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Voyeur » Capítulo Cinco

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Capítulo Cinco

LOS pulmones de Braden amenazaron con explotar en su pecho. Tan hermosa y caliente y excitante como ella estaba, él había estado empezando a pensar que no iba a usar el vibrador. Y eso habría estado muy bien —le gustaba mirarla, sin importar lo que estuviera haciendo, y verla tocarse su hermoso coño rosa era una amplio entretenimiento. Pero ahora que ella tenía el juguete en su delicada mano, esto era lo único que él podía hacer para no correrse.

—Dios, eres increíble, cariño — susurró rasposamente hacia la pantalla del ordenador deseando que ella pudiera escucharlo.

—No estoy segura de cómo hacer esto — ella dijo con voz temblorosa mientras se recostaba en el sofá con las piernas aún separadas, comenzó a arrastrar suavemente la punta de la polla de juguete por el centro de su coño. Braden rara vez se sentía particularmente sensible o emocional a la hora de las mujeres o el sexo, sin embargo, su dulce honestidad por su falta de dicha experiencia fue casi suficiente para paralizarlo. Ella se había hecho a sí misma vulnerable hacia él, puso su alma desnuda para él. Y a pesar de todo lo que ella decía sonaba muy lejano, silencioso, él escuchó la genuina emoción en su voz fuerte y clara.

—Sólo tienes que ir pausadamente — dijó aunque ella no podía oír las instrucciones. —Ir despacio y hacerte sentir bien.

Él escuchó su respiración mientras ella utilizaba el vibrador como un dedo grande, frotándolo a través una y otra vez.

—Sí, nena — gruñó. —Eso es correcto.

Sus ojos se cerraron, sus labios separados de deseo. Él comprendió que ella se estaba tomando su tiempo, familiarizándose con la forma en que esto se sentía contra su carne, y él estaba más que feliz de ser paciente, teniendo en cuenta la tentadora visión que ella creaba. Sin embargo, si él no liberaba su polla de su mano, explotaría de un momento a otro, y era demasiado pronto para eso. La soltó, dejando que su duro eje hiciera paf contra sus abdominales más bajos.

Se sentó sin camisa, en un par de jeans desabrochados, escuchando la calma del mar por la ventana detrás de él, y aun así era capaz de discernir cada suave suspiro y gemido de su amante cibernética. Su respiración se hizo aún más pesada, más profunda, cuando sus movimientos con el vibrador parecían presionar más profundo también. Él quería verla ponérselo en su coño tan duramente que él podría probarlo.

—Vamos, nena, haz esto por mí. Muéstrame lo valiente y sexy que eres.

Casi como si ella hubiera escuchado sus roncas súplicas desde el invernal Colorado, ella se mordió el labio inferior y, manteniendo sus ojos cerrados, empezó a ceder la cabeza de la polla de juguete en contra de su apertura. Braden casi no podía respirar.

Ella gimió suavemente cuando la cabeza logró entrar, y él también.

—Ohhh — dijo ella, mientras comenzaba a deslizarlo más profundamente. —Oh Dios. Oh, quiero que seas tú.

Maldita sea, él también quería eso. Quería hundir su eje de forma profunda dentro de ella, sentir su humedad apretada encerrándolo. Y ella estaría ajustada —lo sabía por instinto. Ella era fácilmente una de las mujeres más sexuales que él alguna vez hubiera encontrado, pero también sabía por su negación de esto que ella protegía su sexualidad estrechamente, seguramente ella no dormía con todo el mundo, y tal vez, de hecho, sólo tuvo unos pocos amantes.

Él tenía la garganta obstruida por la excitación, cuando ella empezó a mover el juguete dentro y fuera de su hermoso coño.

—Oh sí, eso es muy bueno — dijo él, con la mirada fija en todos sus movimientos. El cuerpo de ella estaba completamente abierto ahora y parecía increíble teniéndolo en su interior. Él no pudo resistirse a cerrar su puño en torno a su propia polla de nuevo, comenzando a tirar con firmeza, mientras deseaba estarse deslizando tan duro dentro y fuera del coño de Laura.

—Estoy imaginando que esto eres tú — dijo ella en un caliente, alto gemido de placer. —Imagino que tú estás follándome, jodiéndome — El juguete sexual fue todo el camino ahora, hasta las falsas pelotas, y él sabía que la pequeña elevación construida en el frente —una parte poco realista del vibrador, añadida para su placer — se reunía con su clítoris con cada movimiento.

Ella se follaba más duro ahora, y él trabajó su pene más duro también, igualando el ritmo de sus golpes.

—Me estás follando — ella le dijo una vez más, sus ojos todavía cerrados, la cara retorcida en la pasión. —Me estás follando, Braden.

—Así es, cariño, yo lo estoy. Estoy follando ese perfecto coño rosa, follándote duro.

Él vio cómo su pasión aumentaba, escuchó sus agudos gemidos, se dejó perder en la vista, los sonidos. Sí, nena, no te detengas. Sigue adelante. Él no dejaba de acariciarse, y cuando sintió la sangre acumularse, sintió sus bolas volverse más y más apretadas, dijo: —Córrete por mí, cariño.

En la pantalla del ordenador, ella trabajó el juguete más rápido, y él sabía que la pequeña protuberancia en la parte delantera estaba empujando a su clítoris cerca del orgasmo con cada embestida. Vamos, nena, vamos. Él no podría contenerse mucho más tiempo, pero seguro como el infierno que no iba a correrse antes que ella.

Y entonces, como respuesta a una sucia plegaria, ella dejó escapar un aliento caliente, filiforme y comenzó a sollozar. La casi agonía en su rostro se suavizó al puro éxtasis mientras ella gemía su orgasmo.

—Ah, sí, nena — gimió él, y luego se dejó ir por la obscena bella vista de ella, bombeando su blanco y caliente semen sobre los pañuelos descartables que había mantenido listos desde que había empezado a jugar los traviesos juegos de ordenador con Laura. El calor se disparó a través de él en forma de duros e irregulares pulsos, y deseó como el demonio correrse en ella, en ese cuerpo firme y caliente, y que ella pudiera ver su placer al igual que él veía el suyo.

Él apretó los dientes para dejarlo ir. Luego regresó a la tierra a tiempo para verla dejar caer el juguete en el suelo y lentamente cerrar sus piernas.

Ella miró a la cámara, claramente sorprendida por sus propias acciones.

No, bebé, no. Él anhelaba, más que nada en ese momento, que ella le mostrara lo emocionada que había quedado, que le contara cuan sorprendente había sido esto, o siquiera que ella se había divertido. Pero él vio el arrepentimiento lavando sobre ella, la vergüenza —y él odiaba esto.

Ella cerró sus ojos, sacudió su cabeza, puso sus piernas debajo de ella en el sofá.

—Esta no soy yo — susurró ella, lo mismo que ella le seguía diciendo. —Esta no soy yo.

Luego se puso en pie y caminó hacia el interruptor de la luz, y lo siguiente que supo él, fue que la pantalla quedó en negro —primero las luces apagadas, luego la chimenea quedó a oscuras. Ella había huido de él simplemente apagando las luces.

Quiero sostenerte, Laura. Quiero hacerte sentir mejor. Quiero que sepas que esto está bien, mejor que bien.

Sólo que él no podía hacer eso. Todo lo que él podía hacer era apagar sus propias luces e irse a la cama solo.

—Siento no estar ahí contigo, bebé — él dijo, y levantó un dedo a la pantalla del ordenador por tan sólo un breve segundo antes de soltar un suspiro y levantarse para abandonar el escritorio, y a la chica, por la noche.

A pesar de sí misma, Laura durmió de maravilla, pero aun así al despertar a la mañana siguiente sufrió la misma sensación de asco. Todavía no podía creer que lo había hecho. Que había usado el pene morado. Delante de él.

La excitación era como la embriaguez, pensó. En el momento en que consigues estar sobrio no puedes darle sentido a lo que hiciste bajo su influencia. Y esto, ahora, era la resaca.

Mientras yacía en su cama mirando el suave girar del ventilador de techo, de vuelta en la sensación de seguridad de su pijama de copos de nieve, un pensamiento verdaderamente horrible se le ocurrió. ¿Qué si... si él no había estado solo? La última noche o la noche anterior a esa, o ambas cosas. ¡Qué si él la había visto con sus amigos! ¿Y si de alguna manera había hecho grabaciones de ella? ¿Y si él se las estaba mostrando a todos a través de Internet en este mismo momento, incluso mientras ella estaba aquí tratando de descansar? Gracias a Dios esas brutales pequeñas reflexiones no había llegado ayer a la noche o ella no habría dormido nada.

Esto la impulsó a levantarse y salir de la cama en un instante, bajando hasta el ordenador. Era justo después de las ocho, casi el mismo horario en el que ellos habían conversado la primera mañana, así que esperaba que él estuviera allí. Ella abrió un cuadro de mensajería instantánea tan rápido como sus dedos pudieron hacer clic y tequiar.

RILEY: Júrame que esto es privado.

Un momento después, la respuesta llegó.

AVIADOR1: ¿De qué estás hablando, cariño?

Ella respiró hondo y se dio un sermón a sí misma. Por lo menos trata de sonar un poco racional. No actúes como una loca total.

RILEY: Bueno, me desperté con un pensamiento espantoso. Que tú eras el tipo repúgnate de persona que podría... hacerme algo realmente horrible.

Sí, eso sonaba muy racional. Ella dejó escapar un suspiro, su corazón aun latiendo demasiado rápido.

AVIADOR1: Todavía no sé lo que quieres decir, pero antes de que continúes, tengo que decirte que estabas hermosa, caliente e increíble anoche, y odié que te sintieras mal después.

Laura suspiró. Bueno, espero que eso significara que él no estaba vendiendo cintas de sexo de la novelista de misterio Laura Watkins. Esto le proporcionó la tranquilidad suficiente para ayudarse a explicar sus horribles temores.

RILEY: Acabo de tener esta imagen horrible en mi cabeza... tú sentado y mirándome... en una habitación llena de amigos.

AVIADOR1: ¿Estás loca? Yo nunca te haría eso a ti. ¿Por qué siquiera pensarías eso?

RILEY: Quizás este sea el momento apropiado para que te recuerde que yo no te conozco. En absoluto.

AVIADOR1: Oh, vamos, copo de nieve, creo que es seguro decir que me conoces por lo menos un poco ahora. <g> Y puedes confiar en mí, te lo juro. Esto es sólo entre tú y yo —completamente privado. Me gustaría poder estar allí contigo, así tú podrías mirar en mis ojos, y entonces sabrías que te estoy diciendo la verdad. También me hubiera gustado poder estar allí anoche, al final cuando parecías tan molesta.

Una verdadera sensación de alivio corrió por el cuerpo de Laura. Esta difícilmente era una prueba, pero de alguna manera ella sentía su tono serio y creía en ello.

RILEY: Muy bien, ahora me siento mejor. Acerca de que sea privado, quiero decir. La otra parte, no tanto.

AVIADOR1: ¿Por qué?

Laura hizo una mueca de desagrado. Ella creía que esto estaba bastante claro, pero él nunca parecía entender.

RILEY: Permíteme hacer esto tan claro como pueda. He hecho cosas en frente de ti que nunca he hecho delante de nadie. Cosas muy INTIMAS. Y yo no te conozco. Un poco, tal vez, pero no mucho. Esta no es el tipo de persona que soy.

AVIADOR1: No me digas que vamos a pasar por eso otra vez. Cariño, no hay nada malo en dejar que tu lado sexual se muestre un poco.

¿Un poco? ¡Él pensaba que ella lo había mostrado un poco! Estuvo a punto de dejar salir una carcajada histérica, pero se detuvo, recordando que él seguramente estaría mirándola ahora mismo. En vez de responder de alguna loca, delirante forma —tentador ya que actualmente se sentía bastante loca y delirante — decidió que sería más inteligente ir directamente al meollo de la cuestión.

RILEY: Estoy consternada por lo que hice ayer por la noche, y quiero que me dejes en paz por el resto de mi tiempo aquí.

Su respuesta tardó más de lo normal, pero cuando llegó, fue una típica de él.

AVIADOR1: No parecías horrorizada mientras lo estabas haciendo.

Ella dejó escapar un suspiro de disgusto y no le importaba si él la escuchaba esta vez.

RILEY: Otro ataque de loca ebriedad, eso es todo. Yo estaba PROFUNDAMENTE horrorizada después, y eso cuenta demasiado.

AVIADOR1: ¿Fuiste a la escuela católica o algo así?

A pesar de sí misma, ella soltó una breve carcajada, mitad divertida, mitad histérica.

RILEY: No. Me temo que mi conservadurismo es orgánico, todo mío.

AVIADOR1: Si yo estuviera allí contigo en este momento, ¿sabes lo que haría?

Ella contuvo el aliento y su coño palpitó, espontáneamente.

RILEY: No.

AVIADOR1: Jodería el conservadurismo directamente fuera de ti, cariño.

Ella no escribió una respuesta. No tenía idea de cómo responder. Porque a pesar de que ella realmente pensaba que sería sabio desterrarlo de su vida y olvidarse de que esto alguna vez hubiera pasado, ella no podía negar la dura sacudida de excitación abriéndose camino a través de su conservador cuerpo ante la lectura de sus palabras.

AVIADOR1: Yo pensaría que estas enojada conmigo... excepto que no LUCES enojada. Te ves... excitada. De hecho, tus mejillas están empezando a ruborizarse, igual que cuando te tocas.

Una vez más, Laura consideró su respuesta. Ella odiaba ser tan fácil de leer. Ella odiaba que él pudiera verla y que ella todavía no pudiera verlo.

RILEY: Es tan injusto que esta estúpida cámara sólo funcione en un sentido. Y para tu información, yo estoy enojada, conmigo misma. La pasada noche fue demasiado lejos, y esto absolutamente no volverá a suceder.

AVIADOR1: ¿Qué tamaño de zapato usas?

Ella parpadeó ante la pantalla con incredulidad. Aquí estaban ellos, discutiendo las depravaciones sexuales compartidas, y ¿él estaba tomando medidas?

RILEY: ¿Por qué diablos quieres saberlo?

AVIADOR1: Compláceme.

RILEY: 7 ½8. Pero si haces algo estúpido como enviarme zapatos sexy a domicilio porque quieres que ande desnuda en ellos o algo así, los arrojaré a la nieve.

AVIADOR1: Le sacas la diversión a todo. <g> ¿Tamaño de sostén?

Ella suspiró.

RILEY: No es asunto tuyo.

AVIADOR1: ¿36 C?

Dejó escapar otra risa irritada.

RILEY: 34, si quieres saberlo, pero tienes correcta la C9.

AVIADOR1: Supongo que soy un buen juez de tetas. Y las tuyas son hermosas, cariño. El único problema con el regalo que te envié ayer es que no alcancé a verlas.

Ella puso los ojos blancos.

RILEY: Mala planificación de tu parte, supongo.

Maldita sea, ¿por qué estaba ella dejándose atraer de esta forma? Se suponía que debía estar poniéndole un fin a esto.

AVIADOR1: Muéstrame ahora.

Laura contuvo el aliento mientras miraba la pantalla y trataba de mantener su expresión neutral. Nadie la había hecho nunca sentir tan dividida entre su verdadero yo y su chica mala interior.

Para su sorpresa, parte de ella quería desabrocharse la camisa del pijama en este momento, quería sentarse a escribir para él en topless. Pero si seguía con esto, ella temía que iba a perder una parte preciosa de sí misma. Ella había estado cerca de eso ayer por la noche, pensó —por regalar algo que no estaba segura de que quería dar. Por lo menos no a un hombre que nunca había conocido en persona.

RILEY: No. ¿Y sabes qué más? Ya he terminado con esto, Braden —REALMENTE terminé con esto. A partir de ahora, no quiero hacer nada más contigo, ¿lo captas?

A ella le gustó que su siguiente respuesta le tomara un tiempo. A ella le gustaba haberlo sorprendido con su ira. Y a pesar de que ella se sentaba en la silla del escritorio, todavía excitada, todavía deseando —esa ira era real. Ayer a la noche había ido demasiado lejos. Ella nunca debería haber hecho algo tan íntimo con un extraño, y eso la había dejado sintiendo vergüenza. Esto había sido misterioso e intrigante, y probablemente la cosa realmente más emocionante que alguna vez hubiera hecho —pero el horror que había sentido ayer a la noche, viniendo directamente después de su orgasmo, le había dejado claro a ella que esto debía detenerse.

AVIADOR1: No funcionara, Laura. Tú no apagarás la cámara.

Bastardo arrogante.

RILEY: No tengo que apagarla para ignorarte. Y comenzaré a no hacer caso de ti en este mismo instante. He venido aquí para escribir un libro, ahora voy a escribir.

AVIADOR1: ¿Cómo va el libro?

Ella no respondió, en su lugar abrió el archivo en el que ella había estado escribiendo.

AVIADOR1: ¿Está tu alter ego ocupada resolviendo un crimen atroz?

Ella tragó saliva, duro, porque le resultaba difícil ignorar a alguien directamente dirigiéndose a ella, incluso a través del ordenador —pero ella se las arregló para hacerlo. De hecho, comenzó a escribir vigorosamente la siguiente escena del libro. La escritura era terrible, por supuesto, pero ella podría arreglarla más tarde. Por ahora, sobre todo quería parecer ocupada y absorta en su trabajo.

AVIADOR1: Vamos, cariño —no seas así.

Tengo que hacerlo. Para proteger mi salud mental. Era tentador decirle eso, dejarlo persuadirla para regresar a la conversación —pero no, no en esta ocasión. Ella tenía que ser fuerte. Continuó escribiendo —algo sobre Sloane Bennett estando caliente, el mejor hombre sobre el cual Riley alguna vez había puesto sus ojos, por no hablar de haber besado.

AVIADOR1: Habla conmigo.

Otra oración —esta vez sobre Sloane siendo el tipo de hombre quien podría tentar a Riley a hacer cosas que ella nunca había hecho antes, pero cómo Riley se negó a caer en la tentación, porque había un caso que resolver y tenía la intención de mostrarle a Sloane que ella era un buen detective y que tener relaciones sexuales con él, probablemente no haría mucho para convencerlo de su destreza en la resolución de misterios.

AVIADOR1: Por favor.

Caramba —eso casi lo consigue. Ella se sentía culpable y vil.

Pero no había nada que decir al respecto. Él era un chico grande —estaría muy bien sin su compañía, ella estaba segura de ello. Y por todo lo que sabía, él estaba saliendo con veinte mujeres diferentes. Y habría una de ellas en su cama esta noche. O tal vez estaba saliendo con una sola mujer —muy especial. Y esto era una especie de engaño a ella. Más que una especie de —definitivamente un engaño. Ella dejó escapar un suspiro y siguió escribiendo, recordándose a sí misma que eso era algo más que un buen ejemplo de por qué era un error conseguir involucrarse íntimamente con alguien de quien no sabía nada.

A unos pocos metros sobre el escritorio, un antiguo teléfono negro sonó. Ella se estremeció —el teléfono no había sonado desde su llegada, y ella había pensado que este dispositivo en particular sólo servía como decoración, por lo que nunca había soñado con que efectivamente funcionara.

Ella sabía casi con certeza que se trataba de Braden llamando —insistiendo en que ella hable con él. Si ella contestaba, finalmente podría escuchar su voz. Ella definitivamente sentiría como si él estuviera un poco más cerca, aunque fuera sólo una ilusión. Si sólo se atreviera.

Por supuesto, también podría ser Mónica, o su madre, quien también sabía dónde estaba —pero ellas más probablemente llamarían a su celular.

Miró el teléfono, luego echó una mirada lenta de vuelta al ordenador, ella respiró hondo y tomó el teléfono.

—¿Hola?

—Hola, cariño. Soy yo — Como lo había sospechado, su voz era profunda y oscura, fluyendo sobre ella como espeso chocolate derretido. Sólo escuchar eso hizo a sus senos sentirse pesados y al interior de sus muslos doler.

—Hola — respondió ella secamente. Miró hacia abajo, lejos de la pantalla. No podía dejarlo ver cómo solo el mismo sonido de él la afectaba.

—No te enfades conmigo, ¿vale?

Ella sospechaba que él había usado el tono persuasivo en las mujeres antes —y también sospecha que eso siempre había funcionado.

—Nunca dije que estaba enojada — Ella tragó el nudo de nerviosismo que había crecido en su garganta por este inesperado impulso de empujar más cerca de él. —Simplemente estoy... muy incómoda.

—No quiero que te sientas de esa manera. Quiero que te guste lo que hemos estado compartiendo tanto como a mí.

—Bueno, claro, eso sería agradable, pero... no puedo.

—¿Por qué crees que el sexo es malo?

Ella suspiró.

—Yo nunca dije eso, tampoco. No creo que el sexo sea malo en absoluto, creo que el sexo es grandioso. Pero no me siento cómoda haciendo cosas raras con un extraño. Tal vez sería diferente si estuviéramos juntos, en la misma habitación, pero ni siquiera estamos en el mismo estado, así que... es sólo una manera extraña de tener intimidad, eso es todo.

Ella escuchó su respiración en el otro extremo de la línea y, a pesar de sí misma, no podía dejar de disfrutar de la continua ilusión de que él estaba de alguna forma más cerca ahora.

—Creía que a la mayoría de las mujeres podía agradarle más de esta manera, quiero decir, ya que continúas diciéndome que soy un extraño, yo creía que estarías encantada de que esté muy lejos. Eso te haría sentir... segura o algo así.

—Yo no soy la mayoría de las mujeres. Ya te lo dije, soy conservadora y sensata. Nada de esto es conservador y sensato.

—¿Y si te pidiera que te encuentres conmigo en el ordenador esta noche a las diez?

—Te encontrarás con una habitación vacía en esta ocasión, te lo juro — Y ella quería decir eso, sexy voz en el teléfono o no. Porque si había habido alguna seguridad a través del anonimato dado por ordenador, este tipo de cambio le hacía aún más real de lo que había sido antes. Ella simplemente no creía que pudiera conseguir otra escena de masturbación para él ahora que había escuchado su voz.

—¿Así que realmente me estas plantando? — El sonaba decepcionado pero su voz daba lugar también a un dejo de burla. —No me gusta oír eso copo de nieve.

—¿Por qué?

—Tú me calientas más que nadie en mucho tiempo — No hubo burlas en esta ocasión. Todo seriedad y calentura.

—¿Por qué es eso? — preguntó ella con franqueza. — ¿Por qué no encuentras una mujer verdadera, una que tú puedas tocar? He escuchado que tienen unas atractivas en California.

Él se rió en voz baja, aunque tenía poco de humor.

—Tú eres bastante real para mí, confía en mí sobre eso. Más real que la mayoría de las mujeres que conozco.

—¿Demasiada silicona y botox en tu mundo?

—Tal vez algo así. Sólo basta con decir que eres la mujer que quiero ahora mismo.

Ella parpadeó lentamente, luego finalmente alzó su mirada hacia la cámara, sintiendo que ella necesitaba enfrentarse a él si estaba llegando a su punto de vista.

—Entonces creo que es demasiado malo que yo esté aquí y tú allí. Esa es la única manera en la que esto podría ir más allá. Lo siento, Braden.

Con eso ella colgó el teléfono luego puso de pie y se alejó.

Tomó toda la fuerza que ella tenía hacer eso —realmente alejarse de él, o lo más cerca que podía llegar a caminar lejos ya que en realidad él estaba a tres estados de distancia de ella —pero lo decía en serio. Ella había estado recordando esta mañana lo poco que realmente sabía acerca de él y hasta qué punto ella se había vuelto íntima con él. Era demasiado. Demasiado arriesgado. Demasiado extraño.

Su líquida voz seguía retumbando en sus oídos cuando ella se obligó a tomar un pequeño desayuno —un panecillo y café — luego subió las escaleras y se vistió.

Y cuando volvió a bajar se quedó sin aliento cuando estuvo a punto de tropezar con las bragas de terciopelo de la noche anterior y el vibrador púrpura, todavía tirados en el suelo delante del sofá.

Sí, esto era demasiado y esto se había vuelto simplemente demasiado real.

Y por eso tenía que terminar de una vez por todas.

Para su sorpresa Laura se las arregló para escribir a pesar de la molesta mañana con Braden. Ella había esperado regresar al ordenador hasta que se sintió segura de que él estaría ocupado haciendo otras cosas y como esperaba ningún mensaje instantáneo llegó. Afuera de la ventana el sol brillaba y el cielo nítido y azul resplandecía sobre un manto de nieve y de alguna manera eso levantó su ánimo y ayudó a que las palabras fluyeran sobre la página. Su único temor hacia el final del día era que gran parte del trabajo de la tarde podría eventualmente ser desechado —porque estaba empezando a temer que Riley estaba obsesionada con Sloane Bennett hasta el hastío.

Esa noche otra hamburguesa como comida y delante de la televisión —donde habían comedias. Sin leer, sin pensar —sólo comedias. Cuando llegaron las diez en punto, ella se sentía predeciblemente tensa. Y ella incluso echó un vistazo al ordenador una vez o dos veces pero no estuvo tentada. De hecho, ella no sabía si se lo estaba imaginando pero tenía la extraña sensación de que él no estaba allí, como si finalmente él hubiera realmente creído cuando ella le había dicho que todo había terminado.

Por supuesto, al igual que Riley había pensado en Sloane todo el día, Laura había pensado en Braden. Ella no se arrepentía de su decisión, pero suponía que deseaba que las cosas fueron algo diferentes —deseaba que ellos se hubiesen conocido en circunstancias más normales a través de Mónica... diablos, deseaba que ellos en verdad si quiera se hubiesen conocido.

Por otra parte, si se hubieran conocido a través de Mónica en algún evento familiar, Braden Stone ni siquiera se habría fijado en ella. No era el tipo de bomba rubia que sospechaba por lo general podía ser encontrado de su brazo, no del tipo que probablemente habría clasificado con siquiera una posibilidad —si no hubiera tropezado con ella masturbándose en la sala de su casa de vacaciones. Ella apagó la TV a los pocos minutos, luego se dirigió escaleras arriba, negando con la cabeza una vez más, no del todo capaz de creer que ella se había tocado a sí misma de esa manera en primer lugar, por no hablar de a donde eso se había dirigido.

Unos minutos más tarde, se acostó a dormir en una camisola corta rosa y un par de alegres pantalones de franela a rayas. Ella se sentía a la vez a la deriva, aunque también asentada, centrada. La excitación con su voyeur había terminado ahora —pero eso estaba bien. Ella escribiría su libro, regresaría a casa al final de su retiro, y la vida volvería a la normalidad. Y eso es lo que Laura prosperaba —normalidad.

¿No es así?

Ella ignoró la vaga sensación de soledad que sentía por primera vez desde que llegó aquí —a los escritores les gusta estar solos, ¿recuerdas? Ella se sermoneó a sí misma — y trató de dormirse mirando hacia fuera por otra enorme ventana hacia una brillante, casi llena luna colgando bajo en el cielo de Colorado.

Cuando el bendito sueño vino, trajo sueños. De Braden. Del sexo.

Solamente... cuando llegó un beso sobre su mejilla, despertándola, ella supo inmediatamente que no era un sueño, ni lo era el cálido cuerpo masculino metiéndose en la cama con ella.

Ella debería haber entrado en pánico, pero no lo hizo. De alguna manera sabía que era él, y que esto no era más un sueño —incluso antes de que él dijera en voz baja, cerca de su oído:

—No tengas miedo, cariño. Sólo soy yo.

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