Zero

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Segunda parte » Capítulo 41

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CAPÍTULO 41

La bola que había hecho con el paquete de los chicles había actuado como tope, impidiendo que el cerrojo encajara en su sitio. Gabriel no se había dado cuenta pero con aquel sencillo tapón la puerta no se había cerrado del todo. Bastaba con empujarla para que cediera.

Y eso fue precisamente lo que hice yo.

Aún así, tenía poco tiempo.

No sabía cuánto quedaba para que terminaran las clases o si Dimitri aparecería de un momento a otro para retomar su noble cometido de vigilancia. Tampoco me fiaba demasiado de Gabriel. Si no me veía en el mismo lugar en el que me había dejado, existía la posibilidad de que sospechara de mí.

Empecé a abrir los cajones que fui encontrando a mi paso uno por uno. ¿En cuál de ellos estarían las listas? Tendría que ir probando hasta dar con el correcto. Uno, dos, tres… No fue hasta el sexto cuando me topé con lo que estaba buscando. Una ristra de carpetas de colores, cada una de ellas con el apellido de un profesor escrito a máquina en un lateral. En el interior, las listas de asistencia.

Localicé la carpeta de la profesora Brooks más o menos hacia la mitad. La saqué, dejando un pequeño hueco para saber dónde tenía que colocarla después. Recorrí el resto de apellidos hasta dar con los que empezaban por T. Timothy. Terenci. ¡Tucker! Ahí estaba. Hice exactamente lo mismo que con la anterior y cerré el cajón.

Abrí primero la carpeta de Brooks. Las hojas de asistencia estaban organizadas por fechas. Al principio, las más recientes. Al final, las más antiguas. No fue complicado dar con la del día que se produjo el robo de la estilográfica de Neal. Saqué la hoja de asistencia y la dejé en mi regazo. Repetí la misma operación con la carpeta de Tucker.

Pero, para mi desesperación, el profesor de Literatura no era tan ordenado como Amelia Brooks. Sus hojas de asistencia estaban todas mezcladas.

Ojeé los papeles a la carrera, leyendo las fechas lo más rápido que podía. 16 de octubre. 8 de septiembre. 4 de noviembre. 20 de octubre. ¿Dónde demonios estaba la de hoy? Vamos, vamos… Empezaba a perder los nervios cuando la encontré, al fin. Era de las últimas.

Ya está. Ahora solo tengo que salir de aquí.

Coloqué las dos carpetas en sus respectivos sitios y doblé las hojas hasta convertirlas en pequeñas cuartillas. Después, quité la bolita de cartón de su sitio y salí del despacho justo antes de que Gabriel apareciera al final del pasillo.

—Oh, señor Bradford. ¿Todavía sigue aquí?

—Sí, no ha llegado ningún profesor aún —respondí—. Seguiré esperando. No te preocupes por mí.

Y para acompañar mis palabras coloqué un gesto angelical en mi cara.

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