Judenstaat [Estado Judío] —escribe Faur— lo pensó como una solución moderna a la cuestión judía en la que veía claramente a los rabinos y a los militares alejados y separados de las esferas políticas y del gobierno”. “Y aquí está el quid de la cuestión: ¿podemos seguir siendo en un futuro, cercano o lejano, un Estado judío y democrático como lo soñaron nuestros ancestros?”

Un repaso sobre la organización política y social israelí permite comenzar a responder esa pregunta.

The dream is over

“¿Debemos crear un Estado teocrático? No. La fe nos une, la ciencia nos hace un pueblo libre. En consecuencia, no dejaremos que nos gobierne la voluntad teocrática de nuestros dirigentes religiosos. Sabremos cómo encerrarlos en sus sinagogas, como soldados en sus cuarteles. No tomarán parte en los asuntos públicos para evitar problemas internos y externos.”

THEODORE HERZL

En Israel viven 6.800.000 personas, de las cuales:

Cinco millones trescientos mil son judíos (no nacidos en Israel 62%, nacidos en Europa/América/Oceanía 26%, nacidos en África 7%, nacidos en Asia 5%).

Un millón doscientos mil son árabes, drusos, beduinos, etcétera.

Trescientos mil son personas no reconocidas como judías, en su mayoría inmigrantes rusos.

Doscientos cincuenta mil son trabajadores extranjeros no judíos que viven como residentes.

Para decirlo de otro modo: ya en 2004 un tercio de la población israelí no es judía. El Estado, sin embargo, sostiene algunas características típicas de un Estado confesional. Aviad Hacohen, del Centro de Investigación sobre Religión, Sociedad y Estado de la Universidad Hebrea de Jerusalén, detalla algunas de esas intromisiones:

Las escuelas laicas incluyen la enseñanza obligatoria de textos y temas religiosos.

Es habitual ver en las carreteras anuncios “oficiales” (?) diciendo, por ejemplo, “Prepárate para la llegada del Mesías”.

No existe el casamiento civil. Los judíos no pueden casarse con los que no lo son y no pueden contraer matrimonio civil, sino sólo religioso. También por medio del culto se tramitará, eventualmente, el divorcio.

Hay libertad de culto y también libertad para no pertenecer a ningún culto, hecho que ha sido ratificado por el Tribunal Supremo en diversas oportunidades, pero sin embargo muchos israelíes no son libres para actuar de acuerdo con sus creencias poco o nada ortodoxas: la mayor parte observa la norma de la circuncisión (casi el 95%), los preceptos sobre alimentos, etc. No es extraño ver en los juegos deportivos a rabinos bendiciendo a los jugadores mientras rezan con ellos y sus seguidores.

Hay prohibición legal de importar alimentos que no sean kosher, de abrir comercios durante el shabat o de usar el transporte público en esos días. Las llamadas “leyes dietéticas de Kashrut” se observan en hoteles internacionales, restaurantes y hasta casas de comida rápida.

La radio pública comienza cada mañana su emisión con una plegaria y la televisión finaliza su programación con la lectura de textos religiosos.

La religión influye también en el escaso número de operaciones quirúrgicas y trasplantes, y del mismo modo los arqueólogos o empresas constructoras tienen dificultades cuando, azarosamente, dan con huesos humanos en una obra. Según la ley judía, los huesos deben ser enterrados de inmediato y la excavación, prohibirse.

En el ordenamiento judicial existen juzgados de primera y de segunda instancia, cámaras y Tribunal Supremo, y a la vez Tribunales Religiosos compuestos por entre uno y tres jueces, que tienen jurisdicción en asuntos de índole personal y sus derivaciones (lo que aquí sería derechos de familia): matrimonio, divorcio, juicios por alimentos, tutoría, adopción, herencia y juicios sucesorios, testamentos y temas relacionados con las conversiones. El tribunal rabínico tiene, entre otros, el poder de dar órdenes de embargo y de impedimentos. Las mujeres, que no pueden ser rabinos, tampoco pueden ser jueces de los tribunales rabínicos. También existe el Badatz (iniciales de bet din tzedek), el Tribunal de Justicia de la Congregación Ortodoxa de Jerusalén. El Badatz debate sobre temas monetarios y temas relativos al matrimonio.

La fuerza de la derecha, ultraderecha y partidos ultraortodoxos es cada vez mayor, y la sociedad civil parece ceder, impávida: sobre un padrón de casi cuatro millones de electores, los comicios de 2006 arrojaron las cifras de abstención electoral más altas de la historia del país: sólo un 27% de los israelíes votó en Tel Aviv, y en el resto del país lo hizo un 42%. El total de los escaños de la Knesset (similar al Parlamento; en Israel la elección del primer ministro es indirecta) es de 120; entre la derecha religiosa y la extrema derecha lograron 79.

Los Ayatollas de Israel

Con ese título Ehud Sprinzak, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, escribió el primer libro sobre la ultraderecha israelí, partiendo de una ingenua pregunta inicial: si fascistas y judíos son conceptos antitéticos o si, en algunos casos, pueden unirse. Entrevistado por el semanario uruguayo Brecha, el doctor en historia israelí Meir Margalit, coordinador en el Movimiento Israelí por los Derechos Humanos, afirmó sobre el punto: “Lamentablemente, y lo digo porque quiero a este país, Israel se ha convertido en un país racista. No se puede ser un país expansionista y anexionista y seguir siendo democrático, liberal y humanista. La derecha israelí deformó el espíritu de este país y en lugar de seguir el camino de los profetas nos convertimos en un país que segrega palestinos, los persigue, humilla, demuele casas y expropia territorios.

—¿Y cómo juega el actual gobierno israelí atribuyendo el estigma de antisemita a toda crítica a su política expansionista?

—El gobierno juega un papel manipulador para no asumir su responsabilidad por sus actos. Es más fácil acusar a los críticos de antisemitas que reconocer que algo muy serio está ocurriendo en los territorios conquistados.

Estos son los partidos de Dios de Israel:

Iahadut Hatorá: antisionista, en contra de los acuerdos de Oslo (de devolución de los territorios). Tiene cinco congresistas en la Knesset.

Mafdal, o Partido Religioso Nacional: a favor de la Gran Eretz Israel, un poco más pragmático y dispuesto a “salvar lo que se pueda” de los territorios. Ocho bancas.

Shas: partido ultraortodoxo sefardí. Diecisiete bancas en el congreso.

Unidad Judía por la Torah (Biblia): formado por grupos ashkenazi ultraortodoxos, representa a las instituciones educativas ultraortodoxas.

Unión Nacional: propone la “transferencia voluntaria” de los palestinos a Jordania, previo a la ocupación total de Cisjordania.

Israel Beitenu: “Israel es nuestra casa”. Tiene seguidores entre la línea dura de los inmigrantes rusos. Propone canjear partes de los territorios ocupados. Fundado por Avigdor Lieberman: ocho bancas, lidera un desprendimiento del Likud. Se opone a los acuerdos de Oslo.

Si la devolución de los territorios debe interpretarse como operación fundamental para cimentar la paz en la región, esta se encuentra cada vez más lejos.

Ya con anterioridad a la guerra no declarada que sacudió el último mes con bombardeos entre Israel y Hezbollah, hasta partidos de la derecha moderada se expresaban en términos que hacían retroceder veinte o treinta años cualquier negociación. El Likud, por ejemplo, rechazó la posibilidad de que la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén pueda ser devuelta a los palestinos. El sitio, bautizado por los judíos ortodoxos como el Monte del Templo, se convirtió en una especie de epicentro del nacionalismo judío. El pasado enero se reunieron allí 250 mil israelíes manifestándose contra la posible devolución de la Jerusalén árabe a los palestinos. El 10 de enero el rabino Marvin Hier (uno de los fundadores del Centro Simon Wiesenthal) afirmó en Los Angeles Times que “la piedra angular de nuestro retorno a Sion está basada en la vuelta a nuestras raíces bíblicas históricas. El lugar donde Abraham se encontró por primera vez con su Dios, el lugar donde Moisés prometió liderar a su pueblo y la colina donde Salomón construyó su templo majestuoso… Al abandonar el Monte del Templo estaríamos eliminando nuestro derecho a cualquier otra parte del Estado de Israel”. “La paz es una opción equivocada —escribió en el Jerusalem Post, en la misma semana, el columnista israelí Avigdor Haselkorn—. La política favorable a negociar socava la imagen de la fuerza de disuasión de Israel.” En su artículo, Haselkorn cita un documento del US Estrategic Air Command en el que se observa como “beneficioso” que “algunos elementos de la defensa nacional de Estados Unidos aparezcan como incontrolables”, y que “Estados Unidos sea visto como una potencia irracional y vengativa, en el caso de que sus intereses vitales sean atacados”.

Seth Lipsky, columnista del Wall Street Journal, escribía entonces una profecía cumplida: “Ariel Sharon considera que la guerra está ya sobre nosotros. La cuestión ahora es ver dónde se encuentra cada cual y cuánto tiempo durará”.

No se equivocó.

Estoy hecho de todos mis viajes y ahora, a los 56, todos se confunden en uno: la noche blanca en Oslo, el trago en el Oak Room del Plaza a la hora en la que Nueva York se tiñe de violeta, la ventana del Copacabana Palace, la camisa ensangrentada del turista entrando al Caracas Hilton, el auto que nos lleva en Moscú a una casa clandestina, la niebla en Bombay cruzada por sombras que se acercan a pequeñas fogatas, la caja de cereales Paul Newman en un departamento en Harlem, una cama en ningún hotel en la que no sé la hora, ni el país en el que estoy.

No creo en los géneros literarios, los géneros estarán en las tiendas literarias o serán, a lo sumo, un problema de los repositorios en los blockbuster. Hay que tener algo para decir, luego el fondo dictará la forma; eso podrá ser dicho en prosa, poesía, periodismo, teatro, televisión.

¿Cómo saber cuándo una nota es buena? Cuando la recordamos, y la única manera de recordarla es que diga algo, no cómo lo diga. Este libro recopila cuarenta y dos años de periodismo gráfico, pero es público que al menos la mitad de ese lapso hice programas de televisión y de radio, documentales y películas. Lo que sigue fue escrito y luego filmado para distribuirse con el periódico Perfil. El documental se llamó Malvinas, tan lejos tan cerca. Esta fue la nota que le dio origen.

EL MAR ES DE QUIEN LO SABE AMAR

Desde Malvinas

“—Supongo, señor, que después de nuestra toma de las Islas Malvinas su opinión sobre la literatura inglesa se habrá modificado…

—Sí. Ahora estoy en guerra con Shakespeare y con Sherlock Holmes, y he desafiado a duelo al Dr. Johnson y a De Quincey.”

“La Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine, las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar.”

JORGE LUIS BORGES, 1982

No hay ruidos. No hay absolutamente ningún ruido. Estoy en el salón de desayuno del Upland Goose Hotel, cuyas ventanas muestran la bahía interna y la calle principal de Puerto Argentino/Stanley, y el afuera parece una silenciosa proyección.

—No hay audio —dice alguien.

No hay ruidos. Pierdo la atención en mi taza de café y, cuando vuelvo los ojos a la ventana, veo un barco inmenso y gris fondeado a pocos metros. ¿En qué momento apareció? ¿De dónde vino? El cielo, la lengua de tierra entre las dos bahías, el agua profunda y azul siguen ahí, quietos y silenciosos. Bromeo: “Parece un chroma”, refiriéndome a esos paneles azules de la televisión en los que se proyectan fondos inventados.

—Esta es una mezcla de Truman Show con Gran Hermano.

A mi alrededor los ingleses desayunan con pasión, como si fuera la última comida de un condenado a muerte: salchichas, huevos fritos, porotos con salsa de tomate y té sin azúcar.

Un barco de ese porte en la bahía indica algo que se puede adivinar y algo que averiguaré después: el agua profundamente azul, espesa, que parece gelatina sin congelar debe ser muy profunda a pocos metros. Lo otro será ese día el tema central de los corrillos en el pueblo: el barco se encuentra ahí porque está arrestado. El buque se llama Jih Da Gan y es un pesquero con licencia taiwanesa. Es otro de los barcos factoría que cargan mano de obra esclava: a veces llevan presos cumpliendo condena, otras navegan olvidados de la mano de Dios que soportan azotes y falta de comida para poder enviar algún billete a casa. Hace dos días, doce marineros saltaron del Jih Da Gan al agua buscando la libertad. Tres murieron congelados y el resto, que se salvó de milagro, será repatriado. El gobierno de las islas decidió no levantar cargos contra el capitán del barco y menos aún contra la empresa que lo contrató, debido a que “no se encontró evidencia suficiente”. Pero el escándalo fue tal que no pudieron menos que detenerlo algunos días. El Jih Da Gan inmenso, gris y descascarado, flota en la bahía como testigo de cargo del lado oscuro de Stanley: los negocios de las pesqueras avalados por el gobierno local. Es miércoles y otros buques llegarán al puerto; desde el lunes que los gift shops se frotan las manos a la espera de tres cruceros. Al mediodía ya bajaron en el Jetty Centre (una especie de escollera) cerca de cinco mil personas. Cinco mil personas en una ciudad de dos mil ciento quince habitantes: matrimonios aburridos, chicas que buscan un dentista o un ingeniero, ancianos hartos de gastar dinero, sonrientes y mal dormidas parejas en luna de miel, la plaga de langosta vuela sobre las calles de una ciudad vacía. Llenan los dos restaurantes, los tres pubs y las seis o siete casas de regalos. Se sacan fotos cada diez metros y se llenan de souvenirs para llevar a casa; pingüinos de peluche, remeras con la bandera de las islas y todo tipo de merchandising que señale “Falkland Islands”, las islas aquellas, ¿te acordás?, en las que hubo una guerra.

Tras un manto de niebla

En nuestra imaginación las Malvinas son dos pequeñas islas perdidas en el sur. Nada más errado. Las Malvinas son grandes: 11.410 kilómetros cuadrados, la mitad de la provincia de Tucumán. Hay varios países más pequeños que Malvinas: Puerto Rico, Líbano, Jamaica, Chipre, Gambia. En esta soledad inmensa, silenciosa y vacía no hay dos islas, sino doscientas, contando los islotes. El 60% de los habitantes aquí tiene entre 25 y 60 años y —además de los ingleses, claro— la segunda y la tercera minorías de inmigrantes están representadas por los santa helenos y los chilenos. Santa Helena es otra colonia británica, a mil kilómetros de la costa de Angola, vecina a la Isla de Ascensión, tradicional punto de reabastecimiento de combustible para los aviones durante la guerra y después. Hay 427 naturales de St. Helenian y 157 chilenos que se dedican al trabajo que los británicos rechazan. Según el censo de 2006, más de la mitad de los isleños tiene computadora y el 40% conexión rápida a internet, seis de cada diez tienen teléfono celular, siete ven películas en su DVD player y el 80% de la población tiene alarmas contra el cigarrillo. Casi nueve de cada diez vehículos son camionetas todoterreno, obviamente Land Rover, y el ingreso promedio de la población oscila entre las 12.000 y 14.000 libras al año (23.571 y 27.499 dólares o, si se prefiere, 73.052 y 85.226 pesos argentinos cada doce meses). Se calcula, por otro lado, que la cuenca de Malvinas tiene una reserva de petróleo (tema sobre el que volveremos más adelante) de 2.400 millones de barriles, lo que significa cerca de 13 años de consumo mundial. El 46% de la tierra está en manos del logotipo más popular de Stanley: FIC (Falkland Island Company), los dueños de casi todo. FIC posee Darwin Shipping LTD (una compañía naviera que cubre servicios regulares entre Malvinas y el Reino Unido), The Capstan Gift y Fleetwing Shop (dos tiendas de souvenirs regionales), el Upland Goose Hotel (uno de los dos hoteles de la ciudad que alojó después de la guerra a Margaret Thatcher), The West Store (el más grande de los dos supermercados), Automotive (una empresa de alquiler de autos), Flight & Insurance Office (renta de taxis aéreos y aseguradora), Homecare (Servicio de Internación Domiciliaria) y Warehouse (Depósitos), algunas empresas pesqueras y Desire Petroleum, que explora en la plataforma submarina. El consejero legislativo de las islas, Mike Summers (uno de los ocho counselors, que ya lleva tres reelecciones y doce años en su cargo), es uno de los accionistas de la FIC.

Summers se sentó en uno de los extremos de la mesa de reuniones y su rostro quedó exactamente alineado en diagonal con el retrato de la Reina Isabel II, quien en verdad debe llamarse “Reina y Jefa de Estado del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Antigua y Barbuda, Australia, Bahamas, Barbados, Belice, Canadá, Granada, Jamaica, Nueva Zelanda, Papúa, Nueva Guinea, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Islas Salomón y Tuvalu”, esto es, de los Reinos de la Commonwealth. La reina, desde su retrato, se ríe. Ella sabrá por qué.

Summers, exhibiendo otra comprensible sonrisa profesional, extendió su versión del “contexto histórico” de Malvinas: una especie de folleto con algunas fechas en orden cronológico.

1592: primer avistamiento.

1840: establecimiento de granjas.

1982: invasión argentina.

1986: introducción del régimen de pesca.

1996: comienzo de la exploración petrolera.

2006: nuevo régimen de pesca.

2007: descubrimiento de petróleo. ¿Boom económico?

Es evidente que Summers es un tipo optimista, aunque preocupado:

—En este momento no sentimos una amenaza militar de la Argentina sino claramente una amenaza económica. La política argentina ha decidido obstaculizar tanto los vuelos como otras cuestiones en torno a los hidrocarburos y la cooperación científica en el área. En este momento se están discutiendo las leyes de pesca. [N. del A.: precisamente, en ese momento un enviado inglés discutía la cuestión pesquera en Buenos Aires, trasladando la preocupación del gobierno de las islas por lo que será en unos días una realidad: la sanción de una ley que prohíbe a las empresas de las islas pescar dentro del Mar Argentino, bajo pena de cancelar sus permisos en nuestro país.] El tratado de cooperación firmado en 1999 retrocede cada vez más —insistió Summers— y esto traerá más falta de confianza en el futuro. La estrategia de Kirchner es irracional: si lo que quiere es ponerse difícil pensando que por socavar la economía de las islas vamos a ir hacia ellos, debe estar soñando.

—He must be dreaming —dijo Summers—. Sería mucho mejor si la política argentina fuera más democrática. Por su modo de gobernar, Kirchner parece un dictador electo.

En Malvinas no hay oposición ni partidos políticos. Un dato inequívoco para considerar a las islas como nuestro territorio es que hay reelección indefinida y, como dijimos, la política baila al vaivén de los negocios locales. El voto no es obligatorio, aunque cerca de un 80% de la población concurre a las urnas cada cuatro años. El gobierno isleño es extremadamente susceptible a la crítica y, como se verá más adelante, una sola expresión negativa puede ser causal de despido en un empleo estatal. Los medios favorecen ese monopolio oficial del silencio: el único canal de televisión depende de la base militar (su sigla es BFBS —British Forces Broadcasting System—) y se dedica a emitir ejercicios militares, escenas de la vida cotidiana en la base de Mount Pleasant y series de la cadena Fox. Hay también una única radio militar y una pequeña FM con música de Santa Helena. Hace poco la BBC anunció la suspensión de sus servicios en la isla, que funcionaban desde 1944. Calling the Falklands salía al aire dos veces por semana, y el último programa del ciclo se emitió el pasado 31 de marzo luego de un comunicado de la BBC justificando el cese del envío por “motivos puramente económicos”, ya que el recorte en sus emisiones servirá para ayudar a financiar su nuevo servicio en árabe. El silencio en las islas va más allá de cualquier metáfora y colabora para que nada cambie. Las noticias que importan, como siempre sucede en los pequeños pueblos, circulan de todos modos. Todos aquí saben del buque taiwanés y los muertos en el agua, y del abandono del cementerio argentino de Darwin, cuya denuncia pasó a convertirse en polémica después de nuestro envío en la edición anterior de Perfil. Al inexacto comunicado de Aeropuertos 2000 del que dimos cuenta en dicha nota se sumó una protesta de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas en la que se habla del óptimo estado del cementerio. Para ayudar a esclarecer el asunto, publicamos en estas páginas fotografías del antes y el después: el cementerio de Darwin mientras fui cuidado por los ingleses y el actual, con las cruces despintadas, el pasto raleado y bosta de oveja entre las tumbas. Pero lo más curioso no fue la reacción de algunos familiares sino el escándalo que la nota anterior desató en los despachos de la Cancillería, donde se llegó a sostener que esta cobertura forma parte de un plan inglés para sacar las tumbas de los argentinos de las islas. Es obvio que la vida confortable de los diplomáticos argentinos favorece su imaginación febril: el estado de abandono del cementerio de Darwin ha sido denunciado por ex combatientes entrevistados por nuestro equipo en las islas, por soldados ingleses, por miembros del gobierno local, por periodistas e historiadores argentinos y por visitantes de Darwin, de modo que si todo esto se trata de un complot, es al menos bastante numeroso. Aunque, para ser sincero, debo confesar que sí, que en efecto mis vínculos con Inglaterra son tales que llegan incluso a la vida personal, a través de la familia de mi esposa, cuyos ancestros directos en el Imperio llegan a un tal Donald Oliniant, en 1242. De modo que hace unos cuantos años que venimos recibiendo un cheque de la isla.

El pasado, presente

Hay, en este sitio, una verdad que se piensa con los labios cerrados: nada pudo servirle más a Malvinas que la guerra de 1982; después del conflicto, Puerto Argentino/Stanley creció como nunca antes, acogió mayor población, duplicó sus viviendas, comenzó a distribuir cartas para el juego de la explotación pesquera, se ilusionó con el petróleo y se transformó en una corporación reluciente. Los ocho miembros del CECIM (Centro de Ex Combatientes de La Plata) que viajaron en estos días a las islas coinciden en una teoría que, a estar de los acontecimientos posteriores a 1982, causa cierto escalofrío: ¿y si fueron los mismos ingleses quienes desinformaron a Galtieri para volver a tener control total sobre las islas y hacer retroceder cualquier negociación? La hipótesis, debe entenderse, no coloca a Galtieri como agente inglés, sino como idiota útil. De hecho, nunca como en el verano de 1982 se estuvo tan cerca de recuperar las islas.

Las gestiones llevadas a cabo entonces por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ross, quedaron sepultadas por el conflicto bélico, y casi nadie recuerda que a fines de febrero de aquel año se había logrado incluir en las discusiones con Inglaterra, por primera vez, el tema de la soberanía. El pasado 1 de abril, en La Nación, el embajador Carlos Ortiz de Rosas lo dijo sin dudar: “Sin guerra, ya serían nuestras las Malvinas”. Ortiz de Rosas, entrevistado por Carmen María Ramos, recuerda incluso una etapa anterior, la de la llamada “política de comunicaciones”, a partir de un acuerdo bilateral firmado en 1971. Henry Hohler, subsecretario de la Foreign Office, le dijo entonces que “las islas habían dejado de tener el valor estratégico que habían tenido para la Marina británica en las dos guerras mundiales”. El acuerdo de comunicaciones incluyó becas para que los hijos de los isleños estudiaran en colegios ingleses de Argentina, y la construcción de una pista de aterrizaje operada por LADE. En 1974 la embajada británica en Buenos Aires le propuso al gobierno argentino un condominio en las Malvinas, con el español e inglés como idiomas oficiales, doble nacionalidad de los isleños y supresión de los pasaportes; los gobernadores de las islas serían nombrados alternativamente por la reina y por el presidente argentino, y las dos banderas podrían flamear en las islas. “Perón, inteligentísimo —señala Ortiz de Rosas—, le dio instrucciones a Vignes, su canciller, quien me dio una fotocopia de ese acuerdo. Le dijo: ‘Vignes, esto hay que aceptarlo de inmediato, una vez que pongamos el pie en las Malvinas no nos saca nadie y poco después vamos a tener la soberanía plena’. Pero el diablo metió la cola y dos semanas después murió Perón. Cuando el canciller insistió con la viuda, Isabel le dijo: ‘No tengo la fuerza política del general para venderle esto a la opinión pública’.”

Según recuerdan Andrés Cisneros y Carlos Escudé en su interesante Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, tomo XII, capítulo 57, en un documento presentado por el secretario Owen en la primera ronda de negociaciones de Roma, en 1977, los ingleses sostenían que “las islas eran militarmente indefendibles salvo que se hiciera un costoso, enorme e inaceptable desvío de recursos”. Luego del triunfo electoral de Thatcher en 1979, Nicholas Ridley fue nombrado subsecretario de la Foreign and Commonwealth Office. Entre el 22 y el 29 de noviembre de 1980 Ridley viajó a Malvinas y mantuvo una reunión con trescientos isleños en el Town Hall.

—No se puede mantener una negociación si ninguna de las partes está preparada para algunas concesiones —expresó Ridley en una conferencia de prensa posterior—. Puedes sentarte a una mesa y recorrer el terreno una y otra vez, y yo estoy preparado para eso, pero al final no se llega a un acuerdo. No se puede hacer un acuerdo a menos que ambas partes hagan concesiones. La naturaleza humana es tal que no puede hacerse esto eternamente.

Ridley presentó entonces a su auditorio una lista con cuatro alternativas:

Fórmula de arrendamiento.

Satisfacer la totalidad de las demandas argentinas y transferir la soberanía.

Congelar totalmente el tema de la soberanía por un período de 25 años.

Rechazar de plano cualquier discusión sobre la soberanía.

Al terminar su exposición, Ridley señaló que la primera opción era la preferida por el gobierno inglés. Los miembros del Falkland Island Committee, el lobby de las islas, hicieron sonar su protesta en Londres, y el 26 de noviembre el Timespublicó un artículo de portada que señalaba: “Gran Bretaña sugiere que la soberanía de las Islas Falkland sea transferida a la Argentina”.

Bennys, gays y armas de guerra

—Yo soy benny —me dice un chico de unos quince años que escupe al piso mientras masca chicle, y jamás mira a los ojos—. Y estoy orgulloso de serlo.

Entrevistamos a cuatro o cinco chicos que encontramos aburriéndose en una plaza: nos cuentan por enésima vez que es imposible que les sirvan alcohol en un pub, y las penas son tremendas. Dice, claro, que igual se consigue, pero que drogas no, a veces algo de hash, pero ninguna otra cosa. Uno del grupo anoche estuvo preso. Aquí no hay diarios —sino un periódico semanal, el Penguin— y la radio jamás habla de esos temas, pero por la mañana toda el pueblo lo sabía.

—¿Cómo la pasaste? —le preguntaban socarronamente quienes se lo cruzaban por la calle.

Este complejo de Gran Hermano se extiende a los únicos tres pubs: en ellos hay “listas negras” de quienes no pueden tomar cerveza. Las listas se renuevan cada semana y la prohibición se cumple a rajatabla. El único detenido de la isla está en una celda de la comisaría por haber manejado en estado de ebriedad y sin registro: cumplirá ahí adentro tres meses. En Puerto Argentino/Stanley hay dos bandas de rock: una llamada Fighting Pigs (Los Cerdos Peleadores), liderada por el jefe de policía; tipos de unos cincuenta años que tocan covers y cobran cuatro pounds la entrada en el club Trough (Bebedero) una vez al mes. La otra está formada por isleños de treinta y se llama Sluts with Nuts (Putas con Pelotas). No hay putas en el pueblo:

—Sólo un par de chicas que lo hacen con todo el mundo, pero por placer.

Se me ocurre entonces preguntarles cómo hacen los dos mil soldados de la base, y los chicos se tientan de risa:

—Ellos necesitarían taxi boys —dice uno.

Y empiezan un extenso relato que luego podré corroborar con algunos mozos y personal de mantenimiento de la MPA (Mount Pleasant Airport, así llaman a la base): tienen un alto porcentaje de gays por metro cuadrado.

—¡Se ponen tanga! —grita uno de los chicos, imitándolos mientras mueve el culo.

—¡Y bailan vestidos de mujer! —agrega otro.

Yo me imagino a un sargento con los labios pintados y un corpiño que apenas asoma entre la camisa verde oliva, bailando un lento con otro oficial.

—Prefiero ser benny —dice el primero.

Benny. Finalmente lo explican: así bautizaron los soldados a los isleños, apenas llegaron después de la guerra. Los veían idiotas, y lentos, y torpes, y les pusieron “bennys”, por Benny Hill.

—A partir de este momento está prohibido, por razones de seguridad, tomar fotografías —dice la voz profesional de la azafata de Lan Chile.

El avión sobrevuela el espacio aéreo de la base militar, a unos cuarenta kilómetros de Stanley. Ese es el aeropuerto donde opera el único vuelo semanal, de sábado a sábado. Allí los militares sellan el pasaporte de los visitantes —también de los argentinos— y advierten que hay aún, en la isla, 18.000 minas antipersonales que nunca fueron desactivadas. La base es inmensa y hermética: allí funciona el único cine de las islas, al que los isleños pueden acceder si llevan su correspondiente identificación (ID). Allí hay también una pequeña disco, un supermercado, un bar y restaurante y barracas divididas escrupulosamente por cargo y nacionalidad.

—Nadie se sienta a la mesa de los chilenos —me dice una chica que atiende la barra del hotel y que trabajó en la MPA algunos meses.

Nadie brinda información alguna sobre los soldados ni sobre el armamento, y un par de isleños nos advierten que siendo argentinos lo mejor es ni tratar de ingresar ahí.

La secretísima base está manejada por el capitán N. J. Watson MSc RAF, casado con una maestra, Diane, y con tres hijos en la universidad. Watson toca el saxo y estudia literatura española. El brigadier Nick R. Davies MBE MC es el otro oficial al mando. Davies es pelado, lleva bigotes, tiene dos hijos pequeños y se interesa por la historia y la pintura.

La MPA posee cuatro aviones Tornado F3 para ataque aéreo, un avión VC10 para reabastecimiento y transporte, un Hércules C 130K C3, dos helicópteros Sea King HAR3, el destructor HMS Edinburgh con capacidad antiaérea, el buqueHMS Dumbarton Castle utilizado para protección de los pesqueros y también como patrulla, el buque cisterna RFA Gold Rover y un Rapier Field Standard C (FSC) preparado para disparar hasta ocho misiles de defensa antiaérea.

La quimera del oro

Phyl Rendell es igual a Glenn Close en Atracción fatal, pero no sale de la bañadera con un cuchillo ni mató a ningún conejo. Al menos, eso creo. Phyl es la directora del Departamento de Recursos Minerales de Malvinas y tiene en un escritorio, como un trofeo, una mínima gota de petróleo encerrada en un cubo de acrílico. Es una gota de petróleo de Malvinas.

—Con una sola gota y tan optimista —le digo en tono de broma.

—Por supuesto —responde—. Si no sos optimista, no vale la pena vivir.

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