Zombi

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Libertad condicional » 22

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No recordaba dónde las había escondido. Palpé por encima de las vigas sucias de telarañas y cuerpos de insectos desecados y mis dedos salieron vacíos, CRISTALES REDONDOS Y MONTURA DE PLÁSTICO TRANSPARENTE. En la escuela al otro lado del pasillo su pelo sedoso y su rostro que yo miraba fijamente y la luz que se reflejaba en los cristales como si hubiera una CONEXIÓN SECRETA entre nosotros.

Pero no la había. O quizá la había y él lo negaba. Me apartaba de un empujón si me acercaba demasiado en la cola de la cafetería. Bruce y sus amigos y yo me deslizaba detrás de ellos y fingía que estaba con ellos a veces empujando contra ellos, la espalda de un chico.

¡BRUCE BRUUCE BRUUUUCE! susurraba yo introduciéndome los dedos en la boca y con la boca contra la almohada mojada de babas.

En mi sueño se abrió una puerta y yo era BRUCE.

Sus padres vinieron a hablar con papá y mamá. Me escondí y oí voces terribles. Por fin papá vino a buscarme —¡Quentin! ¡Quen-tin!— con el rostro enrojecido y las gafas húmedas sobre la nariz y la perilla le temblaba cuando me descubrió escondido enroscado como una gran babosa detrás del cubo de la basura en el armario de debajo del fregadero. ¿Qué haces escondiéndote de mí, hijo? ¿Crees que puedes esconderte de mí? Me llevó del brazo a la sala de estar donde mamá estaba sentada con una sonrisa rígida en el sofá de brocado de color crema con dos extraños, un hombre y una mujer, los padres de Bruce, y sus ojos como cristal roto en sus enojados rostros y papá de pie con las manos sobre mis hombros y preguntó con voz calmada como alguien en las noticias de la tele si yo había hecho daño a propósito a Bruce, si le había enredado las cadenas del columpio en el cuello y la cabeza a propósito y yo me metí los dedos en la boca, era un niño tímido que parecía lento y tenía los ojos muy abiertos y la luz del miedo siempre rápida en mi rostro. Miraba fijamente la alfombra y las cositas redondas de plástico que soportaban el peso de la mesita de café y el sofá y eran para proteger la alfombra y me pregunté si esas cosas tenían un nombre y quién es la fuente de los NOMBRE y por qué somos quienes somos y venimos al mundo así, uno es BRUCE y otro es QUENTIN. Mamá empezó a hablar con su voz aguda y rápida y papá la interrumpió con calma diciendo que era responsabilidad mía hablar, tenía siete años que es la edad de la razón. Y entonces me puse a llorar. Les dije que no que era Bruce, era Bruce el que me había hecho daño, me había asustado diciendo que me estrangularía con las cadenas del columpio porque no le quería tocar su cosa pero me escapé, me escapé y corrí a casa y lloraba muy fuerte, con los codos y las rodillas arañados y la ropa manchada.

Y mamá me abrazó, y yo estaba rígido porque no quería apretarme contra sus pechos o contra su vientre o contra el sitio blando entre sus piernas.

Y papá dijo que estaba bien, estaba excusado. Y los padres de Bruce estaban de pie aún enojados pero habían perdido su poder. Cuando me iba el padre de Bruce me preguntó gritando como un chico que abuchea a otro: ¿Y qué hiciste con las gafas de nuestro hijo?

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