Zombi

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Libertad condicional » 5

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Los lunes por la tarde de 16.00 a 16.50 Centro Médico de Mount Vernon. El doctor E_ pregunta: ¿Con qué sueñas, Quen-tin? ¿Cuáles son tus fantasías? Me siento mirando fijamente el suelo. O mis manos que he restregado. Sobre el escritorio del doctor E_ hay un reloj que él ve y yo no. Pero tengo mi reloj de muñeca que era de OJOSDEPASA que es un reloj digital caro. Con la esfera oscura en la parte interior de mi muñeca, donde sólo yo puedo ver los diminutos números brillando en color bronce hacia las 16.50.

Trato de pensar en un sueño para contárselo al doctor E_. Para confiarme al doctor E_. Algo que pudiera ser un sueño. Como el que podría tener cualquier persona. ¿Volar? ¿En el cielo? ¿Nadar? ¿En el lago Michigan? ¿En uno de los profundos y rápidos ríos sin nombre del Manistee National Forest? Si al menos el doctor E_ no me mirara fijamente… Su poder reside en que es el doctor E_, un psiquiatra del Centro Médico. (Que forma parte de la universidad estatal.) El doctor E_ es mi terapeuta particular contratado por papá pero redacta informes para el departamento de libertad condicional de Michigan y son secretos para mí. Ojalá la cabeza no se me cargara en la consulta del doctor E_. Se vuelve de una sustancia como masa de pan, muy densa pero suave, cruda y pálida.

Una vez en la consulta del doctor E_ cuando durante un rato nadie había dicho nada se me cayó la mandíbula como a un muerto y la saliva me fue resbalando por la barbilla. Me desplomé hacia delante en la silla de madera con el duro y liso asiento pegado a las nalgas de un ancho culo. La cabeza colgando y los hombros caídos y papá me regañó susurrando disgustado Quentin, por el amor de Dios: vigila tu postura. Un sonido chirriante como una avispa que habría podido ser un ronquido.

Fue embarazoso. Quedarse dormido en la consulta del doctor E_. Si fue esto lo que ocurrió. El doctor E_ miraba el reloj de su escritorio. Algunos papeles de su escritorio.

Pensaba en las cosas que escribiría en su ordenador cuando Q_ P_ se hubiera marchado.

Si el doctor E_ es un amigo de papá no puedo preguntarlo. Tengo razones para creer que lo es (ambos son catedráticos en el sistema de la universidad estatal) pero ambos lo negarían si lo preguntara. Nunca pregunto.

Cuando me haya ido de su despacho, el doctor E_ cogerá el teléfono y llamará al doctor P_ a su despacho de la universidad. Me temo que su hijo Quentin no está progresando mucho. ¿Sabía usted que nunca sueña? Y tiene muy mala postura.

Aquella tarde hace unas semanas el doctor E_ era demasiado educado para fijarse en que me había quedado dormido en la silla delante de su escritorio. Quizá fue la fuerte medicación. Tal vez pensó esto. O tal vez el doctor E_ no se dio cuenta. Porque él a veces también está adormilado. Párpados gruesos como los de una tortuga. Llovía y el agua resbalaba por la ventana detrás de su cabeza en finos regueros como de orina.

Extendió la renovación de la receta y me la entregó, dosis indicada. El seguro médico de papá lo cubre. Dijo esta semana podemos terminar nuestra sesión unos minutos antes (en mi reloj son las 16.36) si me parecía bien, tenía una reunión. Me parecía bien.

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