Viggo

Viggo


Capítulo veintiocho

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Capítulo veintiocho

El fervor de la gente que acudía a esos lugares era ensordecedor. Viggo podía oír desde el pasillo cómo gritaban su nombre; era la primera vez en mucho tiempo que se atrevió a pensar que podría estar disfrutando de su popularidad en ese santo grial que era el underground... e incluso dedujo el motivo y estuvo decidido a no evitarlo; por el contrario, sintió que la adrenalina empezaba a circular por su cuerpo mucho antes de que entrara en la jaula. A decir verdad, no podía distinguir a ciencia cierta si era la adrenalina o las mariposas que revoloteaban en su estómago, porque sabía que Kaysa estaría sentada junto a Ariana. La anticipación hizo que saltasen chispas por todo su cuerpo.

—Nos quedaremos aquí hasta que oigamos tu música —le informó uno de los organizadores— y, tras cuarenta segundos, comenzaremos a caminar, para darle tiempo a la cámara a enfocarte.

El dinero que movían los combates de ese tipo era mucho, y habían conseguido poner en funcionamiento, con la venia de varios funcionarios corruptos, un circuito cerrado de televisión exclusivo, en el cual se trasmitían las luchas sólo para el público que participaba en el campeonato mediante fuertes apuestas. El mundillo del underground era muy exclusivo y sólo la élite participaba en estos eventos. Todo estaba minuciosamente cuidado para que no saliera nada a la luz.

—¿Falta mucho? Me estoy impacientando —planteó Kaysa.

En el octógono ya estaba Dinamita Hunter, el contrincante que desafiaba al número uno.

—Ahora saldrá, ésa es la canción de Viggo —le informó Ariana en el momento en el que de fondo comenzó a sonar Jungle.

—Cinco... cuatro... tres... dos... uno... adelante —ordenó el encargado del espectáculo de manera estridente, mientras Viggo era seguido por todo su séquito.

El cámara caminó hacia atrás, y se ocupó de no desperdiciar la oportunidad de obtener los mejores planos cortos del luchador que todos estaban esperando ver combatir esa noche. Éste ocultaba su rostro mirando hacia el suelo.

El poder de los dos combatientes podía percibirse en el ambiente, y la concentración del campeón emanaba de su cuerpo mientras avanzaba por el pasillo para encontrarse con ese luchador que lo retaba, quien ya estaba sobre el octógono. Sólo faltaba que el guerrero vikingo, Viggo, hiciera su entrada triunfal, entrada que ya formaba parte del show y a la que la gente que apostaba y pagaba para poder verlo estaba acostumbrada.

Las luces del local se apagaron; era como estar en un MGM, 1 pero un poco más reducido y subterráneo. Los reflectores robóticos empezaron a girar por encima de la cabeza de la gente, hasta que finalmente todos los focos se detuvieron, iluminando la entrada de los camerinos. Un halo de luz envolvió entonces la descomunal figura que apareció en el centro, y delimitó los sinuosos bordes de su musculado cuerpo. La imagen que podía verse a través de las pantallas gigantes lo mostraba con la cabeza inclinada hacia delante, mirando hacia el suelo, y con una bandera sobre su espalda. Cuando empezó a caminar nuevamente, levantó el rostro y se lo enseñó a sus fans... Parecía un dios que emergía de las profundidades de la oscuridad, desplegando su fuerza y su poder.

Kaysa se sintió mareada al ver cómo comenzaron a gritar todos los presentes; hasta ese momento no había sido consciente de quién era Viggo dentro del underground. Lo había visto entrenando algunas veces en la casa —él lo hacía dos veces al día—, al igual que al resto de los luchadores del equipo, pero en su mente nunca imaginó lo que se vivía en los confines de ese sótano, en aquello que ellos llamaban santo grial.

Ése no era el único combate a lo largo de la noche, pues había habido más.

Sin embargo, aunque la popularidad de todos los luchadores era extraordinaria, ningún fervor era comparable a lo que estaba pasando en ese instante.

Ziu estaba sentado junto a ellas como espectador, ya que todavía se estaba recuperando de la lesión en el pie.

—Es un hijo de puta, la gente lo adora.

—¿Por ti también gritan así?

Naaaa, Kaysa, ni de coña enloquecen como con Viggo. Él es el único que tiene el poder de eclipsarnos a todos, lo idolatran.

No había celos entre ellos; los luchadores del equipo de Zane formaban una gran familia, y ella lo sabía porque estaba conviviendo con todos ellos.

Esa noche Kaysa aprendió que las luchas se dividían por categoría, de acuerdo con el peso de cada luchador. Viggo se inscribía en la categoría media, igual que Ziu, mientras que Nix lo hacía en peso pluma e Igor, en peso ligero.

Viggo se abrió paso entre las personas que se levantaban de sus asientos y lo querían tocar y, aunque no fue grosero, no les hizo ni caso. Zane, Tao y Kanu caminaban a su lado, así como otras personas que parecían formar parte de la organización del encuentro; iban trajeados y llevaban unos cables rodeándoles la nuca que se perdían en sus oídos. Kaysa miraba concentrada y determinó que esos hombres eran guardaespaldas. Le llamó la atención el despliegue de seguridad llevado a cabo en torno a él, pues con otros luchadores que habían desfilado a lo largo de la velada no había sido necesario.

De un salto, subió a la jaula y entró en ella realizando un salto mortal en el aire y cayendo con ambos pies. A continuación hizo un gesto que indicaba poder: levantó ambos brazos a la vez que giraba sobre sí mismo para que toda la gente lo pudiera admirar, y después desplegó la bandera con el logo de su equipo, una calavera alada y coronada que chorreaba sangre. El público no paraba de gritar su nombre. Luego se paró frente a donde estaban sentados esa noche Kaysa, Ariana y Ziu; un poco más alejado de ellos, pero en la misma fila, vio al guardabosques de Castle Rock, en compañía de una rubia muy bonita. En la misma hilera, pero en una esquina, bastante apartado, divisó a Phantom. No estaba acompañado por el jefe de la bratva, sino por otros integrantes de dicha organización que había visto el día de la pelea con Ziu; el malnacido lo miraba con aire sobrado.

Ladies and gentlemen —señoras y señores, anunció el presentador—, bienvenidos a la lucha estelar de esta noche. Ha llegado el momento de presentar a los contrincantes de hoy en el peso medio: por un lado tenemos al retador, el temido y explosivo Dinamita Hunter, que sube al ring con un peso de ciento ochenta y seis libras y un récord de dieciocho peleas ganadas y cinco perdidas; de las que ha salido victorioso, dos triunfos han sido por sumisión y dieciséis, por nockout.

Fueron muy pocos los que lo aplaudieron, la mayoría de los presentes lo abuchearon. Kaysa se sintió apenada por el pobre tipo, pues resultaba obvio que no era el favorito del público. Se removió en el asiento cuando se dio cuenta de que Viggo no dejaba de mirar hacia donde ellos estaban sentados. Allí, dentro de la jaula e iluminado por los focos, resplandecía de manera fenomenal. Cada músculo de su cuerpo parecía acentuarse más, y la uve de sus oblicuos apuntaba directa al premio mayor que había bajo su short de spandex.

Mientras Kaysa lo contemplaba, dejó de oír al maestro de ceremonias, hasta que notó que él no paraba de reírse por lo embobada que ella parecía.

Cuando se dio cuenta de ello, esquivó su mirada, pero era demasiado tarde, pues Ariana ya la había descubierto también.

—Descuida, no eres diferente a las otras mujeres en el underground, así que es posible que pases desapercibida.

Roja de la vergüenza, se centró nuevamente en las palabras del locutor.

—Sí, aquí está él, a quien estaban esperando: el mejor, el único, el amo y señor de este santo grial, que sube al octógono con un récord de veinticinco peleas ganadas de forma consecutiva y un peso de ciento noventa y nueve libras.

Él es el extraordinario guerrero vikingoooooViggoooooooooooooo.

La gente pareció enloquecer el doble. La intensidad de los gritos era nociva para los tímpanos de cualquiera. Viggo bailoteó en el ring y sacudió su cuerpo y sus brazos; luego movió el cuello de un lado a otro y también hizo un movimiento como si destrabara su mandíbula; con el protector bucal de color negro puesto tenía un aspecto más atemorizante.

Cuando el presentador volvió a tomar la palabra, poco a poco la gente hizo un silencio, pero sólo momentáneo, porque de inmediato estallaron otra vez cuando la voz del centro del octógono gritó: —It’s the moment! —¡Es el momento!, concluyó diciendo el maestro de ceremonias y la lucha comenzó de inmediato cuando él se alejó y el timbre sonó, dando inicio al primer round.

Viggo parecía muy tranquilo. Llevaba el pelo recogido en un nudo bien ajustado. Estaban midiéndose, ninguno de los dos lanzaba golpes aún, pero entonces el vikingo favorito de la gente hizo un gesto provocador, dando a entender que Dinamita estaba asustado. Ese gesto, ciertamente, surtió efecto, porque el contrincante intentó sorprenderlo de repente con una patada dirigida a la cabeza, que Viggo por supuesto esquivó; luego le lanzó una combinación de golpes de boxeo, pero el guerrero no permitió que ninguno impactara en su cuerpo. El retador entraba y salía rápido en cada intento, ya que sabía que no le convenía que Viggo lo alcanzara y lo derribase; él era muy bueno en el suelo, allí resultaba letal; en realidad, era letal de cualquier forma. Finalmente, Viggo lo alcanzó con el puño y cortó su arco superciliar izquierdo, y la sangre manó al instante de su ojo, tornándole borrosa la visión. Sin perder tiempo, intentó aplicarle una volea, pero cambió a un uppercut que dejó a su oponente tambaleando.

—Remátalo, Viggo —gritaba la gente—; acaba con él, guerrero.

Sin embargo, Viggo se alejó y volvió a medirlo, dándole tiempo para que se repusiera. Kaysa no entendió por qué se comportaba así, y se angustió cuando vio que Dinamita Hunter empezó a conectar golpes de puños, patadas y codazos.

—¿Que está pasando?, ¿por qué no lucha?

Ziu se rio, y Ariana simplemente le contestó muy tranquila.

—Es su marca registrada antes del nockout. No temas.

El retador cogió confianza, esperando que algún golpe fuera efectivo, pero en lugar de parecer a punto de ser derrotado, Viggo tenía aspecto de aburrido y ni siquiera se lo veía cansado.

—¿Eso es todo lo que tienes para ofrecer? —le preguntó a su oponente.

Kaysa, desde su emplazamiento, pudo ver que le estaba hablando al otro luchador, pero fue incapaz de leer en sus labios para saber qué le estaba diciendo.

—No te preocupes, lo está trasteando —le gritó Ziu al oído para que ella pudiera oírlo, ya que había mucho ruido en el ambiente.

La gente de pronto estalló en vítores cuando Viggo sacó un puñetazo que fue directo al estómago de Dinamita, quitándole el aire... y entonces los golpes se transformaron en una sucesión de puñetazos y patadas a las piernas, convirtiéndose en una constante por parte de Viggo, que hizo que a su oponente empezara a costarle mantenerse en pie ante tanto castigo. Volvió a apartarse en vez de rematarlo con un golpe eficaz que lo sumiera en un nockout y bailoteó a su alrededor, provocando que Zane gritara desaforado desde fuera de la jaula, pero Viggo no le hizo ningún caso.

—¿Qué mierda estás haciendo? Remátalo de una vez.

En ese momento Viggo volvió a bajar su guardia y dejó que su oponente le aplicara unos cuantos golpes; sin embargo, ninguno le hizo demasiado daño, ni siquiera la patada que su rival le dio en el bazo logró desestabilizarlo, aunque seguro que al día siguiente iba a dolerle de la hostia.

Kaysa, a ratos, se cubría la cara con ambas manos, y volvía a mirar cuando Ariana la alentaba a que lo hiciera.

—Debes ver esto, no te lo pierdas, ya llega el final.

El público pareció enloquecer después de que Viggo recibiera la patada; ese hombre simplemente parecía estar hecho de hierro sólido. De inmediato, el vikingo miró al cielo, como siempre hacía cuando estaba a punto de rematar a su oponente, y entonces saltó y le aplicó una rodilla voladora en el rostro, terminando con todo, ya que Dinamita se desplomó, quedando totalmente inconsciente en el suelo.

Ziu saltó del asiento, olvidándose por un instante de que no podía apoyar un pie, cogió la muleta y llegó hasta la jaula; allí, Viggo ya estaba encaramado a ésta, con los brazos en alto pero con una expresión sombría en la cara, como si no estuviera disfrutando del triunfo. Zane entró en la jaula y le entregó la bandera para que se la colocara a la espalda. Atrás había quedado la euforia inicial que sintió al saber que Kaysa iba a estar allí, viéndolo. Él sólo actuaba para disfrute de la gente, no por su propia satisfacción; se metía en la jaula porque deseaba sufrir, sangrar, que lo golpearan; de esa forma, en cierta manera, lograba extirpar una pequeña parte de su eterna culpa.

Kaysa continuaba paralizada en su sitio; no podía creer la máquina de luchar que era Viggo, no podía creer en la persona despiadada que se convertía allí dentro.

Ésa era su victoria consecutiva número veintiséis, y sólo le faltaban dos peleas para tener el mayor récord como luchador invicto en la historia de ese underground.

Ariana corrió hacia la jaula también, saltando eufórica.

Todos parecían felices, menos él. Los ojos de Viggo y de Kaysa se encontraron y sus miradas se enlazaron, sabiendo de lo que se trataba.

«Cuando pruebas el dolor y te hundes hasta el fondo, pierdes toda avidez de confianza en ti mismo para encontrar la dirección que te lleve a emerger de las profundidades de donde te encuentras», pensó Kaysa, y fue como si sus pensamientos estuvieran siendo leídos por los verdes y tristes ojos de Daniel, porque Viggo no era más que una persona inventada, un hombre profundamente dolido que se metía en la jaula para convertirse en el verdugo de su propio destino.

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