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Capítulo Dos

CUANDO LAURA se despertó a la mañana siguiente todavía no había encontrado una burbujeante trama para Riley y la tía Mimsey. Maldita sea.

Pero eso estaba bien, se aseguró ella misma. Después de una taza de café y comiendo un bagel mientras observaba la nieve en las montañas a la distancia, se puso un par de pantalones de jogging y una cómoda camiseta de manga larga y se situó a sí misma delante del ordenador, todavía convencida de que liberación de la noche anterior seguramente sería seguida por una explosión de creatividad. En algún nivel, ella había decidido creer la teoría de Mónica —ya que tal vez creyendo esta se haría realidad y ayudaría a poner un poco de palabras en la pantalla del ordenador hoy.

A medida que se detuvo en el archivo en el que ella estaba completamente determinada a empezar a escribir una novela dentro de los próximos minutos, miró distraídamente por la ventana, la vista era demasiado hermosa para ser ignorada por mucho tiempo. Pero entonces su mirada se atascó en la supuesta webcam. Una sensación de alivio se apoderó de ella cuando vio que, efectivamente, la pequeña luz verde quedaba encendida, lo que significa que esta estaba siempre encendida y que nadie la había estado realmente viendo la última noche.

—Bien ahora, Riley, ¿qué misterio puedes resolver en esta ocasión? — le dijo a la computadora. Ella había completado siete novelas policiales de Riley Wainscott hasta el momento, las dos últimas estando en la lista de best Sellers de USA Today, y ella había llegado a confiar en su "relación" con Riley, el conocimiento innato que tenía de su personaje, para que la guiase al escribir. Ella sabía que Riley no le iba a fallar ahora.

Poco a poco, la primera semilla de una idea comenzó a crecer en su mente. Y mientras que sus argumentos eran por lo general bien pensados antes de que ella volcara una palabra sobre la página, sabía que esta vez simplemente tenía que tomar esa semilla y correr con ésta. Ella comenzó a escribir.

*****

Tía Mimsey irrumpió por la puerta principal de su casa más rápido de lo que Riley había creído que la anciana pudiera moverse. — ¡Riley, ven pronto!

—¿Qué pasa, tía Mimsey? ¿La gata de la señora Dorchester cavó en tu cantero de flores otra vez?

—No, es un hombre.

Riley levantó las cejas en duda. — ¿Un hombre cavó en tu cantero de flores?

Tía Mimsey negó con la cabeza, claramente angustiada. —No, tonta. Hay un hombre afuera. Lo vi al acecho alrededor de la casa de huéspedes de los Dorchester.

En ese momento, el ordenador dejó escapar un sonido y una ventana había aparecido en la pantalla encima de la diatriba de la tía Mimsey. Un cuadro de mensaje instantáneo.

AVIADOR1: Buenos días.

Laura no podía haber estado más sorprendida. AVIADOR. Debía ser el piloto/asaltante —corporativo primo de Mónica.

Bueno, tal vez estaba siendo lo suficientemente educado como para chequear su llegada de esta forma en lugar de con la webcam. Aun así, teniendo en cuenta sus hazañas de anoche, esto era inquietante.

El cuadro de respuesta que automáticamente se abrió estaba etiquetado AVIADOR2. Pensó que no tenía más remedio que contestar. Después de todo, el tipo estaba dejándola usar su casa de vacaciones de forma gratuita.

AVIADOR2: Hola.

AVIADOR1: Confío en que llegaste bien. ¿Qué te parece la casa?

AVIADOR2: La casa es fabulosa. Un lugar perfecto para descansar. Gracias por dejarme usarla.

AVIADOR1: Me alegro de tenerte allí. Mónica me dijo que estabas teniendo problemas para escribir en tu entorno habitual. ¿Están tus jugos creativos fluyendo ya?

AVIADOR2: Están comenzando, creo.

AVIADOR1: Bien. ¿Hay otros jugos fluyendo?

El estómago de Laura se retorció con fuerza. Ella vaciló, tratando de averiguar cómo responder.

AVIADOR2: Um, no estoy segura a qué te refieres.

AVIADOR1: Vamos, Laura, puedes ser honesta. Tu secreto está a salvo conmigo (g)6

Su coño se apretó, junto con el resto de su cuerpo. Ella simplemente se sentó allí congelada incapaz de pensar con claridad... o responder.

AVIADOR1: te vi ayer por la noche, Laura. Te vi hacerte correrte.

Sus pechos dolieron mientras su tórax se estrechó. Su corazón amenazaba con palpitar directamente a través de su caja torácica. Una vez más, ella no podía responder. Ella no podía creer que él realmente la había visto, que ella realmente había estado actuando, tocándose a sí misma, para un voyeur real, ¡en vivo!

Sin embargo, otro mensaje apareció.

AVIADOR1: Perdóname. No lo hice a propósito. Estaba trabajando hasta tarde y se me ocurrió que no había chequeado tu llegada, así que encendí la cámara y allí estabas. No debería haber visto, pero ¿qué puedo decir? Soy un hombre norteamericano de sangre caliente. Y tú eres un huésped increíblemente caliente, cariño.

Laura miró su mensaje con temor. Respuestas sensatas a lo que había sucedido se agolpaban en su mente. Ella debería apagar el ordenador ahora mismo. Más que eso debería empacar y marcharse directamente de regreso a Seattle. El instinto lógico le decía que corriera, que adopte cualquier medida necesaria —sin importar cuán extrema — para conseguirse a sí misma fuera de esta situación que era tan no —ella.

Sin embargo, su coño pulso debajo de sus pantalones de jogging.

Y la descripción de Mónica se reprodujo a través de su cabeza. Hermoso. Treinta y tantos.

¿Qué tan guapo? Ella debería haberle preguntado a Mónica.

Ella se mordió los labios, sintió aumentar sus latidos del corazón, y bajó la mirada a sus dedos porque estaba nerviosa y quería asegurarse de que ellos golpearan las teclas correctas. Apenas podía creer la respuesta que ella había escrito, incluso mientras presionaba Enviar.

AVIADOR2: ¿Hice que te endurecieras?

AVIADOR1: Como una roca.

Mmm, las palabras en la pantalla volvieron pesados sus senos y adoloridos. ¿Podía realmente hacer esto? ¿Tener cibersexo? ¿Sin siquiera algo de vino para estimularla?

No estaba segura en lo que se había metido, pero para su sorpresa a lo mejor podía hacerlo.

AVIADOR2: ¿Sufriste toda la noche?

AVIADOR1: No, cariño, no tengo miedo. Yo tomé el asunto en mis propias manos, al igual que tú <g>.

La imagen que entró en su mente volvió su entrepierna aún más cálida de lo que ya estaba.

AVIADOR2: ¿Directo de la computadora? ¿O más tarde, en la cama?

AVIADOR1: Directo de la computadora. Me corrí sólo unos segundos después de ti. Viendo el placer lavando sobre tu cara mientras trabajabas tu pequeño coño caliente empujando sobre el borde.

A pesar de sí misma, a pesar de lo peligroso que este juego podía ser, ella anhelaba más de esa imagen —los detalles. De pronto, deseaba saber exactamente lo que ella le había hecho pasar a este hombre, este desconocido.

AVIADOR2: ¿Te corriste sobre la pantalla? ¿El teclado?

AVIADOR1: No —lo capturé en un pañuelo de papel. Los ordenadores son caros. ;)

Si el ordenador de su casa era tan extravagante como la que ella estaba utilizando en este momento, él tenía razón. Ella escribió el primer pensamiento que vino a su cabeza sin ponderarlo.

AVIADOR2: Me gustaría haber visto.

AVIADOR1: Lo siento, cariño, la webcam sólo funciona en una dirección.

AVIADOR2: Eso no es exactamente justo.

AVIADOR1: ¿Está tu coño mojado en este momento? ¿Por hablar de esto?

Oh Dios, éste lo estaba. Y su corazón latía tan fuerte que dolía. Pero tal vez debería mentir. Tal vez sería prudente decir algo jocoso, o sarcástico, algo para aligerar el modo profundo y sucio que esto había tomado.

Solamente... que poco a poco se dio cuenta de que ella quería decirle, quería que él supiera.

AVIADOR2: Sí. Mis bragas ya están empapadas.

AVIADOR1: Mmm, bonito, bebé.

Entonces, un pensamiento más terrible se le ocurrió.

AVIADOR2: ¿Puedes verme ahora?

AVIADOR1: Sí, Laura. Te estoy mirando directamente.

El conocimiento le daba ganas de encogerse. No estaban en plano de igualdad —él parecía tener todo el control.

AVIADOR1: De hecho, mientras estuvimos hablando, tus pezones se han puesto duros. Yo sé que estás usando un sostén —puedo ver el contorno a través de tu camiseta, pero de todas maneras esos lindos pezones están sobresaliendo.

Y cada segundo más duros —ella casi podía sentir esto sucediendo.

AVIADOR1: Estás ruborizada.

Nunca se había sentido tan atrapada entre la vergüenza y la excitación.

AVIADOR2: Me siento como si estuviera en un escenario.

AVIADOR1: Yo soy la única persona en la audiencia.

Ella se mordió el labio.

AVIADOR2: ¿Se supone que eso me haga sentir mejor?

AVIADOR1: Sí. Me gusta verte.

Incluso eso alimentaba su deseo, haciendo palpitar su coño. Más nerviosismo revoloteaba a través de ella cuando preguntó la siguiente cosa que le vino a la mente, la excitación superando a la vergüenza, al menos por este breve momento.

AVIADOR2: ¿Estás duro en este momento?

AVIADOR1: Mucho.

No sabía por qué, pero ella eligió ese segundo para finalmente echar un vistazo hacia abajo a sus pechos, hoy envueltos en un cómodo sostén de algodón. Tal vez había pensado que ahora que ellos habían vuelto la atención al cuerpo de él, ¿no se daría cuenta si ella se veía? Como él había prometido, los tensos picos asomaban visiblemente a través.

AVIADOR1: Son preciosos, Laura.

Ella se hizo la tonta, lamentando haber sido capturada estudiándose a sí misma. AVIADOR2: ¿De qué estás hablando? AVIADOR1: Tus pechos, por supuesto. Jodidamente hermosos. Viéndote jugar con ellos ayer por la noche me dio ganas de deslizar mi polla entre ellos.

Oh Dios. Ahora su corazón latía entre sus piernas. Y sus pechos se sentían enormes, más grandes que su tamaño de copa C. Esta situación ya era insana, y parecía estar girando más y más fuera de control. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué no podía resistir el encanto prohibido de su conversación? Antes de que pudiera medir las consecuencias, se encontró a si misma perpetuando esto.

AVIADOR2: ¿Cómo es de grande?

AVIADOR1: ¿Mi polla?

AVIADOR2: Sí.

AVIADOR1: lo suficientemente grande. :)

¿Qué tío no diría eso?

AVIADOR2: ¿Lo suficientemente grande como para qué?

AVIADOR1: Lo suficientemente grande como para satisfacer tus exigencias. Te lo prometo.

Pero ella necesitaba más.

AVIADOR2: demasiado vago. ¿Podrías ser más específico?

AVIADOR1: Bueno, en este momento, está casi del tamaño del Monumento a Washington.

Ella no pudo contener una risa ligera.

AVIADOR2: Estoy buscando por un número en pulgadas, por favor.

AVIADOR1: Lo siento, cariño, no puedo decir que alguna vez la haya medido.

Ella decidió empujar su suerte aún más.

AVIADOR2: Hazlo ahora. Si te sientes tan grande como un monumento, este es probablemente un buen momento.

AVIADOR1: (g) Probablemente sí, pero vas a tener que tomar mi palabra en esto.

AVIADOR2: ¿Por qué?

AVIADOR1: No tengo una regla lo suficientemente larga. :)

Ella levantó una sonrisa en dirección a la webcam, divertida, luego hizo la pregunta que acababa de llegar a su mente.

AVIADOR2: Si me puedes ver, ¿puedes también oírme? ¿Estoy escribiendo todo esto para nada?

De repente ella estaba tratando de recordar si había gemido mucho anoche.

AVIADOR1: La cámara capta el sonido, pero puede ser apagado, por lo que es mejor escribir.

Bien. Tal vez si ella había gemido, él no la había escuchado.

AVIADOR1: Bueno, caliente y sexy Laura, tanto como me gustaría hablar sucio contigo durante todo el día, tengo que irme ahora.

AVIADOR2: ¿Compañías para tomar? ¿Imperios para derrocar?

AVIADOR1: Algo así.

Ella no podía dejar de sentirse vagamente decepcionada de que ellos estaban terminando de repente. Pero entonces él envió un mensaje instantáneo otra vez.

AVIADOR1: ¿Voy a ver más de ti esta noche?

Ella sacó su aliento por la pregunta capciosa.

AVIADOR2: ¿Qué quieres decir?

AVIADOR1: exactamente lo que pregunté. Pero vamos a hacer esto más temprano esta noche. A las diez, de tu horario.

Ah, sí —era una hora más temprano en L.A. Ella consideró las distintas formas en que podía responder, finalmente decidiéndose por una simple aclaración.

AVIADOR2: ¿Estás sugiriendo algo similar a lo de anoche?

AVIADOR1: Sí, cariño. Eso es EXACTAMENTE lo que estoy sugiriendo. Excepto más.

AVIADOR2: ¿Más?

AVIADOR1: quiero que me muestres tu coño.

Laura detuvo su respiración, obligándose a volver a la realidad.

AVIADOR2: No puedo.

AVIADOR1: ¿Por qué no?

Ella dudó, sin embargo lo pensó —entonces dijo la verdad.

AVIADOR2: Pensé que estaba sola anoche. Yo no creo que pueda de nuevo sabiendo que estarás viendo.

Era una mentira leve, pero la noche de ayer había sido más fantástica para ella que cualquier otra cosa. Sólo que ahora ella verdaderamente había descubierto que la fantasía había sido realidad y sencillamente, no creía que ella se atrevería a hacerlo de nuevo con el pleno conocimiento de que él realmente estaba viendo todos sus traviesos movimientos. ¿Y revelarse aún más? ¿Mostrarle la parte más íntima de ella, la cual sólo un puñado de hombres habían visto? Y había, al menos, estado saliendo con esos hombres. Ni una sola vez ella había tonteado con un extraño.

Su respuesta tardó más de lo habitual.

AVIADOR1: No sabes lo mucho que me decepcionas, Laura.

Ella, también —de alguna manera — si era sincera. Pero ella se conocía demasiado bien. Y el hecho era que tanto como ella acababa de dejarse resbalar por completo en esta caliente conversación, cuando se echaba hacia atrás y miraba con sensatez, esto aún parecía... peligroso.

AVIADOR2: Lo siento.

AVIADOR1: No, cariño, yo lo siento.

La declaración podía leerse de dos maneras diferentes, pero ella sabía que él no se disculpaba por haberla hecho sentir incómoda —él estaba desanimado al escuchar que la diversión sucia había terminado.

Ella no respondió, ya que no parecía haber nada más que decir.

Aunque era desconcertante saber que él todavía la estaba mirando. Una solución vino a su mente, ya que tenía previsto pasar los próximos diez días en su casa de vacaciones.

AVIADOR2: Tal vez debería mover la cámara, enfocando el suelo.

AVIADOR1: No te molestes. Yo puedo mover la lente alrededor no importa la forma en que la dirijas.

Su espalda se puso rígida.

AVIADOR2: ¿Estás diciendo que seguirás mirándome, lo quiera o no? ¿Incluso si estoy o no haciendo cualquier cosa... traviesa?

AVIADOR1: ¿Qué puedo decir? Me gusta verte. Te gusta, también —puedo decirlo. Así que sólo piensa en mí como una mosca en la pared. Y quién sabe, si soy paciente, tal vez tenga suerte y tú hagas algo travieso para mí de todos modos.

AVIADOR2: No apostaría a ello. Sé que acabo de tener una conversación muy sucia contigo, pero estoy volviendo poco a poco a mis sentidos.

AVIADOR1: Eso es una lástima. Te ensucias muy bien.

A continuación, una cuestión totalmente nueva la golpeó, el pensamiento casi paralizándola.

AVIADOR2: ¿Haces esto a menudo? ¿Ves las mujeres de esta manera? ¿A otras personas que vienen aquí?

No estaba segura de por qué la idea la molestaba tanto, pero lo hacía. Tal vez la hizo sentirse menos importante para él de lo que ella quería —incluso si ella no lo conocía en absoluto.

AVIADOR1: No, te lo dije —esto sucedió por accidente. Pero ahora que te he visto, quiero SEGUIR viéndote.

Ella se mordió el labio, desgarrada entre el alivio, la adulación, y... lo que parecía ser una preocupación muy sensible que la llevó a su siguiente respuesta.

AVIADOR2: Supongo que podría desconectar la webcam del ordenador.

AVIADOR1: No lo harás.

Tan confiado.

AVIADOR2: ¿No lo crees?

AVIADOR1: No.

Y por alguna razón, ella sabía que él tenía razón. Esta era su casa, y él había sido lo suficientemente generoso como para prestársela a alguien que no conocía. A pesar de las circunstancias, le parecía un error meterse con su ordenador y el riesgo de romper algo o de alguna manera meter la pata con su costoso equipo.

Sería desalentador sentarse a trabajar aquí, sabiendo que él podría estar observándola en cualquier momento, pero siempre y cuando se quedara con la ropa puesta, no era gran cosa. De todos modos, en poco tiempo, él probablemente se aburriría y dejaría de verla completamente.

Mientras ella se sentó contemplando eso, él envió otro mensaje.

AVIADOR1: Si cambias de opinión, voy a estar aquí esta noche a las diez.

Ella contuvo el aliento, simplemente levantó la mirada hacia la cámara y negó con la cabeza en silencio.

AVIADOR1: Por cierto, asígnate un nuevo nombre que no sea el mío.

AVIADOR1: simplemente no se adapta a ti. ;)

Se sentía un poco entumecida mientras escribía.

AVIADOR2: ¿Qué se adapta?

AVIADOR1: Algo sexy. Adiós por ahora, sexy.

AVIADOR2: Adiós, AVIADOR. Feliz derrocamiento de imperio.

AVIADOR1: Te veo esta noche. ;)

*****

La historia finalmente avanzó —a pasos agigantados. Para cuando la oscuridad cayó alrededor de la casa de la montaña, Laura había escrito un capítulo y medio y había esbozado aproximadamente la tercera parte del libro en su mente. Resultó que el hombre que tía Mimsey había visto merodeando alrededor de la casa de huéspedes de los vecinos había sido un morocho, guapo, robusto, lleno de misterio. Riley lo había confrontado —y había sido arrollada por su confiado atractivo sexual.

No un encuentro normal para Riley Wainscott. Al igual que Laura, Riley tenía citas, a veces tenían una relación que duraba un tiempo, a veces se despertaba feliz después de hacer el amor, pero siempre se comportaba con sensatez a la hora de los hombres y el sexo. Tanto es así que este era casi un punto discutible en la vida de Riley, un tema que nunca jugó dentro de las tramas de Laura en cualquier forma significativa —hasta hoy. Por primera vez, Laura había descubierto a la mujer sensual por debajo del exterior sobrio de Riley. Ella había dejado a Riley experimentar una vibración espontánea entre sus muslos, igual a la que Laura había tenido esa mañana. Y ella sabía que esa vibración, esa tentación, ese instinto prohibido, tendría consecuencias reales para Riley y este caso antes de que el libro estuviera terminado.

Ella se alejó de la computadora con un sentido familiar de satisfacción y progreso —gracias a Dios, ¡estaba de vuelta en la pista!

Por supuesto, alejándose, dejando a Riley y su enigmático extraño atrás, se dio tiempo para comenzar a reflexionar sobre otras cosas, como su conversación en línea con el primo de Mónica esta mañana.

Ella aún no sabía su nombre. Habían compartido un intercambio íntimo sobre su coño y su polla, pero no sabía el nombre del tío. Ridículo.

No, más que ridículo. Más bien chocante. ¿Qué la había llevado a continuar la conversación, cuando ella había sabido muy bien que el movimiento seguro era hacer caso omiso de sus comentarios y preguntas sugestivas? Viendo el placer lavando sobre tu cara mientras trabajabas tu pequeño coño caliente empujando sobre el borde. Bueno, mucho más que sugestivas. Él había sido francamente obsceno. Lo que había hecho esta mañana era tan peligroso que apenas podía creer que hubiera sido tan tonta, o tan audaz.

Entrando en la cocina, tan espaciosa y lujosa como el resto de la casa, ella excavó en el refrigerador por los espaguetis de sobra que ella había cocinado la noche anterior, tratando desesperadamente de ignorar su respuesta física al recuerdo de esta mañana. Le gustara esto o no, pensar en él tenía su cuerpo zumbando de nuevo.

Pero entonces, ¿no había estado su cuerpo zumbando durante todo el día? Ella podía decirse a sí misma que había estado zumbando en nombre de Riley, por un sombrío extraño que puede significar daño para la tía Mimsey o sus vecinos, pero ¿cómo podía negarse a sí misma quién era ese desconocido en realidad? Su voyeur. Su compañero en el intercambio de mensajes sucios. Su coño se estremeció por la admisión.

Necesitas una ducha —una agradable y fría ducha. A pesar de la gruesa capa de nieve afuera, la casa se mantenía caliente por el sol de la tarde atacando a través de esos grandes ventanales. Así que primero comió su espagueti, recién salido del horno microondas, acompañado por una copa de vino de la botella que ella había abierto la noche anterior, luego colocó sus platos sucios en el fregadero y se dirigió hacia el dormitorio principal, a la inmensa ducha de mármol.

Al llegar al descomunal dormitorio, con una descomunal cama, una descomunal bañera jacuzzi y unos descomunales armarios con puertas de espejo, se detuvo y miró a su alrededor. Había dormido en esa cama la noche anterior, por supuesto. Y se había duchado esta mañana. Pero todo eso había sido antes de su conversación en línea, antes de que ella se enterara de que él la había visto frotarse entre las piernas hasta correrse, antes de que él le dijera que quería que lo hiciera por él.

Ahora ella casi lo sentía aquí. Ella estaba durmiendo en su cama, después de todo, en las mismas sábanas, las mismas almohadas. Ella, sin duda, se estaría secando con una toalla que había secado su piel.

De repente, una ducha no parecía una gran idea. Esta sólo la pondría aún más consciente de su cuerpo, lo sensible que éste se sentía desde la noche anterior, cuán listo, cuán necesitado. —Bien — murmuró. —Ninguna ducha.

Televisión. Ella vería series de TV. O algún canal de noticias las veinticuatro horas del día. No había nada sexy allí.

A medida que se trasladaba hacia la sala, se detuvo junto a una serie de altas estanterías de roble. Ella había tenido la intención de inspeccionar los libros en la casa desde que había llegado ayer, pero no había estado en torno a esto. Y parecía tan buena como cualquier otra distracción.

Ella encontró mayoritariamente clásicos: Adiós a las armas, Historia de dos ciudades, La Casa de los Siete Tejados, Matar a un ruiseñor. Y al moverse hacia los estantes más bajos, se sorprendió —aunque al instante sabía que no debía — por encontrar una pequeña colección de literatura erótica clásica: Historia de O, La Perla, los volúmenes de Anais Nin y el Marqués de Sade. Sus pechos se sentían pesados sólo mirando los títulos, pensando en su voyeur aviador leyéndolos, excitándose, corriéndose.

Las dulces sensaciones en su coño la instaron a alcanzar uno de ellos —pero no.

Esta noche se trataba de comedias y noticias y tal vez algo de Hemingway un poco más tarde. Esta noche estaba ignorando el tierno palpitar de su coño cuando pensaba en el hombre sin nombre, sin rostro al que pertenecían los libros. De hecho, sería un buen momento para dejar de pensar en esa parte de ella como su coño. Tiempo de ser la seria, confiable, sensible.

En ese momento, su mirada recayó sobre una pequeña foto enmarcada en el estante de encima de la literatura erótica. Se quedó sin aliento ante la visión. Dos hombres vestidos con pantalones cortos levantaban un gigantesco pez, entre ellos. Uno de ellos llevaba una camiseta que decía: ¡VUELAME, BABY! junto a una gráfica de lo que parecía ser un viejo biplano con una hélice grande en el frente. Era misteriosamente atractivo, como Mónica había prometido, su mentón cubierto de barba de pocos días. Aunque en la foto él parecía alegre y casual, sus oscuros ojos eran penetrantes. Y ella no podía dejar de notar que, a pesar de sus anchos pantalones cortos, había una protuberancia visible en la parte delantera.

El otro era de tez más clara —pelo rubio oscuro, ondulado, con una apariencia de holgazán clásica de esquiador — y Laura sabía sin duda que el primer hombre era su tío, el hombre que la había espiado la última noche y habló sucio con ella esta mañana. Dios, era precioso. Sus pezones se tensaron dentro de su sostén mientras lo estudiaba, deseando que la foto hubiera sido tomada más de cerca. Su entrepierna respondió, también, pareciendo hincharse debajo de sus pantalones.

Finalmente, puso la foto en su lugar y dejó escapar un suspiro. Que sea hermoso realmente no tenía nada que ver con su dilema. No hacía menos aterrador y peligroso intercambiar conversaciones sucias con un hombre que no conocía.

Nop, no menos peligroso —pero sin duda la encendía aún más ahora.

Dejó que sus ojos se cerraran, sintiéndose perdida.

Pero luego recuperó su fuerza y se dijo a si misma adherirse a su plan original. Ella vagabundeó hacia un sillón el cual estaba puesto al lado del sofá donde ella se había tendido tan descaradamente ayer por la noche, luego tomó el control remoto y encendió el televisor de pantalla grande. Tuvo suerte. Noticias del mundo.

Otra copa de vino y tal vez ella estaría soñolienta para irse a la cama temprano —como antes de las diez.

Unas horas más tarde, Laura estaba en la cama en su pijama con copos de nieve, dando vueltas. Al igual que ayer por la noche, el vino la había dejado más chiflada que soñolienta, pero se había ido a la cama de todos modos. Por supuesto, se había llevado un volumen de Anais Nin con ella y, antes de apagar las luces, había leído acerca de una mujer teniendo su "sexo" rasurado por dos hombres. Ellos habían tocado la recién suavizada piel allí, luego atormentaron su abertura con eróticos roces de una pluma. En otra historia aparecía una mujer cabalgando sobre un caballo de madera grande con un botón integrado para frotar su clítoris.

¡Dios, qué cosa más estúpida para leer!

Ella no pudo resistirse a cambiar la mirada desde el abovedado techo hacia el reloj digital de la mesilla. 09:54.

Se mordió el labio tiernamente, tratando locamente de ignorar la forma en que su propio sexo latía, rogando por su tacto. O el toque de él. Cualquier toque.

Por supuesto, ella no podía hacer lo que él le había pedido. Simplemente, no había manera. La noche anterior había estado bastante mal, pero ¿saber con seguridad que él estaba viendo? Y revelarse a él —completamente. Ella negó con la cabeza contra la almohada. No puedes. Por el amor de Dios, ni siquiera sabes su nombre.

Aún así, se encontró con su respiración temblando y su vientre apretando hacia abajo mientras retiraba las cubiertas.

Tal vez ella no se conocía tan bien como ella pensaba.

Capítulo Tres

Había sido un maldito día. Porque a diferencia de la pasada noche cuando simplemente se había bajado los pantalones, sacado su dolorida polla, y masturbado, hoy había sido tan estúpido como para esperar, queriendo flotar en el borde de la emoción durante todo el día, anticipándose a lo que podría ocurrir esta noche. Era como un juego que había querido jugar consigo mismo —con ella, también.

Ahora su pene estaba lastimado físicamente. Él había flotado en algún lugar entre la erección semi —dura y en toda regla durante todo el día, a través de reuniones, llamadas telefónicas, y el almuerzo con un vicepresidente senior con quien estaba haciendo algunas negociaciones importantes.

Todo el tiempo él había estado fantaseando con Laura Watkins, misteriosa escritora, gatita sexual. Ella no creía ser una gatita sexual, eso estaba claro. Pero él sabía que ella lo era —había visto la prueba, y se había corrido por ésta. Su pequeño espectáculo erótico, combinado con su vaporosa conversación de esta mañana, lo habían excitado más de lo que había estado en un tiempo muy largo.

Ahora, mientras estaba sentado en su casa de Malibú en una habitación oscura y silenciosa iluminada sólo por la pantalla de su ordenador, una brisa cálida del mar flotando a través de una ventana abierta detrás de él, se encontró mirando el reloj, sintiéndose ansioso como un adolescente consiguiendo su primer vistazo a la pornografía en Internet. Y él comenzó a revivir algunas de las fantasías que habían crecido en su mente alrededor de encantadora Laura hoy en momentos en los que sin duda debería haberse centrado en su trabajo. Síp, millones de dólares en juego a cada hora y él había estado fantaseando con una mujer. Pero él se había sentido impotente para detenerse —las imágenes se habían mantenido simplemente invadiendo su cerebro sin su permiso.

Durante una reunión con todo el panel de directores de Cressler Inc., él la había imaginado en el jacuzzi de su casa en Vail, enjabonando sus pechos deliciosos, pellizcando esos duros, lindos pezones, luego poniéndose sobre sus rodillas para correr un paño con jabón entre sus muslos, suspirando al igual que la noche anterior en la webcam.

Esas visiones solo fueron suficientes para mantenerlo por un tiempo, pero para el momento en que se quedó atascado en una llamada en espera con uno de sus inversionistas alrededor de las once, él había imaginado a la sexy Laker una chica con la que una vez había salido caminando dentro del baño de la suite principal, justo tan desnuda como Laura. Pam tenía un cuerpo exuberante, curvado, al igual que el sexy cuerpo de la Sra. Watkins, por lo que la concepción de ellas dos juntas parecía una conclusión inevitable para un tío que sin duda se corría con la idea de las mujeres jugando unas con otras. El largo cabello rubio de Pam había sido arrastrado fuera de su cuello con un clip, su encerado coño desnudo —y él sabía por experiencia que ella lo mantenía de esa forma. El pelo de Laura había colgado más fino, en un cálido color marrón, y caía justo después de sus hombros, pero en la fantasía, Pam se había movido detrás de ella y tirado de éste en otro clip, también.

Pam se había metido en la bañera llena de burbujas y agua girando de rodillas frente a Laura, y ambas se habían comenzado a lavar una a otra los senos. Ellas reían y hablaban y lo pusieron completamente duro mientras él aguardaba en una llamada en espera interminable. Gracias a Dios había tenido una chaqueta de traje para cubrir su pene sobresaliendo desde que había estado sentado en el gran vestíbulo abierto.

Pronto las dos hermosas mujeres habían comenzado a besarse —suaves encuentros de labios húmedos y cálidas lenguas que le hicieron pensar por un momento que podría correrse en su pantalón, como un colegial. Ellas se habían abrazado suavemente, sus regordetes, enjabonados pechos rozándose juntos. Él se preguntaba si Laura alguna vez habría estado con otra chica fuera de sus fantasías. Lo dudaba, pero era agradable imaginarlo.

Por último, el inversor había regresado a la línea, reclamando su atención, pero no debilitando su lujuria. Había sido durante el almuerzo con el trepador interventor de Ion Electronics cuando la fantasía había continuado. Él había necesitado oír lo que estaba diciendo el hombre —la fusión se hacía fundamental en el horizonte y no podía arriesgarse a joderla — pero él no podía ayudarse a sí mismo. Cuando había visto a una bonita muchacha en el restaurante quien, a primera vista, le hacía pensar en Laura Watkins, él había sido llevado de regreso a la descomunal bañera y a las dos mujeres sensuales en su interior.

Mientras el interventor de Ion hablaba de las recientes adquisiciones añadiendo valor a la empresa, él había visto a Laura sentada en el borde de la bañera, las piernas separadas, la cara de Pam en medio de ellas. Laura se había acariciado sus pechos, al igual que ayer por la noche, y ella gemía y gritaba mientras Pam lamía su coño. Dios, cómo quería lamer ese coño. Infiernos, ver ese coño para empezar.

Y mientras el borrador de Ion zumbaba sobre la seguridad de los empleados y los planes de pensión, él se había visto a sí mismo entrando en la imagen, de rodillas sobre las baldosas que rodeaban el jacuzzi para que su pene estuviese a la altura de la bonita boca de Laura. Ella la había abierto con una gran sonrisa y bajado sus labios sobre él, gimiendo por su coño siendo comido desde abajo.

Incluso la rememoración de la visión lo tenía sudando.

Sacudió su cabeza para despejarla y miró el pequeño reloj de oro sobre su escritorio. Éste marcaba unos minutos después de las nueve, lo que significa las diez pasadas en Colorado.

Maldita sea —había dejado de prestar atención y el ordenador había saltado al salvapantallas. Se apresuró a mover el ratón y la pantalla volvió a iluminarse. Luego hizo clic en el icono para la webcam de la casa de Vail.

La habitación estaba vacía, oscura pero con la pálida iluminación proporcionada por la capa de nieve afuera de los ventanales de atrás del ordenador.

Su corazón cayó. Su polla casi desinflada. Había estado seguro de que ella estaría allí, montando otro pequeño espectáculo erótico para él. Después de la forma en que ella había respondido a él esta mañana, había estado seguro de que ella no sería capaz de resistirse. Después de todo, ella estaba sola en esa gran casa, escribiendo todo el día —seguramente necesitaba algún tipo de liberación sexual. Y él le había dado una forma prohibida y excitante para conseguirla.

Aún así, mientras él enfocaba la cámara, desplazando la lente sobre la habitación, el espacio se mantuvo quieto, inmóvil, sombras de sofás y mesas y nada más. Aparentemente, juzgó mal su entusiasmo. Aparentemente, ella no estaba llegando a la última reunión que él había establecido para hoy, la que él había esperado durante todo el día con una furiosa erección. Parecía que el aspecto prohibido de su diversión era, como ella había insinuado, demasiado prohibido para ella.

—Maldita sea — susurró en la oscuridad. —Quiero más de ti, cariño.

Laura se miró en el espejo de la puerta del armario, estudiándose a sí misma de pies a cabeza. El pelo caía en suaves ondas alrededor de su cara, la cual estaba maquillada con rimel y lápiz labial —igual al que se aplicaría para una noche de discotecas con Mónica y las chicas. Alrededor de su cuello, una gargantilla de perlas color rojo. El escaso sostén push —up de encaje rojo levantaba sus pechos casi hasta la barbilla, haciendo que se vieran grandes y sexys. Abajo, llevaba una tanga de color rojo a juego la cual se aferraba con tanta fuerza a su montículo que la carnosa elevación ya se veía hinchada de deseo.

Ayer cuando había encontrado la pequeña bolsa conteniendo el sujetador y las bragas en su maleta, nunca soñó que estaría tan agradecida de que su amiga la hubiese colado allí, con una nota que decía:

Sólo en el caso de que decidas renunciar a la soledad y encuentres algún semental esquiador. Con amor, Mónica.

Bueno, ella no había renunciado a la soledad, ni encontrado un semental esquiador, pero tenía la siguiente mejor cosa —un semental con una webcam que la deseaba. Cuando todo estuvo dicho y hecho ella simplemente no pudo resistir la misma emoción que había experimentado en la última noche fingiendo que alguien la estaba observando. Por mucho que lo intentara, parecía que no podía negarse a sí misma la verdadera cosa. Ella estaba asustada, pero también necesitada. Esa necesidad pulsaba a través de sus venas, tangible como el flujo de sangre.

Así que finalmente había cedido a la tentación. Al menos por ahora. Podría lamentarlo más tarde, pero en este momento, era la hora del espectáculo. Y está noche no habría pijama de algodón.

Ella respiró hondo y descalza se movió desde el dormitorio a la sala, luego encendió las luces, utilizando el regulador para mantenerlas suaves.

Los ojos de él estaban sobre ella, podía sentirlos —inmediatamente.

El mero conocimiento hizo que sus pezones se contrajeran dentro del borde de encaje rojo que los abrazaba tan cómodamente.

Mientras se movía hacia el sofá, ella se sentía como si estuviera volviendo a la escena de un crimen. Deliciosamente malvada. Su coño vibró contra el confinamiento del suave encaje rozándola con la tela aumentando su excitación.

Al sentarse gentilmente se mordió los labios y miró hacia la cámara hablando en voz baja. —Yo no iba a hacer esto, pero aquí estoy por razones que no puedo explicar — Entonces ella miró más atentamente a la luz verde, imaginando que podía ver esos sexis ojos. — ¿Estás listo?

Ella lo imaginó —extrayendo la imagen de la foto en las estanterías — sentado tras su escritorio poniéndose duro por ella. La idea casi le corta la respiración —todo esto era totalmente abrumador. De hecho, ella temía que si pensaba demasiado en lo que estaba haciendo podría asustarse de nuevo y echarse atrás. Así que en vez de eso, ella simplemente comenzó alcanzando con ambas manos las medias copas inferiores de sus pechos.

Estaban pesados, llenos y redondos en sus manos. Se imaginó a su aviador gimiendo ante la vista de ella misma tocándose para él y deseo poder escucharlo. Otra vez deseaba poder verlo, como él la podía ver.

Ella cerró sus ojos y se mordió un poco en su sensual labio inferior, imaginando cuán magnífico sería esto si él estuviera sentado al otro lado de la habitación frente a ella. La cámara debería proporcionar una sensación de seguridad —y tal vez lo hacía, tal vez la distancia entre ella y su voyeur era el único factor que le permitía hacer esto. Sin embargo, al mismo tiempo, ella lo quería más cerca, lo quería a él aquí.

Mírame, pensó mientras retorcía sus pezones a través del encaje que apenas los ocultaba. Entonces, los masajeó completamente, deseando sus manos, pensando en su polla haciendo lo que él había dicho esta mañana —deslizándose entre los montículos de carne redonda.

Mírame, pensó mientras deslizaba sus dedos en las copas rojas, bajándolas lo suficiente para liberar los perlados picos de color rosa. Su rostro se calentó al revelarlos para él otra vez. Recordó cuán "hermosa" él pensaba que era ella y jugueteó con sus pezones endurecidos, dejando que la sensación fluya a través de ella, todo el camino hasta sus bragas de encaje haciendo temblar su coño.

Oh sí, mírame, bebé, mírame. Ella pasó las manos hacia abajo sobre las suaves curvas de su estómago, colocándolas sobre el encaje en sus caderas, dejando que sus dedos serpentearan en sus muslos. Moviéndose lentamente pero nunca deteniéndose, ella separó sus piernas, dejó que sus manos se deslizaran hacia el interior, ambas barriendo con firmeza sobre su entrepierna antes de retroceder hasta el borde de arriba de las bragas.

¿Quieres verme? ¿Ver mi coño? Ella mantuvo las palabras dentro, pero su propia hambre mostrando ser otra persona, liberando otra parte de sí misma que ella acababa de descubrir por sorpresa. Nunca había sabido que ella era una chica mala. Nunca había conocido estos fuegos prohibidos quemando en su interior.

Pero ellos quemaban —cada vez más caliente con cada segundo que pasaba — hasta que ella se puso de pie directamente frente a la cámara, entonces suavemente bajó sus bragas sobre sus caderas, por sus muslos, retirando el humedecido encaje del medio, luego empujando la correa por debajo de sus rodillas. La tela cayó hasta los tobillos, permitiéndole a ella dar un paso libre de ésta, momento en que ella se dio la vuelta y se dobló por la cintura, apoyando sus manos sobre el respaldo del sofá, dejando que él la mirara desde atrás. El instinto la llevó a levantar primero una rodilla sobre el sofá y luego la otra separando ligeramente sus piernas, arqueando su culo hacia él.

Tú querías verme —bueno, aquí estoy, bebé.

Mírame. Mira mi coño.

En ese momento llena de necesidad, deseo y hambre por él, no sentía vergüenza.

Oh Dios, ella lo quería aquí, detrás de ella, quería sentir sus manos en su culo, su dura polla presionando en su interior. Sin premeditación, miró por encima de su hombro hacia la cámara y dijo— Si estuvieras aquí ahora yo te pediría que me tomes de esta forma. Jodiéndome duro y profundo.

A mil millas de distancia él la observaba fascinado y le respondió a la pantalla a pesar que sabía que ella no podía oír. —Oh, bebé, estoy tan jodidamente caliente — Su polla sobresalía de sus pantalones abiertos y su puño se envolvía caliente a su alrededor.

Había pasado unos tristes y solitarios minutos pensando que en realidad ella no se iba a presentar, que él en realidad ya había tenido todo lo que podía conseguir de ella —y entonces, cuando él había estado a punto de levantarse y alejarse, ella había aparecido en ese bonito e inesperado conjunto de sujetador y bragas, su cabello y rostro arreglados haciendo de ella un ser sexual que él sabía que era. Un calor sofocante había quemado desde su pecho hasta su polla ante la vista de ella. Toda esa espera no había sido en vano. Y ahora Laura le estaba mostrando su pequeño sexy coño, diciéndole que ella quería que él la jodiera y en toda su existencia ese momento se convirtió en buen, caliente y sucio sexo.

Vio con puro asombro como ella se volvió a sentar en el sofá, separando sus muslos, cubriendo el brazo del sofá con una pierna para exponer su coño aún más ampliamente en la pantalla. Él se la comió con la vista —tan rosado y abierta — deseando poder hacerlo con la boca. Escuchó el sonido suave de su respiración, volviéndose más trabajosa mientras ella se acariciaba con un dedo largo y fino a través de su humedad.

—Maldita sea, cariño — murmuró él tirando de su polla.

Su propia respiración ronca se unió a la de ella pareciendo llenar la oscura habitación.

—Más — le instó él. —Tócate para mí.

Era casi como si ella hubiera oído, y él dejó que una sonrisa maliciosa lo tomara mientras el dedo de ella comenzó a girar en duros y rítmicos círculos sobre su clítoris, ahora sobresaliendo bellamente de sus pliegues.

—Oh, sí... frota ese lindo coño para mí.

Ella lo hizo, empujando ligeramente ahora cuando los primeros dos dedos de su mano derecha se extendieron hacia abajo en su separada pulpa. Su mano izquierda se levantó hacia la copa de un pecho, oprimiendo, rastrillando su pulgar sobre el tenso pezón haciéndose notar sobre los irregulares bordes de su sujetador.

—Tan bueno, nena — suspiró él hacia la pantalla deseando que pudiera escucharlo, deseando que no hubiese toda esta distancia de mierda entre ellos. Al principio esa parte había sido emocionante —pero ya rápidamente, él quería acabar con ello y estar con ella, los dos cuerpos empujando juntos en la forma en que naturalmente se suponía que debía ser.

Pero por otro lado, ¿Quién era él para quejarse? Laura Watkins se había entregado a él de una manera que ella nunca había planeado y admitiendo que nunca pensó que podría y su polla se hinchó con el más oscuro y masculino orgullo al saber que este espectáculo era sólo para él, para su placer y el de ella. Si unos pocos estados los separaban, infiernos, esta era sin duda la mejor siguiente cosa en vez de estar allí y un maldito caliente regalo para superar su inocente ojeada de la casa la noche anterior.

Él se aferró más estrechamente a su endurecida longitud, queriendo dársela a ella tan duro que casi podía saborearlo. Mantuvo sus ojos pegados a su hermoso coño, sus generosos pechos, la perdida mirada de pasión en su bonita cara. Ella se acercaba, él podía decirlo, ella se frotaba con mayor intensidad, apretando sus dientes suavemente, exprimiéndose primero un pecho luego el otro con más ferocidad que la que él ya había visto en ella.

—Así es querida — él dijo moderadamente —sigue adelante. Córrete para mí. Córrete.

La respiración de ella se hizo más pesada aún, como la suya. Él tiró de su polla, coincidiendo con el ritmo de ella y sabiendo que él no podría mantenerse por mucho tiempo. —Vamos, nena — exhortó. —Córrete por mí ahora.

Los círculos que ella frotaba sobre la parte superior de su coño crecieron más rápidos —y más profundos también. Él podía decirlo por la forma en que ella movía su mano, por la dulce agonía remodelando su cara. Ella estaba jadeando ahora y luego comenzó a dejar salir cortos y calientes pequeños sollozos —Oh... oh... oh... —

Su pecho subía y bajaba mientras el deseo apretaba en su interior, centrado en su ingle. Su polla palpitaba en su mano.

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