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Ana lleva tres horas en Garath y decide que es momento de dejarlo y almorzar. Desde que recuperaron el servicio de internet, cuatro días atrás, ha estado conectada casi sin interrupción. Pero ya no es lo mismo. Durante su ausencia, el grupo parece haberse disuelto, y si bien se los ha cruzado a todos en algún momento, ya nadie arma encuentros ni promueve misiones conjuntas.

Estuvo, sin embargo, una noche entera con Luc. A solas. En fin, es una manera de verlo, piensa ahora con cierta amargura: a solas contra cientos de horrorosas bestias. Es que se lanzaron juntos a la conquista del planeta Quarc. Fue divertido y al mismo tiempo, Ana no puede dejar de reconocerlo, una desilusión.

Está empezando a aceptar lo que siempre supo: que nunca va a pasar nada con Luc. Pero no podía dejar de intentarlo. Aquella noche, entre disparos de láser y flechas envenenadas, él volvió a desplegar sus encantos. La voz cálida, casi un susurro en sus oídos, esa forma de hablarle («Ishara, bonita, están por matarte, cuidado con esa bestia, mi vida»), esa suerte de ternura disfrazada de ironía, esa risa sedosa. Ana sintió que era su oportunidad y dejó caer un par de insinuaciones bastante evidentes sobre encuentros en la vida real. Era fácil para él recoger alguna y hacer una cita, pero no, las esquivó con firmeza y elegancia.

Le dolió, por supuesto. Aún ahora, una parte de ella sigue esperando algo, un contacto, un mensaje. Pero la otra parte, la que tiene los pies en la Tierra y la cabeza lejos de Quarc, le dice que no, que nunca va a suceder. A veces odia a su parte sensata.

Fast forward de seis meses. Ana se aburre de Garath, ya nunca se encuentra con sus amigos. Prueba otros mundos virtuales, pero no llega a entusiasmarse. Al cabo de un tiempo, los abandona a todos. Nunca sabrá quién era Luc.

Son las tres de la tarde. Después de almorzar, Ana se despereza plácidamente junto a la ventana. Es un lindo día, quizá debería vestirse y hacer algo. Desde que terminó el trabajo en la tienda siente un extraño vacío. No es que tenga ganas de trabajar, pero los días se deslizan lentamente, cada uno de ellos demasiado parecido al anterior.

Podría responder el mensaje de Mateo, piensa. La invitó a salir esa noche, para escuchar a una banda. ¿Quiere ir? No lo sabe. Nuevamente, se siente dividida. En parte quiere: la pasan bien juntos. Pero percibe que él está interesado en ella, interesado de verdad, y la intensidad de ese interés la agobia. A Mateo le falta lo que a Luc le sobra, se dice: encanto, seducción, o como sea que se llame eso que vuelve a una persona atractiva. Pero no es que esté mal. En realidad, no está nada mal.

Siente que está harta de dudar y llama.

—Anita —él responde el celular enseguida—. Qué bueno escucharte, estaba pensando en vos.

Ella se ríe, vagamente incómoda.

—¿Qué hacías?

—Tomo un café en la cocina. Antonio tiene visitas. ¿Vos?

—Nada, pierdo el tiempo. ¿Viste a tu familia?

—Sí, ayer estuve con mi vieja y con Franco. Quieren que vuelva a casa.

—¿Y vas a volver?

—Puede ser. Todavía tengo que esperar a que llegue el hijo de Antonio. Faltan dos días. Mi viejo me mandó a decir que está tratando de dejar de tomar.

—Eso es bueno.

—No sé, ya lo dijo antes. Mejor hablamos más tarde. ¿Venís entonces a ver a la banda?

—Bueno. ¿A qué hora?

—Te toco el timbre a las nueve. Me alegra que vengas, de verdad.

Ana corta y se pregunta si realmente quiere ir.

Fast forward, una semana. Ana está saliendo con Mateo. Decidió dejarse de dar vueltas y ahora se ven casi todos los días. Está contenta, pero no ha dejado de dudar.

Fast forward, dos semanas. Ana cortó la relación con Mateo. Había algo que claramente no funcionaba, aunque no tiene claro qué era. Quizá su ansiedad, que deseara estar siempre con ella, esa sensación de que caminaban permanentemente a velocidades distintas.

Fast forward, un mes. Ana volvió a salir con Mateo. Ahora las cosas van mejor, él está aceptando que sus tiempos son otros y le deja más espacio.

Después de todo, parece que la relación va a salir adelante.

Fast forward; cinco semanas. Ana volvió a cortar con Mateo. Cree que esta vez es definitivo.

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