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Voyeur » Capítulo Diecisiete

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Capítulo Diecisiete

EL calor subió a las mejillas de Laura, así como a otras partes fundamentales de su cuerpo. Se detuvo a través de la habitación frente a él, poco a poco desató el cordón de sus pantalones, y luego movió sus caderas un poco para ayudarlos a caer.

Cayeron suavemente sobre sus caderas hasta sus tobillos, permitiéndole dar un paso libre de ellos. Ella podría haber jurado que vio los ojos de Braden brillar de lujuria a la vista de su diminuta tanga roja.

—Bonito, nena— él murmuró profundamente, y el sonido de su voz hizo que su coño se hinchara dentro del ajustado encaje.

A continuación ella levantó su mano para bajar un tirante de su camisola, luego el otro. Cuando el algodón blanco quedó tendido sobre su pecho, lo alcanzó con ambas manos para desprenderlo lentamente hacia abajo. Requirió un esfuerzo y más movimiento de cadera para ayudarlo el resto del camino hasta que finalmente estuvo delante de él en su sujetador y tanga de encaje rojo. Como siempre con Braden, disfrutó de ser el objeto de su posesiva mirada.

—Ven a mí, querida— él dijo, y ella vagabundeó a través de la alfombra hacia donde él se estaba, bien musculoso y desnudo. Ella se arrodilló a su lado en la manta, y él le entregó una copa de vino blanco, tomando la otra para sí.

—Por mantener las luces encendidas— él dijo, levantando su copa en un brindis, —para que pueda ver cada hermosa pulgada tuya.

Ella soltó una pequeña sonrisa, reflexiva y levantó su propia copa.

—Por mi sexy voyeur, quien me hizo ver muchas cosas nuevas.

Bebieron el vino, pero rápidamente pusieron las copas a un lado. Laura encontró dificultoso sentarse tan cerca de su completa erección sin tocarla. Tan pronto como sus manos estuvieron libres, ella se estiró para acariciarlo, envolviendo su puño en torno a su longitud, amando sentirlo como seda sobre acero, amando la manera en que lo hizo gemir. Se mordió el labio, estudiando su perfecta polla, memorizando cada larga y bonita pulgada, mirando el pre semen que llenaba la punta, y sólo eventualmente recordó estar sorprendida de que examinarlo con tanta audacia ya no la hiciera sentirse avergonzada.

Braden contuvo su respiración mientras ella lo apretaba y acariciaba, y él no pudo resistir deslizar su palma de la mano desde su cadera hasta la curva de su pecho. Se veían hermosos esta noche, capturados en el apretado encaje rojo, su escote profundo y redondo. Maldita sea, él iba a extrañar este calor, esta conexión que compartía con ella. Infiernos tenía más que su cuota justa de mujeres calientes y aventuras excitantes, pero nunca había sentido tal confianza de una mujer y no podía dejar de pensar en que Laura era la primera chica que alguna vez había verdadera y auténticamente seducido en el sentido más puro de la palabra.

Su pequeña mano bombeaba su polla con lenta y dolorosa precisión, la suficiente dulce sensación que un hombre egoísta se habría contentado con tumbarse y dejar que ella lo trabajara de esa manera durante toda la noche. Pero esta era su última noche con Laura, un hecho del que era muy dolorosamente consciente, por lo que sintió la necesidad de tomar el control, para asegurarse de que él tuviera todo lo que pudiera de ella antes que hubieran terminado.

Sentándose, él deslizó sus pulgares en los tirantes de su sostén rojo y los retiró de sus hombros. Su ingle se endureció aún más a la vista del encaje cayendo justo por debajo de sus exuberantes pezones rosados, duros y puntiagudos. El sujetador todavía ahuecaba la parte inferior de sus pechos, subrayándolos con el encaje. Él simplemente les vio por un momento, luego acarició sus pulgares a través de los impertinentes picos. Ella contuvo el aliento, un suave y brillante sonido y él se encontró a si mismo ajustando las puntas de color rosa, haciendo girar los tensos brotes entre sus dedos hasta que su respiración se hizo más y más difícil.

Él se inclinó para besarla y la sensación corrió completamente a través de ella elevando su reacción por sus continuas caricias entre sus piernas.

—Me gusta cuando me tocas— ella dijo en un susurro irregular.

Las palabras encendieron un nuevo fuego en su interior.

—Me encanta oírte decir eso. Cuando nos conocimos, nunca hubieras dicho algo como eso.

Sus ojos parecían vidriosos, y su pecho agitado, con respiraciones laboriosas.

—Me cambiaste.

Él se encontró con su mirada y tenía que tener más de ella.

Capturando sus muñecas en sus manos, él la empujó sobre su espalda en la colcha, cambiando para cernirse sobre ella, dejando que su cuerpo rozara las pendientes del suyo. Su erección rozando suavemente su vientre.

—Te deseo condenadamente mucho— él soltó a través de sus apretados dientes antes de que presionara su hambrienta boca sobre la de ella. Sus dedos tiraban a través de su pelo y sus muslos se abrieron debajo de él para que pudiera anidar su dura longitud donde ella estaba más suave.

Rompiendo el beso, él dejó caer su boca sobre su pecho, chupando primero uno y luego el otro, su polla volviéndose más dura cada vez que ella gemía. Él sostuvo el exterior de las curvas de sus pechos con ambas manos mientras cambió de ida y vuelta entre ellos, succionando suave y dulce, usando su lengua para lamer, luego, tirando más fuerte, esperando tomarlos más profundo, con ganas de sentir sus pezones alargarse aún más entre sus labios. Ella gimió debajo de él, levantando su entrepierna contra él, amaba ponerla tan salvaje, llevándose su control. Eso es lo que él había anhelado desde el principio, hacer que Laura dejara caer ese tímido escudo de protección y alejar todas sus inhibiciones. Y ahora lo tenía, la dulce Laura retorciéndose y temblando debajo de él, en respuesta a cada toque suyo.

—Tengo que probar tu coño— jadeo, luego besó hacia abajo por su liso vientre, escuchándola contener su respiración con cada pulgada que él descendía.

—Sí— susurró ella antes de que él estuviera allí. —Sí, nene, por favor.

Un rayo de satisfacción masculina tiro a través de él, extendiéndose hacia el exterior cuando él bajó un beso en el frente de su bonita ropa interior. Su respiración todavía era pesada cuando metió sus pulgares por el elástico en ambas caderas y procedió a rodarla lentamente hacia abajo. Su sangre corrió más caliente en el segundo en que sus ojos se posaron en ese hermoso coño hermoso que ella había descubierto sólo para él.

Lanzando la tanga con rapidez hacia un lado, él le separó las piernas de nuevo, ampliamente, y se arrodilló para besar sus húmedos pliegues rosados. Ella suspiró, y él utilizó los dos pulgares para jugar con los delicados pliegues de carne caliente mientras bajaba otro beso sobre su dilatado y húmedo clítoris. Esta vez, ella gimió.

Él besó el caliente nudo otra vez tanto con la lengua como con los labios mientras ella se levantaba contra su boca a un ritmo lento, sensual que lo ponía salvaje. Sumergiéndose más, él lamió profundamente en ella, bebiendo de ella, queriendo tomar sus jugos dentro de él, queriendo sentir su humedad de bienvenida en su boca, sobre su boca, en su rostro. Si alguna vez hubo un lugar en el que un hombre quisiera ahogarse...

Dios, él necesitaba aún más de ella, necesitaba tenerla de otras maneras. Siempre trató de ser un amante generoso con Laura sobre todo y darle placer le provocaba más placer del que él podía comprender con facilidad, pero en este momento tenía que tomar, sólo un poco. Su polla dolía por ella.

Elevándose sobre ella, miro hacia abajo hacia sus dulces y apasionados ojos —Necesito follarte, nena.

Ella suspiró con vehemencia en respuesta y el dulce deseo sobre su cara lo atrajo, haciéndolo centrarse en su boca perfecta, haciéndolo pensar en lo increíble que se veía chupándolo. Él pasó la punta de su dedo índice en un círculo alrededor del borde de sus labios entreabiertos:

—Necesito follarte... aquí— susurró, y luego dejó su dedo sumergirse dentro. Ella lo chupó húmedamente cuando él lo retiraba, entonces dio un salto hacia arriba de manera que sus rodillas descansaban a ambos lados de su cabeza, y usó una mano para facilitar lentamente la punta de su polla entre sus labios.

Ella abrió con impaciencia, gimiendo su placer. Dios, era hermosa tomando su polla en esa bonita boca, dejándolo moverse dentro y fuera, dentro y fuera, tan bueno, demasiado bueno. Cuando ella se estiró para tomar sus bolas, él se estremeció y se deslizó un poco más profundo.

Pero se obligó a extraer lentamente su húmeda longitud de esos dulces y mojados labios, retrocediendo su cuerpo lo suficiente para que esta se posara entre sus suaves pechos.

—Y necesito follarte aquí— él susurró, utilizando sus manos para presionar los dos suaves montículos alrededor de su erección mientras se deslizaba húmedamente de ida y vuelta en el valle medio.

—Oh...— ella susurró, caliente y excitada, le encantaba que disfrutara esto tanto como él lo hacía. Sus ojos se cerraron en un verdadero placer, y la folló lento y profundo de esa forma, el encaje del sujetador debajo provocando una ligera abrasión en su piel, burlándose de sus bolas.

Finalmente, él soltó sus pechos y se dirigió al sur, una vez más hasta que se puso de rodillas entre sus piernas, empujando su polla en su coño perfectamente separado.

—Y necesito follarte aquí— le dijo, luego se condujo dentro de su cálido y apretado paso, sorprendido por la facilidad con que su cuerpo lo aceptaba ahora.

Ella sollozó acaloradamente, levantándose para tomarlo más profundo, y mientras él se conducía más lejos en la bienvenida de su túnel, ella dejó escapar un largo gemido de placer.

—Amo cuando estas dentro de mí, Braden. Amo cuán grande estás en mí.

Todavía arrodillado, en posición vertical, con los muslos de ella abrazando sus caderas, apoyó sus manos en el culo y tiró de ella hacia él, una y otra vez, escuchando sus pequeños gritos de calor por cada profunda embestida.

—¿Quieres montarme, mi niña traviesa?

—Mmm— susurró ella, viéndose perdida en la embriagadora pasión. —Sí, cariño. Sí.

Inclinándose sobre ella, deslizó sus brazos por detrás de su espalda y le dijo —Envuélvete alrededor mío— Así lo hizo, con los dos brazos y las piernas, permitiéndole arrastrarla hasta su pecho sin desconectar sus cuerpos.

—¡Oh!— ella gritó ante el impacto más profundo de sentarse sobre su polla. Él vio cómo ella se mordía el labio y absorbía el caliente placer que la posición le provocaba.

—Me encanta que la sientas más profundo de esta manera— le dijo. Y también amaba follarla con sus rostros tan cerca, sus pezones rozando su pecho, sus extremidades entrelazadas. Le encantaba todo lo relacionado con esta mujer, y quería que esa pequeña cabalgata la llevara al cielo.

Laura comenzó a moverse sobre él, su cuerpo respondiendo instintivamente. Su erección se sentía como si se extendería por siempre dentro de ella, como si debiera estar ampliando las profundidades de su coño con cada impulso. Ella se aferró a sus fuertes hombros y empezó a moler contra él, frotando su clítoris contra la carne por encima de su eje.

Él se apoyó contra la ventana, al parecer para relajarse un poco mientras ella recuperaba el control. Se besaron, sus lenguas tocándose, labios persistentes, y las seguras manos de Braden acariciando sus senos por encima del sujetador.

—Chúpalos— dijo ella, mirando con valentía a sus ojos.

—Ah, carajo— él gimió, su voz llena del calor habitual, y cuando se inclinó para tomar uno de sus necesitados pezones en su boca, esto la empujó más cerca del orgasmo construyéndose en su interior.

—Oh Dios, nene, sí— ella murmuró en medio del placer que la devoraba.

Ella le montó duro, concentrándose en su dura polla dentro suyo y en la forma en que su clítoris rozaba contra él con cada ondulación de sus caderas; concentrándose en el caliente tirón de su boca en su pecho, en el sonido de su respiración. Él levantó su cabeza y ella miró en sus oscuros ojos, vio su hermoso rostro, y vio en la periferia la multitud de estrellas alrededor de él, lo suficientemente cerca como para tocarlas a pesar de que estaban a millones de kilómetros de distancia.

—Voy a hacer que te corras ahora— él prometió, y ella se preguntó cómo era posible que dijera tal cosa con tanta confianza, pero al mismo tiempo le creía por completo.

Con sus manos en su trasero, él apretó la punta de un dedo en la fisura de su culo y la envió con una explosión al espacio. El placer se extendió desde la cabeza a los pies, el alucinante orgasmo casi tragándola, de alguna manera todo parecía más envolvente por la visión del cosmos que se veía en la ventana a su espalda.

Cuando las intensas y convulsionantes sensaciones por fin pasaron, se encontró a si misma agotada, apoyándose con la frente sobre su hombro. Ella casi podía sentir su sonrisa cuando dijo — ¿Crees que te recuperarás?

—No sé— ella dijo sin aliento. —A veces contigo, la forma en que yo me corro... es tan poderosa. Me haces enloquecer — levantó la cabeza para ver su sonrisa desplegándose más allá.

—Me di cuenta. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?

Ella inclinó su cabeza. —Um... ¿un masaje en la espalda, tal vez?

Él se echó a reír. — ¿Estás bromeando?

Ella sacudió su cabeza. —Si quieres que sea capaz de seguir adelante, vas a tener a relajarme un poco para recuperar mi energía.

Él le dio a su cabeza una inclinación reprobadora. —Tienes que saber, pequeña señorita copo de nieve, que yo no suelo parar a mitad de una follada para dar un masaje en la espalda— Sin embargo, mientras lo decía, él la estaba levantando de él, girándola sobre la colcha, entonces se sentó a caballo de sus caderas para empezar a masajear lentamente sus hombros.

—Entonces debo ser especial.

Él le dio un beso rápido entre sus omóplatos y dijo cerca de su oído —Sí, debes serlo. ¿Cómo se siente?

—Mmm— suspiró. —Agradable.

—Yo apunto a complacer.

—Tú apuntas bastante bien, especialmente con esa gran herramienta tuya.

El comentario obtuvo una risa de él mientras seguía con el masaje.

—¿Quién hubiera pensado que resultarías ser una chica mala?

—Tú, al parecer— ella le recordó. —Has trabajado muy duro para convertirme en una.

Él suavemente desabrochó su sujetador para continuar frotando, pero al poco tiempo se estiró alrededor por debajo de ella, buscando sus senos. Ella se encontró elevándose, para darle acceso, gimiendo mientras sus manos se cerraban de nuevo sobre la suave carne, capturando los pezones gentilmente entre sus dedos.

—Tienes razón, yo lo hice. Y ahora que eres una niña mala, voy a tener que azotarte.

Ella miró por encima de su hombro, mordiendo su labio. Su polla descansaba en el valle de su culo.

—Dijiste que íbamos a llegar a eso, pero lo había olvidado.

La voz de él se convirtió en un susurro. —Tienes que ser castigada.

La verdad era que Laura no tenía idea de que escandalosas eran las nalgadas, pero creía que si alguien podía mostrárselo, era Braden.

—Disciplíname— ella dijo.

Braden se quitó de encima, ella se encontró abriendo sus piernas para que él pudiera arrodillarse entre medio, inclinado sobre ella. La punta de su dura polla todavía sobresalía un poco en su culo, haciéndola sentir el vago deseo de moverse, así caería en el medio. Ella lo hizo, y ambos suspiraron, justo antes de que la palma de su mano golpeara su parte trasera.

—¡Oh!— ella exclamó, retrocediendo.

Apenas se había recuperado cuando él bajó su palma de nuevo. Esta vez, ella contuvo su grito, pero emitió más un gruñido, apretando sus dientes.

En el momento en que el tercer golpe llegó, se dio cuenta que el pequeño choque enviaba a través de su ya despertado cuerpo mayores sensaciones, por todas partes.

Y mientras su azote continuaba, mientras le decía una vez más que traviesa y juguetona ella había sido, los golpes comenzaron a reverberar a través de su culo hacia abajo en su coño, haciéndolo latir acaloradamente y arder por más estimulación. Se dio cuenta de que sus gritos ahora se parecían mucho más a gemidos, y que ansiaba ser follada de nuevo. Se encontró elevando su culo en el aire, más alto en busca de su azote caliente, cuando él dijo — ¿Ha sido suficiente castigo ya? ¿O necesitas más?

—Yo... no estoy segura— Se asomó por encima de su hombro de nuevo. —Pero definitivamente necesito más de algo.

Su maliciosa sonrisa decía que él podía leer su estado de fuerte excitación claramente. Poco a poco, él enganchó un brazo por su cintura, cálido y firme, y se inclinó sobre su espalda, presionando su pecho ahí, para susurrar lenta y profundamente en su oído, con toda seriedad. — ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, nena? ¿Cualquier cosa que no hayamos hecho que no hayamos probado; algún juego que no hayamos jugado que tú quieras jugar? ¿Cualquier placer que pueda brindarte que no te haya dado ya?

Su dura longitud se había deslizado completamente en el pliegue de su culo de nuevo y se encontró deseando más sensación allí, ella miró aturdida por encima de su hombro hacia su cara, pero no dijo nada.

Él se frotó suavemente contra ella y ella gimió.

La siguiente vez que ella miró atrás hacia él, sus ojos brillaban oscuramente.

—Quieres que joda tu pequeño y apretado culo — Una declaración, no una pregunta.

Ella se estremeció y respondió con honestidad.

—En realidad, tengo miedo de ello. Miedo de que duela y arruine la noche.

Su rostro estaba sólo a una pulgada del suyo cuando dijo:

—Yo nunca dejaría que eso suceda— Y sin esperar su respuesta, él la levantó con el brazo que la envolvía poniéndola sobre sus manos y rodillas y sumergió dos dedos de su mano libre en la carne húmeda entre sus muslos.

—Oh Dios— ella dijo ante el inesperado toque, sorprendiéndose cuando los empujó profundo, todo el camino dentro de su coño. Ella respondió, presionando hacia atrás en contra de ellos, tomándolos hasta la empuñadura. Dejó escapar calientes respiraciones con cada golpe, consciente de que podía oírlos moverse en su humedad.

Entonces él los sacó.

Ella echó un vistazo por encima de su hombro, lista para protestar, cuando él deslizó un dedo mojado suavemente en su ano.

—¡Oh!— ella gritó, tanto sorprendida como debilitada. Nunca había sentido nada igual. Una nueva, fresca y excitante sensación en una apertura totalmente diferente.

Al igual que con su coño, él empezó a deslizar su dedo dentro y fuera, y ella siguió su instinto, comenzando a moverse con cautela en su contra. Su rostro enrojecido por el calor mientras trataba de acostumbrarse a esta nueva clase de follada, y sus brazos comenzaron a sentirse débiles. Pero su cuerpo continuó moviéndose, capturando, aceptando, esperando más.

—¿Cómo está eso, nena?— le preguntó. — ¿Se siente bien?

No lo podía negar, aunque un "mmm", fue la única respuesta que pudo manejar.

—Así es— él dijo en voz baja. —Folla mis dedos. Folla mis dedos con tu pequeño y dulce culo.

Ella estaba a punto de pensar, ¿dedos? ¿Más de uno? Cuando sintió entrar un segundo.

—Oh Dios, Braden.

—¿Bueno?

—Sí— suspiró ella.

Pronto, él empujó más fuerte, más duro, y ella oyó sus calientes gemidos, pero apenas era consciente de hacer esos sonidos. Ella se estaba perdiendo en la extraña sensación, sintiendo su cuerpo lleno con el calor, y consciente de que quería más.

—¿Quieres mi polla allí, nena?— él se inclinó cerca de su oreja para preguntar.

Ella sabía que era una pregunta retórica, sabía que él tenía la intención de dársela fuera o no lo suficientemente valiente como para pedírselo. Sin embargo, un sentido de auto preservación la hizo pronunciar una palabra en medio de su intensa excitación.

—Miedo.

Él redujo la velocidad de las embestidas de sus dedos y le habló con dulzura. —No hay nada que temer, cariño, te lo prometo. Relájate. Y disfruta. Piensa en lo bien que se siente tu culo en estos momentos. Piensa en cómo quieres más, cómo quieres mi polla dentro de ti ahí. — Entonces su voz se convirtió en un susurro sensual. —Tengo que hacerlo, Laura. Tengo que ser el hombre que tome esa última pequeña pizca de virginidad de ti. Lo sabes, ¿verdad?

Ella comprendió lo que él estaba diciendo, tenía sentido. Si ella lo quería, él era el hombre indicado para dárselo. Y tenía que ser ahora, esta noche. Y si ella dejaba esto sin experimentarlo, siempre lo lamentaría, siempre se preguntaría cómo se habría sentido.

—Sí— dijo ella finalmente en voz baja pero segura.

Él gimió ante su aquiescencia, entonces cambió la forma en que utilizaba sus dedos. Su orificio anal estaba mojado con sus propios jugos, y él comenzó a dar vuelta sus dedos en movimientos circulares, como si tratara de ampliarla, poniéndola aún más lista.

—Dios... oh Dios— ella se oyó gemir.

Cuando sus dedos la dejaron, tomó una respiración profunda.

—Relájate para mí, nena— él dijo. —Relájate y quiéreme.

Sí, lo hago. Demasiado. Ella estaba demasiado agotada y excitada para decirlo, pero quería darle esa última pieza de su virginidad, ahora, más de lo que quería respirar.

La punta de su polla se sentía dura y todavía húmeda en su contra, y ella conoció un profundo y primordial anhelo por aceptarlo allí, en esa abertura imposiblemente pequeña. Él empujó, y ella supo cuando la cabeza empezó a entrar. Ella oyó un "Unh" escapársele.

Detrás de ella, su pesada respiración creció, sus manos apretando sobre su cintura.

Se mordió el labio inferior mientras él pronunciaba otro suave empuje, luego comenzó a mecerse rítmicamente en su contra. Ella se echó hacia atrás, tratando de reunirse con él, tomándolo, la sensible fisura de su ano hambrienta de él.

La apertura se extendía, y una ráfaga suave de dolor vino con ello. Ella gritó, pero entonces se dio cuenta con la misma rapidez que él había encontrado la entrada y su polla se estaba deslizando poco a poco en su culo.

—Oh, Dios mío— se oyó susurrar cuando el más extraño sentido de plenitud que jamás había experimentado la asaltó.

Era como si ella hubiera encontrado una nueva parte de su cuerpo que nunca había imaginado.

—Tan apretado— él dijo, pero su voz sonaba débil ahora, demasiado, tan débil como ella se sentía. —Y tú eres tan asombrosa, nena. Tan jodidamente increíble.

—No puedo creer que... estés dentro de mí ahí.

Sus manos frotaron sus caderas y las mejillas de su culo.

—Lo estoy, cariño. Oh Dios, lo estoy.

Y entonces empezó a moverse, lentos, pequeños y ligeros empujes, claramente diseñados para no hacerle daño. Ella se reunió con ellos, arqueándose más alto, ojos cerrados, perdida en un mundo completamente nuevo de extraño y embriagador placer que se extendía a través de cada centímetro de su cuerpo de pies a cabeza, completamente consumida.

Y ella creía que había absorbido casi tanta sensación como podía cuando algo fresco presionó entre sus muslos por delante, y cuando esto empezó a zumbar se dio cuenta que era el vibrador. Ella ni siquiera lo había visto en la colcha con ellos dadas las mínimas condiciones de luz, pero al parecer Braden había pensado que ellos lo querrían y ahora estaba llegando alrededor para deslizar el juguete de ida y vuelta en su coño, mientras que él follaba su culo.

El arco del placer no se hizo esperar, el orgasmo llegó sólo unos segundos después, irrumpiendo a través de ella con todo el poder de una estrella en explosión.

—Oh Dios, Oh Dios, ¡Oh Dios!— Se oyó casi aullar con la intensidad de este, sintiéndose casi desconectada de su cuerpo. En algún momento, se dio cuenta que ya no se apoyaba sobre sus manos, sino que se había derrumbado, cayendo hacia el frente, apoyando su cabeza sobre la colcha.

Tras ella, Braden todavía follaba su culo, pero cada golpe llegaba con un apretado y caliente gemido masculino, hasta que dijo —Voy a correrme en tu culo, querida— y luego dejó escapar un gemido enorme, mientras se hundía más profundamente, más lejos, una y otra vez, hasta que se deshizo encima de ella, agotado.

Después de quedarse dormidos en la colcha por un tiempo, Laura sintió a Braden empujarla para despertarla, tomó su mano y la llevó a la ducha. Ellos se limpiaron, y luego cayeron desnudos en la cama, donde sin decir una palabra hicieron el amor de nuevo, Laura arriba por un tiempo, luego Braden, levantando sus tobillos hasta sus hombros mientras se conducía sin descanso en su acogedor coño.

Tres veces más a través de la noche follaron, hasta que llegó la mañana y se dieron cuenta de que apenas habían dormido.

—Dormirás en el avión— él dijo suavemente, besando su frente.

Después de un rápido desayuno de bagels y café, volvieron arriba así Laura podría vestirse y terminar de empacar. Braden se acercó por detrás para meter el vibrador en forma de pene en su maleta. Ella lo miró, sorprendida. — ¿Se supone que debo enviar esto a través de la máquina de rayos X del aeropuerto?— Era un equipaje de mano.

Él sonrió, con un guiño.

—Estoy seguro de que no es la primera vez que ellos lo ven. Sé valiente, copo de nieve— Y así fácilmente, ella decidió que lo sería. Se trataba de un vibrador, no un machete, podía viajar con él a través del aeropuerto si se le diera la real gana.

—Y quiero que lo uses— él dijo, acercándose —y pienses en mí.

—Lo haré— ella dijo en un susurro, sin dudarlo.

—Bien. Eso me da algunas fantasías agradables.

Se quedaron en la habitación, mirando a los ojos del otro, y Laura sentía como que había mucho más que decir, pero no tenía idea de qué.

Finalmente, ella habló en voz baja. —Anoche fue... bien, no hay palabras. Me alegro de que tomaras esa última pequeña parte de mí.

—Me alegro de que me la dieras.

Ella suspiró y dijo —Bueno... debería irme— y se estiró para cerrar su bolsa.

Pero él agarró sus muñecas para que ella lo mirara.

—No sólo anoche, todo este tiempo, Laura, ha sido... inolvidable.

Ella asintió con la cabeza, y sabía que tenía que salir rápidamente antes de que ella se echara a llorar y le pidiera que la amara para siempre y entonces tuviera su corazón hecho pedazos cuando él la mirara horrorizado.

—Yo debería irme— dijo ella otra vez.

Braden rodó su maleta por las escaleras y luego la llevó hasta el vestíbulo.

Llevaba pantalones de franela, calcetines gruesos, y un suéter térmico gris, pero dijo —Llevaré esto fuera por ti.

Ella se estaba poniendo el abrigo y miró hacia arriba para responder.

—No, yo puedes hacerlo. Ni siquiera tienes los zapatos— Cuando él empezó a protestar, ella aligeró el estado de ánimo. —Tengo que acostumbrarme a llevar conmigo el vibrador sin ti, ¿no?

Las esquinas de su boca se torcieron un poco, sus ojos sonrieron.

—Sí— dijo él en voz baja, —supongo que lo tienes que hacer.

Ellos salieron al porche y él levantó sus manos hacia su cara. Ella lo miró mientras el aire frío la congelaba y se enamoró de nuevo con sus profundos y expresivos ojos y la oscura barba sobre sus mejillas. Él la besó, lento y suave, dejando a su boca quedarse sobre la de ella. Esto envió brincos de placer a través de ella, tanto como el primer beso que él le había dado hace casi una semana atrás.

—Adiós, copo de nieve.

—Adiós— dijo y esperaba como el infierno que él no se diera cuenta que estaba a punto de llorar. Rápidamente rodó su bolso por el camino sobre una cubierta de nieve recién caída y lo metió la parte trasera de su camioneta alquilada.

—Conduce con cuidado— le gritó mientras abría la puerta para trepar en el interior.

Ella sólo saludó. Cerró la puerta. Encendió el motor. Y retrocedió por el camino largo, consciente de que él todavía estaba en el porche mirándola partir.

Y cuando puso el coche en la ruta, una lágrima en su mejilla descendió cuando la cruda realidad la golpeó.

Todo había terminado. Así como así. No más besos. No más sexo. No más caricias y gemidos, o desayunar con él, o cenar. No más copo de nieve.

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