Zombi

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Libertad condicional » 30

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Papá y mamá y los parientes estaban avergonzados pero ASÍ SON LAS COSAS como dijo mi abogado, en realidad es el abogado de papá, contratado por papá. ASÍ SON LAS COSAS.

Si su hijo hubiera comparecido ante un juez negro, o una mujer juez… habría podido ser mucho peor.

Tras negociar (en lo que Q_ P_ no participó) se permitió que Q_ P_ se declarara culpable de falta sexual cometida contra un menor. Mi abogado y el fiscal llegaron a un acuerdo. Y el juez L_ fue comprensivo. La gente decía que el dinero cambia de manos y es la palabra de un hombre blanco inexperto, soltero, treinta años, contra la acusación de un muchacho negro de un barrio de viviendas protegidas, y este muchacho negro, doce años, de una familia de «madre soltera que vive de la beneficencia», no es muy difícil adivinar lo que ocurrió probablemente. Ni el tipo de «justicia» que se obtendría.

Declárate culpable, está acordado y no te pasará nada.

Pero ¿y si mi hijo no es culpable? ¡Qué farsa!

Quentin no haría una cosa así. Es mi hijo y lo sé.

Quentin, ¿de acuerdo? ¿Está acordado?

En realidad, Q_ P_ estaba visiblemente avergonzado y arrepentido y había «aprendido la lección»; si uno le miraba, sus párpados granulados con los bordes enrojecidos y los labios resecos, se veía.

Condena de dos años en libertad condicional. Psicoterapia, asistencia sociopsicológica. Informes continuos a la oficina de libertad condicional. ¿De acuerdo?

Lloroso ante el juez L_ y las manos en los bolsillos, manoseando en el bolsillo derecho del pantalón la muela de oro de la suerte y papá me susurró que sacara las manos de los bolsillos, por favor. Y lo hice, y le di las gracias al juez L_ por su comprensión, etcétera, como mi abogado me había aconsejado. Y al salir del despacho del juez me costaba respirar y papá me cogió por el codo. Anímate, hijo, éstas fueron sus palabras, ahora todo ha terminado y nos vamos a casa. Y en la sala de justicia vacía, mamá y la abuela y Junie y el reverendo Horn que es un buen amigo de la abuela y que «respondía» por Q_ P_ ante el juez L_ estaban esperando. Yo llevaba un traje nuevo de cuadritos marrones y corbata de lazo beige con rayas rojas estrechas y el pelo muy corto sobre las orejas y en la nuca y no llevaba mis gafas de estilo aviador tan sexys sino la montura de plástico transparente y no lloraba ya sino que sonreía y abrazaba a mi familia como haría cualquiera en una ocasión así. Estreché la mano al reverendo Horn Gracias, gracias, soy muy feliz, estoy muy agradecido. Gracias por tener fe en mí.

Luego estábamos fuera. Una cálida lluvia me caía en la cara.

Entonces fue cuando papá me dio las llaves de su Lexus de 1993. Nunca lo había conducido. Comprendí que lo hacía para demostrarme que confiaba en mí, y la familia confía en mí y yo no iba a defraudarles nunca más. Y al salir de la ruinosa ciudad y conducir por la orilla del lago hasta Dale Springs donde las casas son espaciosas y están situadas en grandes solares boscosos y las calles están bordeadas de árboles y en buen estado tuve la sensación de REGRESAR A CASA Y SER AMADO y conduje al límite de velocidad de cincuenta y cinco kilómetros por hora sin hacer caso de los otros conductores que iban detrás muy cerca y tocaban la bocina y me adelantaban con impaciencia. Junie que es mi hermana mayor que ahora tiene treinta y cinco años y es directora de un centro de enseñanza secundaria, con una sonrisa cariñosa a su hermano menor, dijo, Quen era siempre el único de nosotros que sabía conducir un coche y añadió enseguida, Quiero decir es, ¿verdad, Quen? Sonreí por el retrovisor. Verdad, Junie.

Siempre ha existido una química especial entre mi hermana mayor y yo. Al menos por su parte.

Volvía a casa, a mi viejo hogar en el que en cualquier momento era bien recibido pero para el que me había hecho demasiado mayor sí pero Q_ P_ siempre es bien recibido allí en cualquier momento y quizá la orientación de los padres es una buena cosa. Uno de esos cálidos días ventosos y lluviosos de abril. El cielo de los Grandes Lagos aún como pliegues de materia cerebral blanco grisácea. Papá a mi lado en el asiento del pasajero de este magnífico coche que va tan suave y lleva un traje hecho a medida y tiene buen aspecto para un tipo de su edad y se acaricia la barbilla donde, hace mucho tiempo, había estado su perilla. Y en el asiento trasero mamá, la abuela y Junie charlan y las lágrimas de mamá y las otras la consuelan y al girar en Lakeview Boulevard que nos llevará a casa casi no pude recordar por qué estaba tan contento y me sentía tan libre pensando en POLLA NEGRA, tímido, encogiendo su pene de chiquillo como un conejito, despellejado. Lo había sostenido tenso en mi mano haciendo cosquillas en la punta con el extremo del picahielo pero las pastillas aún no habían hecho efecto porque yo estaba impaciente y demostré poco juicio (ahora al volver la vista atrás… estaba borracho) y el chico tuvo un ataque de pánico y empezó a gritar mientras se liberaba como un animal frenético saliendo por la puerta trasera de la furgoneta que estaba cerrada QUE DIOS ME AYUDE NO SÉ CÓMO. Y se fue corriendo vestido tan sólo con una sucia camiseta por la calle gritando como una alarma de incendios cada vez más fuerte, ¡MI ZOMBI!

No había pedido un duro, era confiado como un perro. Sin embargo Q_ P_ no podía confiar en él.

Desde el asiento trasero me pedían algo y yo no escuchaba como no se escucha a las mujeres en general pero debí de responder que de acuerdo, quizá era algo sobre ser cuidador o quizá les gustaba mi corte de pelo. Y papá me puso una mano en el hombro. Por primera vez conduciendo aquel día creí que podía sentir el movimiento de la Tierra. La Tierra precipitándose por el vacío del espacio. Girando sobre su eje pero dicen que no se siente, no se puede experimentar. Pero sentirlo es estar asustado y feliz al mismo tiempo y saber que sólo importa que haces lo que quieres hacer y eres lo que haces. Y yo sabía que me estaba dirigiendo hacia el futuro. No hay PASADO al que se pueda llegar, alterar las cosas o ni siquiera saber cuáles eran esas cosas pero sin duda hay un futuro, ya estamos en él.

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