Vector

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Nota del Autor

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Nota del Autor

Por desgracia, gran parte de lo que dicen los personajes de Vector sobre armas biológicas y terrorismo biológico es cierto. Esto es así especialmente en lo que se refiere al comentario del detective Lou Soldano referente a la posibilidad de un ataque bioterrorista importante en Estados Unidos o Europa: no es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. Lo cierto es que hemos tenido algunos pequeños incidentes bioterroristas en Estados Unidos.

En 1984 hubo una contaminación intencionada en los bufets de ensaladas de restaurantes en Oregón, que tuvo como consecuencia un brote de salmonelosis en 751 personas. En 1996 hubo una contaminación intencionada de magdalenas y donuts en el laboratorio de un hospital en Texas que provocó un brote de Shigella dysenteriae en 45 personas.

La amenaza del terrorismo biológico ha crecido progresivamente en el mundo, en especial durante la última década. Pensemos en el ejemplo de Aum Shinrikyo, la secta apocalíptica que roció con gas sarín el metro de Tokio en marzo de 1995. La secta, al tiempo que desencadenaba su ataque químico, se había embarcado en un activo programa de armas biológicas relacionado con el ántrax y la toxina del botulismo, igual que Yuri Davydov en la novela. Incluso llegaron a enviar una delegación a Zaire para averiguar las posibilidades de obtener el virus Ébola para usarlo como arma.

La Unión Soviética estaba llevando a cabo un importante programa de armamento biológico antes de su disolución en 1989, a pesar de ser firmante de la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas de 1972 (BWC), que prohibía dicha actividad. En su momento álgido el programa daba empleo a más de cincuenta mil científicos y técnicos en sus instalaciones de investigación y producción. Era administrado bajo la égida de Biopreparat, que dependía del Ministerio de Defensa. El programa fue deliberadamente desmantelado por el gobierno de Yeltsin (aunque muchos expertos temen que no del todo), produciendo una diáspora de miles de personas altamente cualificadas en el terreno del armamento biológico. Teniendo en cuenta los actuales problemas económicos de Rusia, surge invariablemente la siguiente pregunta: ¿Dónde están ahora esas personas y qué están haciendo? Quizá algunas estén conduciendo taxis en Nueva York como Yuri Davydov, el descontento emigrante de Vector, y reuniéndose con personas igualmente descontentas de la extrema derecha violenta.

Naciones malintencionadas como Irak, Irán, Libia y Corea del Norte han hecho aumentar la amenaza creciente de las armas biológicas. Después de la guerra del Golfo, Estados Unidos y sus aliados se quedaron sorprendidos al conocer la extensión del almacenamiento de armas biológicas e instalaciones de producción de Irak, cuya existencia había eludido totalmente las operaciones de espionaje. Esta revelación sirvió de aviso urgente para los gobiernos aliados. Por desgracia, al mismo tiempo el descubrimiento atrajo la atención de grupos e individuos terroristas de todo el mundo que de pronto se interesaron vivamente por las armas biológicas. La atracción es sencilla: las armas biológicas son baratas de hacer; requieren materiales, equipamiento y experiencia que son fáciles de adquirir (algunas de estas cosas se consiguen incluso en Internet) y, en su mayor parte, suponen la utilización de agentes biológicos que se pueden encontrar fácilmente. Como característica añadida las armas biológicas son las mejores armas para destrucción masiva en acciones ocultas. Sus efectos tardan horas e incluso días en materializarse, dando a los terroristas tiempo para escapar.

La actual realidad social, económica y política del mundo se añade a esta desafortunada circunstancia de la amenaza creciente de las armas biológicas. Con el fundamentalismo religioso que aumenta en algunos países, los confusos objetivos nacionalistas en otros, las privaciones económicas en muchos y, en el Occidente industrializado, la desesperación en aumento de violentos grupos de ultraderecha cuya agenda se ha detenido en una época de reciente globalización, ha habido un aumento mundial de terrorismo en general. La combinación de este aumento con el cada vez mayor aprecio por el atractivo maligno de las armas biológicas es lo que convierte en crítica a la actual situación.

En Vector, los investigadores médicos son los primeros que se enfrentan a un caso de terrorismo biológico bajo la forma de un único caso de ántrax. Por desgracia, como hay una explicación sencilla pero no verificada del caso en la historia, las sospechas de terrorismo biológico del médico hacen que no insista en un seguimiento adecuado. De no haber sido así, el hecho que se describe podría haberse evitado. Ésta es una lección importante. Dejando la ficción y adentrándonos en el mundo real, hay grandes probabilidades de que la profesión médica fuera el primer grupo de profesionales que se tuvieran que enfrentar a un caso de terrorismo biológico, y esa posibilidad debería formar parte del pensamiento médico en la actualidad. Esto es así especialmente en los casos de enfermedades producidas por agentes con conocido poder como arma biológica.

Pero la responsabilidad de la profesión médica con respecto al terrorismo biológico va más allá de detectar un episodio y tratar a sus víctimas. La profesión médica tiene el deber ético de insistir en el rechazo del uso de armas biológicas. Los miembros de la profesión médica de todos los países deben perseverar en investigar cualquier incidente de enfermedad sospechosa dentro de sus fronteras e informar de dichas circunstancias ante un foro mundial. Si hubiera ocurrido así en Sverdlovsk en 1979 tras una fuga de ántrax de unas instalaciones de Biopreparat, la profesión médica soviética hubiera hecho un favor al mundo. Hubiera puesto en evidencia el programa ilegal soviético de armas biológicas ofensivas. En lugar de ello, el mundo recibió información confusa del KGB y Biopreparat siguió con su ilegal y éticamente repulsivo trabajo secreto durante otros diez años.

Otra razón por la que la profesión médica tiene un papel ético en relación con las armas biológicas es porque esta tecnología representa la perversión definitiva de la investigación biomédica. Con ayuda del floreciente campo de la bioingeniería, existe la posibilidad de construir nuevos organismos apocalípticos. Los expertos tiemblan al pensar en la combinación del resfriado común e incluso del sarampión con la malignidad del Ébola.

Como en el caso de la amenaza nuclear, la gente piensa que no puede hacer gran cosa para evitar el desarrollo o despliegue de las armas biológicas. Pero esto no es del todo cierto. Las personas pueden jugar un papel en esta pesadilla biológica conociendo las amenazas que suponen las armas biológicas. El contraespionaje es el único modo que realmente evita casos y la gente debe estar alerta. Como se pueden establecer pequeños laboratorios e instalaciones en lugares privados como sótanos o habitaciones vacías, es importante vigilar las pistas, como olores de fermentación o el sonido constante de ventiladores. Éstos deben ponerse en conocimiento de las autoridades. Cualquier tráfico o robo inesperado relacionado con microorganismos, equipo microbiológico, fermentos de microcultivos, contenedores biológicos o instrumentos para aplicar el control de plagas también deben ponerse en conocimiento de las autoridades.

Con todas las preocupaciones que tenemos actualmente con el hambre, el sida, las desgracias económicas, las guerras civiles, la limpieza étnica y el calentamiento global, parece que hay poco sitio para el fantasma del terrorismo biológico. Pero pocas amenazas tienen la capacidad de matar a tanta gente tan rápido. Durante años hemos vivido bajo el temor de que el invierno nuclear aniquilase a la raza humana. Ahora hay una amenaza similar por parte de la biología.

Finalmente, para poner una nota positiva, los gobiernos y las autoridades locales, especialmente en Estados Unidos, han empezado a tener seriamente en cuenta la amenaza del terrorismo biológico y han comenzado a actuar. Se ha destinado dinero para esto. El Departamento de Defensa y el FBI han formado unidades especiales de respuesta. Ciudades importantes como Nueva York han informado a sus organizaciones directivas del problema. Ha habido esfuerzos para informar a nivel local y se han hecho simulacros. Aun así, los resultados son equívocos. Quizá sea necesario un violento atentado de terrorismo biológico para que la iniciativa del gobierno se refuerce, pero quizá para entonces sea demasiado tarde para muchos. Hay mucho que hacer y todos tenemos que contribuir. No esperemos a que ocurra un incidente como el planeado en Vector para tomar decisiones.

 

Doctor ROBIN COOK

Naples, Florida, Diciembre de 1998

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