Valentina

Valentina


Capítulo 11

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Cuando Valentina despertó, todo era oscuridad, no solo porque el cielo estaba cubierto de nubes que anunciaban tormenta, sino porque así sentía su corazón. Se levantó y con prontitud se arregló para salir, pues su habitación la ahogaba.

Afortunadamente el día anterior había hablado con el Capitán, para que la ayudara a ser de las primeras en bajar del barco porque tenía una importante cita de trabajo. Ante la amable petición de tan bella joven, el alto Oficial aceptó y cumpliendo su palabra, cuando Valentina ya estaba lista para salir a caminar, llegaron dos jóvenes de uniforme y recogieron su equipaje para que fuera la primera en dejar el barco.

Después Valentina caminó un poco y al descubrir que ya se acercaban a España, se recargó en el barandal para pensar, mientras observaba las oscuras nubes que se cerraban y apretaban unas contra otras, como queriendo eliminar todo vestigio de luz. De pronto sintió como si alguien la mirara y volteó hacia su derecha, era Andreas, que luciendo demacrado la veía con angustiada expresión y justo cuando ella sintió que su fuerza flaquearía, llegó hasta a él Jennifer Akerman y amorosa lo abrazó, entonces Valentina regresó su impenetrable mirada al mar aunque un par de traicioneras lágrimas se le escaparon.

Uno de los jóvenes que había recogido su equipaje se acercó y le pidió que lo acompañara, porque el Capitán había ordenado que fuera la primera en descender. Los dos jóvenes la acompañaron y mientras ellos subían el equipaje a un taxi, ella miró hacia el barco murmurando:

—Adiós dulce amor…nunca podré decírtelo, pero me hiciste muy feliz al hacerme vivir un hermoso sueño… aunque al final ese sueño fue como todos los sueños que desaparecen al despertar… gracias. 我的心是你的 我爱你. (Wǒ de xīn shì nǐ de… Wǒ ài nǐ) (Mi corazón es tuyo… te amo).

Después de agradecer a los amables jóvenes y de pedirles que hicieran extensivo su agradecimiento al Capitán, Valentina abordó el taxi que la llevaría a la estación de trenes. No se dio cuenta que Andreas estaba entre las personas que esperaban para descender y que con profunda tristeza la observó hasta que subió al taxi.

Luego de un rato de espera en la estación, abordó el tren con destino a Holanda y con la mirada perdida en el paisaje que dejaba contemplar la ventanilla, recordaba todos y cada uno de los hermosos momentos que había vivido y lo mucho que se había ilusionado con un futuro maravilloso a su lado. Como no podía dejar de recordar esos momentos, ni de pensar en lo que pudo haber sido, pensó:

—“Desde el primer momento en que escuché tu voz, mi corazón latió de una manera extraña, fue como si te hubiera reconocido… sí, mi corazón ya te conocía, pero… yo quisiera saber… ¿desde cuándo?”.

Pensando y recordando se quedó dormida, después tuvo que trasbordar, pero igualmente prefirió continuar dormida y no despertó hasta poco antes de llegar a su destino. De inmediato atendió su arreglo personal y mientras lo hacía, trataba de recordar el sueño que tuvo, un sueño en el que estaba Andreas y ella misma, los dos vestían a la usanza de los 40’s o 50’s, pero por más esfuerzos que hacía, el resto del sueño parecía envuelto en una cerrada neblina.

Al detenerse el tren Valentina reaccionó y se apresuró a bajar porque sabía que ya la esperaba el Sr. Michael Lambert, quien al verla sonriente y amable le dio la bienvenida, mientras el chofer se encargaba del equipaje.

—Bienvenida Valentina. ¿Disfrutaste de tus días de descanso? —Aunque le extrañó que no mencionara su luna de miel, respondió con suave sonrisa.

—Sí, lo disfruté bastante, es un placer volver a verlo Sr. Lambert.

—Me alegro, pero ya te he pedido que me llames Michael y debes hacerlo porque solo se lo pido a las personas de mi mayor estima.

—Le agradezco y valoro la deferencia, pero le pido un poco de paciencia, no me es fácil hacerlo.

—Lo entiendo, pero solo te concedo el tiempo que hagamos de aquí al automóvil y necesitamos darnos prisa, porque cuanto antes debemos llegar a la casa de Fabián.

—Pero Sr. Lambert, viajé algunas horas y necesito llegar primero al hotel para ponerme presentable.

—¿Hotel? De ninguna manera, te hospedarás en la casa de Fabián.

—¿En su casa? No Sr. Lambert, prefiero un hotel.

—Créeme Valentina, es necesario que te hospedes en su casa porque la imaginación no tiene horario y Fabián escribe a cualquier hora. Necesita que le ayudes con traducciones o interpretaciones sobre las tradiciones chinas cuando le llegue la inspiración. Te aseguro que te sentirás muy cómoda en su casa y que te encantará, pues tiene tan hermosas esculturas y pinturas que parece un museo, además yo estaré contigo cada vez que lo necesites.

—¿Usted también se hospedará en su casa?

—Yo vivo en su casa desde hace algunos años. —Al saberlo ella dibujó una ligera sonrisa, pues le agradaba su compañía y con él se sentía en confianza —¡Ah! Veo el inicio de una sonrisa, perfecto, quiere decir que ya todo quedó acordado. Y ya te dije Valentina que me llames por mi nombre, eso es un privilegio que pocos tienen. —Le dijo con una sonrisa y un guiño

—Sea por Dios… Michael.

Salieron de la ciudad y para llegar a la casa del famoso escritor Fabián Messerli, atravesaron un par de kilómetros de bosque, entonces Valentina se sorprendió porque más que una casa parecía un lujoso castillo, rodeado de primorosos jardines con artísticas fuentes.

En cuanto entraron ella se quedó quieta y sonrió complacida, pues efectivamente el interior estaba decorado con excelente gusto y adornado con hermosas pinturas y bellas esculturas, entonces le dijo en voz baja al Sr. Lambert:

—Sí que parece un impresionante museo, no cabe duda de que es todo un negocio su escritura.

—Sí, cada libro que escribe Fabián resulta un exitoso Best-seller, pero además, no olvides que es hijo de un Conde. —Valentina respondió un tanto sorprendida.

—No lo sabía Michael.

—Pero sí conoces a nuestro gran escritor… ¿verdad?

—No, en sus libros no aparece su fotografía, pero no importa, yo soy una gran admiradora de su trabajo.

—¿Cómo te lo imaginas?

—Creo que es alguien tan distinguido y elegante como tú. —Él sonrió y en ese momento los interrumpió el Sr. Wilson, el Mayordomo:

—El Sr. Messerli ya los espera en la Biblioteca, si son tan amables de acompañarme.

Valentina se felicitaba por haber aceptado ese contrato, pues de esa manera se concentraría en el trabajo que seguramente la ayudaría a aliviar el dolor de su corazón. Tomada del brazo del Sr. Lambert caminó detrás del Mayordomo, que los guiaba hacia el lugar donde los esperaba el Sr. Messerli.

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