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Capítulo Uno

LAURA WATKINS se quedó mirando la pantalla del ordenador en blanco, su mente girando con desesperación. ¡Escribe algo! ¡Cualquier cosa! El cursor en negro se mantenía parpadeando en ella. Nada venía.

Ella nunca había tenido el bloqueo del escritor —nunca.

Bueno, hasta su reciente ruptura con David. Incluso ahora, cuando levantó su mirada hacia la nieve cayendo suavemente por la ventana frente a ella, ella no podía entender por qué terminar la relación le había afectado tan severamente. Nunca había visto a David como un estímulo para su creatividad —después de todo, él era todo negocio, el tipo en traje y corbata por excelencia, el icono corporativo, socio de una de las firmas más prestigiosas de abogados de Seattle a los treinta y dos años. ¿Lo había amado mucho? ¿Lo había amado algo?

Eres patética. Veintinueve años, y todavía no sabes exactamente qué es el amor. Y tu prometedora carrera va a sufrir una muerte prematura, porque no eres lo suficientemente inteligente como para ordenar tus emociones.

Tal vez Mónica tenía razón. Terminada la pizza y la cerveza en el apartamento de Laura hace dos semanas, ella le había dicho:

—Es el sexo. Te has acostumbrado a ello. Sin éste, estás en una especie de... obstrucción o algo así. Ninguna liberación sexual es igual a ninguna liberación creativa. Estoy segura de ello.

—Eso es ridículo — ella había respondido. —Yo escribí libros antes de David, puedo escribir libros después de él. Y como sabes, ni siquiera estoy segura de por qué nos mantuvimos juntos tanto tiempo.

—Debido a que necesitas sexo para crear —es así de simple.

Mónica era una estudiante graduada yendo por su Ph.D. en psicología en la Universidad de Washington, y pensaba que lo sabía todo acerca de la mente humana, pero en este caso particular, Laura no se lo tragaba. Su mejor amiga era por lo general una excelente solucionador de problemas, pero Laura no podía creer que su flujo creativo tuviera algo que ver con su flujo sexual.

Su verdadero temor es que tal vez había subestimado sus sentimientos hacia David —tal vez ella le amaba profundamente y no sólo no lo había reconocido hasta ahora, cuando ya es demasiado tarde. ¿Otro temor válido? Su siguiente novela de policial de Riley Wainscott debía estar con su editor en menos de un mes, a principios de marzo y hasta el momento no tenía trama. O un crimen. O un delito. O incluso un buen grupo de sospechosos. Todo lo que tenía era a su intrépida heroína, Riley Wainscott viviendo con su excéntrica tía Mimsey en un pintoresco pueblo de Nueva Inglaterra.

—Una huida — le había dicho a Mónica con entusiasmo, cuando la idea la había golpeado después de su segunda cerveza. —Tal vez eso es lo que necesito. Sólo un cambio de escenario. Un... retiro. ¿No es eso lo que hacen los escritores cuando necesitan estar absortos en su trabajo? Ellos se van de retiro a algún lugar tranquilo y aislado. Tal vez si yo hago algo como eso por lo que sólo seamos Riley y yo, la historia se revelará sola.

Mónica la había mirado con escepticismo. —Eso suena demasiado simple, si me preguntas.

Laura había sólo esbozado una mueca, habiendo en verdad sentido que ella estaba en algo.

—E incluso si realmente quieres proseguir con eso, veo un gran problema.

—¿El cuál es?

—Estás quebrada. Y yo solo estoy suponiendo, pero no creo que refugios aislados sean baratos.

Laura había dejado escapar un gran suspiro. Dejándole a Mónica lanzar otro engarce a su plan —incluso si estaba en lo cierto. Ella había por desgracia, gastado su adelanto parcial del actual libro hace mucho tiempo, en cosas como alimentos y vivienda y ahora estaba viviendo de sus ahorros. Hasta que terminara la novela completa, ella tenía que contar los centavos.

Ella levantó la mirada para encontrar los labios de Mónica fruncidos, sus ojos entornados. —Esto va en contra de mi buen juicio, pero por suerte para ti, resulta que tengo un primo con una casa de vacaciones en Colorado. Él siempre me está invitando a mí y al resto de mi familia a usarla.

Laura bajó la barbilla. — ¿Entonces, qué estás diciendo? — Eso sonaba bien, incluso perfecto, pero no quería sacar conclusiones precipitadas.

—Estoy diciendo que estoy segura de que él estaría feliz de que te retiraras allí. Si realmente crees que eso podría ayudar.

—Lo hago, Monnie, ¡yo realmente, realmente lo hago!

Mónica le había entregado una de sus típicas miradas superiores. —Yo sigo diciendo que no necesitas una buena manera de ponerte peor de lo que estás encerrándote en una casa grande y solitaria, pero si esto es lo que realmente quieres, amiga, considéralo hecho.

Mirando hacia atrás a esa noche, Laura recordó la inmediata sensación de alivio, de seguridad, de que esa era la respuesta. Sin embargo, fiel a las predicciones de Mónica, aquí estaba ella sentada mirando hacia fuera a una hermosa capa de polvo de Colorado a través del ventanal de una fabulosa casa de montaña que tenía para ella sola y la historia de Riley no estaba más cerca de finalizar de lo que había estado en su pequeña oficina trasera en Seattle.

¿Qué diablos iba a hacer?

No podía dormir, maldita sea. Al principio, ella pensó que era la preocupación sobre el libro, pero luego se dio cuenta de que estaba caliente, sudando. Se levantó para ajustar el termostato y se acostó. Entonces se dio cuenta de su nariz, boca, garganta, estaban tan secas como el Sahara. Se levantó una vez más, y vagabundeó hacia el baño en su viejo pijama azul de algodón con copos de nieve blancos y negros por todos lados. Bebió un poco de agua y se acostó. Se cubrió con las mantas, luego las empujó fuera.

Finalmente se levantó de la cama totalmente frustrada y caminó con determinación hacia la cocina. Ella había traído unas cuantas botellas de vino para relajarse junto al fuego en la noche y ahora parecía un buen momento para descorchar una, seguramente un poco de vino le ayudaría a dormir.

No se molestó en encender una luz mientras traía una copa y la botella abierta dentro del salón de dos pisos. En su lugar, ella encendió la chimenea a gas, observando cómo las llamas de color naranja iluminaban toda la habitación, luego se sentó en el sofá, lista para algo de profunda relajación.

¿Pero Mónica tenía razón? ¿Y si su bloqueo realmente tenía algo que ver con el sexo? Después de todo, ella no echaba de menos a David. Ella no extrañaba su compañía, o su cara, o su voz. Pero a medida que tragaba el último sorbo de vino en su copa de tallo y se sirvió otra, no podía negar que extrañaba ser tocada, ser penetrada.

Ella nunca había pensado que era una persona muy sexual, a diferencia de Mónica, quien vivía para el sexo. De hecho, las salvajes aventuras sexuales de Mónica eran una de las razones por las que Laura fue capaz de rechazar la teoría de Mónica tan fácilmente —su mejor amiga era una ninfómana2 y al igual que Freud, pensaba que todo estaba relacionado con el sexo. Pero mientras un sorbo de vino bajaba calurosamente a través de su pecho, ella no podía negar que el punto crucial entre sus muslos le dolía ante la idea de intimidad, que sus pechos se sentían doloridos y sensibles.

Empujando sobre sus pies, cruzó la habitación hacia la enorme pared de ventanas al lado de la cual había trabajado ese mismo día. No había persianas o cortinas y la espesa alfombra de nieve más allá brillaba plateada por la luz de la luna, haciendo su parte para iluminar la habitación.

Lenta y deliberadamente, levantó una mano a su pecho. Su pezón sobresalía a través de su pijama duro contra su palma. Ella lo apretó suavemente deseando vagamente que el toque fuese el de un hombre —una mano más grande, una caricia un poco más rugosa. Ella rastrilló el pulgar sobre el perlado pico y sintió un silbido de deseo barrer a través de su entrepierna.

Tal vez si el sexo era el problema aquí, pensó mientras se abría paso de nuevo hacia el sofá y vació su copa por segunda vez, ella debía tratar de hacer algo al respecto. Infiernos, por todo lo que sabía, un buen orgasmo desataría su creatividad. Si no, este podría ayudarla a dormir.

Bajando su copa a la mesa de café, se llevó las manos a sus pechos, cubriéndolos, masajeando lentamente. Su coño se inundó sólo con eso, ella casi nunca hacía esto —liberarse a sí misma — pero claramente ella necesitaba correrse. Casi nunca pensaba en su vagina como su coño, o ambas, sin embargo, algo sobre el momento casi lo requería —esa cierta brusquedad que la palabra proporcionaba. Una rosa con cualquier otro nombre es todavía una rosa... y en la quietud de la habitación en penumbra donde ella se estaba intoxicando con el vino y el deseo, no había ninguna razón para no pensar de esa manera. Al igual que si un hombre hubiera estado allí —él pensaría de esa manera, por lo que ella también. A veces, incluso ella tenía que dejar de ser su yo conservador y sólo actuar sin pensar.

Desabrochando los dos primeros botones de su pijama, ella metió la mano, moviendo su mano izquierda a su pecho derecho. Una vez más, se encontró deseando que éste fuera un toque masculino, pero tiempos desesperados llamaban a tomar medidas desesperadas.

Ella giró su pezón erecto entre el pulgar y el índice, disfrutando de la acometida de sangre fresca a su coño. Mmm, sí. Placer. Deseo. Y otra sucia palabra. Esto también se adaptó al momento —la cruda excitación haciéndose eco a través suyo. Ella necesitaba esto. Tan mal.

Sin embargo, mientras deslizaba la otra mano entre sus piernas, ella albergaba ese mismo deseo impotente —por un hombre fuerte, viril y sexy.

Pero detenlo. Deja de desear. Deja de pensar. Solo has esto. Tócate a ti misma.

Tomó sólo un suave masaje mantener su coño zumbando con entusiasmo. Tal vez era la soledad que hacía su propia caricia más fácil que nunca, el conocimiento de que no había nadie más alrededor —eran sólo ella, el fuego y la nieve. Por supuesto, el vino ciertamente también había ayudado. Éste no la había puesto algo somnolienta, sino que había relajado sus sentidos —mucho más que las dos simples copas que de costumbre.

Fue entonces cuando esto la golpeó. El alcohol aumentaba los efectos de la altitud. No es de extrañar que ella se sintiera tan... descabellada. Agradablemente borracha. Libre. Para hacer... lo que sea.

Llegado aquí, ella desató el cordón de su cintura sacándose el pijama de copos de nieve y dejándola caer al suelo. Se recostó en el sofá con las piernas separadas, dos dedos acariciando a través de sus bragas de algodón rosa. Mmm, el placer comenzó a propagarse, haciendo eco a lo largo de sus muslos hasta sus ya sensibilizados pechos.

Fue entonces cuando ella se dio cuenta de la diminuta luz a través de la habitación. Un minúsculo punto verde en un aparato al lado de la colosal pantalla del ordenador —el ordenador del propietario, pero Mónica le había dicho que no dudara en usarlo.

Ella se quedó inmóvil en su lugar, su mano aún en pleno funcionamiento cuando se dio cuenta que había olvidado la advertencia sofocada entre risitas de Mónica. —Por cierto, es posible que desees evitar caminar desnuda por la sala de estar — Esto había sido durante la llamada telefónica cuando Mónica le había estado dando instrucciones desde el aeropuerto de Eagle —Vail3, instrucciones sobre cómo entrar en la casa todo eso.

—Bueno, yo no había pensado en ello — había dicho ella —Pero ¿por qué?

—Mi primo tiene una webcam en su ordenador allí.

—¿Él va a espiarme?

Mónica se había reído. —No, nada de eso. Sólo la emplea para comprobar la casa ocasionalmente, cuando no está allí. Una vez me dijo que cuando él sabe que alguien está yendo a quedarse, a veces él se asoma tan sólo para asegurarse de que llegó bien. Así que no te preocupes sólo pensé que debía mencionarlo.

Ahora Laura no podía dejar de preguntarse si había alguna posibilidad de que ella estuviera siendo vigilada. Por supuesto que no. Era tarde —después de 02 a.m. El primo de Mónica, un hombre rico que tenía algo que ver con adquisiciones de empresas estaba sin duda durmiendo ahora. Como ella debería estar. Pero ella no lo estaba. ¿Y qué si él estaba despierto, también?

Poco probable.

Sin embargo... ella no podía ignorar la ligera sensación de que alguien la observaba, la misma sensación que tienes cuando alguien en una habitación llena de gente, te invade con la mirada. Sólo que esta no era una habitación llena de gente. Estaba en completa reclusión. ¿Verdad?

Ella tragó saliva con nerviosismo y dejó que sus dedos se deslizaran suavemente sobre su montículo, una vez más. Ellos dejaron pequeños senderos de fuego. Se mordió el labio, su piel hormigueando con las nuevas preguntas que la rodeaban. ¿Y si el primo de Mónica era testigo de esto? ¿No debería ella detenerse? ¿No debería ella abrochar los botones de su pijama y huir de la habitación en este mismo instante? Y aun así, para su sorpresa, la idea de que tal vez él la estaba mirando en su privado momento añadía excitación, haciendo que su coño latiera con una necesidad aún más.

Ella trató de recordar lo que sabía de él. Sorprendentemente poco. Estaba en la cosa de la adquisición corporativa. —Él luce como esos chicos en la película Wall Street, pero más bonito — dijo Mónica. ¿Qué otra cosa le dijo su amiga? No estaba casado. Él era una especie de piloto en su tiempo libre —como lo evidenciaba la parafernalia de vuelo clásica decorando parte de la casa de montaña. Él estaba en la treintena y era guapo, Mónica le había dicho. —Tú tipo de rico y soltero empedernido — Con horror Laura se dio cuenta de que ella ni siquiera sabía el nombre del hombre.

Y sin embargo ella estaba frotando su coño para él.

Incluso si él estaba viendo. Una vez más, se recordó que las posibilidades eran escasas —seguramente no lo estaba.

Pero en este momento inclinado hacia lo surrealista, ella casi quería que él estuviera. Sus pechos parecían florecer con nuevo deseo por la confirmación. Ella quería que este hombre que no conocía la viera jugar con ella misma.

De hecho, la idea la excitaba tanto que ella decidió fingir que él estaba. Probablemente la luz del ordenador estuviera encendida día y noche, todo el tiempo, no realmente indicando que alguien estaba utilizando la pequeña cámara web, pero por ahora, ella iba a seguir el simple y delicioso impulso de disfrutar de una fantasía y creer que un apuesto y mundano piloto/asaltante corporativo4 la estaba mirando con la respiración contenida mientras ella se tocaba para él.

Moviendo los dedos en círculos lentos y profundos sobre su clítoris, ella cerró sus ojos y trató de sentir su supuesta mirada sobre ella mientras el cálido placer se difundía a través de ella. Con su otra mano, ella se desabrochó la chaqueta del pijama todo el camino y la abrió mostrando sus senos, los pezones tensos cuando ella pasó sus dedos sobre uno primero y luego el otro. Ella imaginó el deleite de su voyeur5 y estuvo casi tentada de mirar a la cámara, pero luego decidió... que no, dejarlo creer que ella no tenía idea que alguien podía estar allí. Que crea que esto era sólo ella, sensual y sexy agradándose a sí misma a la luz del fuego.

Abrió sus ojos y miró sus pezones oscuros de color rosa en la cálida luz de la habitación. Ella usó ambas manos para pellizcarlos suavemente, dejando escapar un suspiro ante la sensación aguda entre sus muslos.

Facilitando una mano hacia abajo, ella deslizó sus dedos dentro de la banda elástica de color rosa y hacia abajo en sus pliegues húmedos. "Mmm", susurró ella pensando. Mírame. Mírame tocarme para ti.

Sus dedos se hundieron más profundamente en su carne empapada, masajeando, sintiendo y acariciando. Probablemente ella nunca había explorado a fondo su coño antes de esto y la idea la golpeó ¡ya era hora de que lo hiciera!

Una parte de ella estaba tentada de quitarse sus bragas y separar sus piernas para que su voyeur imaginario pudiera ver con sus propios ojos cuán rosa y húmeda estaba— pero no. Ella no quería darle todo. Ella quería deslumbrarlo y burlarse. Quería hacerlo anhelar una visión de su hinchado coño.

Ella nunca dejó de frotar las yemas de sus dedos sobre su clítoris mientras utilizaba la otra mano para facilitar un dedo por el costado de sus bragas solo un poco y luego otro. Ella los sacó únicamente a la parte superior de sus muslos, jugando y torturando mientras ella seguía masajeándose, dejando escapar un suave gemido cuando su placer creció. "Mmm" ronroneó ella y sintió una suave sonrisa curvarse en sus labios. Estaba tan cerca de llegar y la idea de ser observada seguía aumentando su calor perdiéndose más y más.

¿Estás mirando? ¿Está tu polla dura por mí? Ella trabajó su clítoris en pequeños círculos apretados, empujando suavemente, lentamente, contra su mano. ¿Estás esperando que me corra?

"Oh, mmm..." gimió ella cuando el orgasmo golpeó, olas de calor y placer succionando brutalmente todo su cuerpo mientras ella seguía frotando, frotando, suspirando acaloradamente con cada abrumador pulso del clímax. Oh Dios, esto era bueno.

¿Se había corrido alguna vez así antes? ¿Había alguna vez su coño latido con tanta intensidad? No, nunca —pero ella lo cabalgó, aun bombeando, sin dejar de acariciarse hasta que la última pequeña pulsación se calmó.

Cuando la cordura regresó, ella se mordió el labio y se resistió a mirar en dirección a la webcam. Si es que incluso era una webcam. Ella no pasaba el rato con cualquier tipo de alta tecnología —en realidad ella nunca había visto antes una webcam. De cualquier manera, la fantasía había terminado. Esta le había dado en verdad un sorprendente placer, pero estaba terminada ahora.

Y ella estaba aún más segura que antes que nadie la había visto masturbarse, gracias a Dios. Estimulante como fantasía, sí —pero esto no era nada que Laura alguna vez quisiera vivir. Simplemente no era su estilo. ¿Y con un extraño, nada menos? Nop. A Mónica probablemente le encantaría vivirlo pero no a ella.

Ahora sólo tenía la esperanza de que quizás su orgasmo le hubiera dado la liberación necesaria para que ella pudiera concentrarse en su libro mañana y obtener la historia de Riley en movimiento.

Juntando los pantalones del suelo, entró en ellos y ató el cordón de la cintura, luego abotonó la camisa. Moviendo de un tirón los interruptores ella apagó el fuego y dejó el cuarto a oscuras, pero por el reflejo de la luna sobre la nieve, brillando a través de los ventanales que iban desde el piso al techo ella finalmente se dejó tomar otra mirada hacia la supuesta webcam.

¿Había alguien allí? Ella inclinó la cabeza, permitiéndose preguntárselo sinceramente una vez más, ahora que estaba escondida en la sombra.

No. Imposible. O al menos muy poco probable.

Buenas noches, mi voyeur imaginario.

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