Viggo

Viggo


Capítulo quince

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Capítulo quince

Cuando Viggo ganó, trepó a la jaula y se golpeó el pecho, reivindicando su poder. Luego saltó a la lona e inmediatamente tensionó los músculos para que se marcaran sus dorsales; de esa manera, el tatuaje que lucía en su espalda mostró a todos los presentes la oscuridad que él llevaba a cuestas.

Tras el triunfo en Fresno contra Puños de acero, Viggo se dio una ducha, con la idea de trasladarse luego al hotel para descansar mientras los médicos autorizaban a Ziu a viajar. Ya tenían noticias de él, sabían que la intervención quirúrgica había salido bien, así que Zane se había ido para el hospital en cuanto las luchas habían finalizado.

Daniel Carter aún seguía molesto. Le fastidió ver a Savannah en las gradas y también al ucraniano sentado en primera fila junto a su jefe. Para colmo, cuando salió de la sala del nightclub que había servido esa noche de local para el underground, se encontró con la chica, que lo estaba esperando apoyada contra la pared.

—Viggo, ¿puedo ir contigo? Celebremos tu victoria.

Savannah parecía no tener orgullo.

—Te agradezco que hayas venido hasta Fresno, pero no estoy de humor.

Se colgó la bolsa que llevaba en el hombro e intentó rebasarla.

—Puedo cambiarte ese estado de ánimo, o al menos ayudarte a que no pienses por un rato... —La chica se había apresurado y lo había vuelto a interceptar.

—Déjame en paz, Savannah. La última vez que nos vimos te fuiste llorando; sabes que no puedo darte lo que buscas en mí, ¿para qué insistes?

—Nunca me resignaré.

—Estás encaprichada. Regresa a tu casa.

—Déjame ir contigo, Viggo. Sé muy bien lo que te hace falta.

Ésta apoyó sus manos contra el pecho masculino y él bajó la cabeza para que ella no tuviera que levantarla tanto.

—Sólo un polvo, Viggo.

—Partimos en un rato para Atherton, nos vemos otro día.

—No me hagas rogarte, Viggo; al menos ahórrame esa humillación.

—No quiero que lo hagas. Ha sido un fin de semana extraño... Ziu está de baja, comprende que no es un buen momento.

La chica, frustrada, se puso de puntillas y lo besó. Él respondió al beso, pero la cortó de inmediato.

—Está bien, te veo en Atherton.

Viggo la miró, pero no contestó. Salió caminando por el pasillo, dejándola atrás.

Pasaron algunas horas hasta que Ziu se recuperó de la anestesia y, tras conseguir la autorización del cirujano para viajar, se trasladaron hacia una pista privada donde los esperaba su helicóptero particular, para llevarlos hasta la mansión que ocupaban en Atherton.

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