Viggo

Viggo


Capítulo veintisiete

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Capítulo veintisiete

«¿Que había hecho mal? —se devanaba los sesos preguntándose una y otra y otra vez—. ¿La rechazaba porque creía que era una mala madre que había abandonado a su bebé? ¿Acaso era por eso?» La había cogido por sorpresa cuando la abordó en el borde de la piscina con tantas preguntas, y resultaba evidente que ella no había sido nada clara; no quería que él la repulsara, porque ella misma sentía asco de todas las cosas que le habían obligado a hacer. Sin embargo, cuando le dijo su edad, fue como si ése constituyera el verdadero problema para él.

Los días siguientes, Viggo permaneció esquivo. Sólo se dejaba ver cuando alguien más estaba en la casa, y sus respuestas y conversaciones eran bastante escuetas con todos.

Kaysa, físicamente, se sentía mucho mejor. Habían pasado algunas semanas y sus heridas sanaban a la perfección; incluso, en uno de sus profesionales contactos, Viggo le sacó los puntos. Se sintió apenada, pues eso significaba que pronto debería marcharse. No quería pensar en ese momento, pues le aterraba, pero tampoco podía continuar abusando de la generosa hospitalidad de esa gente.

—Acompáñame al centro comercial en Palo Alto, iremos a comprarte ropa.

No puedes seguir vestida sólo con los tres conjuntos que Viggo te compró.

Además, mañana es noche de lucha; tú y yo iremos a apoyar al equipo, y no puedes ir vestida con ese estilo tan formal que usas... No sé en qué estaba pensando Viggo cuando te eligió eso.

—¿Qué tiene de malo mi ropa?

—Nada, pero es demasiado... seria. Ese vestido, por ejemplo, te hace parecer mucho más mayor de lo que eres en realidad, y no tiene estilo.

—No, Ariana, no quiero que gastes dinero en mí; no tengo cómo devolvértelo. Demasiado hacéis permitiéndome quedar aquí sin que aporte nada.

—Blablablá... Di lo que quieras, que yo sé muy bien lo que debo hacer, y en cuanto a que no aportas nada, te pasas el día ayudando en los quehaceres domésticos.

—No quiero ir al centro comercial; prefiero quedarme en la casa, de verdad...

No me gusta salir, ya te lo he dicho.

Después de su última experiencia en San José, cuando tuvo intención de coger al autobús que debía llevarla a San Diego, temía salir de la casa. Además, se había puesto a pensar que alguien de la organización de Sasha podía reconocerla, y ése sería su fin. No tenía manera de saber dónde quedaba el gulag, tal vez en un sitio mucho más cercano de lo que suponía, y salir significaba correr un riesgo excesivo.

—Nunca quieres ir a ningún lado, hoy no vas a rechazar mi plan —insistió Ariana—. Además, aunque aún estás convaleciente, le has aliviado la tarea en la cocina a Agatha. Anoche todos se chuparon los dedos con la comida rusa que preparaste. Ya me parecía que tenías un acento bastante raro cuando hablabas, a pesar de que tu inglés es casi perfecto.

Kaysa se pasó la mano por la frente al comprender la cantidad de mentiras en que estaba incurriendo, pero se avergonzaba tanto por haber pasado por infinidad de cosas aberrantes que prefirió crear una historia bonita. No quería que le tuvieran lástima, y mucho menos que la miraran con aversión. Lo que más le pesaba, sin duda, era no saber dónde estaba su hijo, porque, aunque no tenía ni idea de quién eran los espermatozoides con que la habían inseminado, sabía perfectamente que los óvulos que emplearon fueron los suyos.

***

—No entiendo, ¿eres ucraniana pero hablas ruso? —le había preguntado Ariana mientras cenaban la noche anterior.

—Hablo la lengua eslava madre. Ucrania formó parte de la antigua URSS y nosotros usamos el alfabeto cirílico de la antigua Rus de Kiev... y cuando llegó la decadencia de ese estado eslavo antiguo, se formaron otros nuevos y los dialectos fueron evolucionando y transformándose en dos idiomas diferentes, algo similar a lo que pasó con el español y el portugués, pero es muy común que los ucranianos sean bilingües y hablen ambas lenguas.

No estaba mintiendo. Durante los días en que Alexandr no se presentaba en la casa, ella se pasaba las horas leyendo acerca de Ucrania, con la esperanza de que la historia y la geografía de ese país despertase la parte de su cerebro que tenía adormecida.

***

—¿Irás así o vas a cambiarte y a ponerte otro atuendo?

—No insistas, Ariana; no iré.

Experimentaba una fragilidad de ánimo que no estaba pudiendo manejar. En unos pocos días debería irse del refugio que significaba esa casa, así que tal vez lo mejor era empezar a probar a salir de allí... pero, cuando lo pensaba detenidamente, sus temores la paralizaban. No podría volver a soportar caer en manos de la bratva, antes prefería morir.

Ariana había salido de la cocina, de estilo gourmet, refunfuñando por no poder convencerla. Tras ella entró Viggo y, para eludirlo, Kaysa hizo el amago de ponerse de pie para marcharse.

—Espero que esta noche vengas a ver los combates. Me gustaría verte ahí cuando suba a la jaula.

—Creía que mi presencia te molestaba; me has estado esquivando durante todos estos días.

Kaysa intentó salir, pero él la sujetó de un brazo, imponiendo su dominante presencia.

Se miraron con fijeza.

—¿Te estás escondiendo de los que te dispararon? —Él parecía saberlo todo acerca de ella—. ¿O se trata de alguien más?

Kaysa negó con la cabeza. Muchas veces le había dado vueltas a lo que diría cuando las preguntas aparecieran, aunque en esa casa todos eran muy prudentes y respetaban su silencio; la más audaz siempre era Ariana, pero por suerte a ella no le interesaba nada que tuviera que ver con el ataque... y a los demás parecía que tampoco. En realidad estaba casi segura de que eso se debía a que allí todos tenían pasados turbios, con actos de los que avergonzarse.

—¿Quieres saber la verdad? Te diré la verdad: no soy tan pura e inocente como crees. Me lie con un hombre casado y su mujer quiso quitarme de en medio, liquidándome.

—¿Qué pasó con tu bebé?

—No era mi bebé; alquilaron mi vientre para una gestación subrogada. Ayudé a una pareja que no podía tener hijos, ambos querían ser padres; debía sobrevivir, no es fácil.

—Mientes fatal.

—No estoy mintiendo.

—Sí, lo haces.

—A ver, sabelotodo, ¿qué te hace pensar que te engaño? —se apresuró a preguntar.

Viggo profirió una carcajada y se acercó demasiado a ella, tanto que su aliento le hizo cosquillas.

—La edad de la madre subrogada en Estados Unidos va de los dieciocho o veinte años hasta no más de treinta y cinco o cuarenta, dependiendo de las leyes de cada estado; además, otro de los requisitos indispensables es que haya pasado por una gestación propia previamente, con un embarazo y parto sin complicaciones. Creo que, en cualquier caso, lo principal de todo es que te faltan años, puesto que ahora tienes diecinueve y la cicatriz que vi no es reciente, sino que como mínimo tiene dos años. Para más datos, no hay signos de que hayas tenido otro parto... además de que no creo que estés emocionalmente preparada para la subrogación. Si te parece que ésos no son motivos suficientes como para afirmar que mientes, a eso también podemos sumarle que es requisito indispensable tener una situación económica buena, para cerciorarse de que lo que te mueve a alquilar tu vientre no es sólo el dinero.

Se sintió estúpida, e insignificante. Había caído en su propia trampa, pues no se le había ocurrido comprobar los requisitos necesarios una vez que ésa le había parecido que era una buena opción; la había encontrado una noche, navegando desde su teléfono móvil, buscando en Internet.

—No voy a juzgarte si es eso a lo que le temes; aquí, en esta casa, nadie lo hará, ya que nadie puede arrojar la primera piedra. Estás en el lugar correcto.

Con su pulgar, recogió una lágrima que estaba resbalando por la mejilla de Kaysa y luego se chupó el dedo.

—Eres muy dulce, no me equivoqué.

La estupidez que le acababa de soltar hizo que ella riera. Viggo le guiñó un ojo y después se inclinó y la besó en la comisura de los labios.

—Esta noche conocerás el underground. Debes saber que, cuando a Ariana se le mete algo en la cabeza, no hay quien se lo quite, así que ve haciéndote a la idea de que saldrás de aquí.

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