Trump

Trump


3. Ruta hacia la Casa Blanca » La forma de ir al cielo

Página 59 de 157

LA FORMA DE IR AL CIELO

El segundo hecho, casi coincidente en el tiempo con el primero, fue la decisión de Trump de colocar en el equipo de campaña a Stephen K. Bannon (editor de una web ultraconservadora), a Kellyanne Conway (experta en sondeos) y, ya en septiembre de 2016, a David Bossie (activista conservador). El mensaje era claro: Trump quitaba poder a Manafort, en una evidente invitación a que saltara del barco por la borda. Y lo hizo. Manafort llegó a la campaña con la intención de que Donald Trump tuviera una imagen más presidencial que de hooligan, y se fue de la campaña con un Trump más hooligan que presidencial, pero justo después de que el candidato pidiera disculpas por primera vez. Turning point? No había modo de saberlo en aquel momento. Pero para entonces, Donald Trump ya se había encomendado al Altísimo.

A principios de agosto había pedido a las personas religiosas, que en Estados Unidos son legión, que votaran por él. «Estas serán las elecciones más importantes que ha tenido nuestro país. Así que debéis ir a votar para expandir la Palabra (de Dios) y (si gano las elecciones) podré hacer algo que hago muy bien (gestionar). Y creo que será la única forma de que yo vaya al cielo. Así que será mejor si lo consigo».

La nada tenida en cuenta cúpula del Partido Republicano se sintió algo más aliviada con su no deseado candidato al comprobar con agradable sorpresa su capacidad para reconocer arrepentimientos. Durante un par de horas podían no sentir vergüenza de su propio aspirante a la presidencia. Pero las alegrías suelen durar poco. Mientras Trump pedía disculpas, una portavoz de su campaña volvía a hacer algo muy del gusto de los estrategas del magnate: además de llamar mentirosa a Hillary y de pedir que la encarcelaran, sembraba dudas sobre el estado de salud de la candidata demócrata. Y la táctica no iba mal dirigida. La salud de un aspirante presidencial puede provocar movimiento de votos, y el historial médico de Hillary Clinton no estaba libre de problemas. Ni siquiera el historial conocido, porque los Clinton llevaban tiempo negándose a hacer públicos sus informes clínicos.

El último episodio era, en realidad, una suma de episodios variados, múltiples y, en algunos casos, alocados. Decenas de confidenciales en Internet (la mayoría de dudosa reputación y menor credibilidad) llevaban tiempo publicando historias disparatadas (o no tanto) sobre la salud de Hillary. Una de ellas aseguraba que agentes del Servicio Secreto habían alertado al menos a tres hospitales especializados en operaciones del cerebro sobre la inminente llegada de una alta personalidad para ser intervenida. Y concluían, sin género alguno de dudas, que se trataba de Hillary. Otra web ponía el acento en el repentino uso de gafas por parte de la candidata, y que ese hecho se hubiera producido justo un día después de que la aspirante demócrata hubiera tenido un ataque de tos (sufrió repetidos ataques de tos durante sus mítines de campaña).

Ir a la siguiente página

Report Page