Yo

Yo


Tres » HECHO PEDAZOS

Página 12 de 26

Cuando la gente me preguntaba: «Ricky, ¿cómo estás?», yo ni siquiera me tomaba el tiempo para pensarlo. Automáticamente respondía: «Estoy genial, muchas gracias». Pero la verdad era otra. Tenía dolores de estómago terribles, la cabeza me daba vueltas y sentía como si me apretaran el corazón. No sabía lo que estaba sintiendo porque no me tomaba el tiempo de explorarlo, pero lo que sí sabía era que estaba cargando con mucho, mucho dolor. Sin embargo, yo seguía diciendo que estaba todo bien.

Recuerdo que por esa época grabé un dueto con Madonna, titulado «Be Careful (cuidado con mi corazón)» y ella, al ver la intensidad con la que me perseguía la prensa y cómo me prestaba para la publicidad, me dijo: «Ricky, deja de hacer las entrevistas. Ya todo el mundo sabe quién eres». Y esa verdad me cayó como un rayo. Me tomó un tiempo procesarla —y sobre todo aplicarla— pero un día comprendí exactamente a lo que se refería.

Yo llevaba tanto tiempo tan concentrado en hacer promoción, estar disponible, y siempre dar, dar, dar para alcanzar mi meta, que no me daba cuenta de que de cierta forma ya la había alcanzado. Ahí comprendí que las reglas del juego estaban cambiando y que tenía que encontrar la manera de retomar el control de mi tiempo y mi vida. Pero eso no llegaría a suceder por un buen tiempo porque, como todo en la vida, aún no era mi momento. Antes de encontrar mi paz todavía me faltaba tocar fondo.

En aquel entonces mi regla cardinal era darlo todo y siempre un poco más. Es que con cada poquito que daba el impacto era enorme, y eso me daba ganas de dar aún más. A veces digo que no era que estaba trabajando mucho, es que estaba dando demasiado. Es que la adulación del público es embriagante. Yo pensaba que estaba preparado para esa tensión —al fin y al cabo había crecido bajo los focos desde los doce años de edad— pero después me di cuenta de que no. Había un punto en el que demasiado era demasiado y a pesar de tener las mejores intenciones, yo no podía con todo. Quería gritar: «¡Espera! Déjame procesar todo esto. No puedo con tanto. ¡Déjame parar un momento!»

Por mucho tiempo yo pensé que el éxito que alcanzamos con «María» y Vuelve sería el punto culminante de mi carrera. Pero no sabía que en comparación a lo que vendría con «Livin' la vida loca» eso había sido un juego de niños. Cuando la locura empezó a pegar y yo empecé a ver que las cosas se salían de mis manos, me dije: «Tómatelo como venga». Siempre digo que en mi vida las cosas llegan en el momento en que tienen que llegar, no antes o después, y las recibo con mucho amor. Pero en esta ocasión lo que vino fue abrumador. Hice lo posible por mantenerme andando a mil por hora para aprovechar la oportunidad tan única que se me estaba dando, pero era inevitable que al fin llegara el momento en que no pude más. Y así como en la vida es importante saber aceptar las cosas que nos envía el destino para hacerlas nuestras, también hay que saber cuándo parar y alejarnos de lo que nos hace daño. Porque ese éxito que había alcanzado era algo grandioso que me alimentaba el alma de una manera única, pero también estaba dejando en su camino unas heridas invisibles que tardarían mucho tiempo en sanar.

La locura duró más o menos dos años, al cabo de los cuales quedé completamente vacío y sin ganas de nada. Comencé a hacer todo lo que tenía que hacer sin pensar, como en piloto automático. Lo único que me daba verdadero placer era estar en el escenario. Ése era el único lugar en el mundo en donde me sentía completamente libre. Ahí hago exactamente lo que quiero, como quiero, cuando quiero, y me alimento de toda esa energía que recibo del público. Ahí vuelvo a ser Kiki, el niño en casa de sus abuelos, divirtiéndome, bromeando, bailando y cantando. En el escenario me siento fuerte y libre para ser quien soy, como soy, sin miedos ni presiones. Pero luego, cuando acababa el espectáculo, regresaba a mi habitación a esconderme y desconectarme, para huir lo más lejos posible de todo. Todo me dolía y, aunque nadie más lo podía ver, por dentro estaba sufriendo. Mucha gente no puede imaginar cómo es posible estar rodeado de gente todo el tiempo pero sin embargo sentirse completamente solo. Tampoco imagina que estar todo el tiempo de viaje no es tan glamoroso como parece. Después de un rato, lo único que quieres es dormir en tu propia cama.

No quería seguir más, pero para cualquier cosa que me propusieran, yo siempre respondía: «Sí. Sí. ¡Vamos! Estoy listo». Por un lado sé que esa disposición era el resultado de mi «entrenamiento militar», pero por otro me doy cuenta de que también era que yo estaba huyendo de los dolores que llevaba muy adentro. Por estar siempre trabajando no tenía ni idea de lo que estaba sintiendo. Me concentraba en hacer lo que «tenía que hacer» y seguir adelante. Pero nunca, en ningún instante, me tomé un rato para detenerme a pensar en lo que estaba sintiendo yo. En el fondo creo que le temía a lo que pudiera encontrar.

Hoy en día es muy fácil ver adónde me llevaba ese camino. Me doy cuenta de que con Sound Loaded se cometieron muchos errores y se tomaron muchas decisiones apresuradas. En primer lugar, era demasiado pronto para sacar un nuevo disco. Fue tan pronto que de hecho cuando salió el primer sencillo, muchas personas pensaron que era una canción del disco anterior, Ricky Martin. Después de un megaéxito como lo fue Ricky Martin, es importante dejar pasar un tiempo antes de sacar otro álbum. Hay que parar, por lo menos un rato. Sin embargo, la disquera necesitaba su siguiente éxito y cuando me empujó a que lo hiciera, yo no le dije que no, tal vez porque en ese momento yo no quería parar, porque si paraba me iba a poner a pensar en todas las cosas que no quería analizar.

Ir a la siguiente página

Report Page