(1993) Las claves del Nuevo Orden Mundial | George Bush

(1993) Las claves del Nuevo Orden Mundial | George Bush

(HavHas)


Las claves del Nuevo Orden Mundial

George Bush


El Mundo (diario de España) | OPINIÓN | jueves 12 de agosto de 1993, página 4


Muchos jóvenes son actualmente muy pesimistas. Veo en la televisión y en los periódicos mucha "oscuridad funesta". Sin embargo, esos mismos jóvenes crecen en una época que tendría que caracterizarse por un tremendo optimismo. Generaciones anteriores a ellos han visto a los soviéticos bloquear Berlín, la crisis de los misiles de Cuba nos llevó al borde de la destrucción nuclear, los carros de combate entraron en Praga y la guerra de Vietnam se cobró un elevado precio en vidas humanas. La nueva generación de hoy ha sido testigo de la caída del Telón de Acero, de la reunificación de Alemania y del final de la carrera armamentista. En la Europa oriental está floreciendo la libertad política y económica, en Sudáfrica está terminando el apartheid y -a excepción de la solitaria resistencia de La Habana- la democracia impera ya en las Américas. Así pues, grandes esperanzas y nuevas libertades aguardan a nuestros jóvenes, a quienes el pesimismo no debería ensombrecer hasta el punto de cegarlos a las oportunidades que tienen delante.


FIN DE LA AMENAZA NUCLEAR


Ante la confusión que presenciamos ahora en determinadas zonas, perdemos de vista la imagen más amplia. Me enorgullezco muchísimo de haber negociado con Boris Yeltsin la eliminación de todos los misiles ICBM y una tremenda reducción de las demás armas nucleares. Esto supone un gran paso adelante desde la época en que se enseñaba a los niños de Europa y Estados Unidos a esconderse bajo los pupitres para reducir los horrores de la devastación nuclear. Este horizonte de un mundo mejor comenzó a emerger paulatinamente a medida que los Estados Unidos y los soviéticos dejamos de estar en bandos opuestos -el primer ejemplo fue el comienzo del Escudo del Desierto- en lo que se convirtió en el esbozo de las líneas generales del Nuevo Orden Mundial. Ese orden mundial sigue evolucionando en estos momentos y queda definido por estas características: más democracia en el mundo, más libertad económica y más crecimiento y prosperidad para todos, sobre todo en el Tercer Mundo. Crecimiento económico y oportunidades, más libertad y democracia. Estos son los jalones de ese mundo mejor que todos buscamos. Sin embargo, el que exista un mundo así depende de que exista un liderazgo fuerte y comprometido, sin indecisiones, derivaciones ni demoras. No es posible tener progreso ni prosperidad entre el caos. Siempre he creído -y sigo convencido de ello- que los Estados Unidos ostentan un mandato de responsabilidad. Ahora más que nunca, corresponde a los Estados Unidos la responsabilidad -el destino- de ser líderes del mundo. Este liderazgo adopta distintas formas. Quizá recuerden ustedes que, cuando cayó el Muro de Berlín, mis oponentes políticos criticaron mucho mi comedida reacción. Recuerdo que un líder del Senado dijo que yo debería volar de inmediato a Berlín. Quizá ese viaje hubiese dado buena imagen en la televisión de mi país, pero en el extranjero habría sido un desastre. Cuando cayó el Muro, mis primeras preguntas fueron qué harían los soviéticos y si se quedarían al margen contemplando como la RDA abandonaba el redil, y si la OTAN aceptaría una Alemania libre. Desde mi punto de vista, no era el momento adecuado para correr hacia el Muro y celebrarlo... Era hora de ponerse a trabajar. El canciller Kohl quería avanzar rápidamente y reunificar Alemania en menos de un año. Y tenía razón al considerar que teníamos que avanzar más aprisa que los soviéticos de la línea dura. Ahora sabemos por lo que nos dice Eduard Shevardnadze, que, en efecto, Mijail Gorbachov luchaba contra un contingente de la línea dura deseoso de ir hasta el final para defender la órbita soviética. Por eso yo no declaré públicamente que había terminado la guerra fría hasta el 3 de octubre de 1990, el día en que Alemania quedó definitivamente reunificada. Por cierto, al presidente Gorbachov le da todavía mucha rabia oír a algún occidental decir que "hemos ganado la guerra fría". Decir cosas así, al igual que desplazarme yo personalmente al Muro, habría sido excedernos en nuestro papel. No es lo mismo el liderazgo en medio de rápidos cambios que el refocilarse en medio de unos tenues equilibrios. Ya sé que el liderazgo estadounidense tuvo su importancia durante aquellos difíciles días. Ninguna otra entidad ni organización posee los recursos, el respeto y el alcance necesarios para llegar a todos los rincones del mundo. No estoy pidiendo una nueva unilateralidad sino, antes bien, una multilateralidad eficaz capaz de llevar a la acción a la comunidad internacional, con el respaldo de la autoridad y el liderazgo moral de las Naciones Unidas. En la Tormenta del Desierto hicimos precisamente eso y esa coalición histórica no habría sido posible si no hubiéramos manejado el final de la guerra fría del modo en que lo hicimos. Libramos mejor batalla en el Golfo porque habíamos establecido las bases diplomáticas que conducían a una mejor cooperación -bajo el liderazgo de los Estados Unidos- en todo el mundo. Permítanme explicarme. Examinemos los dos vetos que solían aplicarse por aquel entonces en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: el soviético y el chino. Si hubiéramos saltado por encima del presidente Gorbachov apoyando únicamente a Boris Yeltsin al principio -era otra idea promovida por algunos políticos de Washington-, el presidente Gorbachov jamás le habría hecho saber a Sadam, que entonces era aliado de los soviéticos, que no contaba con su apoyo. De igual modo, si no hubiésemos atinado la decisión sobre la situación del MFN después de los acontecimientos que tuvieron lugar en 1989 en la plaza de Tiananmen -dando un portazo al régimen comunista de allí-, posteriormente se nos habría vetado para resarcirse. También se me criticó mucho aquella decisión, que se calificó de "insensible" a los derechos humanos. Pero a la larga, sé, con toda certeza, basada en mi experiencia personal, que en estos momentos hay en China, más derechos individuales y libertades que hace dieciocho años, cuando Barbara y yo vivíamos en Pekín. Para las Naciones Unidas, esos dos vetos habrían significado el punto muerto y la inactividad. Y ello habría dado luz verde para que se produjesen agresiones no provocadas en todo el mundo. Para que sea eficaz, esta nueva multilateralidad ha de fundamentarse en una política de liderazgo productivo. Esto quiere decir que no puede uno ponerles el ojo morado a los soviéticos y a los chinos y esperar que luego te estrechen la mano.


PERSIGUIENDO A SADAM


A veces, formar coaliciones supone tener que hablar con personas muy polémicas o con gobiernos con los que se tienen relaciones muy tensas. Recuerdo que, en el punto culminante del Escudo del Desierto, fui a Ginebra a reunirme con el presidente Assad, de Siria, dirigente de un país al que habíamos acusado de fomentar el terrorismo. Pero su apoyo era crucial si deseábamos presentar un frente unido a la hora de señalar a Sadam como delincuente internacional. Esto significa también que hay que atenerse a lo acordado. Si hubiésemos ido más allá del mandato de las Naciones Unidas y hubiésemos avanzado hacia Bagdad después de aquel último día de carnicería en la autopista de Basora, estoy convencido de que seguiríamos allí, librando una interminable guerra de guerrillas, persiguiendo a Sadam de un escondrijo a otro, con nuestros hijos e hijas peleando en las calles de Bagdad. Y estoy convencido de que la coalición se habría roto, puesto que el mundo árabe bien pudiera haberse vuelto contra Estados Unidos y sus aliados en un alarde de unidad. En cambio, debido a la Tormenta del Desierto, los antiguos enemigos de Oriente Medio se sentaron a una misma mesa para hablar de paz por primera vez desde hacía siglos. Esos históricos acuerdos de paz tuvieron lugar aquí mismo, en Madrid. Jamás olvidaré el momento en que entré en la sala de reuniones con Mijail Gorbachov. Cuando la comunidad internacional actúa de común acuerdo, cada prueba tiene su importancia. Existe una antigua máxima que dice que la debilidad invita a la agresión. Es cierto: los fracasos iniciales por parte de la comunidad internacional animarían a los déspotas, invasores y terroristas de estado de todo el mundo. Cuando estos rufianes amenazan la paz, las premisas de un liderazgo estadounidense fuerte se basan en principios que antes se denominaban "disuasión", "contención", y "respuesta flexible". Puede que haya desaparecido el contexto que tenían esas palabras durante la Guerra Fría pero su significado sigue siendo muy válido. Desde que terminó la Guerra Fría nos hemos enfrentado a muchas pruebas. En mi calidad de comandante en jefe, me vi implicado en dos situaciones concretas que hacen ahora al caso. La primera es la guerra de Bosnia. Todos conocemos la frustración internacional que causa el querer "hacer algo, lo que sea" para ayudar a los pobres inocentes que son víctimas de terribles violaciones de los derechos humanos. Cuando llegaron las primeras noticias, nuestro equipo militar -muchos de cuyos integrantes lucharon triunfalmente en la Tormenta del Desierto- me informó sobre las opciones que teníamos. Con mapas y fotografías de ese territorio accidentado y boscoso me demostraron que haría falta desplegar sobre el terreno al menos un cuarto de millón de soldados estadounidenses. Y eso sólo para mantener abiertas las líneas de avituallamiento. Muchas personas independientes nos han instado a utilizar la fuerza para llevar, de algún modo, la paz a ese país turbado, generalmente para demostrar su solidaridad con el pueblo de Bosnia, tengo entendido. Sin embargo, estaba claro que resultaba fácil entrar, pero ya no estaba tan claro cómo íbamos a salir. En aquel momento optamos por la única alternativa viable que se nos presentaba: condenar las acciones de los serbios de Bosnia e imponerles sanciones, llevar ayudas humanitarias y buscar la manera de sentar a una misma mesa a las facciones enfrentadas. Recurrir al empleo de la fuerza es siempre una decisión que cuesta tomar, aunque, en ocasiones, resulta todavía más difícil no utilizar la fuerza. Para que la fuerza sea creíble, sólo debe amenazarse con ella cuando se está dispuesto a utilizarla. Permítaseme comentar aquí que, tanto en la crisis del Golfo como en Somalia, hemos trabajado en estrecha unión con los líderes musulmanes. Ya sé lo difícil que resulta la cuestión bosnia para los musulmanes de todo el mundo. Pero tanto en el Golfo como en Somalia, hemos demostrado al mundo árabe que estábamos dispuestos a luchar para proteger las vidas musulmanas. He tenido presente esa fórmula para el empleo de la fuerza durante la Tormenta del Desierto, en Panamá e incluso en Somalia, que es la segunda "prueba" de la que quisiera hablar. En Somalia, ningún país contaba con la capacidad militar y logística para restaurar el orden rápidamente y poner fin al hambre, salvo Estados Unidos. Coincidimos en que teníamos una misión claramente definida, en que teníamos las fuerzas necesarias para conseguirlo y la capacidad necesaria para terminar el trabajo. Se ha usado la fuerza adecuadamente, puesto que la definición del "éxito" era, en este caso, al igual que en Kuwait o Panamá, muy distinta que en Bosnia. Por eso tomamos la iniciativa, formamos una coalición internacional que entrase allí con nosotros en colaboración con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reabrimos las rutas de abastecimiento y suprimimos el desorden reinante de manera que pudiesen llevarse ayudas humanitarias a las personas que morían de hambre. Esto se hizo entendiéndose que, después de la operación inicial de ayuda, las fuerzas estadounidenses serían sustituidas por otros contingentes de las Naciones Unidas. La situación se ha vuelto más compleja desde que dejamos el cargo. Los ataques efectuados por el general Aidid contra las fuerzas pacificadoras han ocasionado que las fuerzas de las Naciones Unidas efectúen acciones ofensivas y que las fuerzas estadounidenses luchen al mando de las Naciones Unidas, sentándose un nuevo precedente en ambos casos. Sin embargo, los Estados Unidos pueden sentirse orgullosos del papel que han representado en la Operación Devolver la Esperanza.


LAS ELECCIONES USA


Aunque el que se me viese como un "presidente de la política exterior" no me resultó demasiado útil el pasado mes de noviembre, estoy convencido de que obramos bien al mantener nuestro compromiso y actuar como guías. Me enorgullezco de lo que conseguimos hacer en una época tan importante de la historia. Y, como ya he dicho antes, no es posible dar marcha atrás ni discutir que el mundo está mucho, mucho mejor al haber puesto fin a la Guerra Fría. Por mi parte, confío en que los jueces de la historia se porten mejor conmigo que el jurado de 1992. En esta época de "cambios", ha sido enormemente gratificante ser el líder de la nación más libre de la Tierra.


Extracto de la conferencia pronunciada ayer por el ex presidente estadounidense en El Escorial. Traducción J. A. Torres Almodóvar.



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