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Voyeur » Capítulo Ocho

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Capítulo Ocho

ELLOS se quedaron de pie en la habitación, fuera de la gigantesca ducha de mármol, los ojos de Braden chispeaban con picardía y sexo. Parte de Laura se preguntaba de nuevo cómo había terminado en el mismo juego —donde ella estaba dispuesta a hacer todo lo que este hombre quisiera y él lo sabía. Afortunadamente, ella rebozaba más por la anticipación que por la agitación.

—Pantalones— dijo él, señalando los de ella, luego el suelo.

Tirando del cordón debajo de su ombligo, ella sintió la tela aflojarse, entonces los empujó hacia abajo. El pantalón cayó, y ella dio un paso fuera de éste sin problemas, dejándose una camisola rosa y unas braguitas de algodón blanco.

—Camisa— dijo ella, siguiendo su ejemplo y levantando un dedo hacia su sueter.

Él se lo quitó por su cabeza y lo tiró a un lado, pero aún llevaba una camiseta y pantalones de esquí.

—Esa, también— agregó ella, señalando hacia la camiseta.

Él sonrió suavemente, luego se la sacó, también.

—Camisola— dijo él.

Poco a poco, sin apartar los ojos de él, ella empujó hacia abajo la correa de un hombro, retirando con cuidado el brazo, luego el otro. Enganchando sus pulgares en el escote, deslizó la ajustada camisola hacia abajo, acaloradamente consciente de que ella disfrutaba mostrando sus pechos a su mirada hambrienta. Empujó la parte superior poco más allá de su cintura, moviendo sus caderas para ayudar a su descenso, hasta que finalmente cayó hasta sus tobillos. Los ojos de él quemaban a través de ella, haciéndola sentirse al cien por cien por él.

Ella tuvo que tragarse de nuevo su deseo antes de que pudiera decir las siguientes palabras.

—Ahora tus pantalones— dijo ella, mirando fijamente mientras él se bajaba los pantalones de esquí y la ropa interior térmica al mismo tiempo hasta que se paró frente a ella en elegantes boxers negros que abrazaban su trasero, así como la erección cada vez más grande del frente. Tuvo que contener un jadeo al ver que sobresalía excitado.

—Todo lo que queda son las bragas, copo de nieve— Él le dio a su cabeza una libertina inclinación, puntuando las palabras con una sonrisa.

Todo el cuerpo de Laura pulsaba con necesidad ahora, así que ella no dudó, empujó el algodón hasta sus rodillas, luego lo dejó caer el resto del camino. La mirada de él cayó descaradamente a su coño.

—Ahora tú— dijo ella. —Quítatelos.

Él tuvo que levantar el elástico sobre su polla para bajar su ropa interior, y ella no pudo contener su aliento en esta ocasión, recordando nuevamente el magnífico órgano masculino que él poseía.

—Después de ti— ofreció él.

Laura se metió en la ducha la cual era lo suficientemente grande como para caminar con facilidad y lucía un banco de mármol empotrado en un extremo, así como estantes de mármol a diferentes alturas. Braden la siguió, volviéndose hacia la boquilla sobre sus cabezas.

—¿Te gusta tibia o caliente?— le preguntó con una mirada en su dirección.

—Sólo tibia, me temo.

Él le guiñó un ojo.

—No te preocupes. Puedo hacer que te calientes con otros métodos.

Ella ya estaba internamente caliente, su temperatura subía más alto con cada segundo que pasaba. Sus ojos fueron atraídos de nuevo a la enorme polla de Braden —era difícil creer que ella había logrado manejarla. Pero ella lo quería otra vez de todos modos, y pronto.

—Ven aquí, cariño— dijo él desde abajo del regador, y tomándola de la mano, él la introdujo bajo el flujo de agua caliente, dejando que éste le moje sus pechos, el vientre, y más abajo. Él deslizó su palma humedecida por sus caderas hacia arriba para acariciar sus pechos, luego se inclinó para besarla en la boca.

Al igual que la noche anterior y esta mañana, un beso de Braden era a la vez cómodo y espectacular, aumentando cualquier otra sensación. Ella levantó sus manos sobre los hombros de él, dejando que el beso la consumiera y dejando que su lengua jugara con la de ella. Cuando finalmente terminó, los dos dejaron escapar suspiros entrecortados, y ella no podía dejar de pensar que incluso Braden parecía afectado. Probablemente él había besado a cientos de mujeres, por lo que esto la invadía con una fuerza inesperada, pensar que ella en realidad podría ser de alguna manera especial.

—Mmm— él suspiró. —Haces difícil ir más despacio.

Ella inclinó la cabeza.

—¿Tenemos que hacerlo? ¿Ir despacio?

Él ofreció un solemne asentimiento.

—Sí.

—¿Por qué?— Ella se mordió el labio y sintió el calor coloreando sus mejillas con la idea de que él había conseguido ponerla con ánimo para algo duro y rápido.

—Porque quiero lavarte.

—Oh...— La palabra salió de ella en un sonido espacioso, su cuerpo hormigueando ante la promesa mientras él alcanzaba una de los estantes que cubrían las paredes de mármol oscuro.

Tomó una esponja familiar —la misma que ella había usado— y apretó el gel de baño de color rosa sobre ésta, llenando la ducha con el aroma de frambuesas frescas. Él aplastó la esponja en su mano y espuma blanca, brillante como la nieve de Colorado bajo el sol, brotó.

Con un fuerte agarre, Braden la llevó del brazo hacia él para correr la esponja con jabón por su lado interior. De alguna manera, su coño se agitó simplemente por eso. Sin embargo, él no se detuvo allí, la deslizó hacia sus pechos y alrededores en suaves círculos que casi la dejan sin aliento.

—Oh— dijo ella una vez más, fuera de equilibrio por la embriagadora sensación, y él la estabilizó con una palma en su cadera. —Tiene un método con la esponja, Sr. Stone— agregó ella con una risa un poco avergonzada.

—No has visto nada todavía— bromeó él, pero sus ojos estaban completamente encendidos mientras deslizaba la esponja lentamente alrededor del otro pecho, dejando una estela de espesa espuma blanca detrás.

A continuación, le rozó el vientre, deslizándose lentamente hacia adelante y hacia atrás y haciéndola anhelar que vaya más abajo. Lo cual hizo —directamente entre sus muslos. Ella contuvo la respiración, separando las piernas, y observando cómo él movía la esponja hacia arriba y abajo, cada roce estimulando su inflamado clítoris.

—Mmm— se quejó ella, sus ojos cerrándose por la celestial sensación.

—Te ves muy bien con la espuma, nena— él suspiró sobre ella acaloradamente.

—¿Quieres oír una confesión?— preguntó ella, mirándolo.

Sus ojos se iluminaron.

—Siempre.

—La primera vez me di una ducha aquí, después de que nosotros habíamos estado... ya sabes... hablando por el ordenador... me excité, pensando en ti, y me pregunté si te gustaría verme de esta forma, toda mojada y enjabonada.

—Unh... tú acabas de ponerme más duro, cariño— dijo él. —Y yo tengo una confesión, también. Yo fantaseé contigo, toda enjabonada por mí. Pero la realidad es aún mejor— Con eso, él empujó de regreso la esponja sobre el estante y dejó sus manos cerrarse sobre sus pechos cubiertos de jabón.

—Tan resbaladizos— murmuró él masajeándolos. —Resbaladizos, espumosos y hermosos— Su erección presionaba contra su estómago y ella no pudo resistir envolver su mano alrededor de ésta. Su gemido la llenó con la necesidad de darle placer con mayor profundidad.

En un impulso, ella alcanzó la esponja que él había abandonado y la pasó por su rígida longitud.

—Oh, nena— gruñó él. Todavía acariciándole sus húmedos senos, mirando nostálgicamente en sus ojos. Pero entonces su mirada se redujo a los dos cuerpos enjabonados tocándose en medio de la espuma, y la de ella lo hizo también.

Ella corrió la esponja en un círculo alrededor de su eje, luego la deslizó abajo cerca de sus bolas. A pesar de todo otro gemido profundo salió entre sus dientes apretados y ella se preguntó si era posible que ella se corriera por sólo tocarlo. Además de deslizar la esponja suavemente entre sus piernas, ella la pasó sobre su pecho, su estómago, sus musculosos brazos. Entonces ella lo hizo girar para lavar su espalda y descubrió mientras se trasladaba más abajo que él poseía —un sorprendentemente— y fabuloso redondo firme trasero el cual ella también lavó.

Cuanto más exploraba, más lo deseaba. Al diablo con charlar para encenderse —ella quería que la follara duro y profundamente.

—Te deseo— se oyó murmurar ella inclinándose hacia él por detrás. —Quiero tu hermosa gran polla dentro de mí— Ella se regresó para acariciarla entre la esponja y su mano.

La voz de él era profunda y tensa.

—Todavía no, cariño.

Ella no pudo ocultar su frustración.

—¿Por qué no?

Él habló sobre su hombro.

—Porque quiero hacer más.

Ella contuvo la respiración, medianamente apaciguada, mientras su coño dolía de necesidad.

—Conseguirás lo que quieres con el tiempo— él prometió. —Pero, primero, haremos las cosas a mi manera.

Sonaba tan seguro, tan confiado —ella ni siquiera pensaría en más protestas.

—De acuerdo.

—Buena chica— susurró él, luego se giró, depositando un beso en su frente.

Tomando la esponja de su mano, él la hizo a un lado, luego la llevó a mitad de camino bajo el agua. Tan pronto como el rocío había despejado el jabón de la unión de sus muslos, suavemente empujó su espalda contra la pared de mármol frío.

Él se dejó caer de rodillas y utilizó una mano para separar sus piernas, y ella se estremeció al darse cuenta de lo que se avecinaba.

—Quiero probar este dulce coño— él dijo entonces hundió su lengua con impaciencia en su abertura.

—¡Unh!— gritó cuando el placer se disparó a través de ella.

Él le lamió una y otra vez, la lengua y la boca con impaciencia trabajando en sus pliegues.

—Oh Dios, sí— ella susurró —Sí— porque si ella había pensado que las manos de Braden eran expertas... bien su lengua casi las ponía en vergüenza. Él rodó profundamente en su más íntima carne antes de capturar su atiborrado clítoris entre la lengua y el paladar de su boca. Las manos de ella se agarraron a su cabeza y cuando ella encontró la fuerza para mirar hacia abajo, él estaba mirando hacia ella acaloradamente.

—Muy bueno— ella le dijo, sus piernas rápidamente debilitándose debajo de ella. No estaba segura de si alguna vez había sido comida mientras estaba de pie antes.

Pronto, él pasó la lengua en lánguidos círculos alrededor del pequeño nudo de carne caliente, casi como si él le estuviera dando un beso francés a éste, y Laura pensó que iba a colapsar de puro placer. Oyó su respiración volverse más pesada, sintió su cuerpo acercarse a esa cumbre crucial, dio un pensamiento más a cuán alucinante era que ella tuviera a este hombre en esta ducha en esta casa de montaña tan alejada de la suya, luego cayó en absoluto éxtasis. Ella gritó cuando el calor corrió junto con el agua, los espasmos haciendo que se agarre de los hombros de él mientras estos barrían a través de ella.

—¡Oh Dios, nene, oh Dios!

Y entonces ella se estaba derrumbando, con sus rodillas ligeramente cediendo, pero Braden la alivió abajo sobre el suelo de mármol, con sus piernas dobladas en frente de ella.

Sus miradas se encontraron. La de él brilló vidriosa. Ella todavía estaba ocupada tratando de recuperar el aliento, pero llevó las manos a su rostro y lo besó con fuerza, metiendo su lengua entre sus labios. Ella no debería haberse sorprendido de probarse a sí misma allí, pero ella lo hizo —a la vez ligeramente desanimada, pero también excitada, profundamente.

—Yo te quiero en mi boca— dijo ella. Nunca se había sentido hambrienta en su vida.

Él sólo gruñó en respuesta, claramente excitado, y ella dijo, todavía sin aliento,

—Ponte de pie.

A Laura nunca le había importado realmente bajar sobre un tío como parte del juego previo, pero esto era diferente. Por primera vez en su vida, ella realmente lo quería. Tenía que tenerlo. Tenía que tener la polla de Braden en su boca.

Él se puso de pie, sus ojos desorbitados con la anticipación ahora, y Laura se mudó sobre sus rodillas. El agua ya no golpeaba a ninguno de ellos, pero el perfecto eje húmedo de Braden estaba en posición firme. Ella no dudó en arrastrar una larga y lenta lamida desde la base hasta la cabeza, disfrutando de lo dura que sentía en su lengua. Él gimió, sus dedos acariciando suavemente sus mejillas mientras miraba hacia ella.

Mordiéndose su labio inferior, ella lo miró por un momento, pero luego bajó su mirada a la tarea ante ella. Curvando una mano cálida en torno a su brillante longitud, ella deslizó su lengua alrededor de la cabeza, ligeramente saboreando el semen reunido allí, luego hundió su boca sobre ésta.

Ella se mantuvo constante, midiendo — ¿Podía ella hacer esto? ¿Podía manejar algo tan enorme en su boca? Ciertamente, ella no podía tomar la totalidad —una imposibilidad física— pero quería darle placer tan profundamente como fuera posible, así que eso significaba tragar tanto de él como sea posible.

Ella bajó sus labios, dejando que su grosura estirara su boca llenándola. Por encima de ella, él gimió y eso la animó a tomar más, un poco más, y luego, incluso un poco más.

Su respiración llovió fuerte, laboriosa, y él susurró:

—Nena... oh nena... tan jodidamente bueno... tan profundo... tan profundo.

Tal vez otras mujeres no lo trataron así de duro, y la complació enormemente que él pensara que ella era su amante experta. También se convenció para presionarse un poco más, hasta que la punta de su polla tocó el fondo de su garganta. Trabajó duro para relajar los músculos allí —y luego comenzó a moverse. Arriba y abajo. Llevándolo dentro y fuera. No tan profundo como al principio, lento, aun descendiendo, sin embargo, por lo que ella podía cómodamente, continuar empujándose a sí misma con cada golpe.

—Oh, sí, cariño, chúpame. Chúpame la polla. La chupas tan bien.

Particularmente ella nunca había disfrutado tal lenguaje antes, pero de Braden lo hacía. Tal vez porque ellos se conocieron a través del sexo y todo lo que habían compartido era sobre el sexo, que bueno que esto era nada más que impulsos animales, deseos carnales en bruto, sin adornos y sucio. Nunca había sabido que sucio podría ser tan bueno.

Ella continuó trabajando sobre su erección, acariciando sus bolas con la mano, escuchando sus ardientes sonidos de placer desde arriba. No podía recordar un momento en que ella se había sentido tan enérgica, sin restricciones y libre para seguir los impulsos, sin preocuparse por lo que cualquiera podría pensar o cómo se sentiría después. Sus experiencias con Braden y la webcam habían sido un inicio difícil de tales sentimientos, pero saber que él la había llevado allí hacía que valiera la pena.

—Nena— gruñó suavemente, con las manos en su pelo. —Nena, detente ahora.

Cuando ella no le hizo caso, él le levantó suavemente la cabeza hasta que ella se vio obligada a ponerlo en libertad. Ella miró hacia arriba, preguntándose por qué la había detenido y se preguntaba si sus labios parecían tan estirados e hinchados como se sentían.

—No quiero correrme todavía— dijo él su voz oscura con pasión. —Yo quiero lamer tu pequeño ardiente coño de nuevo.

Ella sintió su rostro ruborizarse con calor.

—Pero ya me corrí. Muy bueno— dijo ella recordando la fuerza del orgasmo. —Quiero hacer que te corras ahora.

Pero por encima de ella, Braden simplemente negó con la cabeza, silenciosamente recordándole que él era la voz cantante aquí, y que ella había accedido a dejarlo ser.

—Quiero lamerte otra vez— repitió él, —porque esta vez va a ser diferente.

Ella parpadeó hacia él.

—¿Diferente cómo?

—Quiero ver realmente tu coño, cariño. Quiero realmente sentirlo. Quiero que te afeites el coño para mí, Laura— Laura tragó duramente.

Ella sabía que algunas mujeres hacían eso... las mujeres en las revistas porno, y en la historia erótica que había leído la otra noche. Pero sin duda nunca había pensado en hacérselo ella misma. Algo sobre eso parecía... más allá de subido de tono. Pero de nuevo todo en este viaje había ido más allá de subido de tono que días atrás.

Lentamente ella se puso de pie finalmente, olvidándose de su pene durante un minuto a fin de que estuvieran frente a frente.

—¿Sería más excitante para ti... desnudo?

Él asintió corto y sencillo con su cabeza.

—Quiero ver todo de ti.

Ella trató de tragar los diferentes tipos de nerviosismo que repentinamente la golpearon.

—Yo nunca... me he afeitado allí antes.

—Entonces es mejor que tengas cuidado— dijo él voz profunda y dominante. Él se acercó hacia ella y metió la mano entre sus piernas tomándola. —Quiero que estés lisa y suave como un melocotón pelado.

Laura tomó una profunda, fortificadora respiración. Parte de ella estaba asustada a muerte. Sin embargo, ella trataba de decirse a sí misma que era la vieja, conservadora ella... no la nueva, salvaje y sensual ella que Braden había desatado.

—¿Don... dónde debería...?— comenzó ella con voz entrecortada.

Él señaló hacia el banco de mármol. Dos máquinas de afeitar desechables y una lata de crema de afeitar descansaban en la esquina. Ella había notado el pequeño espejo cerca de la boquilla y que Braden había ido a esquiar esta mañana afeitado, así que él obviamente se afeitaba en la ducha.

Mientras caminaba hacia el banco empotrado, situado en el extremo opuesto de la corriente de agua, ella se preguntó si realmente podría hacer esto. La última vez que se había hecho esa pregunta había sido justo antes de que ella hubiera usado el vibrador para él. En comparación, la realidad parecía... no tan extrema.

Intentó acercarse a ello prácticamente. Ella levantó una pierna al lado de ella sobre el banco, rodilla doblada —aunque mientras lo hacía, era imposible no darse cuenta de que estaba poniendo su coño completamente en el espejo. Braden se situó en el otro extremo de la ducha con el agua fluyendo sobre su espalda mirando.

Rociando la crema de afeitar sobre su mano ella la alisó sobre la carne entre sus muslos. Ella contuvo el aliento ante el suave aleteo que flotó a través de ella, entonces tomó una de las maquinillas de afeitar de plástico y cuidadosamente comenzó a deslizar lejos el cabello. La sensación de mover la navaja sobre un área tan sensible mientras que Braden observaba se añadía a su creciente excitación.

Maldita sea... ella había esperado que la tarea lo excitara a él, no a ella— y sin embargo su respiración creció superficial cuando vio el pelo oscuro desaparecer, dejando la piel suave, lisa en su lugar. Algo sobre revelar esta última parte escondida de sí misma —a él y también a sí misma— la hizo sentirse viva, vibrante, valiente y gloriosamente descarada.

A través de la ducha los ojos de Braden estaban pegados en su coño, haciendo que se sintiera tan hinchado que ella no podía imaginar lo que parecía en un estado tal, ahora sin vello púbico para ocultarlo. Había trabajado con cuidado, constantemente, tratando de mantener la calma y haciendo caso omiso de su propia respiración entrecortada, hasta que terminó dejando sólo un pequeño mechón de pálidos rizos en la parte superior.

—¿Bien?— preguntó alzando los ojos hacia él.

Su mirada oscura brillaba con masculino placer cuando él respondió sólo con una corta inclinación de cabeza, luego señaló un dedo hacia sí mismo, convocándola a ella. Él salió fuera del rocío para que ella pudiera ponerse debajo de éste y ambos vieron como el agua borraba los restos de la crema de afeitar.

Una vez ida, la mano de Braden se deslizó entre sus piernas. Ambos jadearon ante el toque.

—Como yo te quería— dijo él. —Suave y resbaladiza— Luego él apartó la mano.

—Siéntelo— le indicó.

Teniendo en cuenta que ella se había tocado antes para él, no lo dudó. Sin embargo, ella contuvo el aliento cuando descubrió lo increíblemente suave que se había dejado.

—Hermoso— le susurró a ella, apoyado en un largo beso.

—Realmente no puedo verlo— admitió ella.

Alcanzando detrás de él el espejo de aumento, colgado de un gancho pequeño, lo puso frente a ella justo en el ángulo recto —y ella jadeó. Los hombres estaban acostumbrados a tener sus órganos sexuales en la pantalla —las mujeres no tanto. La visión era a la vez sorprendente y... encantadora. Encantador ver lo que él veía y saber que lo excitaba. Encantador, también, ver lo que realmente estaba allí, cómo realmente se veía.

Entonces recordó lo que la había llevado a esto. Él le había dicho que quería lamerla un poco más. Ella ya había estado muy satisfecha cuando él lo había ofrecido, pero ahora le dolía por estimulación la carne que ella sólo había pasado largos minutos burlando de muchas maneras.

—¿Quieres besarlo ahora?— susurró ella, mirando hacia sus ojos oscuros, con la esperanza de que él pudiera ver el deseo en los suyos.

Una expresión de suprema satisfacción se apoderó de su rostro, como si tal vez sólo hubiera descubierto que él realmente había empezado a cambiarla, convertirla en lo que él quería que ella fuera.

Él nunca respondió, sólo presionó sus manos en las caderas y empezó a conducirla lentamente hacia atrás hasta que ella se topó con ligereza con el banco. Él la ayudó a bajar y emitió una orden sencilla.

—Extiéndete para mí.

Con el pulso acelerado, ella separó sus muslos, se sentía como si ella se estuviera abriéndose a él en una forma totalmente nueva.

Él se dejó caer de rodillas y metió las manos en sus muslos y la miró fijamente a la cara.

—¿Sabes lo qué hermosa eres, Laura?

Ella no respondió durante un largo rato, sin saber cómo. En un día promedio, probablemente ella se daría a sí misma un seis. Ella no era una maravilla —sabía eso y estaba bien con ello. Pero con él se sentía hermosa y más deseable que nunca.

—Tú me haces hermosa— dijo ella finalmente.

Las palabras trajeron una pequeña sonrisa a su boca justo antes de que él se inclinara para lamerla. El mismo placer punzante de antes, pero ahora incluso más íntimo de alguna manera. Porque ella había descubierto esta última parte privada de sí misma. Ella no tenía ni idea cuando él se lo había pedido que esto haría que se sintiera como un cambio monumental, pero lo hacía. Tanto que separó sus piernas aún más, tanto como podía, hasta que las estaba levantando sobre el banco a cada lado de ella. Ella suspiró y gimió con cada tentadora lamida que él extendía por su humedad y sentía cada roce de sus dedos, donde acariciaba su carne exterior la piel suave y descubierta ahora.

Aun cuando dejó que sus ojos se cerraran, sabía que su mirada pasaba de sus pliegues de color rosa a su cara, y viceversa. Podía sentir sus oscuros ojos tan tangibles como un toque —parecía que ella siempre había sido capaz de ello, incluso cuando él había estado en California.

Su respiración creció trabajosa por su trato, cada trazo de su lengua levantándola más alto. Ella gimió y suspiró ligeramente masajeando su cuero cabelludo. Sí, sí, tan bueno, nene. Sin embargo, ella mantuvo dentro las palabras ahora, porque tanta emoción combinada con tantas sensaciones la estaban debilitando una vez más.

De repente él levantó su cabeza y dijo:

—Necesito estar dentro de ti— con tanta firmeza que ella habría pensado que su vida dependía de ello. Esto la hizo quererlo allí, también.

—Dios, sí— ella estuvo de acuerdo.

Agarrando su muñeca, él la puso sobre sus pies, girando su cuerpo, y utilizando sus manos para plantar las palmas de las manos de ella contra la pared de la ducha. Niebla del rocío caliente flotaba sobre ellos cuando Braden agarró sus caderas y se hundió en su interior.

Oh Dios —tan grande, ¡tan profundo! Sus piernas casi ceden debajo de ella mientras ella lanzaba un ardiente sollozo.

—¿Estás bien?— La respiración de él era caliente sobre su oreja.

—Mmm— fue todo lo que ella podía manejar. Luego, con un esfuerzo hercúleo —Grande. Bien.

Él gruñó una respuesta.

—Estás tan apretada alrededor de mi polla— Ella sollozó de nuevo, suavemente esta vez, vencida por el encuentro.

Cuando él comenzó a empujar, ella tuvo que luchar para mantener su equilibrio, manteniendo sus rodillas estables. Él ancló su fuerte brazo alrededor de la cintura para ayudarla a mantenerse. Cada duro golpe pulsando todo el camino desde la punta de los dedos de sus manos hasta los dedos de sus pies y la hizo gritar de intensidad.

Pero al poco tiempo, estaba instintivamente arqueando su culo hacia él, con ganas de alguna forma de llevarlo aún más profundo. Sus manos serpenteaban alrededor de sus húmedos pechos, masajeándolos al tiempo con cada estocada de su rígido eje, luego bajó una mano a través de su humedad en el frente. Sólo entonces ella se dio cuenta de que ya no estaba siendo sostenida en sus brazos y que había encontrado la fuerza para tomar lo que él tenía para dar.

Ella se sentía fuera de su mente del placer, dejando que la envuelva. Ya no podía pensar o razonar, sólo absorberlo a él —su polla, sus manos, su boca que de vez en cuando llovía besos sobre sus hombros, su cuello. Escuchó su voz propia —ella sonaba como alguien con dolor, casi llorando, pero ambos sabían que era el placer que la consumía.

Los grandes dedos de él se movían en perfectos círculos sobre su clítoris empujando contra su polla en una dirección, traía la más dulce y más caliente presión en el frente cuando ella se trasladaba hacia el otro lado. Ella nunca había tenido orgasmos múltiples antes — ¿pero tal vez eso fue sólo porque sus otros amantes habían dejado de tratar después del primero? Ella había pensado que podría alcanzar el clímax hace unos minutos, cuando él había empezado a lamerla otra vez y ahora mientras él la tocaba, moviéndose en ella con tanta fuerza sabía que se correría por segunda vez.

Esto rompió sobre ella en ondas de luz y calor, cuanto antes ella empezó a bajarse —demasiado débil para permanecer de pie— pero la mano en su pecho se dejó caer a su cintura para ayudarla mientras ella gritaba su placer.

—Te tengo, nena, te tengo— él le susurró al oído mientras la vibraciones finales se hacían eco a través de ella.

Y esto la golpeó... ella se sentía segura con él.

¿Cómo demonios había sucedido eso? Apenas lo conocía, después de todo —ellos no habían hecho nada juntos además de tener relaciones sexuales.

Sin embargo, ella confiaba en él. Confiaba en él para llevarla a estos nuevos, hedonistas lugares sin dejarla caer. En sentido figurado o literal.

Pero entonces no había tiempo para pensar o examinar, porque él todavía estaba bombeando dentro de ella, duro y rápido, y ella sabía que él estaba cerca de conseguirlo, también. Cada golpe aún la llenaba, la excitaba, más allá de comprensión.

—Voy a correrme pronto, cariño— jadeó él.— Voy a correrme tan duro. Voy a correrme sobre tu culo.

Whoa. Eso la cogió con la guardia baja, y miró por encima de su hombro.

—Déjame— fue todo lo que él dijo, la voz baja, clara, persuasiva. Como si él supiera con certeza que ella estaría de acuerdo, pero sólo quería oírselo decir.

No lo estaba, pensó como si ella no tuviera mucha elección de todos modos, si eso es lo que él quería hacer, pero como siempre con Braden, ella quería excitarlo.

—Sí— dijo ella.

Y fue justo cuando él se retiró de ella, gruñendo la palabra "ahora" con los dientes apretados, cuando ella sintió el caliente líquido evidencia de su orgasmo a través de su carne redondeada, una, dos, tres veces, ella descubrió todavía otro nuevo y abrasador placer. Sentir su semen así lo hacía más real, más como una parte vital de él que ella había sacado a la luz, que él le estaba dando a ella. Al instante queriendo sentir esto aún más profundo, ella siguió la urgencia de alcanzar detrás de él y comenzar a frotar esto sobre su piel.

—Oh Dios, cariño— murmuró Braden, sin aliento. —Eso es tan caliente, casi podría correrme de nuevo— Y entonces él empezó a ayudarla a frotarse, lo cual era tan caliente que ella casi creía que podría correrse de nuevo, también.

Ellos permanecieron así, en silencio, manos ocupándose de la humedad, masajeándola sobre su culo, hasta que ella se asomó una vez más por encima de su hombro.

—Nunca me había corrido dos veces— dijo ella.

La mirada de él brillaba oscuramente.

—Ahora sí.

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