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Capítulo 38

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Tengo que comprarme unos auriculares en una puta tienda de comida porque necesito saber ahora mismo lo que Nicky ha dicho de ti, pero el dependiente tarda una eternidad y ¿por qué hay tantos imbéciles en trabajos de cara al público? Le quito los auriculares de las manos y musito «gracias, gilipollas» y salgo de allí e intento abrir el paquete, pero está muy bien cerrado y grito, y un puñado de personas de la calle se apartan de mí como si fuera el Increíble Hulk reventando la camisa, así que me refugio en un callejón y me tomo el tiempo necesario para rajar el plástico y saco los auriculares y tiro las instrucciones y me falta tiempo para enchufarlos al móvil mientras bajo la escalera corriendo, paso el abono de transporte por el lector y empiezo a reproducir el primer MP3 justo cuando me subo al vagón y me siento delante de un negro ciego que sonríe sin motivo alguno.

Venga, día uno, Beck. Mujer. Veintipocos años. Hipersexualizada. Problemas de límites. Complejo paterno. Dice que ha venido a solucionar sus problemas con los hombres, pero no parece darse cuenta de que yo llevo anillo. Su único modo de comunicación es la seducción. Cruza las piernas varias veces y lleva una camisa muy fina sin sujetador. Busca llamar la atención. Pregunta directamente sobre la transferencia emocional, trastorno narcisista severo. Insiste en llamarme doctor Nicky a pesar de que yo le repito varias veces que no soy doctor. Me pregunta también varias veces si estoy casado y por la salud de mi vida sexual con mi esposa, todo para evitar hablar de su vida. Me dice que en la facultad se acostó con su terapeuta. Varias veces. Le pregunto por qué no acude a una terapeuta mujer, y responde que ya tiene una madre y no necesita más. Posible tendencia límite de la personalidad, masoquista y depredadora.

El ciego me mira, pero es ciego y no me ve, así que no puedo enfadarme con él. Paso a otro segmento. Puede que el siguiente sea mejor. Tiene que ser mejor.

Esta mañana Marcia estaba hecha una puta pesadilla. Mack se ha vuelto a dormir y Amy tiene gripe, y Marcia es una madre incompetente. He estado a punto de cancelar, pero me alivia saber que voy a ver a Beck. Con el tiempo, agradezco el rato que paso con esta joven. Me doy cuenta de que hago una cuenta atrás, de que pienso en lo que me voy a poner. Joder, es que me hace la vida soportable. ¿Quién habla ahora de transferencia emocional? Hoy se presenta con pantalón del chándal y un top amorfo, el pelo alborotado y la piel brillante. No puedo evitar pensar que se ha vestido peor por mí, cosa que es más íntima que arreglarse para mí. Establecemos metas: ella quiere confianza sexual. Me resulta divertido, porque ella es una personificación del sexo.

Le doy a la pausa y quiero que el hombre negro deje de sonreír. Quiero que el mundo deje de sonreír. Me echo hacia delante. Pulso el botón de play.

Según ella, yo la he abierto y ahora se va a tomar un descanso necesario de los hombres; se ha dado cuenta de cosas sobre su padre, cosas sobre sus relaciones amorosas, y todo eso después de tan sólo unas pocas sesiones, porque soy el doctor más asombroso que ha tenido. Le repito que no soy doctor. Me encanta que me llame doctor Nicky, es terrible, ¿verdad? No respondas. (Suspiro). En cualquier caso, yo le digo que no hay una cura mágica, pero ella no me hace mucho caso. Dice que he conseguido que se le encienda algo dentro. Dice que nunca se había sentido tan en sintonía consigo misma. Dice que hablar conmigo es lo mejor de la vida. Se muestra de manera más sexual, con falda y calcetines por las rodillas. Creo que sabe que me estoy prendando de ella. Por Dios, creo que ella se ha prendado de mí. Pienso en ella demasiado. Y a veces me preocupa que se dé cuenta. Debería dejar de tratarla, pero no puedo. Estoy muy cansado de Marcia y de la lavadora rota, y Beck… es un descanso.

Pulso el botón de pausa. Miro a mi alrededor. Ojalá hubiera alguien a quien pegarle un puñetazo en la cara. No podría hacérselo a un ciego. Pulso el botón de play.

Sé que debería derivarla a otro y mandarla a otra parte.

Le doy otra vez a la pausa porque me estoy quedando sordo de la rabia. No le ha costado nada derivarme a mí. No pasa nada por darle la patada a Danny Fox, pero a ti no te echa. Le doy al play.

La técnica del diario le resulta productiva. Ha recibido bien la sugerencia de que para trabajar sus problemas tiene que estar en una relación. Me repite varias veces que tenemos una conexión. Y yo no la animo, pero no pienso en nada más que en esa conexión. ¿Cómo puedo estar tan dispuesto a aceptar el fracaso en mi trabajo? Sin embargo, no estoy dispuesto a aceptar que un paciente muy inteligente me llame genio. Puede que sí la haya curado en cuestión de semanas. ¿Tanto se ha desplomado mi autoestima que eso ya no me parece posible simplemente porque me equivoqué al comprar un modelo de lavadora?

Te quiere y va a por ti, y el ciego sonríe, se levanta, mueve el bastón, y todo somos cazadores, lo somos. Me salto un trozo.

Le he dicho a Diane que empiezo a soñar con Beck. Cómo no, Diane me ha dicho que deje de tratarla. Eso es lo que diría una buena terapeuta, y Diane lo es. Pero no soy capaz. Beck se está abriendo y confía en mí lo suficiente para hablarme del cojín verde que usa para masturbarse. ¡Para masturbarse! Lo que hay detrás de la historia revela varias cosas. Su padre se marchó. Entonces le pidió a su madre que le enviara el cojín verde para el cuello. Su madre, que es pasiva, accedió; pero Beck ya se lo había llevado. En mi fantasía, estamos en la consulta y ella se acerca y me pide permiso para sentarse en mi regazo. Le digo que no, pero no hay manera de impedírselo. Se sienta a horcajadas. Ahora tengo fantasías constantes con ella y la lavadora mala es algo bueno porque el cuarto de la lavadora tiene cerrojo y dentro puedo hacerme pajas y pensar en Beck sin que me pillen. En mis imaginaciones, cuando estoy dentro de ella me llama estrella del rock y dice que tengo la polla de una estrella y hacía años que no me sentía tan vivo. Quedarme con Marcia me parece una traición. Como si engañase a Beck, aunque entre nosotros no esté pasando nada. Todos los días me alejo más de mi familia. La verdad es muy fea: preferiría tener a Beck.

En un momento dado de la grabación, el ciego se baja del metro. Me he pasado de parada y tengo la mierda de auriculares de todo a un dólar atascados en las orejas, y los arranco del móvil y los estrello contra la ventana que tengo delante. La gente me mira, pero que se vayan a la mierda. El metro para con un frenazo y soy el primero en salir. No puedo enfadarme más de lo que estoy ahora. Me siento como un pringado y me dan ganas de arrancarme la cabeza porque no me puedo creer que me haya tragado sus mentiras. No me puedo creer que le haya contado cosas que no le he dicho a nadie. Doblo una esquina y veo a Karen Minty de los cojones sentada en el escalón de mi puta casa con una cesta de picnic y se supone que los gatos son más listos y más fríos.

—¡Sorpresa! —exclama—. He preparado un picnic.

¿Te puedes creer que Karen todavía exista? Quiero entrar en casa y lanzar las máquinas de escribir contra las paredes hasta destrozarlas y los ratones se mueren y chillan y son daños colaterales, y a Karen Minty, mi novia, no se le ocurre nada mejor que venir con una cesta de picnic. Nunca había visto una de verdad, sólo las de los dibujos animados y de libros, y no quiero hacer un picnic. Huelo ajo y romero y la crema hidratante que Karen se unta por toda su cara tersa y puntiaguda desde que era pequeña. Se acabó. Si supiera lo imbécil que soy, si supiera que le pago a un capullo casado para intentar follar con el amor de mi vida, no querría llevarme de picnic. Necesito que se largue. Esto no tiene nada que ver con ella. Es culpa de Nicky y le digo que no tengo hambre.

Ella sí tiene hambre; intenta tocarme, y yo me aparto.

—Joe, ¿qué coño pasa?

No soy Joe, soy Dan Fox y grito:

—¡Por Dios, Karen! ¿Es que no pillas las putas indirectas?

Y con eso basta. Se levanta temblando.

—Que te follen.

—Muy inteligente.

—A tomar por el culo tú y tu inteligencia —me ladra—. ¿Te crees que soy una cualquiera a la que te puedes follar y tratar como un puto felpudo? ¿Te crees que soy una muñeca?

—Sí —respondo sin perder ni un instante—. Eso es justo lo que eres.

Y es cierto. Me he equivocado con todo el mundo. Eres una puta, y Nicky es un capullo, y la dulce Karen, la bicicleta en la que todo el mundo se monta, está a punto de estallar de rabia contenida. ¿O es tristeza? Tiembla y la cesta le pesa demasiado, y yo soy un puto gilipollas, y ella una flebotomista que me quiere, a mí, y si Nicky no se hubiera enamorado de ti, nada de esto habría ocurrido. Pero te desea y el pollo huele delicioso y soy un memo.

—Siéntate —dice Karen Minty.

Le dejo que me ayude a sentarme en el escalón. ¿Cómo ha podido Nicky hacerle esto a Karen? Ella trabaja duro, la cesta está llena. Karen tiene corazón; el mes pasado cargó con una aspiradora hasta mi casa. La pasó hasta por debajo del sofá. Llevaba pantalones cortos de fulana y media camisa y encontró rincones sucios que yo ni sabía que existían.

«No te conviene que te salgan ratones —me había dicho—. Si no, no querré venir más».

Nadie ha convertido una aspiradora en una docena de rosas o en un corazón latiente. Y como todo lo malo, esto también es culpa de Nicky. Él es el que me dijo que tuviera gato. Karen se quedaría conmigo para siempre y pariría críos cuando yo los quisiera y trabajaría turnos dobles para que pudiésemos ir a Florida una vez al año, y todo eso está aquí, en una cesta de picnic, y el romero huele a gloria. La cuestión es que ella no ha oído hablar de Paula Fox ni de Magnolia ni ha intentado beneficiarse a su psicólogo casado. No es diferente, atractiva como nosotros. Ella obedece las normas, no se atreve a tocar el agujero de la pared porque «eso tiene que arreglarlo el de mantenimiento». Respeta los límites, y Nicky puede irse a la mierda por hacerle perder el tiempo y romperle el corazón.

—¿Por qué estás enfadado conmigo? —Tiembla—. Pensaba que te gustaría ir de picnic. Hace un día precioso.

—Karen.

—No me jodas… —dice, y sabe que voy a romper con ella.

Se levanta de un salto y echa a correr, a llorar…, se marcha. No volveré a verla y me llevo la cesta arriba y preparo un banquete en mi apartamento, que Karen ha dejado limpio y fresco. Me doy un atracón de pechugas del pollo y patatas asadas y coliflor con bechamel y bebo vino directamente de la botella. Devoro la comida como si fuese la última cena, porque lo es. Hoy he enterrado a Dan Fox y ahora tengo que ocuparme de Nicky. No hay vuelta de hoja, Beck. Me paso la noche escuchando las grabaciones. Se ha aprovechado de ti en el lugar más seguro del mundo. Se te ha metido en la cabeza, es el ratón de tu casa, y es evidente que te ha engañado para que pienses que lo amas. No conseguiremos estar juntos mientras él controle lo que piensas. El doctor Nicky es… Doctor Nicky: un cerdo casado. Y se ha equivocado conmigo. Yo no tengo un ratón en casa. Tengo un puto cerdo.

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