12 reglas para vivir

12 reglas para vivir


Agradecimientos

Página 28 de 31

AGRADECIMIENTOS

Mientras escribía este libro pasé por una época cuando menos tumultuosa. Sin embargo, gracias a Dios, contaba a mi alrededor con un buen número de personas responsables, competentes y dignas de confianza. Querría dar las gracias ante todo a mi mujer, Tammy, mi gran y buena amiga durante casi cincuenta años. Ha sido todo un pilar de honestidad, estabilidad, apoyo, ayuda práctica, organización y paciencia durante los años en los que escribí este libro, un proceso que continuó en cualquier situación, a través de todo lo que nos ha ocurrido, por urgente o importante que haya sido. Mi hija Mikhaila y mi hijo Julian, así como mis padres, Walter y Beverley, también estuvieron ahí a mi lado, prestando su cuidadosa atención, hablando conmigo acerca de los asuntos más complicados y ayudándome a organizar mis pensamientos, mis palabras y mis acciones. Lo mismo que mi cuñado, Jim Keller, el gran genio creador de chips de ordenadores, y mi hermana Bonnie, fiable e intrépida como siempre. La amistad de Wodek Szemberg y Estera Bekier me ha sido inestimable en muchos sentidos durante muchos años, así como el sutil y discreto apoyo del profesor William Cunningham. La amistad y el calor que tanto el doctor Norman Doidge como su mujer Karen me han dispensado de forma continua ha sido algo que toda mi familia ha agradecido enormemente. Fue un placer colaborar con Craig Pyette, mi editor de Random House Canadá. Su minuciosidad y su habilidad para frenar de forma diplomática los excesivos arranques de pasión (y en ocasiones de irritación) en mis muy numerosos borradores han hecho posible un libro mucho más comedido y equilibrado.

Gregg Hurwirtz, novelista, guionista y amigo, utilizó en su superventas Huérfano X muchas de mis reglas para vivir bastante antes de que este libro se escribiera, lo que fue un gran halago, así como un indicio de su valor potencial y de su interés general. Gregg también se ofreció voluntario como editor dedicado, riguroso, perversamente incisivo y cómicamente cínico, y ejerció de comentarista mientras yo escribía y revisaba. Me ayudó a suprimir palabrería innecesaria (o al menos parte de ella) y a no salirme del hilo narrativo. Gregg también me recomendó a Ethan Van Sciver, quien realizó las bonitas ilustraciones que encabezan cada capítulo, y quiero agradecérselo, así como quitarme el sombrero ante el mismo Ethan, cuyos dibujos añaden un toque necesario de ligereza, extravagancia y calor a lo que de otro modo habría sido un volumen demasiado oscuro y dramático.

Por último, quiero darles las gracias a Sally Harding, mi agente, y a las estupendas personas con las que trabaja en CookeMcDermid. Sin Sally, este libro nunca se habría escrito.

Ir a la siguiente página

Report Page