Zombi

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Cómo ocurrieron las cosas » 34

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Un sábado de julio cortaba el césped de la abuela y recortaba el seto y oía a niños gritando y riendo en la piscina de los vecinos de al lado. NO MIRES dijo la voz con calma. Pero era una broma. Parecía saberlo de antemano. Cinco o seis adolescentes incluido un chico de unos quince años que me excitó, su bañador chorreando agua cuando salió de la piscina después de lanzarse con un salto perfecto y su joven y musculoso cuerpo como algo reluciente de lo que no podía apartar mis ojos. Y avancé junto al seto para mirar más de cerca y ver su rostro fue como si me cortaran con un cuchillo. ¡Se parecía tanto a Barry que podía ser su GEMELO! Salvo que Barry era más joven en mi memoria por supuesto y tenía el pelo más oscuro, y este chico era mayor, alto y delgado y rápido y ruidoso y su pelo de un castaño más oscuro como con mechas producidas por el sol.

Barry, mi amigo de séptimo grado de la escuela secundaria de Dale Springs que estaba a unos dos kilómetros de la casa de la abuela, el edificio de ladrillo por delante del cual pasaba cuando iba a casa de la abuela, sólo a una manzana de mi camino.

Barry que se había ahogado en un accidente de natación en la escuela, se golpeó la cabeza en el lateral de la piscina y se hundió y había tantos niños gritando y jugando a la pelota que nadie se percató hasta que casi todo el mundo estuvo fuera de la piscina. Muchos meses, años más tarde oí decir a mamá a una de sus amigas al teléfono Quentin aún llora la muerte de ese pobre niño, creo que jamás lo superará.

Guardé durante años recortes de periódico, fotografías de Barry solo y con sus compañeros del equipo de baloncesto en el ejemplar especial del periódico de la escuela, y un sucio calcetín de Barry que había cogido de su taquilla, guardado en uno de mis LUGARES SECRETOS entre el colchón y el somier y una noche intentando coger el calcetín para acariciarlo descubrí que mi tesoro había desaparecido. Y quienquiera que lo hubiera cogido, mamá o papá, nunca me lo dijo. Tampoco yo di ninguna señal.

¡Y AHORA BARRY HABÍA VUELTO A MÍ! Pero dorado y reluciente bajo el sol y en realidad con mejor aspecto, más sexy de ese modo en que lo son los jóvenes adolescentes tan seguros de sí mismos y pavoneándose con sus compinches y exhibiéndose ante las chicas, «ARDILLA» fue el nombre que le puse de inmediato, aquel cabello castaño con mechas rubias y su energía y haciendo el payaso y riendo fuerte, «ARDILLA» se me acercó y así fue. No podía ser simple casualidad. Q_ P_ impresionado como si alguien me hubiera golpeado en la cabeza con un martillo. Y mi polla alerta, maravillada.

Porque allí estaba mi verdadero ZOMBI. Ninguna pregunta.

Q_ P_ calmado y sereno aunque regresó al seto, etcétera. Cogió las tijeras de podar y prosiguió su trabajo. Todo pensamientos de especímenes de cabello oscuro y piel oscura, Ramid y Akhil y Abdellah y el resto bajo el techo del 118 de North Church e incluso de Lengua de Terciopelo desaparecieron en aquellos rápidos segundos como la mierda al tirar de la cadena del retrete.

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