Wolf Club

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Aen

PRÓLOGO

Namjoon se consideraba un hombre inteligente, y como tal también se consideraba paciente. Pero todo tenía un límite y el suyo llegaba cuando su único cachorro, Jungkook, decidió que ya no quería ser un licántropo. Cuando lo vio salir de la mano de un humano –no un chico o una chica lobo como él, un humano-. Allí dibujó una línea, clara para que todos la vieran.

Jungkook tenía el desafío de un alfa en los ojos, el mismo que Namjoon poseía y su padre antes que él, pero no quería tener nada que ver con sus costumbres, con sus rituales, con su cultura, al fin y al cabo.

-Quiero ser normal –dijo desde el otro lado de la mesa de la cocina con esa voz adolescente que todavía estaba a medio camino de cambiar y hacía que la frase sonara aún más cliché-. Quiero ser humano como todos los demás. Solo me convierto una vez al mes no veo por qué esta «tradición» familiar tiene que afectar tanto mi vida.

Namjoon apretó los puños sobre la mesa y Seokjin, su omega, soltó una queja parecida a un sollozo. Algo en Namjoon se encendió. Quería protegerlo de todo lo que le hacía mal incluso si eso tenía la forma de su hijo adolescente.

-No puedes dejar de ser lo que eres. No es como esto funciona. No hay una cura mágica, hijo. Tenemos tradiciones para mantenernos fuertes, para alejar amenazas. No somos normales, solo fingimos serlo para no levantar sospechas.

Jungkook soltó un resoplido. Seokjin tomó el folleto del club de campo, que uno de los omegas que conoció en su trabajo le había conseguido, y se lo entregó a Jungkook. A pesar de que no quería aceptarlo, Jungkook sabía que no podía faltarle el respeto a su padre así que lo tomó y fingió leer la información.

-Es un buen grupo. Hacen reuniones en los bosques, cacerías, simulacros de luna llena. Podrás hacer muchos amigos allí.

-Es un grupo para niños. «Cachorros de cuatro a doce años» -señaló una parte de la hoja en su mano-. Tengo diecisiete.

Seokjin dio vuelta el folleto. Una de las páginas en el interior hablaba sobre un grupo de jóvenes.

-Estás algo mayor para este grupo también. Los cachorros de tu edad ya suelen tener amigos lobo con los que reunirse –Jungkook refunfuñó por lo bajo-, pero como eres nuevo en la ciudad no te negarán la entrada. Uno de los hijos de Yoongi trabaja en la organización de los eventos. Hablé con él y dijo que estarían encantados de tenerte con ellos.

Jungkook abrió la boca para quejarse, pero no tuvo tiempo.

-Irás este viernes. Harás amigos. Dejarás de salir con ese chico humano.

-¿Qué tiene él que ver con todo esto? No creí que tuvieras problema con que saliera con un chico… ustedes dos son… quiero decir…

Namjoon se pasó una mano por el cabello, exasperado.

-El problema no es que es un chico, es que es humano. ¿Qué piensas hacer cuando intentes abrazarle y accidentalmente le rompas un brazo? Es la misma razón por la que no puedes hacer deportes. Pasar desapercibidos es importante, Jungkook, ¿o quieres tener a un montón de cazadores detrás de ti? ¿De nosotros? Además, no entiendo cómo no te molesta su aroma.

Los humanos olían a podredumbre, a algo que inevitablemente moriría pronto, era desagradable estar demasiado cerca de ellos. Jungkook arrugó el entrecejo y Namjoon entendió que en verdad el aroma sí le molestaba. Solo lo ignoraba como un acto de rebeldía contra su propia familia.

-¿Qué pasa si no voy?

-Jimin me dirá si no vas, si te niegas a participar y si eres grosero. Nunca te hemos castigado pero encontraremos una forma de hacerlo.

Respondió Seokjin y Namjoon casi pudo ver el esfuerzo que su hijo hizo para no rodar los ojos. Se preguntó si había sido una mala idea mudarse. Habían estado corriendo de una familia de cazadores que no parecía querer entender que era el siglo XXI y que los licántropos solo querían vivir una vida tranquila y feliz con sus familias -y correr bajo la luna una vez al mes-. La mudanza era necesaria, pero Jungkook era solo un adolescente, no veía razones.

-Como si mudarnos no fuese castigo suficiente.

Dijo y salió de la cocina como un torbellino. Seokjin soltó un suspiro tembloroso. Los adolescentes eran aterradores.


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