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Voyeur » Capítulo Seis

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Capítulo Seis

ELLA todavía se cernía sobre el borde del sueño, ese lugar donde todo era de ensueño —sin embargo, no había duda en su mente que él era muy real. Ella susurró su nombre.

—Braden.

—No podía dejarlo terminar— suspiró él cálido y perverso en su oído.

Ella estaba de espaldas a él en la cama y podía sentir su erección —rápidamente— presionando en la raja de su culo. Una gran mano se enroscó alrededor de su cintura, extendiendo ampliamente los dedos a través de su estómago bajo su top mientras él bajaba un chispeante beso en su cuello. Éste provocó explosiones de placer en su interior.

Ella nunca pensó en objetar o detenerlo. Tenerlo aquí junto a ella, tocándola después de las cosas que ella había anhelado y las intimidades que ellos ya habían compartido... no había ninguna esperanza de detenerlo, ninguna razón para intentarlo. Ella no tenía relaciones sexuales con extraños, pero esto era diferente. Tal vez porque él ya no se sentía tanto como un extraño después de haber llegado a ella de este modo. O tal vez sólo porque él se sentía abrumadoramente bien, el sexo goteaba de él y sobre ella como algo tangible que al instante le consumía. De cualquier forma, ella lo necesitaba con todo su ser.

Él tocó y acarició su vientre, sus dedos buscando la piel entre su corta camisola y la cinturilla y luego coqueteando con la parte inferior de su pecho, todo el tiempo ofreciéndole más besos a su cuello y hombro. Todo su cuerpo se agitó con el supremo placer de finalmente tener sus manos sobre ella, contar con él en su cama.

Cuando la mano de él se cerró sobre su pecho ella gimió y se arqueó instintivamente ante su toque. Su aliento se volvió pesado y caliente mientras él la masajeaba con un ritmo lento y embriagador que rápidamente la ayudo a olvidarse de pensar y sólo sentir. Su polla creció más dura contra su trasero y ella se encontró empujando contra ésta, deseando sentirla aún más. Braden gruñó suavemente en respuesta, y el sonido corrió a través de ella aumentando su excitación.

Rodando sobre su espalda por debajo de él, ella levantó las manos a sus mejillas, estudiando su rostro. Qué extraño estar en la cama con un hombre cuyos ojos nunca antes había mirado. Oh Dios, él era hermoso —incluso más que en la foto. Cabello oscuro y grueso enmarcado rasgos fuertes y expresivos ojos, aun viéndolos sólo en la luz de la luna. Ella no podía distinguir el color —marrón ella creía. Profundos y cálidos. Rastrojos oscuros cubrían su barbilla, y adquirió conciencia de que él llevaba una camiseta y pantalones vaqueros, extendiéndose en su contra.

Él miraba audazmente hacia ella todo el tiempo, claramente evaluando su rostro, así como su mirada devorándola, hasta que finalmente él bajó un lento y apasionado beso a sus labios. Sus dedos pasando a través de su cabello cuando ella encontró su lengua sensualmente insistente con la suya. Cortos besos franceses se mezclaban con más largos y profundos encuentros de bocas hasta que ella se perdió —y estuvo completamente atónita.

Ningún hombre la había besado de esta manera este... era perfectamente para empezar. Era como si ellos hubieran estado besándose durante millones de años, como si supieran exactamente cómo el otro respondía, cuán largos o fugaces los besos debían ser, cuán apasionados o persistentes. Ella se sentía extraña y de repente como una colegiala, como si hubiera podido besarlo durante toda la noche y eso habría sido suficiente para satisfacerla.

Hasta que, por supuesto, sus manos regresaron a sus pechos capturando ambos con descarada posesividad masajeando suavemente pero a fondo y extrayendo un largo y duro suspiro de lo más profundo de ella. Sus manos eran muy hábiles, confiadas —eran dueñas de ella en el contacto— y como ella de alguna manera había sabido eran un poco mejor complaciéndola que incluso las suyas.

Los besos se encendieron mientras él la tocaba y deslizaba su muslo entre sus piernas debajo de las sábanas. Su erección sobresalía como roca sólida contra su cadera y ellos se movieron juntos en rítmica dicha mientras Braden empujaba su top sobre sus pechos.

Sus fuertes manos moldeaban las curvas exteriores cuando ella miró hacia abajo para verlos entre su agarre, los picos tensos y rosados. Él miró también, luego la miró a los ojos brevemente antes de descender para capturar un sensible pezón en su boca.

—Ohhh...— ella gimió cuando el placer se expandió a través de ella con el tirón de sus labios. Ella apretó los dedos en su pelo y observó mientras él chupaba profundamente —sí, sí— entonces él abrió los ojos para fijarlos en los de ella. La conexión fue sorprendentemente íntima —pero ellos ya habían tenido relaciones íntimas de una manera mucho más extraña, por lo que ella no apartó la mirada.

Él la soltó de su boca, aun sosteniendo su mirada, para arrastrar su lengua por encima de la puntiaguda punta de color rosa. Ella vio la humedad que él había dejado, brillando a la luz de la luna. Él movió su lengua en un lento círculo alrededor de su pezón, terminando con una tranquila lamida que uno podría darle a un cono de helado.

Ella se estremeció por sus servicios, literalmente pensó que iba a correrse pronto. Pero ella no quería correrse aún —ella no era el tipo de chica de orgasmos múltiples, por lo que necesitaba guardarlo, necesitaba absorber más de él antes que llegara a su clímax.

Ella dijo las palabras que había estado diciéndole a él en su mente, sin siquiera una pizca de vacilación —a pesar de que salieron entrecortada.

—Jódeme, Braden. Jódeme— Al igual que otras ciertas palabras, ella rara vez utilizaba esa, pero Braden las había sacado de ella casi naturalmente frente a la webcam y ahora.

Él la besó de nuevo acaloradamente, luego se inclinó cerca de su oído para susurrarle una promesa.

—Te voy a llenar, cariño.

Con eso, él agarró el cordón de sus pantalones y lo sacó, luego agarró la cinturilla, tomando también sus bragas cuando ella levantó su culo. Ella empujó la camiseta de él mientras se deshacía de sus pantalones —lo que había sido lento y rítmico hasta ahora solo se volvió más urgente. Tenía que tenerlo en su interior. Le dolía el cuerpo por él. Su coño pulsaba con necesidad.

Por encima de ella, Braden arrancó su camiseta sobre su cabeza, luego bajó la cremallera de sus pantalones vaqueros y los empujó fuera con su ayuda. Su polla se extendía desnuda ahora en contra de su muslo desnudo, tan absolutamente dura y húmeda, haciendo que su coño se agitara otra vez. Las sábanas lo ocultaban de la cintura para abajo, pero su pecho parecía amplio y los brazos y hombros esculpidos en el resplandor.

Ella observó cómo él alcanzó los jeans que acababa de descartar, cavando en un bolsillo, abriendo de un tirón la billetera. Ella esperó, tratando de ser paciente, mientras él desgarró un pequeño paquete. Por desgracia, las mantas bloquearon la luz de la luna iluminando su erección mientras él rodaba el condón.

Él separó sus piernas con ambas manos, y ella saboreó su toque masculino el interior de sus muslos.

—Jódeme— repitió ella. Simplemente dejando que la chica mala interior saliera un poco más. Sólo para excitarlo.

—Pronto— respondió él, aturdiéndola.

¿Pronto? Sin embargo, antes de que ella pudiera protestar, Braden desapareció rápidamente bajo las sábanas y, unos segundos más tarde, arrastró una larga y lujuriosa lamida en el centro de su coño.

—¡Oh Dios!— gritó ella, el placer en espiral a través de ella como electricidad, dejándola asombrada de que ella podría correrse sólo por eso.

Y entonces él estaba moviéndose sin problemas de nuevo sobre su cuerpo, posicionando sus caderas sobre las de ella, empujando en su humedad, forzando su camino dentro, y... ¡Dios mio, era grande! Ella dejó de respirar ante el maravilloso impacto, adaptándose a la sensación de saciedad, muy segura de que nunca había estado con un hombre tan grande. Él no había mentido —sobre llenarla. O sobre el Monumento a Washington. Ella involuntariamente rizó sus uñas en los lisos hombros, con los dientes apretados.

—¿Estás bien?— él preguntó.

Ella asintió con la cabeza, tratando de hablar.

—Eres enorme.

Su sonrisa brilló con arrogancia varonil.

—Te lo dije.

—Yo nunca he... um...— Ella no podía formar palabras.

—¿Te duele?

Ella le dio a su cabeza un movimiento contra la almohada.

—No. Solo estoy tratando... acostumbrarme a...— Ella estaba exprimiendo las frases entre pesadas respiraciones.

—¿Esto ayuda?— él preguntó, y empezó a moverse, empujando lento, incluso provocando.

Oh Dios, lo hacía. —Más— gimió ella.

Sus ojos se cerraron pero ella sentía la sonrisa vanidosa de él. —Te voy a dar mucho más, de acuerdo, bebé. Te voy a dar todo lo que puedas manejar.

Ella mordió su labio inferior cuando él aumentó sus empujes, haciéndolos más largos y más profundos. Sus piernas instintivamente se envolvieron alrededor de su cintura bloqueada por los tobillos. Él se estremeció en respuesta, sus manos moldeando sus caderas mientras bombeaba dentro de ella.

—Yo sabía que ibas a estar apretada, bebé, tan mojada y apretada para mí.

Laura había encontrado su lenguaje sucio despertando en el ordenador, pero oírlo en esa profunda y seductora voz casi la dejó sin aliento. Este hombre sabía exactamente cómo hacer algo que ningún otro hombre jamás había hecho —hacerle olvidar todo acerca de ser sensible y conservadora.

—¿Vas a hacer lo que me prometiste?— le susurró a él.

Sus manos se deslizaron a sus pechos, sus pulgares rozando a través de sus perlados pezones.

—¿Qué es eso, cariño?

—¿Vas a joder el conservadurismo directamente fuera de mí?

Una sonrisa traviesa acompañó el brillo lujurioso de los ojos de él.

—Oh sí, bebé.

Entonces, él se sumergió en ella más duro, haciéndola gritar con cada firme embestida. Ella levantó las manos sobre su cabeza presionándolas a la gran cabecera de madera para hacer palanca. Su cuerpo estaba cada vez más acostumbrado a él —menos abrumado, lo que le permitía hundirse en el puro placer. No sólo el placer físico de tenerlo dentro de ella, sino el placer mental, también. El conocimiento de que ella nunca había hecho esto antes, dormir con un hombre que no conocía muy bien, y que él era la perfección absoluta, esto era excitante como el infierno. Todo lo que ella veía era semejante a un asalto visual: sus ojos oscuros, sexys, sus grandes manos masajeando sus pechos, sus cuerpos moviéndose juntos en una carrera caliente.

Él era tan largo y duro en su interior que ella estaba segura de que él se había corrido, y a ella ni siquiera le importaba si ella lo hacía, porque esto era un tipo completamente diferente de placer, sin relación con el orgasmo, sobre nada excepto la forma en que sus cuerpos se conectaban, el rápido enganche, los poderosos embistes reverberando a través de ella. Ella amaba absorber cada golpe caliente que él le entregaba, le encantaban los grititos que salían de su garganta, la forma en que se sentía casi fuera de su cabeza con lujurioso goce, incapaz de pensar con claridad solo penetrando en su interior

—Quiero hacer que te corras— ella se oyó decirle.

Él suavizó sus golpes, tomándole la cara entre sus manos.

—Todavía no, cariño.

Ella no discutió. Ahora que lo pensaba, ella no estaba exactamente lista para que esto solo termine aún tampoco. Pero se quedó sin aliento cuando él retrocedió, extrayéndose de ella. Nunca se había sentido tan abandonada y vacía en su vida.

—¿Qué...?— Ella se oyó pronunciar en estado de shock.

Dándose vuelta, la puso encima de él hasta que ella se sentó a horcajadas en sus muslos. Usando dos dedos, él arrancó la correa de un hombro de su camisola.

—Quítate esto.

Ella agradecida se la sacó por su cabeza.

Él pasó lentamente sus manos sobre ella desde las caderas hasta los hombros, luego bajo otra vez, pellizcando suavemente sus pezones en el camino. Ella deslizó sus palmas hacia arriba sobre su firme estómago hasta su pecho, espolvoreado con pelo oscuro. Sus ojos se posaron en su pene, todavía duro como una piedra, arqueado sobre su abdomen a la luz de la luna, más allá de su ombligo. Dios mío, era tan grande como se había sentido.

—He visto este hermoso cuerpo tuyo en la pantalla de mi ordenador, cariño— dijo él, —y es tan bueno por fin tenerte en mis brazos— Sus manos se extendieron sobre la parte superior de sus muslos antes de deslizarse lentamente hacia adentro, adentro, tan cerca de su coño que ella pensó que gritaría de frustración.

Escuchó su propia respiración, creciendo irregular de nuevo, y entonces — ¡ah, Dios!— él acarició un pulgar hacia arriba por el centro de sus húmedos pliegues, luego el otro. Ella no podía evitar empujar ligeramente en los toques, cada uno terminando con la más mínimo pincelada sobre su hinchado clítoris.

—Y he visto este hermoso cuerpo correrse tan ardientemente para mí— continuó él sin dejar de acariciar su coño, sus pulgares moviéndose poco a poco más adentro, más profundo en su coño abierto —Pero ahora quiero hacer que te corras. Hacerte correr duro y ardiente. Sólo para mí.

Sosteniendo su aliento ella encontró su penetrante mirada y ella habló desde su corazón.

—Tú ya hiciste que me corriera. Cada vez. Fuiste tú; fue sabiendo que me mirabas. Deberías saber eso.

Una sonrisa sexy apareció en las comisuras de su boca.

—Pero esto sigue siendo diferente. Dijiste que querías mis manos y mi polla.

Ella dejó escapar un largo suspiro lánguido, junto con una inclinación de cabeza todavía sorprendida de que ella había dicho esas cosas.

—Yo lo hice. Lo hago— Su mirada volvió a bajar a ese apéndice fenomenal.

—Bueno, ahora ellas van a hacer que te corras, bebe. Y yo voy a verlas pasarse sobre ti, verte a ti volar, verte perder el control.

Ella inclinó la cabeza, apretó sus dedos en el pecho.

—¿No lo sabes? Perdí el control en el momento que me di cuenta que me estabas mirando. Y tal vez lo recuperé, por un tiempo, pero se ha ido otra vez, y no creo que este regresando en este momento.

La sonrisa de él se ensanchó.

—Eso es lo que quiero. A ti sin ningún tipo de control. Solo haciendo lo que te siente bien. Olvidándote de todo menos del placer.

Como una respuesta ella dejó que su mano fuera a donde quería, apartándose de su pecho hasta su eje extendiéndose en forma tan prominente entre ellos. Sus dedos se curvaron ligeramente alrededor de éste y él gimió.

—Móntame— dijo él.

Y ella no podía pensar en nada que pudiera desear más.

Poniéndose sobre sus rodillas, ella se cernió sobre él disfrutando de la sensación de sus ojos todavía recorriendo su cuerpo. Nunca se había sentido tan completamente femenina o sexual. Y aunque ella nunca se había tocado para nadie antes de Braden, ya no necesitaba hacerlo desde que él estaba allí para hacerlo por ella ahora, ella siguió un capricho y dejó que sus manos se deslizaran hasta sus pechos apretándolos sensualmente mientras capturó los pezones entre sus dedos pulgar e índice para pellizcarlos suavemente. Las manos de Braden jugaron alrededor de sus caderas mientras él miraba, su respiración yendo poco profunda. Y por primera vez cayó en la cuenta que a pesar de perder control sobre sí misma ella estaba ganando un cierto grado de control —sobre él.

Situándose a sí misma directamente a través de su erección, ella envolvió el puño a su alrededor una vez más posicionándolo en posición vertical, luego se sentó hasta que la cabeza de éste se encontró con su hinchada pulpa. Ella lo necesita de nuevo dentro de ella, empujó con firmeza su pelvis hacia abajo, envainándolo posesivamente.

Ambos gimieron por la reconexión pero Laura se preguntó primeramente si ella podría manejar la posición. Se había olvidado de que estar encima hacía sentir la polla de un hombre aún más y en este momento, Braden se sentía incomprensiblemente grande en su interior. Ella inmediatamente se inclinó hacia delante curvando su cuerpo por encima de él aplastando sus senos sobre su pecho.

—¿Cómo puedes ser tan grande?— preguntó ella en un impulso, su boca cerca de su oído.

Él rió acaloradamente.

—¿No te gusta?

—Me encanta, solo que no estoy muy segura de poder tomarla.

Él volvió su cabeza para hacer frente a ella... sus ojos, bocas, descansado a no más de una pulgada de distancia.

—Puedes tomarla, cariño —dijo él como si se tratara de un hecho absoluto.

—¿Cómo lo sabes?

Certeza brillaba en los ojos de él.

—Te vi tomar la que te envié.

El recordatorio casi la avergüenza, pero de alguna manera eso era pasado. Sin embargo, ella estaba sorprendida de oírse reír.

—¿Tenías que escoger una morada?

Él sonrió y ella se derritió un poco más sobre su pecho.

—Creía que a las chicas les gustaba el púrpura.

Ella le devolvió la sonrisa juguetona.

—Para un suéter, seguro. Pero, Dios mío, ¿un pene morado?

—Creo, cariño, que cuando vienen en colores se supone que las hace parecer más divertidas.

Ella parpadeó, sintiéndose un poco torpe.

—Oh. Yo supongo que... no estaba pensando en ello como diversión entonces.

—¿Y ahora?— Él arqueó las cejas.

Ella se mordió el labio, pensando.

—Ahora, esto es divertido. Tu polla es diversión.

La expresión de sus ojos le dijo que le gustaba su respuesta.

—Entonces tú debes pensar en que la puedes soportar.

Ella se mordió los labios y lo miró a los ojos levantándose ligeramente, el movimiento elevo sus senos lo suficiente para que sus pezones erosionaran su piel. Mientras él suspiraba su placer, ella se levantó más sentándose, para darse cuenta de que su cuerpo se había ajustado por arte de magia a él. Todavía se sentía enorme en esta posición, pero no tan abrumador como para que ella no pudiera disfrutar de ésta.

—Tú eres más grande que el juguete, pero tienes razón, yo puedo tomarte— le aseguró ella, su voz más baja de lo que creía que era posible. Y entonces ella comenzó a moverse, dejando que su cuerpo le guiara. —Definitivamente puedo tomarla.

Ella giró en pequeños pero potentes círculos encima de él mientras le apretaba la palma de su mano en el pecho. Ella miró descaradamente a sus hipnóticos ojos. Su clítoris rozando su cuerpo con cada movimiento, lo suficiente como para elevarla poco a poco más alto, más alto, hacia la cima que ella buscaba.

—Estás tan caliente, bebe— dijo él, su voz goteando con una sensualidad que se filtró en sus venas. Sus palabras la alimentaban, al igual que sus ojos. Ella suponía que se había acostumbrado a tenerlos sobre ella, incluso cuando no había sido capaz de verlos, pero ahora, le encantaban aún más.

Una vez más, se encontró amasándose sus pechos mientras él observaba.

—Te ves tan bien haciendo eso.

—¿Quieres besarlos?— preguntó ella, su voz como de una ninfa del sexo. Ella nunca había dicho esas cosas en la cama... nunca, hasta ahora, hasta Braden. Estaba claro que él había aflojado algo en ella y ahora que esto estaba fuera, ella no estaba segura de que alguna vez volviera a entrar.

—Ah, sí, bebe dame esos bonitos pechos.

Todavía moviéndose sobre él en ardientes pequeños círculos que frotaban su clítoris de la manera correcta, ella se inclinó para bajar un pezón en la expectante boca de Braden.

—Oh...— Ella ronroneó cuando él chupó con fuerza, el placer parecía multiplicar la presión acopiada en su coño. —Oh, esto es bueno. No te detengas.

Él mamó tan intensamente que casi duele, pero más que eso, esto aumentó su placer, llevándola hacia el clímax. Ella se movió sobre él más ásperamente apretando sus dientes, sintiendo el calor construyéndose y levantándose. Ella cerró sus ojos y recordó la forma en que él la observaba, las impactantes cosas hechas para estremecerlos a los dos y ahora él estaba aquí, realmente aquí, su enorme polla empujando hacia arriba en su hambriento cuerpo —y luego ella cayó en el más dulce y más prolongado orgasmo que había tenido en mucho tiempo. Para comenzar su cuerpo convulsionó entonces ella encontró las olas y las montó, dejando que la llevarán hasta que por fin se desplomó exhausta de nuevo contra el pecho de él.

—Mmm, ¿cómo estuvo eso?— preguntó la voz de él radiando con el típico orgullo masculino.

Ella todavía no podía creer que estaba presionada a él piel desnuda, perfecta y dura carne.

—Increíble— susurró ella aún débil y tratando de recuperarse.

Y cuando ella volvió en sí, se dio cuenta de lo mucho que quería llevarlo a donde ella acababa de estar. Él había visto su clímax una y otra vez, sin embargo, ella nunca lo había estar en éxtasis y parecía ser tiempo de cambiar eso.

—Quiero hacer que te corras ahora— ella le dijo, su voz ronca. Ella empezó a moverse sobre él de nuevo, sólo un poco.

—Eso no va a ser difícil— él dijo en una risa.

—¿Qué puedo hacer?— ella preguntó entrecortadamente, sentándose para mirar hacia abajo a su magnífico rostro. — ¿Cómo puedo hacer que te corras?

—Dime lo que tú deseas— él dijo mirando hacia ella. —Háblame de la manera que lo hiciste antes en la webcam. Habla sucio.

Laura se mordió el labio. Justo ahora era cuando ella generalmente se iba hosca y malhumorada sobre él. Después de su orgasmo.

Pero —alegremente— teniendo a Braden aquí con ella, dentro de ella, todo cambió. Ella nunca en su vida le había hablado sucio a un hombre antes de Braden y hacerlo en una sala vacía en esencia no se había sentido tan real como esto lo hacía, aun así fue increíblemente fácil. Prueba, según ella creía de lo ardiente que él la hacía sentir.

—Quiero que te corras en mi interior, bebé— susurró ella, pasando sus manos por su plano vientre hasta su pecho.

—Yo quiero que te corras duramente, quiero que te corras dentro de mi coño— Entonces ella se balanceó sobre él, con más énfasis que antes, puesto que se trataba de su placer, no el de ella. Sintió que sus senos se agitaban y vio caer sus ojos allí y conoció el placer sencillo y simple de ser una mujer sin límites, descarada, sin preocupaciones por lo que pensaran de ella. —Quiero que me folles, bebé, fóllame con esa polla grande y dura hasta que no te puedas detener ni por un segundo más y luego quiero que te corras en mí, tan jodidamente duro.

—Ah, joder, yo lo estoy, cariño... lo estoy— La voz de él sonaba tensa mientras sus manos presionaban sus caderas, su erección empujando con vehemencia en su interior. La presión era enorme y abrumadora y ella gritó, no con dolor, sino con la imposible plenitud que él entregaba. Una, dos, tres salvajes embestidas cada una levantándolos de la cama con fuerza bruta cuando él se estremeció profundamente. Ella vio sus dientes apretarse, sus ojos cerrarse, su cara retorcerse en agonía que ella sabía que en realidad era alegría, y le encantaba hacerlo sentir algo tan brutal e intenso.

Una vez más, ella se inclinó para descansar sobre su pecho y los brazos de él la rodearon acercándola. Ella pensó que se quedarían en silencio, pensó que tal vez él habría de quedarse dormido como tan a menudo los chicos hacían después del sexo y ella decidió que no le importaría si eso ocurriera incluso sin él tirando fuera de ella algo sobre ello le parecía extrañamente erótico. Pero en lugar de eso él le dijo al oído.

—¿Tienes alguna idea de cuán asombrosa eres?

Las palabras tamizadas a través de ella, como azúcar en polvo, el máximo elogio y éste significaba mucho más ahora que su sexo era real.

—Yo sé que me haces hacer cosas que nunca he hecho antes— Por primera vez, lo dijo sin vergüenza ni arrepentimiento.

—¿Sabes...— él dijo, incluso más suave, seductoramente —...que sólo estamos empezando aquí? ¿Sabes que, antes de que esto haya terminado, vas a hacer cosas que ni siquiera te has imaginado?

Ella levantó su cabeza para encontrarse con su mirada en las sombras. Sus palabras hicieron que sus entrañas chisporrotearan, pero ella no se sorprendió. Inconscientemente, debía haber sabido que en el momento en que se metió en la cama con ella, él no había venido hasta aquí sólo por un simple laico.

—Sí, lo sé. Y no puedo esperar a ver cuáles son.

Él sacó su cabeza más hacia atrás en la almohada con su mirada bromista.

—¿Y no vas a pelearme, actuar indignada y ofendida, diciéndome una y otra vez que eso no eres tú?

Ella parpadeó, luego sonrió dulcemente a sus ojos.

—Probablemente, en algún momento— respondió ella, alcanzando su mejilla sin afeitar. —Pero supongo que solo tendrás que convencerme.

Con eso, ella lo besó, otro impresionante beso de nosotros-hemos-estado-besándonos-por-siempre, y este reforzó su determinación. Este hombre había encontrado algo en ella que no sabía que existía. Parte de ella quería encogerse —esto se sentía tan extraño. Pero si ella era sincera, una gran parte suya estaba fascinada con su nuevo yo, y no quería nada más que mantenerse fascinándolo también.

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