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Capítulo Siete

LO único malo de los maravillosos ventanales del piso al techo abovedado de la habitación era cuando el sol de la mañana salía a través de éste. Pero a Laura no le importaba —desde su llegada aquí, el sol la había puesto de pie temprano frente al ordenador y hoy no le importaba porque tenía una buena vista. No del gran paisaje invernal de afuera, sino del hombre en su cama.

Ella se giró para mirar levantándose ligeramente. Era como en un museo, con una luz brillante sobre una obra maestra. Y en este caso, la obra maestra era Braden. Pómulos altos y una aristocrática nariz lo hacían clásicamente guapo, pero el rebelde mechón de pelo negro inmerso sobre su frente y la barba espolvoreando en su barbilla la cual había crecido aún más gruesa durante la noche daba a ver un chico malo. Ella tenía razón —no obtenía tíos como él. Sólo lo tenía a él ahora.

E incluso a la luz del día, ella no albergaba arrepentimientos. Tal vez ella era suficientemente conservadora para necesitarlo aquí, con el fin de ser mala con él. Pero también era lo suficientemente liberal, de repente suficientemente hedonista, ahora que él había llegado, como para seguir siendo mala y ver esto por lo que era —una oportunidad de oro para disfrutar de la clase de relación que ella nunca experimentaría en casa, en su mundo real, en su vida real.

Se mordió el labio, estudiando su suprema belleza masculina, dejando caer su mirada hacia su pecho desnudo mientras sus pensamientos caían aún más abajo, debajo de las sábanas. Ella contuvo la respiración, recordando cómo se había sentido contando con él dentro de ella.

Rodando sobre su espalda, lanzó una pequeña sonrisa al cielo. Ella no podía estar completamente segura de que Dios lo aprobaría, pero a ella le gustaba pensar que algo como esto no caería en su regazo, si Él no quisiera que ella lo disfrute.

—Buenos días, copo de nieve.

Miró a su amante mientras éste se empujaba sobre un codo, con su propia sonrisa traviesa.

—¿Pensando en la última noche?— él preguntó, burlándose con los ojos.

—Culpable de los cargos.

—¿Entonces no lamentas que haya venido?

Ella negó con la cabeza contra la almohada.

—Todo lo contrario. Ya te dije eso anoche.

Él se encogió de hombros.

—No significa que no podrías haber cambiado de opinión por ahora.

—Digamos que la cosa verdadera es mucho más persuasiva que sólo tener una cámara.

Él dio corto asentimiento con la cabeza, arqueando una ceja diabólicamente.

—Así que te gustó mi polla.

Ella estaba lista y dispuesta a ser mala, pero en el brillante sol de la mañana, tal lenguaje seguía ruborizando sus mejillas.

Él se rió suavemente y se apoyó cerca.

—No te preocupes, cariño... le gustas, también.

—No puedo imaginar lo que debes pensar de mí en este momento— ella dijo en un arrebato de honestidad. —Supongo que parezco como si tuviera una doble personalidad. En un minuto estoy dispuesta, al siguiente no lo estoy. Probablemente parezca... alguien que necesita medicación— concluyó con una risita y deseó que no hubiera sonado tan nerviosa.

Pero él se mantuvo en calma y su sexy voz volviéndose baja.

—Solo pareces una mujer que necesita una buena dosis de mí— Entonces le dio un breve beso en sus expectantes labios.

Se convirtió en un beso más largo, debido a que besarlo era tan fácil —y tan simplemente íntimo. Después de comunicarse con él a través de un ordenador durante tanto tiempo, solo tener su boca moviéndose sobre la de ella era como la conexión definitiva. Estar desnuda en la cama con él era, sorprendentemente, tan cómodo y agradable como cruel y emocionante.

Antes de que ella lo notara, Braden estaba sacando otro condón, separando sus piernas debajo de las sábanas, y clavándola al colchón. Al igual que la noche anterior, hubo un momento de ajuste por estar tan llena de él y también como antes, ella se oyó gritar con cada embestida que él tan hábilmente entregaba. Ella envolvió sus piernas alrededor de él y se mantuvo con fuerza mientras su cuerpo absorbía la gloriosa paliza.

—¡Quiero hacer que te corras— él le dijo y en un suave movimiento, deslizó sus brazos alrededor de ella y recogió su espalda hasta que ambos se sentaron en el centro de la cama en un estrecho abrazo, tan cerca que le robó su respiración. Agregando que la posición le hacía sentirlo infinitamente más grande dentro de ella, era todo lo que podía hacer para mantener la compostura.

Ella miró sus ojos... sí, eran de color marrón, un color rico y profundo como el terciopelo, y lo vio realmente con claridad por primera vez. Tal pasión rebozando en su mirada que hacía más fácil ser la chica mala que él tan claramente adoraba. Ella enterró los dedos en su pelo y lo besó salvajemente, luego se movió contra él, en busca de su liberación. Su coño se cerraba apretado alrededor de su increíble eje, y ella tuvo la impresión de que su polla se extendía dentro de ella a longitudes asombrosas.

—Tan grande dentro de mí— se oyó respirar por encima de él. —Tan grande.

Sus ojos brillaron con malicia.

—Móntame, nena. Móntame duro. Quiero ver cómo te corres por mí otra vez.

Ella no lo dudó, anhelando sólo darle lo que él quería. De alguna manera las ansias de ella se habían atado a los deseos de él. Nada era más emocionante para ella que complacerlo. Así que ella trasladó su cuerpo sobre el suyo, moviéndose en poderosos círculos que le hicieron sacudir sus pechos contra el pecho de él.

Ella se arqueó, duro, más duro, y se echó hacia atrás para dejarlo que esparciera una lluvia de besos a través de la piel sensible de su cuello. Dentro de ella, la gloriosa fiebre se elevó, su aliento volviéndose en frenéticos gemidos, y aunque a no muy a menudo había tenido relaciones sexuales a la luz del día, ella entendió que —como siempre con Braden— tener sus ojos sobre ella era el combustible, el impulso, que la llevaría a su destino final. Era como si su ardiente mirada físicamente la empujara —alto, más alto.

Hasta que una vez más, se vino abajo gritando de placer cuando las duras sensaciones del orgasmo la sacudieron. Ella clavó sus uñas en sus hombros, gritando — ¡Dios, me estoy corriendo! ¡Ya me voy!

Y luego Braden se unió a ella, empujando en su interior más duro, más profundo, y como en la noche anterior, levantándola de la cama con su majestuosa polla.

—Yo también, cariño... ah, sí, yo también— Ella flotó por debajo del clímax a tiempo para ver el éxtasis barrer en su rostro, ella podía ver mucho más claro esta mañana, y la asombró saber que ella le había hecho sentir demasiado.

Tan pronto como él abrió sus ojos, ella lo besó de forma espontánea, luego sonrió, apoyando su frente contra la suya.

—Me encanta ver cómo te corres— admitió ella.

Él se retiró hacia atrás un poco para mirarla.

—Ahora ves por qué yo disfrutaba tanto de nuestro pequeño juego.

Ella asintió con un encogimiento de hombros.

—Pero esto es mejor, porque ahora yo puedo verte también.

Otro beso corto, y los ojos de Laura aterrizaron sobre un reloj de escritorio en la habitación, esta vista devolviéndola a la desagradable realidad.

—Y desearía poder seguir viéndote, pero me temo que me llama el deber.

—¿El deber?

—Libros que escribir, plazos que cumplir.

Él levantó la barbilla ligeramente.

—Ah— Luego miró a sus cuerpos, aún unidos, antes de levantar los ojos hacia ella. — ¿Así que estás dispuesta a renunciar a esto por eso?

—No por elección. Pero si yo no escribo un libro, no me pagan. Y no todos somos propietarios de fabulosas casas por todo el mapa. Algunos de nosotros sólo tenemos un pequeño apartamento en Seattle, y el alquiler no se paga solo— Con eso, a regañadientes se despegó de él con un largo suspiro. No le gustaba poner fin a esto, pero estaba decidida a ser práctica, a no dejar que este hombre la llevara completamente lejos de la vida real.

—Yo difícilmente soy propietario de casas por todo el mapa. Esta es la única, además de mi lugar en Los Ángeles.

—¿Dónde es aquí exactamente? ¿Beverly Hills o algo así?

Él sonrió burlonamente.

—No, no es Beverly Hills.

—¿Dónde, entonces?

—Malibu— respondió en voz baja, pero no parecía ni remotamente avergonzado.

Ella suspiró con nostalgia.

—Justo en la playa, supongo.

Se encogió de hombros.

—Oye, si vas a vivir en Malibú...

Ella se rió, sorprendida de que había terminado jodiendo con uno del tipo playboy rico. Esto no era tan ella. Pero entonces, había decidido no ser ella, ¿no es cierto? Sólo por ahora, sólo por el tiempo que él estuviera aquí. Y ella no le preguntó cuánto tiempo pensaba quedarse, no sólo porque ella no quería parecer ansiosa, sino porque la decadente, sexualmente liberal Laura no necesitaba saberlo. Ella lo tomaría como venía, por lo que valía la pena. Cuando todo terminara, ninguna gran cosa. Lo apuntaría sólo como otra experiencia de vida. Una grande.

Cavó debajo de las sábanas, en busca de su ropa interior que había sido empujada fuera con tal abandono durante la noche.

—Entonces, ¿cómo está yendo el libro? Nunca me lo dijiste.

Ella miró por encima de su hombro para verlo perfectamente extendido y desnudo sobre la cama —el condón desde hace mucho tiempo eliminado en un basurero cercano. Ella no podía apartar la mirada de él.

—Bien— dijo simplemente. No mencionó que su entrada en su vida había de alguna manera sido el puntapié inicial de su creatividad.

—¿Así que tu bloqueo de autor se ha ido?

Ella asintió con la cabeza.

—Supongo que esto... el cambio de paisaje era justo lo que necesitaba— Encontrando su desechada ropa, se deslizó las bragas, todavía en la cama.

—Me alegro de poder ayudar. Prestándote la casa, quiero decir— él añadió un guiño y ella se preguntó si de alguna manera él sabía que su éxito era por algo más que un nuevo punto de vista por la ventana.

—Por lo tanto— ella dijo — ¿Supongo que tus altos tipos de inversores sólo pueden pasar rápidamente por el país cada vez que tú lo deseas?— En realidad ella estaba preguntando cómo era posible para él dejar atrás tan alto perfil de trabajo de un momento para otro sin previo aviso.

—Nada está sucediendo en este momento que no pueda manejar a través del teléfono o del ordenador.

Ella señaló vagamente hacia el piso de abajo.

—Si necesitas el equipo que he estado usando, yo puedo...— ¿Qué podía hacer ella? ¿Usar el de su bolsillo? —Dejar de trabajar— Ella odiaría hacer eso con su plazo de entrega pendiente y su historia enfocándose ahora, pero tenía que hacer la oferta.

—No te preocupes, copo de nieve. Traje un ordenador portátil. Todo lo que tengo que hacer se puede hacer a partir de ahí.

—Fue amable de tu parte— ella dijo, probablemente demasiado bajo.

—¿Qué puedo decir? Yo soy un tipo un poco considerado— Los dos se rieron cuando ella le devolvió la malvada mirada, desde que parecía claro que su reflexión definitivamente caía dentro de los parámetros de él también siendo mortalmente seductor y ligeramente dominante.

—¿Así que disfrutaras tu día derrocando imperios desde aquí?

Él dio a su cabeza un movimiento fácil.

—No, tal vez tenga que trabajar un poco, pero este viaje es mayoritariamente de placer. Mientras estés ocupada, voy a ir a las pistas— Ella se lo imaginó deslizándose por un doble diamante negro10 como un profesional —él parecía el tipo de persona que probablemente era experto en todo lo que hacía. —Voy a darle a mi amigo Tommy una llamada y ver si él puede separarse de su trabajo por unas horas. Vive aquí todo el año en la casa de al lado de la montaña— él hizo un gesto en esa dirección —y el hombre siempre está buscando una excusa para esquiar, así que no me va a rechazar.

Era bueno golpear la nieve —y el mejor tiempo, también, justo en el medio del mes de febrero. Un poco frío —Braden a veces prefería más esquiar en primavera— pero el día era luminoso y despejado, las pistas bien cuidadas, y él se sentía lleno de energía, mientras ellos subían en la aerosilla a la cima de la montaña Vail.

—¿Hablas en serio?— Tommy dijo tan pronto como la silla de la elevación abandonó la tierra. — ¿Viniste aquí para seducir a una chica que nunca antes conociste sólo porque ella se quedaba en tu casa?

Era lo último que Braden había tenido la oportunidad de decirle antes de dirigirse a la carrera por la Blue Ox, una asesina pista doble diamante negro que conducía de regreso hasta la aerosilla.

—Y porque ella es ardiente— aclaró Braden.

—¿Cómo sabías que era caliente?

—Webcam.

—¿La espiaste por la jodida webcam?

Braden se volvió hacia su amigo. Los mechones rubios del pelo de Tommy salían por debajo de su gorro en diferentes ángulos, enmarcando una expresión llena de acusación. Dicho así, sonaba bastante atroz.

Él respondió con sinceridad. Más o menos.

—Yo estaba comprobando para asegurarme de que ella llegó bien. Sabes que lo hago a veces— Él omitió la parte en que ella estaba tocándose a si misma. No tanto porque fuera un buen tipo, sino porque pensaba que era posible que Tommy y Laura pudieran reunirse antes de que esta pequeña velada llegase a su fin, y él era por lo menos lo suficientemente bueno como para no avergonzarla de esa manera. A algunas chicas que Braden había conocido no le importaría si él contaba todos los detalles de su sexo, pero a Laura definitivamente le importaría, y a pesar de que él aún quería sacarla todavía más afuera de su pequeño caparazón conservador, él podía respetar un deseo tácito de un poco de privacidad.

—¿Y ella era lo suficientemente ardiente como para que te subas a un avión y vinieses a golpear a su puerta?— Tommy le preguntó.

—Mi puerta— aclaró de nuevo, esta vez dejando de lado que él no había golpeado.

—Aun así, sin embargo, amigo, ¿le prometiste a la chica tu casa y solo apareces de esa manera?

Braden le lanzó una mirada. — ¿Desde cuándo te volviste policía de la moralidad?— Por lo general, Tommy era todo sobre el buen sexo e iría hasta el extremo para conseguirlo.

Su amigo se encogió de hombros dentro de su parca de esquí.

—Desde que me di cuenta de que soy un idiota la mayor parte del tiempo, supongo.

Braden parpadeó. ¿Qué demonios?

—¿De qué estás hablando?

Tommy suspiró.

—¿Te acuerdas de Marianne?

Una linda pequeña conejita del esquí que Tommy había conocido en las pistas de la montaña Copper el invierno pasado. Cuando Braden había llegado durante un mes en el verano, Tommy todavía había estado saliendo con ella, pero dada la rapidez con la que él suele soplar a través de las mujeres, Braden se había olvidado de ella.

—Sí, claro.

—La engañé— Tommy mantuvo su mirada al frente mientras hablaba.

—Oh— Nunca condenaría a un amigo por eso, pero él pensaba que era un movimiento estúpido. Como regla general, Braden no engañaba. También debido a que Braden no se comprometía. Había descubierto en el momento en que se había graduado de la universidad que eso no era para él —no le gustaba sentirse obligado a nadie, y sobre todo no creía en la monogamia. Él creía que, si optas por ser monógamo, debes estar muy bien de esa manera, pero él nunca se puso en esa posición en particular. —Déjame adivinar. Ella se enteró.

—Sí. Y la lastimó— Tommy negó con la cabeza sin poder hacer nada. —Yo no sé ni por qué lo hice; la otra chica ni siquiera era completamente ardiente. Fue casi como... por costumbre o algo así. Porque era idiota.

Braden nunca había oído a Tommy ser autocrítico antes —el tipo era normalmente seguro y sin preocupaciones. Él no sabía qué hacer con ello.

—¿Y la moraleja de la historia?

—Fue un gran error. Me encantaba Marianne. Quiero decir, yo estaba realmente enamorado de ella, amigo.

La mandíbula de Braden cayó. Al igual que él, Tommy no "caía en el amor".

—¿Tú? ¿Enamorado? ¿Con una chica?

Tommy se encogió de hombros.

—El fin de una era, ya lo sé. Pero el punto es, que me enamoré de ella, hice algo estúpido, y la perdí. Y lo lamento como el infierno. Sucedió hace seis meses, y parece que no puedo sacudirme esto. No he mirado a otra mujer desde entonces.

—Me estás tomando el pelo— ¿Tommy el mujeriego no había mirado a una mujer en seis meses? El cielo debía empezar a caerse en cualquier momento.

—Desearía. A veces las jovencitas tratan de buscarme en los bares, o si estoy pasando el rato en una pensión al final de un día de esquí, y mi polla quiere que preste atención, pero me siento muy mierda por lo que le hice a Marianne.

—¿Y ella no te perdonará? Quiero decir, tal vez si ella supiera que aún la extrañas seis meses después, eso cambiaría su mente.

Tommy dio movimiento a su cabeza un corto y decisivo.

—Ella siguió su camino. Tiene un chico nuevo. Comprometidos y todo. Me encontré con su hermana en el restaurante mexicano en Edwards la semana pasada, y ella me lo dijo.

—Entonces ella paso de ti, sobre el dolor. ¿Eso no significa que puedes seguir adelante, también?

—Debería significarlo, supongo. Hasta ahora, sin embargo, todavía me siento una mierda.

Braden dejó escapar un suspiro.

—¿Quién eres tú? Yo no te conozco, hombre.

Tommy se mantuvo deprimido.

—Creo que nunca me di cuenta de lo mucho que algo como eso podría lastimar a una chica hasta que vi la forma en que ella reaccionó. Y hasta que terminé siendo herido también.

—¿Y todo esto tiene que ver con que yo esté mostrándome aquí?— Braden preguntó. Impresionado como él había estado por la confesión de Tommy, él había estado esperando llegar a este punto en particular del paseo de elevación completo, el cual estaba llegando a su fin. La aerosilla se acercaba rápidamente al punto de partida en la parte superior de la montaña.

—Bueno, no es de mi incumbencia, pero... creo que estoy pensando más en los sentimientos de las chicas que antes. Y parece bastante presuntuoso mostrarse sólo sin previo aviso cuando ella llegó aquí por privacidad. Yo quiero decir, por amor a Cristo, ¿qué hizo ella cuando te vio?

—Ella jodió mi cerebro— dijo Braden suavemente mientras se paraba de la silla elevadora para deslizarse por la rampa de salida, listo para la próxima carrera.

Parte de Laura quería matarse por dejarlo ir. Ella lo había tenido aquí, en la cama con ella, desnudo —el hombre más físicamente perfecto que jamás había conocido— y lo había enviado lejos ¿porque ella tenía un libro que escribir? Por otro lado, sin embargo, ella no podía estar arrepentida, porque el día voló tan rápido como sus dedos sobre el teclado, la historia de Riley y Sloane se derramó fuera de ella a una velocidad récord. Ella apenas si tenía que pensar, las palabras simplemente fluían —como si hubieran quedado atrapadas en un gran cubo en algún lugar dentro de ella y finalmente se había volcado.

Como ella había sospechado, Sloane ahora era una parte importante de la historia. Riley se mantenía completamente en la lujuria con él, pero ella todavía no estaba segura de cuánto confiaba en él. Él era coqueto y arrogante y ella pensaba que él era un regalo de Dios para el mundo de los ojos privados —pero cuando Riley y Sloane juntaron sus cabezas, las cosas comenzaron a suceder.

Toda la cuestión de por qué alguien podría robar un valioso broche antiguo sólo para esconderlo en un cobertizo se mantuvo. Pero trabajando juntos, los dos habían dado con una idea: si alguien había escondido el broche en la propiedad, tal vez los otros elementos que faltan podrían estar ocultos allí. Por ejemplo, la semana pasada, ellos descubrieron, que el Sr. Dorchester había perdido un cheque de dividendos antes de que pudiera llevarlo al banco. Una excepcional primera edición de Adiós a las armas, firmada por el propio Hemingway, había desaparecido de la biblioteca, también. Los Dorchester tampoco lo habían mencionado hasta que Riley y Sloane habían empezado a preguntar—tanto el Sr. y la Sra. D. habían supuesto que se habían vuelto un poco olvidadizos y los habían extraviado. Pero ahora, Riley y Sloane había partido en busca de tesoros de todo tipo. Si pudieran desenterrar los otros artículos que faltaban, tal vez las piezas del rompecabezas comenzaran a reunirse.

Y, por supuesto, él la había besado una vez más, también.

Ella había estado subida a una escalera de mano, de nuevo buscando en el cobertizo de las herramientas, chequeando la parte superior de una gran caja de madera antigua. Las manos de Sloane habían llegado calientes sobre sus caderas, estabilizándola.

Riley temía que podría haber habido una serpiente de cascabel enroscada sobre el viejo armario y ella no la hubiera visto —porque en todo lo que podía concentrarse en ese momento eran en las dos tibias palmas soportando sus caderas. Ella había sido tocada por otros hombres antes, pero Sloane Bennett parecía tener un inusual dominio sobre ella —en sentido literal y figurado. Ella trataba de decirse a sí misma que esto era simplemente porque él la había besado incluso antes de que fueran presentados, que tal poderosa química había sido inevitable. Sin embargo, la explicación no hizo nada para atenuar su salvaje atracción hacia él.

—¿Algo allá arriba?— él preguntó.

Enfócate. Ella vio algunas piezas de acero oxidado que probablemente habían sido alguna vez conectadas a un carro o carreta, y una manguera de jardín enrollada. La manguera parecía un probable escondite, por lo que metió la mano en el centro, donde no podía ver, para tantear alrededor.

¡Algo se escurrió entre sus dedos! Ella gritó y saltó en el aire.

Aterrizó en los poderosos brazos de Sloane Bennett, su corazón latiendo demasiado rápido mientras miraba sus ojos marrón oscuro.

—Araña— ella dijo en una respiración temblorosa. —O por lo menos se sentía como tal.

—Nunca he oído hablar de una detective temerosa de una pequeñita araña, Riley.

—¿Quién dijo que era pequeña?— ella susurró, casi sin aliento por estar tan cerca de él.

—Pero seré feliz de sacar eso de tu mente— dijo él, entonces bajó su boca por completo en ella.

Fue el mejor encuentro con una araña que Riley Wainscott había tenido.

Por supuesto, una vez que el largo y embriagante beso había terminado, ellos discutieron. Mientras que Laura, antes de ayer por la noche, se había escapado de Braden cada vez que había tenido un orgasmo, Riley peleaba con Sloane cada vez que él la besaba. Riley simplemente no estaba acostumbrada a sentirse tan consumida por un simple beso, un simple hombre. Ella temía su abrumadora atracción hacia Sloane tanto como se sentía atraída por ésta.

Cuando el día en la escritura se había ido, los dos detectives habían continuado su búsqueda en los terrenos de los Dorchester. Aunque Riley había vivido en la puerta de al lado con la tía Mimsey durante muchos años —ya que sus padres habían muerto en un accidente automovilístico cuando Riley era una adolescente— ella nunca había explorado la propiedad de los Dorchester ni se dio cuenta de lo vasto que era esta. Ella había asistido a los tés de la señora D en el salón o a la ocasional comida campestre del Cuatro de Julio en el extenso patio trasero, pero mientras ella y Sloane buscaban pistas, se dio cuenta de que las pintorescas tierras se extendían más allá de lo que ella sabía.

Habían buscado en todos los altos árboles de sombra con casas de aves, los arbustos bien cuidados y los arbustos en flor, el pequeño huerto, donde Edna y la Sra. D. trabajaban juntas durante los meses de verano —y entonces Sloane había visto un camino detrás del jardín que llevaba hacia atrás a través de los árboles. Él había tomado la mano de Riley y comenzaron a seguirlo juntos...

Hasta que se encontraron de pie en un hermoso parque parecido a una plaza de verde hierba espesa salpicado de canteros con flores de colores, perales de forma perfecta —cada uno luciendo una pajarera roja o azul brillante— y en el centro, un banco de piedra colocado allí claramente para que uno pueda sentarse y disfrutar de la belleza y tranquilidad. Una fila de gruesos arbustos —de por lo menos ocho pies11 de altura— bordeaba el perímetro, de modo que era imposible ver hacia fuera e igualmente imposible que alguien pudiera ver hacia adentro. Ellos habían descubierto... un jardín secreto.

—No sabía que esto estaba aquí— dijo Sloane, claramente impresionado.

—Yo tampoco, y he vivido al lado durante años.

—Me alojé aquí durante los veranos, cuando era un niño y anduve por estos jardines; pero creo que nunca me aventuré tan lejos de la casa.

—¿Por qué crees que está aquí?— Riley le preguntó. — ¿Por qué crees que nadie lo sabe?— Ella levantó la mirada hacia Sloane, dándose cuenta de que ellos todavía se sostenían de la mano. Ella no hizo ningún esfuerzo para alejarse, y él tampoco.

Él negó con la cabeza.

—No puedo imaginarlo— Entonces él miró a su alrededor, aun tomando la maravilla. —Se siente como que estamos muy lejos, sin embargo, ¿no? De todo.

Riley asintió con la cabeza. El resto de la encantadora finca era inmaculada y digna de una postal, pero algo acerca de este pedazo de tierra de libro de cuentos se sentía casi mágico. El tipo de lugar que puede hacerte olvidar de que el resto del mundo existe. La hierba era más verde, las flores más vibrantes. Si ella no lo supiera, juraría que el cielo era más azul.

Mientras estaba allí de la mano con su compañero de cabello oscuro, ella miró a su alrededor, disfrutando de cada detalle del lugar, sintiendo como si el jardín de alguna manera los envolviera y fuera, de alguna manera etérea, empujándolos más cerca.

Fue entonces cuando ella vio la cinta de papel asomando de la abertura redonda de una pajarera roja en forma de un granero. En lugar de liberar la fuerte mano de Sloane de su agarre, lo empujó a lo largo de su espalda, y él la siguió, por una vez dejándola conducir. La pajarera colgaba demasiado alta para su acceso, pero ella señaló en silencio, y Sloane vio claramente lo que llamaba su la atención. Alargó la mano hacia ésta, deslizando fuera un rectángulo de la puerta circular.

A medida que él lo extendía entre sus manos, los dos se asomaron para ver el faltante cheque del Sr. Dorchester.

—Los dividendos del tío Howard— dijo Sloane mientras Riley abría la boca.

Ellos, por supuesto, no tenían idea de lo que esto significaba, pero desenterrar otra gran pista se sentía como un triunfo supremo. En un impulso, Riley echó sus brazos alrededor del cuello de Sloane, y él la cerró en un fuerte abrazo.

—¡Por fin!— ella dijo. — ¡Otro elemento faltante oculto en el terreno!

—Por fin— repitió él, pero su voz se había ido más bajo, ahumada, y sus párpados estaban sombreados, sus ojos medio cerrados en lo que Riley podía descifrar como deseo puro. —Por fin llego a besarte otra vez.

Habían pasado sólo un par de horas desde la última vez, pero se sentía como una eternidad para Riley también. Su boca se aplastó duro en ella, el beso tragándola y haciéndola olvidar todo lo demás, excepto a este hombre y a este espacio secreto que se sentía tan privado, tan perfectamente aislado.

Riley nunca había hecho el amor con un hombre que apenas conocía, pero cuando los besos se profundizaron, comprendió que era a donde ellos se dirigían, y ella no tenía la menor intención de detenerlo.

Por supuesto, se supone que si ella se tomara en serio finalmente mostrarle al mundo que podía ser un buen detective, debía mantenerse centrada en resolver este misterio. Este podría ser el que la conduzca a una carrera en las investigaciones. Y sin embargo...

Los besos de Sloane, desparramándose desde su cuello hasta su hombro, le hicieron zumbar todo el cuerpo. Y cuando él desabrochó su camisa, no podía dejar de querer que él viera el lindo sujetador rosado que se le ocurrió ponerse esta mañana. No es que su elección de ropa interior tuviese algo que ver con él —ella podía estar locamente atraída por el hombre, pero ¿cómo podría haber sabido ella que posiblemente ellos tropezarían con un jardín secreto que la haría sentirse tan seductora como el mismo Sloane?

Poco a poco, él la desnudó liberándola de su sujetador y hundió la boca en sus doloridos pechos. Momentos después, cayeron de rodillas y Riley no quería hacer nada más que acostarse y sentir la fresca hierba contra su espalda mientras él hacía el amor con ella.

Y eso es exactamente lo que pasó. La alfombra de hierba la amortiguó tan dulcemente como cualquier cama mientras Sloane se movió en su interior con movimientos lentos y profundos que llenaban sus sentidos. El rico olor de la hierba se mezclaba con la fragancia de las rosas cercanas. El sol calentaba su rostro. Y Sloane la hizo sentir hasta la última gota de una mujer.

Tal vez ella debería haber dicho que no. Tal vez fue demasiado pronto, sobre todo teniendo en cuenta que ni siquiera estaba segura todavía, si a ella realmente le gustaba él. Pero nunca había conocido a un hombre tan tentador y la exuberancia del jardín secreto había parecido el ingrediente final para algo con lo que —si ella era honesta— había estado soñando despierta desde el momento en que había puesto los ojos en él.

—Nunca he hecho esto antes— le dijo a él. —Hacer el amor con un hombre que no conozco muy bien.

Él sonrió con vehemencia hacia ella. —Tú me conoces ahora, cariño.

Si así era cómo ellos celebrarían cada vez que encontraran una pista, ella tenía la sensación de que la solución de este misterio en particular iba a ser mucho más divertida de lo habitual.

Laura le sonrió a la pantalla, después de haber terminado el capítulo. No tenía idea de si su editor dejaría una escena de vuelo en lo que eran por lo general novelas pintorescas y familiares, pero por ahora, estaba siguiendo a su musa, y su musa estaba sin duda pensando en sexo hoy en día. Por el momento, no estaba segura de que su musa alguna vez dejara de pensar en ello. Desde que se familiarizó con Braden, ella había tenido las relaciones sexuales en el cerebro, y ahora que él estaba aquí, no esperaba que eso cambie en el corto plazo.

En ese momento, la puerta se abrió, dejando entrar una pequeña explosión de aire fresco. Otro día soleado había llenado la casa con el calor del sol, así que sólo llevaba una camisola y corredores. Ella miró hacia arriba, envolviendo sus brazos alrededor suyo para protegerse del frío.

Braden apareció resistente y frío en su equipo de esquí, como un hombre que quería terminar con una manta al lado del fuego.

—¿Fue divertido esquiar?— preguntó ella, poniéndose de pie para darle la bienvenida.

—Sí. Un gran día afuera. Estoy molido.

—Oh— Bueno, eso estaba bien. Ella podía tener las relaciones sexuales en el cerebro, pero la idea de la manta y el fuego hicieron un llamamiento también, así que ella haría lo mejor de ello. Ella misma había esquiado alguna vez, y recordaba que un día en las pistas, podía dejarte agotado.

Ella sólo podía asumir que su decepción estaba escrita en su cara cuando él dijo —No te preocupes, copo de nieve. No estoy tan cansado.

Ella casi sintió sus pezones endurecerse en la profunda promesa de su voz.

—Bueno, si lo estuvieras, lo entendería. Es decir, no es como que necesito sexo constantemente, ni nada.

Él se rió entre dientes.

—Es una pena, porque así es cuán a menudo tengo la intención de dártelo.

Ella contuvo la respiración.

—Si insistes.

—Lo hago. En este momento, de hecho. Te quiero en la ducha.

Un suave suspiro se le escapó. Ella los había imaginado haciendo la cena juntos, tal vez hablando un tiempo, llegando a conocerse un poco mejor... entonces tener más sexo.

—¿Qué pasa?— Se quitó un par de resistentes guantes negros de esquí, arrojándolos en las baldosas de la esquina del vestíbulo, luego quitó la gorra de béisbol con el logo del Resort Vail de su cabeza, también.

Ella se mordió el labio.

—Nada.

Se quitó la chaqueta de esquí y la dejó caer al suelo para revelar un suave jersey de lana.

—¿Te volviste toda sensata y conservadora hacia mí de nuevo hoy?— preguntó él avanzando hacia ella bajando los dos escalones alfombrados dentro de la hundida sala de estar. Se acercó descansando las manos en sus caderas. — ¿Es aquí donde tengo que convencerte y persuadirte?— Él dejó que sus manos se deslizaran hacia arriba por los lados de sus pechos. Ella no llevaba sujetador, por lo que sus pezones sobresalían prominentemente a través de su top mientras él acariciaba su pulgar sobre ellos, y su coño se agitó.

—No creo— dijo ella con voz entrecortada mientras sus manos se curvaron en la lana sobre su pecho —...que tengas que trabajar muy duro para obtenerme donde me quieres.

Una sonrisa lenta se extendió sobre el rostro de él.

—Bien. Vamos a mojarnos juntos.

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