Viggo

Viggo


Capítulo catorce

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Capítulo catorce

 

 Zane finalmente consiguió que le practicaran la resonancia a Ziu y en ese momento lo estaban operando para tratarlo de la lesión que lo dejaría fuera de las luchas por un período no inferior a seis meses, ya que la fractura le había roto el tendón de Aquiles y también había trozos de hueso suelto que podrían inflamar la articulación; por tal motivo no había sido posible escayolarlo simplemente, pues el único medio para curarlo dependía de una cirugía. Tras la intervención, Ariana tenía pensado quedarse con él, mientras su esposo acompañaba a sus otros luchadores a las competiciones de esa noche.

—Llámame en cuanto termine la operación, cariño.

—Quédate tranquilo; Ziu es fuerte, todo saldrá bien.

***

Zane entró en la sala donde Igor y Nix estaban cambiándose a la vez que guardaba su móvil en el bolsillo.

—¿Cómo está Ziu? —le interrogó Igor tan pronto como lo vio entrar.

—Ariana nos avisará cuando salga de quirófano. Vosotros concentraos en las luchas de esta noche. En quince minutos es tu turno, Nix, ¿estás listo? Lamento haber llegado tan tarde.

—No te preocupes, ya he hecho mi calentamiento habitual, todo está en orden.

—Bien. Recuerda: si lo tiras a la lona y quieres mantenerlo en el suelo, métele presión; tú sabes bien cómo hacerlo. Trabaja sobre él y no te distraigas; cuando sientas que no lo puedes aguantar más y presientas que la sumisión no llegará, te haces a un lado y das un paso atrás... No te agotes inútilmente, guarda energía para poder usarla en el momento oportuno, ese que signifique tu triunfo.

—Está todo claro, descuida.

—Déjame ver el vendaje que te ha hecho Tao —dijo Zane mirando al preparador físico, a quien le dio las gracias, y luego sostuvo los guantes para que Nix se los colocara.

La lucha duró sólo dos rounds, y Nix se hizo con otra victoria. Lo mismo sucedió cuando le tocó el turno a Igor, así que el equipo del santo grial del underground, como se hacían llamar los luchadores de Zane, iban de triunfo en triunfo y parecían imparables; su actuación sólo había quedado ensombrecida por la baja de Ziu. En el recinto no se hacía más que hablar del ucraniano y la forma en la que éste lo había lesionado; había pasado un día, pero, en las gradas, ése era el murmullo constante del que todo el mundo se hacía eco. La popularidad de Phantom iba claramente en aumento y muchos ya fantaseaban con la lucha del año entre él y Viggo.

Después de que Zane felicitara a Igor por su victoria, decidió ir a la sala en la que estaba Viggo, supuso que concentrándose para el combate; la suya era la lucha estelar de la noche y la gente estaba ansiosa por verlo subir a la jaula.

De camino se cruzó con Ezra; el chico hacía un tiempo que trabajaba con ellos como sparring y tenía un futuro prometedor, pero aún le faltaba para ponerlo a luchar.

—Zane.

Chocaron sus manos a modo de saludo.

—¿Has estado tirando algunos golpes con Viggo?

—Sí, ahora me ha pedido que lo dejara solo. ¿Cómo está Ziu?

—Aún no hay novedades. Ariana todavía no ha llamado, pero lo hará pronto.

—Oye, no quiero que parezca que estoy haciendo leña del árbol caído, pero, con la baja de Ziu, te falta un luchador en el equipo. Me gustaría que lo pensaras y me dieras la oportunidad.

—Déjame ir ahora a ver a Viggo. Cuando regresemos a Atherton, lo hablaremos; te prometo que me lo pensaré.

Zane entró en la estancia en la que Viggo aguardaba su turno; él nunca compartía vestuario con nadie. No le extrañó que no le preguntase por Ziu; sabía muy bien que no se trataba de que no le importase saber de él, sólo que Viggo tenía un ritual antes de cada pelea y por nada del mundo se apartaba de éste.

Sabía que la concentración era algo muy importante y se lo tomaba muy en serio. Apenas entró, lo encontró sentado en una silla, con los codos apoyados en las piernas y las manos sosteniendo su frente; nunca le había preguntado lo que hacía, pero suponía que era algún tipo de rezo u oración.

De fondo, invadiendo toda la sala, sonaba a toda pastilla Enter Sandman, la canción que hiciera popular la conocida banda Metallica. Zane dejó que terminara y se pusiera de pie.

—Perdón, no quería interrumpirte.

—Estaba terminando.

En ese instante entró gente que tenía a cargo la organización de las luchas.

Esa noche peleaban en el sótano de un nightclub; allí se había montado un octógono, y no era la primera vez que asistían a pelear a Fresno, localidad del valle de San Joaquín, en California, donde también vivían muchos ricachones.

—Todo está listo —informó el organizador.

—Cinco minutos —indicó Viggo.

—Estaré esperando fuera con Kanu.

Cuando Zane salió, no esperaba encontrarse con quien lo hizo.

—Soy Alexandr Pávlov, encantado de saludarte.

—Sé quién eres —replicó Zane en un tono nada amigable, y lo dejó con la mano tendida.

—Lamento tu baja, pero ya sabes... a veces hay daños colaterales en esta pendiente por conquistar la cima. Espero que Ziu se encuentre bien.

—¿A qué has venido?

—Quiero que arreglemos una pelea entre Viggo y Phantom. La verdad es que —se rio con ironía—, si mi chico sigue rompiendo luchadores, se quedará sin contendientes.

Zane cerró sus puños a los lados de su cuerpo y los apretó con fuerza.

Contuvo la respiración para no salirse de sus casillas y le contestó todo lo profesional que pudo.

—Pelearán cuando deban, y eso siempre que tu luchador se gane el lugar para hacerlo contra él.

—Quieres dilatar el momento; no te culpo, supongo que temes por tu luchador estrella.

En ese instante la puerta de la sala se abrió y Viggo cubrió toda la entrada. Su porte imponente amedrentaba a cualquiera. Llevaba un short de spandex en color negro y una camiseta del mismo material que se ajustaba a cada músculo de su torso. El pelo lo llevaba anudado en un moño que sostenía bien cada mechón de su larga cabellera. Iba descalzo.

—¿Qué pasa, Zane?

—Nada, vayamos hacia la jaula. Están anunciando al otro luchador.

Caminaron seguidos por el resto del equipo y dejaron atrás a Alexandr y su comitiva.

—Ese hijo de puta es el jefe de la bratva, ¿no?

—Concéntrate en el combate, no le des mayor importancia a ese desgraciado.

—Odio que esa gente ande a sus anchas por los pasillos del underground.

—No les hagas caso, sólo buscan provocarnos para que les demos una pelea, pero eso no sucederá.

—No le tengo miedo.

—Lo sé, pero, si quiere tu título, que se lo gane. Ahora sube a la jaula y destroza a tu contrincante. Demuéstrales a todos por qué las apuestas están nueve a uno a tu favor.

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