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Voyeur » Capítulo Nueve

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Capítulo Nueve

CUANDO salieron de la ducha y Laura alcanzó su descartada camisola, la voz de Braden sonó detrás de ella.

—No te vistas.

Ella miró por encima de su hombro, sorprendida —y agotada.

—Pensé que estabas cansado por el esquí.

Él rió entre dientes.

—No te preocupes. Lo estoy— Entonces sus ojos quemaron sobre ella. —Pero todavía no quiero que te vistas. Quiero ser capaz de verte.

Con esto, él se acercó a un armario, abrió la puerta de espejo, y sacó de un gancho un negro kimono traslucido, manteniéndolo fuera para ella.

Laura contuvo la respiración.

—¿Cuántas mujeres han usado eso?

Él le dio una suave sonrisa, juguetona.

—Ninguna, copo de nieve, yo lo compré para ti. Antes de venir aquí.

De repente, preguntándose si podía echar un vistazo a los otros artículos femeninos en el armario, se inclinó junto a él, tratando de mirar.

—¿Qué más has comprado para mí?

—Traviesa, traviesa— dijo él, deslizando la puerta cerrada. —Los verás cuando yo te los de, y si te pillo espiando, voy a tener que darte una paliza.

Ella se mordió los labios y habló imprudentemente.

—Eso lo hace aún más tentador.

—Por qué, Laura, yo no sabía que te gustaba jugar de esa forma— Él arqueó sus cejas, mirando acaloradamente divertido.

Ella bajó la mirada, sintiéndose sólo un poco tímida.

—Yo tampoco.

Sus oscuros ojos la clavaron en el lugar.

—Bueno, vamos a explorarlo en otro momento. Por ahora, ponte esto y vayamos a preparar la cena.

—¿Se supone que debo hacer la cena en esto?— Ella dejó escapar una risita sarcástica. — ¿Sólo esto?

—Quiero ser capaz de ver más cada vez que te miro. Yo quiero ver ese bonito, liso coño y quiero ser capaz de tocarlo si siento la necesidad.

Oh. Bien. Cuando un dulce escalofrío de calor se deslizó por su espalda, ella decidió dejar de discutir. La vieja Laura pensaría que era absurdo. Pero la Laura después de Braden no podía evitar sentirse excitada e intrigada por la idea.

Así que ella resbaló dentro de la casi-nada túnica mientras Braden entraba en nuevos boxers negros que lo abrazaban deliciosamente. Él no se puso nada más, tampoco, así que ella tenía una bonita vista, también.

Juntos, se dirigieron a la cocina donde Braden encontró una lasaña congelada y una hogaza de pan de ajo en el congelador, mencionando que eran de su última visita un par de meses atrás. Laura los había visto, también, pero había comprado su propia comida para su estancia antes de que su voyeur hubiera llegado.

Trabajaron juntos en la cocina, abriendo otra botella de vino, poniendo la lasaña en el horno, buscando los platos y utensilios, y Laura ofreció preparar la ensalada que había comprado en el supermercado local. Al principio, ella se sentía extraña caminando en túnica, pero poco a poco, empezó a sentirse... más sensual, a sabiendas de que, aun cuando sus preparativos de la cena no eran sobre sexo, lo eran.

Ella también estaba sin duda consciente de que ellos paseaban en lo que casi se podría considerar como una casa de cristal. Piso-a-techo cubría toda la parte trasera de la vivienda, incluyendo la cocina y el comedor, así como la sala de estar y arriba el dormitorio principal de Braden.

Cuando se sentaron a la mesa con sus ensaladas, él en un extremo y ella al lado de modo que sus rodillas se tocaban por debajo, ella hizo un gesto hacia el panel más cercano con el tenedor. Afuera, todo era negro con la noche, pero las luces en el interior brillaban.

—Te das cuenta de que cualquier persona en cualquier otra ladera cercana que puede a tener unos binoculares o un telescopio como el tuyo y puede vernos ahora mismo— Ella había notado el costoso telescopio en la ventana, cerca del ordenador, cuando llegó.

Braden lanzó una sonrisa diabólica.

—Pero nunca se sabe así que ¿qué tiene de malo?

Ella miró de nuevo al telescopio.

—¿Miras a la gente a través de tu telescopio?

Él le dio a su cabeza una inclinación natural.

—No, copo de nieve. Miro las estrellas a través de mi telescopio. Pero no es una mala idea, ahora que lo dices— Él le guiñó un ojo.

—¿Así que no siempre has sido un voyeur?

Ella lo vio examinar la pregunta.

—Supongo que siempre he tenido tendencias hacia la observación, siempre he sido activado por el aspecto visual del sexo. Pero nunca he estado tan en ello como estoy ahora, contigo.

¿Por qué eso entibió su corazón? Ella suponía que, aunque era una tontería, eso la hizo sentir un poco más especial para él de alguna manera, diferente a todas las otras mujeres con las que sin duda había estado.

—Me encanta ser capaz de mirar y ver tus hermosas tetas a través de esa tela transparente en este momento, cariño, amo la forma en que tus pezones asoman en su contra de esos pequeños puntos oscuros. Y me encanta el poder verte en la cocina, también. Tal vez podrías pensar que estaba ocupado abriendo la lasaña y vertiendo el vino, pero entremedias yo estaba buscando tu hermoso coño desnudo y tu pequeño y agradable trasero.

Ella contuvo su respiración y sabía instintivamente que sus pezones sobresalían aún más prominentes a través de la tela transparente ahora.

—Por cierto— añadió él, —tanto como me gustó correrme sobre tu culo, probablemente debería mencionar lo hice por una razón práctica también. Olvidé el condón— Por primera vez desde que se conocieron, culpa se mezcló en su expresión.

Laura jadeó... ¡no se había dado ni cuenta! ¡Qué increíblemente irresponsable de ella!

—La buena noticia es— él dijo, —que no lo he olvidado nunca antes.

Ella bajó su barbilla en duda.

—¿Nunca?

Él encogió esos fuertes y sexys hombros en los cuales ella había clavado sus uñas anteriormente.

—Bueno, cuando era joven un par de veces. Pero hace bastante tiempo así que si algo estaba mal, probablemente lo sabría ahora. De todos modos, me acordé a la mitad, y sé que eso no es infalible ni nada, pero pensé que tirarlo fuera no haría daño; y como se vio después, fue malditamente divertido.

Ella dejó escapar un suspiro de alivio.

—Bueno, yo soy notoriamente cuidadosa, por lo que no te preocupes de mí. Notoriamente cuidadosa hasta ahora, es decir— ella agregó, dejando sus cejas fruncirse. —Y estoy tomando la píldora, también.

—Es bueno saberlo— dijo con un dejo de sonrisa, luego miró hacia un gran reloj de pared. —Es hora de comprobar la lasaña.

Laura limpió sus platos de ensalada mientras Braden abría el horno enviando el aroma de las especias italianas flotando en el aire.

—Mmm, creo que está lista— dijo él y ella no estaba segura de que alguna vez hubiera visto un espectáculo más atractivo o más entrañable que Braden en sus boxers negros usando dos guantes de horno grandes mientras extraía la bandeja. Tal vez esto era sobre sexo y comida —dos necesidades primarias satisfechas por la misma atractiva fuente.

A medida que él comenzó a cortar la lasaña, Laura preguntó:

—¿Cuántos años tienes, aviador?

—Treinta y cinco— dijo él con una mirada rápida.

¿Y decían que los hombres alcanzaban su pico sexual a los dieciocho años? Ella no lo estaba comprando. También encontró que le gustaba que él fuera más viejo que ella —de alguna manera su edad se ajustaba a la sofisticada imagen de hombre de mundo que ella le había dado.

—¿Tú, copo de nieve?

—Veinte y nueve.

Él sonrió, sacando porciones de lasaña en dos platos.

—Los Tres Grandes12 por venir.

—Parece que sobreviviste bien— Hombre, alguna vez lo hizo.

—Pero he escuchado que esa marca en particular es mucho más difícil para las mujeres.

—Para la mayoría tal vez— dijo ella, —pero yo soy del tipo con ganas de hacerlo. Para mí, treinta es como... la verdadera edad adulta. Un último salto a la verdadera madurez. Crecido.

Los párpados de él bajaron oscureciendo sus ojos.

—Oh, tú estás completamente crecida ya, cariño, confía en mí sobre eso— Y entonces él se acercó sin problemas, por debajo de su kimono, deslizando su dedo medio a través de la humedad entre sus piernas. Ella suspiró ante el flash de placer y no lamentó haber accedido a llevar sólo la escasa túnica. Al final, al parecer, todas las cosas que él le pedía que hiciera le daban mucho más placer que lamentos.

—Así que dime acerca de ser un asaltante corporativo— ella dijo un momento después, cuando se sentaron a cenar y Braden sirvió a los dos un segundo vaso de vino. — ¿Son todas tus adquisiciones hostiles?— Ella arqueó las cejas, mitad burlándose, pero realmente curiosa.

Braden le sonrió alegremente.

—La mayoría son amables, en realidad— admitió él, por mucho que podría haber disfrutado mostrándose a sí mismo siendo un jodido grano en el culo del mundo empresarial. —Yo busco las empresas en problemas, encuentro inversores para ir dentro conmigo, y organizo una compra. Entonces reestructuro la empresa, a veces vendiendo partes de ella, otras veces simplemente reorganizándola para ser más rentable. Cuando una empresa está seriamente en problemas, yo les puedo hacer un gran favor y por lo general lo saben. Por lo tanto hay ausencia de hostilidad— dijo él con una sonrisa.

—Entonces eres dueño de todas estas empresas, ¿eh?— ella preguntó, claramente impresionada.

—Bueno, soy dueño de partes de un montón de empresas. A veces vendo las partes después de haber obtenido un buen beneficio, y utilizo el dinero para organizar la siguiente toma de poder.

Ella inclinó la cabeza. — ¿Cómo puede un hombre entrar en esa línea de trabajo, de todos modos? ¿Le dijiste a tu madre que querías ser un asaltante corporativo cuando fueras grande?

Él rió entre dientes. Él amaba su inteligente sentido del humor y no podía recordar la última vez que había encontrado ese elemento en particular en una mujer con la que estuviera saliendo.

—La verdad es que comencé como un corredor de bolsa al salir de la universidad. Yo estaba en un profundo análisis de las empresas y descubrí que era bueno en eso. Hice un manojo para mis clientes... y para mí, también. Bastante para que yo fuera capaz de empezar a coquetear con pequeñas adquisiciones y, pronto, lo suficiente como para que yo no necesitara más las comisiones de los corredores.

—Debes ser muy bueno en lo que haces para sacar esa cantidad de dinero en ello.

—El mejor— dijo él con los ojos en los suyos. Nunca había visto la necesidad de ser modesto.

—¿Y eres un piloto, también?

—Eso es sólo un hobby. Guardo un pequeño Cessna13 en el aeropuerto de Long Beach. Es el mejor sentimiento del mundo volar. En segundo lugar solamente al sexo.

—Yo me quedo con el sexo— dijo ella, echando una sonrisa coqueta.

Debajo de la mesa, él rozó la palma de su mano hasta su muslo.

—Te voy a ayudar con eso.

Ella soltó una suave risita.

—Eres muy amable.

—Y tú eres demasiado caliente... para que yo resista— Él se encontró sonriendo, también, ahora, extendiéndose más allá, deseoso de sentir ese coño perfectamente liso otra vez, pero no pudo alcanzarlo.

—Eres un demonio con pico de oro— bromeó ella.

—Oye, tengo que seguir el ritmo de mi amante escritora— Finalmente, retiró su tacto, decidiendo definitivamente estar obteniendo más de ella más tarde, y metió su mano en la lasaña. —Hablando de eso, ¿el libro va bien?

Ella dio otro guiño.

—Sorprendentemente así.

—¿Por qué es eso sorprendente?

—Bueno, yo estaba totalmente sin una historia cuando llegué aquí. Ahora está desarrollándose. Y ni siquiera estoy segura de hacia dónde se dirige, lo cual no es la norma para mí, pero estoy confiada de que la historia seguirá encontrando camino, y hasta el momento, está funcionando a las mil maravillas. Los últimos días han sido el tipo de sueño de los escritores, donde las palabras fluyen sin pensar. Totalmente increíble.

Él escuchó su pequeño suspiro y dijo —Tal vez es como volar.

Ella inclinó la cabeza dándole una leve sonrisa. —Sí. Tal vez lo que es.

Placentero silencio colgó entre ellos... tal vez un tiempo demasiado largo. Por lo menos demasiado largo para su comodidad. A él le gustaba ella, mucho, pero nunca había estado en una relación, por lo que siquiera pensar en lo bonito que era cómo se sentía la forma de sincronizar sus pensamientos en ese momento parecía una mala idea. Tiempo para un nuevo tema.

—No pareces mucho como Mónica.

Ella no parecía sorprendida.

—Los opuestos se atraen, supongo, incluso a veces en la amistad. Ahora, tú, por otra parte, pareces exactamente igual a Mónica.

Él arqueó las cejas.

—Ah, ¿sí?

—Confiado. Controlador. Loco por el sexo.

Él parpadeó. — ¿Mónica está loca por el sexo?

Y ella se estremeció. —Oh, supongo que tal vez no sabías eso de ella.

Él se encogió de hombros. —Somos primos, no los mejores amigos. La veo una o dos veces al año generalmente durante las fiestas. Nunca me di cuenta que tenía un lado salvaje.

Laura parecía avergonzada. —Bueno, ahora lo sabes. Eso sí, no le digas que accidentalmente dejé eso fuera. Pero ella es la razón por la que tenía ese sexy sujetador y las bragas que llevaba para ti en la webcam. Ella quería que viniera aquí y consiguiera sexo. Simplemente no creo que ella quisiera decir contigo.

Él se rió suavemente. — ¿Se lo contarás a ella?

—¿Te importaría?

Él le dio a su cabeza un corto movimiento.

—Soy un niño grande. Estoy seguro de que mi familia sabe que tengo relaciones sexuales con mujeres.

Ella mordió su labio, viéndose con demasiada timidez.

—No voy a estar dándole los detalles, sin embargo. Yo no creo que pueda.

Él se acercó más, mirando a sus ojos, y se estiró de nuevo bajo la mesa para apretar suavemente su rodilla.

—Está bien, cariño, todo esto será nuestro secreto.

Normalmente, probablemente él le habría dicho a Tommy una vez que se terminara. Tal vez a uno o dos amigos en casa con los que comparte a veces las conquistas en el campo de golf. No para degradarla en forma alguna, sino porque ella estaría fuera de su vida, alguien que ellos nunca conocerían, una mujer sin nombre, sin rostro que nunca importaría de nuevo. Sin embargo, él entendía lo grande que esto era para Laura —lo entendía por todas las reacciones que ella había tenido, y por todas las creencias individuales que le había estado dando a él una confianza tácita que ella nunca había dado a nadie. Así que él podía estar callado sobre esto después de ella, incluso si los chicos nunca la conocerían y esto no importaría realmente. Podía mantener los detalles de su secreto romance de montaña.

—Gracias— dijo ella, con voz apacible y suave.

Y sin llegar a planearlo, él se encontró acariciando con ternura el interior de su rodilla, sólo frotando los dedos en pequeños círculos. Ella se mordió los labios, viéndose muy inocente aunque lista mientras estaba sentaba ahí en esa sexy, traslucida túnica que dejaba ver todas las partes privadas de ella tan bien.

Él sonrió a sus ojos cuando una idea vino a su mente.

—¿Quieres ver algunas estrellas, copo de nieve?

—¿La ves?— preguntó él, habiendo recién renunciado el telescopio hacia ella. Él le había mostrado Orión y ahora la estaba ayudando a localizar al Canis Mayor, explicando que la última se suponía que era el perro de caza de Orión.

—Yo creo que sí.

—Esa estrella brillante en el cuello del perro es Sirius, la cual es la más brillante visible desde la Tierra, además del sol.

—Oh, yo la veo ahora— dijo ella, su ágil cuerpo estremeciéndose de alegría al encontrarla. —No veo la forma del perro— Ella retiró su ojo del telescopio para mirar hacia él desde su posición parcialmente flexionada. —Aunque los astrónomos tenían una vívida imaginación para pensar que era un perro.

—La tomaron de los escritores— dijo él cínicamente, burlándose de ella. —Bien, ahora vamos a probar con la otra. Yo te mostraré a Lepus, el conejo que Orión y su perro están cazando, pero si no puedes comprar la forma del perro, veo que el conejo es imposible para ti. Así que vamos a buscar a Gemini, los gemelos.

Retomando el control del telescopio, él lo movió hasta que encontró la gran constelación que buscaba. Entonces, se puso a distancia para que Laura pudiera mirar, explicándole cómo encontrarla entre las estrellas que él había enfocado.

—Los gemelos son como figuras de palo14— concluyó él pasándole su mano ligeramente por encima de su culo a través del tejido transparente que lo cubría, —inclinados fuertemente hacia la izquierda. Aunque mitológicamente, en realidad no eran gemelos, sólo medio hermanos.

Poco a poco, ella lo miró, sus ojos llenos de preguntas.

—¿Cómo sabes de esto?

—Otro pasatiempo— dijo él. —Yo quería ser astronauta cuando era pequeño, pero supongo que esto y mi licencia de piloto son lo más cercano que he recibido. Ahora vuelve a la búsqueda de los gemelos.

Cuando ella se dio la vuelta, él se preguntó por qué se sentía un poco avergonzado sobre lo que acababa de decirle. Supuso que no iba alrededor diciéndole cosas de su infancia a las mujeres —o lo mucho que él conocía de las estrellas, tampoco. Laura era tan genuina, tan dulce, que hacía más fácil dejar salir las partes de sí mismo que no siempre llegaban a la superficie.

—¿Los ves?— él preguntó, poniendo sus manos sobre sus caderas con cautela.

—No.

Él suspiró. —Entonces no estás buscando en el lugar correcto— Se apoyó contra la espalda de ella, sus brazos cerrándose cómodamente alrededor de su cintura y dijo—Déjame ver— Cuando ella lo hizo él ajustó un poco el telescopio, centrando más a Gemini. —Ahora, inténtelo de nuevo. Están justo en el centro de la lente.

Un momento después ella dijo — ¿Uno de ellos tiene las articulaciones de la rodilla y el otro no?

Él nunca había pensado así antes, pero se rió un poco y dijo —Sí, el tipo de la izquierda tiene las rodillas.

—Los tengo— ella dijo triunfante.

—Buena chica— dijo él seguido de la urgencia de deslizar una mano para acariciar su pecho.

—Mmm— ella ronroneó en respuesta, sin dejar de mirar la constelación. —No me di cuenta de que la astronomía podía ser tan divertida.

—Esto es sobre conseguir incluso más diversión— él prometió acaloradamente en su oreja, consciente de que su pene estaba creciendo con fuerza contra su bonito culo ahora. Había estado medio duro a través de la cena, poco a poco cada vez más excitado por la mera visión de ella y, sin duda, por el dulce y confiado control que le permitía tener sobre ella. Su pecho estaba lleno y pesado en su mano a través de la tela, y él masajeó suavemente, cogiendo su tirante pezón entre sus dedos pulgar e índice. Ella gimió suavemente, frotando sus dulces nalgas contra su cada vez mayor erección y obteniendo un suave gemido de él mientras que el sexy movimiento lo endurecía más.

—¿Todavía estás mirando las estrellas?— él preguntó, bajando su otra mano por su delgada cintura para acariciar dentro de su desnudo coño.

—Oh...— ella suspiró y dijo: —Sí, todavía estoy buscando— Pero su voz había salido demasiado entrecortada.

—Ya estás tan húmeda para mí, cariño— jadeó él, rastrillando sus dedos a través de la bienvenida humedad profundamente y más profundo.

—Sin embargo— dijo ella sus palabras viniendo entre débiles respiraciones ahora, —no creo... los gemelos... sean dos chicos. Creo que uno de ellos... es una niña.

Él disfrutaba de su dulce humedad mientras sus dedos hacían más largos y fuertes golpes a través de su abertura.

—¿Sí?— Su respiración haciéndose difícil, también. — ¿Cuál es ella?

—El que tiene las rodillas. Creo que ella tiene rodillas... así que ella puede hacer esto— Con esas palabras, ella se volvió en su agarre y se arrodilló ante él, impacientemente extrayendo su furiosa erección fuera de su ropa interior para bajar sobre ésta.

—Jesús, Dios— él suspiró mientras ella lo tomaba profundo dentro de los recovecos de su bonita y húmeda boca. —Oh Dios, sí.

Su dulce Laura movía sus labios arriba y abajo sobre su eje mientras él observaba cada glorioso segundo de su entusiasta afecto. Había notado que ella era particularmente buena en esto en la ducha, pero este era un recordatorio muy agradable, mucho antes de lo que él había esperado.

—Oh sí, nena, chúpala— él la pinchó, tan encendido por la visión de la cabeza de ella moviéndose sobre él como estaba por las sensaciones de su boca tan hábilmente entregadas.

Deslizó sus manos hacia la cara de ella, corriendo las puntas de sus dedos hacia abajo alrededor de sus labios, donde ellos lo encerraban.

—Mírame— dijo a ella levantando su rostro hacia él.

Ella levantó la mirada y cuando sus ojos se encontraron era lo único que podía hacer para no correrse. Él le había dicho que lo mirara, pero de repente no podía devolver el favor, dejando caer su cabeza hacia atrás con un profundo gemido.

—Oh Dios, nena, bueno— logró decir él con los dientes apretados.

Él había conseguido mamadas de un sinnúmero de mujeres en sus treinta y cinco años, algunas de ellas malditamente buenas. Pero había algo acerca de esto, de esta chica, en este lugar, este momento aislado en el tiempo que era diferente y mejor, lo excitaba a toda velocidad acercándolo más al orgasmo, más rápido de lo que podía recordar.

Tanto es así que se obligó a apartarla suavemente, hasta que su empapada polla surgió contra su estómago.

—Mucho más de esa dulce boca y voy a explotar en ella.

—No me importaría— dijo ella, todavía de rodillas delante de él, mirando hacia arriba, el transparente kimono negro sólo una pálida sombra sobre su perfecto cuerpo.

—¿Alguna vez?— él preguntó, curioso. — ¿Tragaste?

Ella sacudió la cabeza.

—Pero me gustaría. De ti. Si tú quisieras que yo lo haga.

Su cuerpo estaba débil. De otra mujer, el sentimiento no habría importado mucho pero de Laura hablando tan solemnemente, tan segura el gesto lo abrumó.

Él le tomó las manos y la ayudó a ponerse de pie. Levantó la palma de su mano a su cara y la besó ligero pero profundo y hasta eso lo dejó sintiéndose mareado. Él apoyó su frente sobre la de ella, sus dedos aún permanecían en sus mejillas.

—Eres tan dulce, nena. Pero cuando me corra... necesito que me sientas. Dentro de ti. En tu caliente y hermoso coño. Necesito que sientas hasta el último profundo empuje en tu interior— Concluyó con otro beso, inclinado sobre su boca, su lengua inmersa dentro encontrando la de ella, bebiendo el simple placer de tener sus brazos enroscados a su cuello. Un beso se convirtió en dos, después más, cada uno poniéndolo más caliente, su polla ahora dolorida por su estrecho coño.

Poniendo fin a los besos, él la empujó pasando el telescopio, hacia la ventana, hasta que su espalda se apretó contra ésta. Tirando la banda de la pequeña túnica, separó la tela y dejó caer su mirada sobre cada curva de ella. —Jodidamente hermosa— susurró.

—Tómame— susurró ella, desplazando sus ojos hacia su cara. —Tómame duro, Braden. Fóllame.

Nada lo excitaba más que escuchar su charla sucia, y cuanto más llegaba a conocerla, más entendía cuán fuera de lo normal era esto, y que era sólo para él.

—Dilo de nuevo. Dímelo.

—Fóllame duro y profundo. Hazme gritar.

Maldita sea, él ni siquiera consiguió ver su boca formar las palabras, sólo verlas venir de la dulce pequeña Laura, quien había sido lo suficientemente audaz para masturbarse en la oscuridad y comenzar esta salvaje aventura que realmente él nunca quisiera terminar.

Curvando posesivamente sus manos sobre el culo de ella, él la levantó y la clavó a la ventana con su polla —duro justo como ella quería. Ella gritó, luego apoyó la cabeza contra el cristal en un gran suspiro.

—Tan increíblemente grande en mí— ella susurró, sus rostros a escasos centímetros de distancia.

—Oh Dios— él dijo, sus palabras seguían excitándolo, ahora impulsándolo para conducirse en ella en movimientos largos y duros diseñados para hacerla sentir cada centímetro de él en su húmedo pasillo. Cuando sus pelotas rebotaron contra ella, él sintió su desnudez ahí y eso intensificó su pasión.

Sus piernas cerradas como tijeras alrededor de su espalda, tirando de él hacia ella, ayudándolo a empujar, y sus pechos rozando contra su pecho cuando ella se reunía con cada embiste. Cuando ella empezó a establecer un ritmo más lento, más caliente, no tuvo más remedio que seguirla. Ella era hermosa cuando se acercaba al orgasmo, y él sabía que eso es lo que este ritmo más lento significaba. Ella estaba tomándolo, montando su polla, dejando a su clítoris frotarse contra él con cada pequeño ardiente circulo que ella hacía.

Él quería chupar sus bonitos pezones rosados, pero sosteniéndola como estaba, no podía conseguir el ángulo correcto. Así que en cambio él la besó en la boca, más de esos profundos, persistentes besos que eran casi tan buenos como el mismo sexo, entonces ella echó hacia atrás su cabeza y él roció más besos en su largo y delgado cuello.

Cuando ella bajó la mirada hacia él, dijo en pesadas y calientes respiraciones,

—Sabes alguien realmente puede estar viéndonos ahora mismo.

Ella tenía razón —eso sería fácil. Dos personas follando en medio de una enorme, iluminada ventana. Sólo unas pocas otras casas podían ser vistas en la distancia desde la suya —la vista era principalmente prístina de la montaña y el cielo— pero él sabía que no era el único habitante de la montaña con un telescopio.

—¿Eso te excita?— le preguntó.

Ella dudó brevemente.

—Sí— Otra caliente respiración mientras ella continuaba moviéndose sobre él. —No debería... pero lo hace.

—Nena, el buen sexo no es sobre debería o no debería— Él aún se movía con ella, su polla todavía enterrada, facilitándola hacia el clímax. —Es sobre lo que es. Qué te excita. No pensar. Sólo sentir.

—Tú me excitas— suspiró ella. —Más de lo que ningún hombre lo ha hecho.

Las palabras no deberían haberlo sorprendido, considerando todas las cosas, pero aun así enviaron un choque de caliente placer a través de sus venas.

—Dios, quiero hacer que te corras, querida— le dijo. —Tanto, tanto.

Ella empujó en su contra, aun trabajando su coño con pequeños calientes movimientos.

—Pronto— murmuró ella. —Muy pronto.

—Imagina que alguien nos está mirando— dijo él.

Su voz fue suave, ligera.

—¿Quién?

—Ningún rostro, ningún nombre. Sólo una persona. Siente sus ojos puestos en nosotros. Siéntelos viéndonos, como yo te vi tocarte, al igual que te vi a ti misma follar con el vibrador.

—Oh...— ella gimió, arqueándose en su contra, otra vez, otra vez.

—¿Lo sientes? ¿Sientes sus ojos? ¿Quieres que te vean correrte?

Ella asintió con la cabeza, su respiración todavía desigual, los ojos vidriosos por la pasión.

—Pero sobre todo... te quiero a ti. Que me veas. Que me observes— Sus ondulaciones estaban cambiando, cada vez más pronunciadas —su respiración creció aún más audible.

—Bueno, estoy viéndote, nena. Estoy viéndote follarme lento y dulce. Estoy mirando tu hermoso cuerpo, la forma en que te mueves en contra mío. Córrete para mí, cariño. Córrete para mí. Córrete para mí.

Ella contuvo el aliento, profundamente, parecía sostenerlo —y luego el clímax rompió sobre ella con un alto sollozo mientras empujaba su coño duramente contra él, empujando, empujando, gritando, y en ese momento, Braden pensaba que era la mujer más extraordinaria que él había conocido.

Ella se aferró a él cuando se terminó y él la abrazó con más fuerza, más cerca.

Luego él susurró. —Me encanta ver cuando te corres.

Ella levantó un pequeño y sensual beso de lengua a su boca.

—Al igual que cuando nos conocimos, tus ojos son suficientes para hacer que yo me corra.

—¿Fue bueno?

Su mirada se iluminó.

—Más allá de lo magnífico.

Él habló bajo. — ¿Quieres más?

Ella asintió con entusiasmo, por lo que Braden finalmente la depositó en el suelo, pero rápidamente la cambió de cara a la ventana. Ahora fue él quien imaginó ojos en alguna parte de ahí afuera observándolos, consiguiendo ver completamente el hermoso frente de su cuerpo —sus perfectamente redondeadas tetas y su desnudo coño. Se imaginó a los mirones colosalmente celosos —ya que ellos podían ver, pero él conseguía tener. Todo de ella.

Él apretó las palmas de ella a la fría ventana, al igual que había hecho en la ducha.

Él deslizó su húmeda polla a través de la raja de su culo, burlándose de ella por debajo de la túnica aun cubriendo sus hombros y su espalda, amando la forma en la que ella se arqueaba hacia él, ofreciéndose a sí misma.

Era una oferta a la que no podía resistir la tentación, por lo que se metió de nuevo dentro de ella sin demora.

—¡Oh!— ella gritó, y él incluso amaba eso ahora, el mero poder de hacerla gritar, hacerla sentir tanto.

Él se inclinó para respirar en su oído.

—¿Te gusta mi polla en tu pequeño apretado coño, cariño?

Ella gimió mientras lo conducía más profundo.

—Oh, sí, nene. ¡Sí!

Arrastrando sus manos sobre sus regordetes pechos, las estableció sobre sus caderas y procedió a follarla en serio, duro y rápido, satisfecho de escuchar su gemido en cada golpe.

Moviéndose en ella, dejó que su mirada viajara por la ventana, sin pensar en los ojos nunca más, sino en las estrellas, en la sensación de ellos dos casi estando fuera. Quería follarla allí. Él quería que ellos fueran parte de la naturaleza juntos, disfrutando el uno del otro bajo el sol o la luna o la caída de nieve.

A continuación su mano bajó a ese montículo dulce, desnudo. Pensó que podría pasar horas simplemente tocándolo, acariciando sus dedos sobre la piel desnuda, y por supuesto, los pliegues rosados descansando entre ellos. Sus gritos aumentaron, ya que él dejó su dedo medio detenido sobre su hinchado clítoris. Hinchado, incluso después de que acababa de correrse para él. Él iba a hacer que se corriera otra vez.

Él le acariciaba su hendidura con cada empuje de su polla, moviendo sus dedos en rítmicos círculos sobre esa pequeña caliente protuberancia que sobresalía en forma tan prominente.

—Estás tan abierta para mí— respiró sobre ella.

—Me encanta... cuando me tocas— Su voz era más un eco que su estado habitual.

—Vas a correrte para mí otra vez, amor— le prometió. —Tu dulce coño va a sentir como que explota en mi mano.

Ella respondió con sólo un gemido filiforme, pero él continuó acariciándola mientras se movía dentro de ella, hundiéndose profundamente, haciéndola tomar cada pulgada, escuchando sus gritos de placer mientras su ritmo se incrementaba.

—Vas a correrte duro— dijo él con los dientes apretados, ni siquiera seguro de si estaba hablando sobre ella o de él mismo ahora.

—Oooh, sí, oooh sí— susurró ella, ondulándose en contra de ambos, su polla y su mano.

—Vamos, nena. Córrete— Y entonces, para ayudarla a irse, él levantó su mano libre de la cadera y rozó su pulgar a través de la pequeña fisura de su culo.

—¡Oh!— Ella explotó con las manos todavía apoyadas en el vidrio.

Él la acarició de nuevo allí, suavemente, haciéndola sacudirse.

—Córrete para mí ahora— dijo, su voz más imponente cuando pasó profundamente su pulgar por encima de su apertura anal —y entonces ella estalló con profundos, ásperos sollozos, todo su cuerpo temblando con la fuerza del clímax.

—¡Oh!, ¡Oh bebé, oh bebé! Oh...— Sus ardientes gemidos se apagaron cuando su cuerpo dejó de temblar, y Braden necesitaba sostenerla, así que cerró sus brazos sobre ella desde atrás, inclinándose cerca, y besó su hombro.

Pero entonces su propia tensión comenzó a construirse, de verla correrse —dos veces— por tener su polla enterrada en su ardiente calidez durante mucho tiempo, de imaginarse ojos fuera de la ventana, de las estrellas sobre ellos, de todo lo que había compartido con ella.

Él bombeó furiosamente dentro de ella, su cuerpo tomando el control. No conocía nada, excepto la fuerza de querer aporrearla duro, conducirse en su interior tan profundamente como fuera posible. Ella aún se arqueaba hacia él, esa dulce oferta, y él la tomó, nunca frenando sus empujes, nunca moderándose, sólo pensando en lo mucho que quería hacer que ella lo sienta, sienta su polla, sienta su deseo. Sus gritos aumentaron su excitación, al igual que la visión de su cuerpo delante de él a través de la túnica transparente y el reflejo de sus pechos en la ventana.

—¡Me corro, cariño!— Gritó él.

—Oh sí— susurró ella, y el sonido de su voz lo empujó más hacia el escarpado borde en el abismo del puro y pulsante placer. Este se lo devoró, y no existía nada, salvo el cielo que ella daba —y él cerró sus ojos, viendo un cielo completamente nuevo de estrellas brillantes.

Después de eso, poco a poco él comenzó a derrumbarse, por lo que deslizó sus brazos de vuelta a su alrededor depositándola en el suelo con él. Y cuando la giró para mirar sus ojos, él sabía que valía la pena un segundo de miedo —porque sexo como ese suponía podría ser justo la cosa para hacer a Laura retroceder, sentir ese horrible remordimiento que ella había sufrido al principio. Sin embargo, para su alivio, sus ojos estaban llenos de nada más que alegría.

—¿Aún conmigo?— Preguntó él.

Su sonrisa decía que ella sabía exactamente lo que él quería decir.

—Todo el camino, aviador.

Él sonrió a su vez, demasiado cansado como para hacer o decir algo más.

—Y para que lo sepas— dijo ella, su voz suave como la noche, —ese fue el sexo más excitante que he tenido.

Yo también.

Pero además de estar muy cansado para decir las palabras, eso era algo que simplemente ella no tenía por qué saber. Sería dar demasiado —de un hombre que rara vez daba algo más que su cuerpo y un poco de encanto a la hora de las mujeres.

—Me alegro, copo de nieve.

—Y me corrí dos veces de nuevo— Ella sonaba chiquilina y encantada.

—Tienes que acostumbrarte a ello.

—¿Qué estabas haciendo ahí al final, justo antes de que me corriera por segunda vez? Fuera lo que fuera...— ella se apagó, la voz entrecortada, como en las relaciones sexuales. —Fue fabuloso.

—Yo estaba frotando mi pulgar en tu culo.

Le tomó un momento darle sentido a eso, en ese momento ella levantó las cejas.

—¿Te refieres sobre mí, eh...?

Él lanzó una sonrisa cansada. —Se llama ano, cariño.

—¿En serio? ¿Estabas rozándome ahí?— Ella parecía sinceramente sorprendida.

Él asintió con la cabeza, sin sorprenderse al saber que ella nunca había experimentado con esa área en particular. —Archivaremos eso con los azotes— él dijo, —Bajo el nombre de “cosas para examinar luego”.

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