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3. Ruta hacia la Casa Blanca » Seducir a Jackie Kennedy

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SEDUCIR A JACKIE KENNEDY

Pero aún tenían que aparecer más historias. Hasta el sida entró en el circuito del infoshow americano. Algunos medios rebotaron una especie (cierta o no) desvelada en un libro titulado Bill y Hillary: de manera que esto es eso que llaman amor (cada cual titula como quiere). Los autores, Darwin Porter y Danforth Prince, aseguraban haber hablado con personas muy cercanas a los Clinton, y les habrían dicho que, ante la evidente pasión de Bill por las mujeres y por practicar el sexo sin preservativo, Hillary había obligado a su marido a hacerse las pruebas para descartar que tuviera VIH. Y no una vez, sino varias. También informaban de que la primera prueba dio resultado negativo. Se ignora el resultado de las siguientes. Para darle mayor realce al supuesto episodio, los autores llamaban la atención sobre la progresiva pérdida de peso (que resulta evidente a simple vista) del expresidente, debida, según la versión oficial, a la operación de corazón a la que se sometió tiempo atrás y a la dieta vegana a la que se ha entregado de unos años a esta parte. Bill Clinton asegura que esa dieta «me ha cambiado la vida, y no estaría aquí si no fuera vegano». Vegano o enfermo de sida. Todo sirve, sea verdad o mentira, para alimentar la máquina de triturar en la que se ha convertido la política mediática de estos tiempos.

En ese mismo libro de título tan entretenido se asegura también que Bill quiso ¡acostarse con Jackie Kennedy! Según el relato, la viuda de JFK había invitado a Bill una tarde a su apartamento de la Quinta Avenida, en Manhattan. Y, por lo que cuenta, Bill trató de seducir a aquella mujer que ya superaba los sesenta años. Los autores escriben que Jackie detalló lo ocurrido a su amiga, la entonces editora de The Washington Post Katharine Graham, que se hizo famosa cuando a principios de los años setenta permitió y alentó a sus periodistas a investigar el Watergate hasta el final, asumiendo las consecuencias que eso pudiera tener. Graham habría mantenido en secreto el relato de Jackie, pero ahora sería desvelado (de ser cierto) en ese libro. «Casi acabamos en un combate de lucha libre», habría dicho Jackie sobre el incidente con Bill, cuando este prácticamente se le echó encima, según el libro. «Quiero decir que me sentí halagada de “ponerle” tanto a mi edad, pero Bill era igual que Jack, en el sentido de que ninguno de los dos quería aceptar un “no” por respuesta». La presunta historia fue despejada sin miramientos por un portavoz de los Clinton pidiendo al periodista que le llamaba que simplemente le citara riéndose por «lo absurdo de la historia».

En periodismo, como ocurre en todas las profesiones, hay lecciones que solo se aprenden con el ejercicio del oficio. Una de ellas es que algunos hechos son tan inverosímiles que solo serás creíble si muestras las pruebas fehacientes de que ocurrieron. Si no tienes la prueba, aunque tengas la seguridad de que los hechos son ciertos, perderás crédito como profesional, porque nadie con un mínimo de seriedad te creerá. Y eso le ocurre a ese libro, con esa historia.

Los autores no datan el episodio. Se limitan a dar alguna pista temporal. Dicen que Jackie tenía más de sesenta años y Bill estaba en sus últimos cuarentas. Teniendo en cuenta que ella era diecisiete años mayor que él; que Jackie murió en mayo de 1994 sin haber cumplido los sesenta y cinco; que Bill cumplió cincuenta en 1996; que Bill juró como presidente en enero de 1993 cuando tenía cuarenta y seis años… Teniendo en cuenta todos estos datos, el intento de seducción de Bill a Jackie tendría que haber ocurrido o bien poco antes de que Bill fuera presidente, o bien en el transcurso del primer año de Clinton como presidente.

El sex-appeal de Jackie fue evidente durante toda su vida. La pasión de Bill por casi cualquier mujer ha sido igual de evidente. Pero hay un elemento más que sobrevuela esta historia, sea inventada o real, y que los autores manejaron con inteligencia comercial: insinuaban que Bill se sentía atraído por la posibilidad de compartir cama y fogosidades íntimas con una mujer que había compartido cama y fogosidades íntimas con el número uno de su santoral político: John Fitzgerald Kennedy. En su reducción al absurdo, la idea sería esta: me llevé a la cama a la mujer de Kennedy; ¡ahí queda eso!

Morbo, perversión, desenfreno, mezcla de instintos básicos político-sexuales… ¡¡Wow!! La cantidad de libros que se pueden vender así…

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